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El hombre contra el hambre

Fuentes: Prensa Latina

Especialistas internacionales calculan que por cada punto porcentual en el ascenso de los precios de los alimentos, las personas que sufren desnutrición se incrementan en 16 millones, principalmente en los países pobres.El fenómeno no se debe al metafóricamente llamado «fantasma del hambre», sino al desarrollo desigual de las naciones por motivos de evolución histórica, y […]

Especialistas internacionales calculan que por cada punto porcentual en el ascenso de los precios de los alimentos, las personas que sufren desnutrición se incrementan en 16 millones, principalmente en los países pobres.El fenómeno no se debe al metafóricamente llamado «fantasma del hambre», sino al desarrollo desigual de las naciones por motivos de evolución histórica, y a las diferencias económicas y sociales entre las personas en numerosos países.

Así, el crecimiento de los carentes de esenciales medios de subsistencia ha sido notable en el año que concluye, en cifras que la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) avizoran en aumento, al menos durante la década en curso.

En su informe conjunto del 4 de julio de 2007, ambas organizaciones consideraban que «la creciente demanda de biocombustibles está provocando cambios sustanciales en los mercados agrícolas que pueden empujar al alza los precios de diversos productos agrícolas a nivel mundial». Esto no era lo único que analizaban en sus Perspectivas Agrícolas 2007-2016, pues señalaban adicionalmente que factores coyunturales como la sequía en las zonas productoras de trigo y el bajo nivel de las reservas explican también en gran medida las recientes subidas en los precios de los productos agropecuarios.

Para ambas instituciones, «en un análisis a largo plazo se observan cambios estructurales en curso que podrían originar precios nominales relativamente altos para muchos productos agrícolas durante la próxima década», lo que está afectando ya a todos los pobladores de bajos ingresos. No obstante, insistían en que «más importante es el uso creciente de cereales, azúcar, semillas oleaginosas y aceites vegetales para producir sustitutos de los combustibles fósiles», como etanol y el llamado biodiesel, apuntalando los precios cerealeros e, indirectamente, los de los piensos y productos ganaderos.

Basándose en el anuncio del presidente George W. Bush el 23 de enero de 2007, en su discurso sobre el Estado de la Unión, la FAO y la OCDE estiman que en Estados Unidos se duplicará la producción anual de etanol obtenido a partir de maíz, en el período comprendido entre los años 2006 y 2016. También consideran que en la Unión Europea la cantidad de semillas oleaginosas, especialmente las de colza destinada a biocombustibles (sic), pasaría a la vez, de poco más de 10 millones de toneladas, a 21 millones en igual período.

De acuerdo con el citado informe, los precios más elevados de los productos agrícolas son motivo de preocupación para los países importadores netos y también para la población urbana pobre en todo el mundo, situación en la que incide negativamente, como se observa, la fabricación de los agrocombustibles. Sobre estas bases, han concluido que los altos precios de las materias primas para estos carburantes benefician a los productores, pero significan a la vez costes suplementarios y menores ingresos para los campesinos que las necesitan para la alimentación de su ganado.

Tal es su apreciación sobre un problema que se acrecienta, concomitantemente con la crisis económica-financiera, las adversidades ecológicas y la desproporcionada y desigual demanda entre los países ricos y pobres, sin excluir otros factores condicionantes adversos. Se aprecia una mayor conciencia este año, sin embargo, acerca de que la causa esencial del problema se encuentra en producir para las utilidades y no para las necesidades humanas, una base sobre la cual las soluciones energéticas serían racionales y beneficiosas para todos.

La Revolución Energética impulsada aún más durante el 2008 en Cuba y en otros países de la región, principalmente en Bolivia y Venezuela, entre los pioneros, posee la integralidad de ser beneficiosa desde los puntos de vista ecológico, económico, social y de desarrollo en el uso de la energía.

El estadounidense Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria estima que, al ritmo de crecimiento actual de los programas de biocombustibles, el valor del maíz ascendería 26 por ciento para el 2020, un estimado que podría elevarse hasta el 72 por ciento de duplicarse la producción de aquellos. La institución deriva de lo anterior la alarmante expectativa de que por cada punto porcentual de ascenso en el índice mundial de precios de los alimentos en general, unos 16 millones de personas adicionales podrían sufrir desnutrición, un hecho que siembra alarma en dependencias de Naciones Unidas.

El director general de la FAO, Jacques Diouf, solicitó el pasado día 6 al presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, que convierta la erradicación del hambre en una prioridad de su agenda y patrocine, en el primer semestre de 2009, una Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Afirmó, en su mensaje de felicitación al nuevo mandatario, que su país debería contribuir así a «lograr un amplio consenso común sobre la eliminación definitiva del hambre en la Tierra». El directivo senegalés de la FAO considera que la mayor conciencia sobre el destino de los 923 millones de personas hambrientas como resultado de la actual crisis alimentaria y financiera ha creado «una oportunidad especial para una iniciativa de este tipo».Para él, «la Cumbre debe conseguir 30 mil millones de dólares anuales para construir y desarrollar infraestructuras rurales e incrementar la productividad agrícola en el mundo en desarrollo; en particular, en los países de bajos ingresos y déficit alimentario, con el objetivo de doblar a producción». Estima que así se contribuiría a garantizar «la seguridad alimentaria para una población mundial que se espera alcance nueve mil millones de personas en el 2050», aunque siembra incertidumbre la perspectiva actual de las enormes cifras de dinero para paliar la creciente demanda de los financistas globalmente en crisis.

Según Diouf, «el encuentro debería igualmente sentar las bases para un nuevo sistema de comercio agrícola que ofrezca tanto a los campesinos en los países desarrollados como en los países en desarrollo la oportunidad de ganarse la vida decentemente», se supone que sin subsidios ventajosos para los del Norte. No hay duda de que en este año, en vísperas de concluir, se ha extendido el consenso acerca de que Estados Unidos y Europa han hecho subir los precios de los alimentos al destinar grandes porcentajes de sus cosechas de maíz y de otros cereales a la fabricación de los indebidamente llamados biocombustibles.

Acerca de ello, la mayor conciencia se inició desde cuando Fidel Castro calificó de «idea siniestra», el 28 de marzo de 2007, el propósito del presidente Bush de avanzar rápido en una legislación propuesta por su gobierno para ordenar el uso de 132 mil millones de litros de «combustibles alternativos» para el 2017. Y en los primeros meses de 2008 avanzaban las críticas acerca de que «para reducir el cambio climático se está condenado al hambre a millones de personas del tercer mundo», asumiendo con reticencia uno de móviles fundamentales aducidos por los promotores de los agrocombustibles.

Cada año mueren 3,5 millones de niños por malnutrición, algo que podría agravarse por los referidos aumentos de precios en los alimentos y la crisis, si la comunidad internacional y el país mayor impulsor de los carburantes agrícolas no asumen racionalmente sus políticas para el 2009 y los años posteriores.

La actual crisis económica y financiera inició su expansión por los créditos «subprime» en agosto de 2007, aunque sus manifestaciones se evidenciaban ya desde la guerra por dominar el Oriente petrolero, el impulso a los agrocombustibles para la industria automovilística y los gastos en uso y desarrollo de armamentos. Se concebían como medidas anticrisis y de apuntalamiento para el gobierno republicano del impopular George W. Bush, quien, de manera contradictoria, había recibido un refuerzo con el derribo de las Torres Gemelas, en buena medida por su manipulación antiterrorista.

En adición a los agrocombustibles, los alimentos devendrían un negocio tentador para las empresas trasnacionales dedicadas a estos rubros, cuyos precios se elevarían en el mercado gracias a su demanda como materia prima energética y a la consiguiente disminución relativa de la oferta. Esto fue calificado por Fidel Castro de «idea siniestra», lo que marcó un punto de viraje en el impulso de este propósito económico y energético que en el 2008 ha sido crecientemente cuestionado en amplios sectores políticos, científicos e intelectuales, aunque sus impulsores lo mantengan como objetivo prioritario. Para ellos, los resultados son redituables, pues entre marzo de 2007, mes en que George W. Bush se reunió con empresarios de la industria automovilística, e igual mes del año en vías de concluir, los precios del maíz se elevaron en el 31 por ciento, influidos por su utilización como materia prima para carburantes en Estados Unidos.

Como efecto asociado, las estadísticas de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) revelan que los del arroz, la soya y el trigo se incrementar on en el 74, el 87 y el 130 por ciento en el mismo período, sin que se evidenciara ninguna mejoría climática ni social, a pesar del empeoramiento alimentario.

Ello condujo a que muchos exclamaran, a lo largo de 2008, que lo más injusto es que los países menos contaminantes, los menos desarrollados y, por tanto, los menos responsables de dicho cambio climático, son los que tienen que pagar las consecuencias creadas por los más contaminantes.

Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, consideró entonces que «la dramática escalada de los precios de los alimentos en todo el mundo nos ha llevado hacia un desafío sin precedentes de proporciones globales, que se ha convertido en una crisis para los más vulnerables del planeta». Si se tiene en cuenta que los precios de alimentos básicos como el arroz, los cereales, el aceite y el azúcar son, al menos, el 50 por ciento más altos que el año pasado, se podrá inferir que la cifra de desnutridos, enfermos y fallecidos por esta causa también ha tenido un ascenso apreciable. Esto, sobre la base de que el estadounidense Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria estima que por cada punto porcentual de ascenso en el índice mundial de precios de los alimentos, unos 16 millones de personas adicionales podrían sufrir desnutrición.

Una simple operación aritmética revela que sólo la cantidad de desnutridos se elevaría, según el alza referida, en 800 millones de seres humanos, una cifra que quizás no aparezca claramente registrada en las estadísticas, pero que sí ofrece una base para razonamientos bien encausados.

Ki-moon añadió en sus consideraciones que «además del incremento del precio de los alimentos, observamos que al mismo tiempo los agricultores en los países en vías de desarrollo están sembrando menos, produciendo menos, debido a los altos costos de la energía y de los fertilizantes».

Medios de prensa infieren que a largo plazo la ONU busca el fin de los subsidios agrícolas, que «distorsionan el comercio», y de las medidas para hacer frente al daño a la producción alimentaria causado por el cambio climático.

Entre febrero y abril de 2008, el aumento de los precios del arroz se mantuvo elevado, en el 75 por ciento, el del trigo, en el 120 y estimados similares se produjeron en otros productos básicos como la soya, el maíz, el aceite, la leche, la carne y varios más.

El Banco Mundial exhortó a sus miembros, por ello, a intervenir rápidamente para evitar la propagación de un cataclismo alimentario, pues la duplicación de los precios de los productos básicos durante los últimos tres años «podría hundir más profundamente en la miseria a 100 millones de personas» en los países pobres. En este último período, sólo el precio del trigo se elevó en el 181 por ciento, hecho revelador de que no se trata de cifras por daños climáticos temporales o situaciones financieras eventuales, sino por una progresión a la que influye de forma determinante la iniciativa de los agrocombustibles.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que «los precios de la alimentación, si siguen como ahora», conducirán a consecuencias terribles. El 14 de abril pasado, también Ban Ki-moon exclamó: «Como aprendimos en el pasado, este tipo de situaciones termina a veces en guerra». En la misma fecha, el relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, advirtió en Los biocombustibles, un crimen contra la humanidad, que el mundo se encamina «hacia un largo período de motines», basándose en las explosiones sociales ocurridas entonces en no menos de 37 países. Consideró como mayores culpables las políticas desastrosas del FMI, al «dumping» agrícola de la Unión Europea en África, a la especulación bursátil internacional sobre las materias primas, influida por los llamados biocombustibles; al gobierno de Estados Unidos y a la Organización Mundial del Comercio.

Sobre esta situación mantienen su absoluta vigencia las precisiones de Fidel Castro, el 28 de marzo de 2007:

«Hoy se conoce con toda precisión que una tonelada de maíz sólo puede producir 413 litros de etanol como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones.

«El precio promedio del maíz en los puertos de Estados Unidos se eleva a 167 dólares la tonelada. Se requieren por tanto 320 millones de toneladas de maíz para producir 35 000 millones de galones de etanol.

«Según datos de la FAO, la cosecha de maíz de Estados Unidos en el año 2005 se elevó a 280,2 millones de toneladas.

«Aunque el Presidente hable de producir combustible a partir de césped o virutas de madera, cualquiera comprende que son frases carentes en absoluto de realismo.»

La producción de maíz en Estados Unidos presentaría un déficit de casi 40 mil millones de toneladas para elaborar los galones de etanol impulsados por la Administración Bush, la totalidad de ella se sustraerá de sus numerosos fines alimenticios y, obviamente, se elevarán en consecuencia sus precios en los mercados.

Ello sin contar que en el 2008 se experimenta una baja en la producción del grano en la Unión Americana, por factores climáticos.

Como cada año mueren 3,5 millones de niños por malnutrición, en los 10 años previstos para sustituir los 132 mil millones de litros (35 mil millones de galones) de combustibles en Estados Unidos, fallecerían 35 millones de menores en el mundo, sin contar que, al ser superiores los precios, el número de víctimas se incrementaría por efecto de la demanda.

Habría que añadir a estos, bajo la misma perspectiva, los 16 millones de desnutridos por cada punto porcentual de elevación en los precios de los principales rubros alimenticios.

La comprensión de estos factores contribuyó en el presente año a una mayor conciencia de que los agrocombustibles son la punta del iceberg constituido por las mayores cuotas de ganancia, pero no una solución de vida en las condiciones actualmente dictadas por Estados Unidos y otros países desarrollados.

Quizás en el 2009 se comprenda aún mejor que se debe producir para el hombre, no para el hambre.

*Especialista en temas globales y de integración latinoamericana.