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El Grito (de los Excluídos)

Fuentes:

Vestida de negro, la mujer está sobre el puente. Tiene el rostro entre las manos y de su boca ovalada brota la desesperación. Clásico del expresionismo, «El grito» (1893), del pintor noruego Edgard Munch, traduce l el horror, la soledad, la imposibilidad de escape (el puente une polos opuestos, pero no todos consiguen ir de […]

Vestida de negro, la mujer está sobre el puente. Tiene el rostro entre las manos y de su boca ovalada brota la desesperación. Clásico del expresionismo, «El grito» (1893), del pintor noruego Edgard Munch, traduce l el horror, la soledad, la imposibilidad de escape (el puente une polos opuestos, pero no todos consiguen ir de un lado a otro).

El grito brasileño, el de Ipiranga, fue el de una independencia controvertida, como casi todo hecho histórico. Libró a la nación del imperio, pero no del emperador. Ni de la dependencia externa, peso que todavía hoy pesa en nuestras cuentas públicas.

El Grito de los Excluídos, promovido el 7 de setiembre por la Iglesia Católica y los movimientos sociales, es un esfuerzo exitoso de recuperar la fecha, antes reducida a una feria de atracciones castrenses. En un mundo que clama por la paz, ¿cuál es el sentido de exhibir armamentos en la plaza pública? Sirve para asombrar a los niños, como el ejército de soldaditos de plomo con el que me entretenía en mi infancia.

El 23 de octubre nosotros, electores, iremos a las urnas a dar el adiós a las armas. El lema del 11º Grito de los Excluidos evoca una decepción: «Brasil: en nuestras manos está el cambio». La esperanza fue depositada en manos del gobierno Lula. La política económica no cambió. Se conquista estabilidad, aumentó el empleo formal, pero se restringieron las inversiones públicas y privadas. Y aunque exitosas en su carácter compensatorio, las políticas sociales no cambiaron las estructuras arcaicas, como la latifundista, que impiden reducir la desigualdad social.

Cambió, sí, desgraciadamente, el modo de hacer política de un núcleo dirigente del PT, que aprendió de sus adversarios históricos a transitar por el laberinto sórdido de la corrupción.

Las manos son herramientas de la mente. No basta con valorar el protagonismo de los movimientos sociales como si ellos, por sí solos, pudiesen realizar los cambios que el país requiere. Los cambios exigen el concurso de los partidos políticos, como lo atestiguo el fracaso de la Comuna de París. Marx llegó a entusiasmarse con la movilización popular, y Lenin, años después, proclamaría: «Todo el poder a los soviets». Ambos, mientras tanto, nunca se liberaron del modelo neomonárquico de un partido altamente centralizado, en cuyas manos reconcentra todo el poder. La Unión Soviética era, de hecho, una unión bolchevique.

Los cambios no provienen de ímpetus voluntaristas ni de buenas intenciones. Exigen proyecto y mediaciones. Un nuevo proyecto de Brasil, no el de las utopías y quimeras, sino consistente, viable, debe tener en cuenta lo posible y no sólo lo deseable. Proyecto que los economistas del PT quedaron debiendo, abriendo brecha a la continuidad tucana en la dirigencia de la política financiera, erróneamente llamada económica.

Las elecciones del 2006, con o sin reforma política, señalarán un nuevo ordenamiento partidario en el país. Aunque las siglas sigan siendo las mismas, el elector no perderá la oportunidad de manifestar su indignación frente a la crisis actual. Pero será inútil la actitud de mera repulsa traducida en el voto nulo. ¿Qué cambio queremos? ¿Con qué ropaje? Un nuevo proyecto Brasil implica rediscutir la relación entre partido, gobierno y Estado. Sin esa clarificación, la promiscuidad entre las tres instancias envejecería precozmente cualquier proyecto de cambio, como sucedió en el socialismo real.

En el cuadro de Munch, dos personas caminan al fondo, en contraste con la desesperación de la mujer en primer plano. Se puede cruzar el puente, con serenidad y confianza, cuando se sabe a dónde llegar.

Frei Betto es escritor y asesor de movimientos sociales. Autor de «Tipos típicos. Miscelánea de perfiles literarios», entre otros libros.

Traducción de J.L.Burguet