La Conferencia de Génova en 1922 En abril-mayo de 1922, durante cinco semanas, se celebró una importante conferencia de muy alto nivel en Génova. El primer ministro británico Lloyd George tuvo un papel determinante y también Louis Barthou, ministro del presidente francés, Raymond Poincaré. El objetivo central era convencer a la Rusia soviética 1 de […]
La Conferencia de Génova en 1922
En abril-mayo de 1922, durante cinco semanas, se celebró una importante conferencia de muy alto nivel en Génova. El primer ministro británico Lloyd George tuvo un papel determinante y también Louis Barthou, ministro del presidente francés, Raymond Poincaré.
El objetivo central era convencer a la Rusia soviética 1 de que reconociera las deudas repudiadas en 1918 y, al mismo tiempo, de que abandonara sus llamamientos a la revolución mundial.
La negociación de Génova (1922)
Figuraban otros puntos en la agenda de esa conferencia, que reunió a delegados de 34 países a excepción de Estados Unidos, pero sobre ellos no se hicieron grandes debates. Entre esos puntos estaban: adoptar reglas en materia monetaria, especialmente a propósito del Gold-exchange standard(patrón cambio oro) que había sido adoptado ese mismo año. Dada la ausencia de Estados Unidos, las decisiones sobre ese tema se tomaron en otro sitio.
Las potencias que invitaron a esta conferencia eran cinco: Gran Bretaña (la ex principal potencia mundial que había sido desplazada por Estados Unidos), Francia (la 3ª potencia mundial luego de la derrota de Alemania), Bélgica (que antes de la guerra fue la 5ª potencia mundial en exportaciones), Japón (cuyo imperio estaba en plena expansión en Asia del Este) e Italia.
De las cinco potencias anfitrionas había una, Japón, que todavía tenía tropas de ocupación en la Siberia soviética. Sólo las retiró seis meses después del fin de la conferencia, en octubre de 1922. Los otros 12 países que habían enviado tropas, en 1918, con el fin de derrocar al régimen soviético y de terminar con la experiencia revolucionaria, pusieron fin a la ocupación del territorio soviético desde fines de 1920. Las tropas extranjeras, cuya moral guerrera había caído muy bajo, habían sido retiradas efectivamente después que sus respectivos gobiernos hubieran constatado, con pena, que los generales blancos había sido vencidos en forma definitiva por el ejército rojo y que la intervención extranjera era incapaz de remediarlo. Por consiguiente, en esos momentos se trataba de obtener por vías diplomáticas y por el chantaje, lo que las armas no habían podido conseguir.
Las grandes potencias pensaban que en la conferencia el Gobierno soviético terminaría por reconocer las deudas que habían sido repudiadas, ya que la situación económica y humanitaria rusa era dramática. La guerra civil había dejado un país desangrado y a partir del verano de 1921, unas cosechas catastróficas habían causado una hambruna. Las capitales occidentales pensaban que el Gobierno soviético estaría de rodillas y que conseguirían sus objetivos condicionando la concesión de préstamos y de inversiones a que Rusia reconociera previamente sus deudas, y otorgara reparaciones a las empresas occidentales que habían sido expropiadas.
Francia, que continuaba siendo la potencia más agresiva con respecto a la Rusia soviética -y mantenía la misma actitud con Alemania-, 2 recibía el apoyo de las autoridades belgas. Por su parte, Gran Bretaña había sido menos afectada por el repudio de las deudas y estaba más abierta a un diálogo con Moscú. Además había firmado en marzo de 1921 un acuerdo comercial anglo-ruso que ponía fin al bloqueo y significaba un reconocimiento de facto 3 de la Rusia soviética.
Por su parte, el Gobierno soviético estaba, eventualmente, dispuesto a aceptar el reembolso de una parte de las deudas contraídas por el zar si, a cambio, las otras potencias reconocían oficialmente (reconocimiento de iure) la Rusia soviética, concediéndole préstamos de Estado a Estado, alentando a las empresas privadas, afectadas por la expropiación de sus filiales y de sus bienes en Rusia, a aceptar como indemnización la concesión de explotaciones de recursos naturales, en particular en las zonas desérticas de Siberia. El Gobierno soviético quería, de esa manera, que los capitalistas extranjeros invirtieran con su propia bolsa de capitales en actividades que permitieran a la economía soviética consolidarse. El Gobierno rechazaba además el establecimiento de organismos multilaterales para gestionar los préstamos, las inversiones o los litigios que pudieran originarse. El Gobierno quería que el poder soviético conservara su autonomía frente a las potencias extranjeras. No era cuestión de renunciar al ejercicio de la soberanía.
Si se reunían esas condiciones, Moscú estaba dispuesto a prometer que retomaría el pago de una parte de la deuda zarista en un plazo de treinta años. La delegación soviética afirmó claramente, y varias veces en el curso de la conferencia, que se trataba de una concesión que estaba lista a realizar con el fin de llegar a un acuerdo pero, que en el fondo, consideraba que la Rusia soviética tenía, perfectamente, todo el derecho de haber repudiado la deuda zarista -así como aquella contraída por el Gobierno provisional entre febrero y octubre de 1917-. Finalmente la conferencia se terminó sin ningún acuerdo y la delegación soviética mantuvo el repudio de las deudas.
Para comprender el desarrollo de la conferencia, conviene también tener en cuenta la particular relación establecida entre Berlín y Moscú después del Tratado de Versalles de junio de 1919.
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Firma del Tratado de Rapallo: el canciller Joseph Wirth con los representantes de la delegación soviética Leonid Krasin, Georgi Chicherin y Adolf Joffe.
El Gobierno de Berlín estaba compuesto de una coalición entre socialistas (SPD), centristas (antecesor de la CDU de Angela Merkel) y liberales (antecesor del FDP actual). Era fundamentalmente pro occidental y anti soviético. Pero como estaba afectado por el pago de enormes reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versalles y se hundía bajo la deuda que eso originaba, estaba inclinado al diálogo y a realizar acuerdos con Moscú. Esa tendencia era reforzada por la voluntad de las grandes firmas industriales alemanas (entre ellas AEG y Krupp) de derivar una parte de su producción hacia el mercado ruso, del que había sido principal socio comercial a partir de los años 1870, como ya hemos visto. En su viaje de Moscú a Génova, la delegación soviética hizo una parada prolongada en Berlín para mantener allí conversaciones y concertar con las autoridades alemanas, antes de encontrarse frente a frente con las potencias convocantes en la ciudad italiana. Mientras éstas adoptaban una actitud intransigente respecto de Moscú, estalló un golpe teatral, en plena Conferencia de Génova: la delegación alemana y soviética, que se habían reunido en la ciudad vecina de Rapallo, firmaron un importante acuerdo bilateral que permanece en la historia como el Tratado de Rapallo.
Es muy interesante volver sobre el desarrollo de la Conferencia de Génova, sobre las negociaciones que allí se hicieron y sobre los argumentos que fueron utilizados por una y otra parte.
Las grandes potencias convocantes querían presionar al máximo a la delegación soviética, indicándoles que un objetivo fundamental de la conferencia consistía en «el reconocimiento por todos los países de sus deudas públicas y la concesión de compensaciones.» 4
Las grandes potencias afirmaban en su convocatoria que el «sentimiento de seguridad solamente puede ser restablecido cuando las naciones (o los gobiernos de las naciones) que deseen obtener créditos extranjeros se comprometen libremente a reconocer todas las deudas y obligaciones públicas que fueron o serán contraídas o garantizadas por el Estado, las municipalidades y otros organismos públicos, y reconocer igualmente la obligación de restituir, restaurar o, en su defecto, indemnizar a todos los intereses extranjeros por las pérdidas o los daños que les haya causado el hecho de la confiscación o del secuestro de la propiedad». 5
De entrada, Georgi Chicherin, el jefe de la delegación soviética replicó: «La obra de la reconstrucción económica de Rusia, y, con ella, el trabajo que trata de poner fin al caos económico europeo, se dirigirán hacia una vía falsa y fatal, si las naciones económicamente más potentes, en lugar de crear las condiciones necesarias al renacimiento económico de Rusia y de facilitarle su marcha hacia el porvenir, la aplastan bajo el peso de exigencias que sobrepasan sus fuerzas, vestigios de un pasadoque le es odioso.» 6
En la discusión frente a los soviéticos que afirmaban que el pueblo y su nuevo Gobierno no habían podido asumir las deudas contraídas por el régimen tiránico anterior, Lloyd George respondió: «cuando un país asume obligaciones contractuales hacia otro país o hacia sus nacionales por valores recibidos, ese contrato no podría ser denunciado, cada vez que un país cambia de Gobierno, o, al menos, sería necesario que ese país restituyera los valores recibidos». 7
Traducido por Griselda Pinero
Notas
1 Cuando se reunió la Conferencia de Génova, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) todavía no había nacido. Fue creada en diciembre de 1922 y fue disuelta en 1991. En la Conferencia de Génova, la delegación soviética representaba oficialmente a la República Socialista Federal de los Sóviets de Rusia, para simplificar utilizamos la expresión Rusia soviética.
2 Las tropas francesas habían ocupado Dusseldorf, una de las principales ciudades de la región de Renania, en marzo de 1921 (véase Carr, T.3). DE enero de 1923 a julio de 1925, las tropas francesas y belgas ocuparon el valle del Ruhr y sus lugares de producción industrial con el fin de apropiarse de las materias primas (carbón y minerales) y los productos industriales como pago de reparaciones que Alemania tardaba en pagar. https://es.wikipedia.org/wiki/Ocupa…
3 El reconocimiento de un nuevo Estado puede ser definitivo, y se habla entonces de un reconocimiento de iure (de pleno derecho), o provisional/limitado, y entonces es un reconocimiento de facto (de hecho). Gran Bretaña reconoció de facto La Rusia soviética en 1921, y de iure en 1924.
4 Les Documents de la Conférence de Gênes, Roma, 1922, 336 pp., p. IX
5 Op. Cit.
6 Op. Cit.
7 Op. Cit. p. 13
Parte 1: Rusia: el repudio de las deudas en el núcleo de las revoluciones de 1905 y de 1917
Parte 2: De la Rusia zarista a la revolución de 1917 y al repudio de las deudas
Parte 3: La revolución rusa, el repudio de las deudas, la guerra y la paz
Parte 4: La revolución rusa, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el repudio de la deuda
Parte 5: La prensa francesa a sueldo del Zar
Parte 6: Los empréstitos rusos no mueren nunca
Eric Toussaint es maître de conférence en la Universidad de Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de diversos libros, entre ellos: Procès d’un homme exemplaire , Ediciones Al Dante, Marsella, 2013; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad , Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global , El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos , Gakoa, 2002. Es coautor junto con Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique , Le Seuil, París, 2012. Este último libro ha recibido el premio Prix du livre politique, otorgado por la Feria del libro político de Lieja. Ultimo libro: Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015. Es coordinador de las publicaciones Comisión de la Verdad Sobre la Deuda.