Cuando vivimos una coyuntura tan convulsa como la actual es quizá más arriesgado que nunca hacer cábalas sobre la evolución a medio plazo de la economía mundial. Aunque también es cierto que en estos momentos de perturbación es seguramente cuando mejor pueden adivinarse los espacios de tensión que le afectan. En mi opinión, hoy día […]
Cuando vivimos una coyuntura tan convulsa como la actual es quizá más arriesgado que nunca hacer cábalas sobre la evolución a medio plazo de la economía mundial. Aunque también es cierto que en estos momentos de perturbación es seguramente cuando mejor pueden adivinarse los espacios de tensión que le afectan.
En mi opinión, hoy día se pueden percibir claramente cinco grandes fracturas en el conjunto de la economía mundial. Quizá su consideración sea un adecuado punto de partida para tratar de predecir el horizonte en que puede situarse en los años venideros.
Ninguna de ellas es nueva e incluso en cierto sentido podría decirse que son consustanciales al propio capitalismo. Pero sí parece que en estos momentos históricos se manifiestan de modo mucho más exacerbado que nunca.
Resulta también bastante evidente que se trata de fracturas sistémicas y complejas, entendiendo por ello que se traducen en perturbaciones que afectan globalmente al funcionamiento de todo el sistema y que están generadas y a su vez afectan a su conjunto y a todas sus componentes. Se trata, como creo que va a quedar claro enseguida, de fracturas entrelazadas que no pueden explicarse ni resolverse de forma deslavazada porque forman parte del funcionamiento traumático del todo complejo que constituye la economía mundial en su conjunto.
Congraciarse con la naturaleza
La primera fractura es la que se viene dándose desde hace tiempo entre el modo de producir dominante y la base natural y energética que utiliza. A pesar de las cuantiosas pruebas que tenemos a nuestro alrededor, aún no terminamos de ser conscientes de que el problema económico fundamental de nuestra época ha dejado de ser el de la escasez de recursos para pasar a ser el de la sobreproducción de residuos y que el énfasis no puede ponerse solamente en los problemas de la producción, sino también en los de su metabolismo económico y social.
Para hacer frente a una fractura como ésta, que representa quizá la peor de las patologías de una sociedad y de un sistema económico porque afecta a su expresión más básica, es necesario que la economía se congracie con la naturaleza. Para ello habrá que abordar varias cuestiones hoy día solo modestamente planteadas, pero que han de ser necesariamente resueltas en los próximos decenios.
Una de ellas es la necesidad de encarar los costes del progreso que no se materializan necesariamente en una expresión monetaria, como suele ser habitual que ocurra con los que tienen que ver con el entorno natural de las relaciones económicas. Se hará así imprescindible medir y evaluar con otros indicadores y con otro tipo de magnitudes la actividad económica y sus efectos sobre el entorno.
Además de hacer de la economía algo más que una contabilidad de lo monetario, será necesario también convertirla en una economía de los residuos y de su metabolismo para evitar que éste último se convierta en una patología letal de nuestra biosfera, tal y como viene ocurriendo.
Como he advertido, cuestiones de este tipo no pueden considerarse como simples asuntos medioambientalistas. La fractura entre economía y naturaleza afecta a la actividad económica global, pero también al equilibrio de la sociedad en su conjunto. Piénsese, por ejemplo, en el problema del agua y en el riesgo sistémico que supone la falta de acceso a fuentes saneadas, que produce la muerte de casi 6000 personas cada día, una verdadera catástrofe diaria de la que prácticamente no se habla.
Otros sistema financiero
La segunda fractura está en estos momentos más abierta que nunca y necesita remedios inmediatos. Me refiero a la que se produce entre el sistema financiero y la economía productiva. Requerirá inevitablemente hacer frente a tres cuestiones principales, que no tienen mucho que ver con las inyecciones continuas de liquidez a las que hasta ahora se recurre como única terapia.
Habrá que hacerle frente a la crisis ya letal del dólar, incapaz de seguir manteniéndose como moneda de reserva internacional si no es a costa de un poder imperial cada vez más oneroso e inaceptable, por más que todavía sea aceptado. Puesto que es imposible que más del 80% del ahorro mundial se canalice hacia Estados Unidos para dar cobertura a su moneda, o se acepta que la economía mundial funcione sobre la base de papel sin valor alguno (como viene ocurriendo con las consecuencias que tenemos a la vista), o se establece un nuevo sistema monetario internacional, algo que quizá haya de compatibilizarse, dadas las difíciles condiciones de negociación existentes y la debilidad política de la zona euro, con una fase transitoria de nuevas monedas continentales.
Además, es ya inevitable abordar la reforma radical del sistema bancario pues la deriva del actual hacia los mercados secundarios de productos financieros que no financian la actividad real deja a esta última sin financiación suficiente.
Y finalmente, será preciso sustituir no ya la aplicación de la ideología falsa del libre mercado a las relaciones financieras (que es lo de menos) sino la regulación tramposa en que realmente ha consistido la llamada desregulación de los últimos años.
El comercio o la vida
La tercera fractura tiene que ver con el actual estado de cosas que afecta al comercio internacional y que es el que directamente ocasiona que, existiendo recursos sobrados en nuestro planeta, más de la mitad de la humanidad carezca de los necesarios para subsistir decentemente.
Aunque se están dando avances, habrá que darlos mucho más rápidos y sinceros para eliminar para siempre el actual régimen del comercio internacional que protege a los fuertes y desarma a los débiles.
Sencillamente habrá que ir dándole la vuelta pero no hacia el liberalismo global con el que sueñan las grandes multinacionales y los estados ahora más poderosos, sino hacia un nuevo estilo de proteccionismo que frente al actual régimen de producción de escasez garantice la producción mundial y su disfrute en condiciones más equitativas.
Tampoco será fácil avanzar en este campo porque habrá que replantear el uso de las tecnologías, establecer una auténtica disciplina mundial de soberanía y seguridad alimentarias, someter a control las prácticas comerciales de las empresas transnacionales, crear un sistema impositivo internacional (¡ahora que tantos luchan por eliminar los nacionales!) y al mismo tiempo establecer un nuevo sistema mundial de fijación de precios.
Nuevas formas de vida social
La cuarta fractura tiene que ver con factores diversos como la quiebra definitiva del modelo familiar del varón sustentador sin que se avance con la misma velocidad en conciliación y corresponsabilidad, la consolidación de nuevas estructuras sociales marcadas por la diversidad y la multiculturalidad sin que se disponga de medios educativos y de socialización que faciliten su asimilación, o a la aparición de conductas de mucha mayor movilidad, al menos horizontal, en todo el mundo sin recursos suficientes para facilitarlas.
Como es sabido, la conjunción de todos esos procesos conflictivos se está dando de modo muy problemático, generando traumas, frustración personal y colectiva y grandes desigualdades, no sé si todas irreversibles, en nuestras sociedades y en todos sus ámbitos: en el espacio y el urbanismo, en las condiciones de socialización, en las estructuras educativas o de apoyo familiar, en el consumo… que afectan muy profundamente a la vida económica.
La economía y la política
Finalmente, se viene dando una transformación sutil pero profunda de las relaciones entre la vida económica y el poder político. Como también nos está mostrando claramente la crisis actual, la política es cada vez más el espacio del negocio y menos el del poder representativo. ¿Cuándo y quién se pregunta sobre las preferencias de los ciudadanos, sobre sus prioridades de gasto? ¿Hay algo más radicalmente contrario a la verdadera democracia que las decisiones recientes de los gobiernos y bancos centrales movilizando recursos billonarios sin encomendarse nada más que a los intereses bancarios y empresariales que van a disfrutarlos, sin tener para nada en cuenta la voluntad que pudiera ser de la mayoría de los ciudadanos?
Sin lugar a dudas, en este ámbito habrán de darse pasos definitivos en los próximos años. Será necesario avanzar hacia formas globales de gobernanza y extender el poder decisorio de los ciudadanos hasta las cuestiones vitales que tienen que ver con la economía si es que no queremos profundizar en la deriva catastrófica hacia el autoritarismo.
Se trata, en definitiva, de espacios solapados de fracturas y conflictos, unos más abiertos que otros ante nosotros pero todos ellos de inevitable consideración en los próximos años. El problema principal con que nos encontramos a la hora de hacerles frente quizá sea que partimos con demasiados prejuicios de pensamiento y sin estructuras de decisión adecuadas a escala global. Por eso nadie podrá extrañarse si les seguiremos teniendo en cuenta solo cuando nos estallan en las manos.
Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla. Su web personal: http://www.juantorreslopez.com