El conocido director de documentales israelí Avi Mograbi presentó en el Festival de Venecia su última película «Z32» con la aclamación del público, que sostivo una abierta ovación a la visión crítica del autor hacia las políticas de su país en el conflicto palestino. Con motivo de la presentación de la película en el Festival […]
El conocido director de documentales israelí Avi Mograbi presentó en el Festival de Venecia su última película «Z32» con la aclamación del público, que sostivo una abierta ovación a la visión crítica del autor hacia las políticas de su país en el conflicto palestino. Con motivo de la presentación de la película en el Festival Lens Politica 2009, hablé con Mograbi sobre su película para desvelar algunos de los aspectos en los que se elaboró un trabajo tan singular.
«Z32» nos trae las confesiones de un joven soldado israelí que, tras entrenarse durante meses «para matar árabes», se ve en medio de un conflicto en el que mata a cuatro policias palestinos en un incidente criminal del que asegura haber disfrutado pero que también le ha sumido en un gran conflicto personal del que no sabe cómo redimir su culpabilidad. Pero los trabajos de Mograbi no serían tan especiales sin la aparición del propio autor en ellos, que esta vez se transforma en cantante para así traernos las composiciones que cuestionan los asuntos, tanto políticos como sociales y psicológicos, que la película trata. La combinación de ambos elementos hacen de la estructura de «Z32» un trabajo difícil de catalogar y lejos de los documentales al uso que tratan el conflicto palestino-israelí. El hecho de que además el protagonista decidiese tomar la cámara por sí mismo y deshacerse de la figura del director para sus confesiones, le dan a la cinta un aspecto imprevisible, a lo que se añaden elementos como la inesperada aparición de la novia del protagonista acentuando el conflicto personal entre ambos y la decisión «artística» de borrar la identidad de ambos con el uso de técnicas digitales fuera de lo habitual, como son máscaras y difusiones en los rostros de los personajes.
Alejandro Pedregal: ¿Cómo tuviste la idea para el proyecto y cómo fue el proceso de desarrollo de ésta?
Avi Mograbi: La desarrollé mientras se hacía la película. Casi nunca tengo planes claros en mis proyectos, pero algún tema que me llama la atención fuertemente. Una vez que me di cuenta de esto, sencillamente lo seguí. Estaba haciendo trabajo voluntario para Shovrim Shitka, escuchando testimonios de soldados sobre su servicio militar en los territorios ocupados. Escuché docenas de ellos. En algún momento me llegó el testimonio Z32 y cuando lo oí, hizo una gran impresión en mí porque era muy fuerte, poderosos y doloroso. Pensé: «alguien debería hacer una película sobre esto». Pero también pensé que no debería ser yo, ya que no hago películas basadas en entrevistas y estoy más interesado en el cine directo, más centrado en la acción. No hago tanto en el terreno de las interpretaciones verbales. Pero en algún momento me dejé llevar. Por un lado pensé que sería interesante tenerle a él contando la historia, en frente de la cámara de una manera muy simple. Por otro lado, una idea que me vino a la mente era hacer una ópera con esto y así fue cómo empecé a trabajar con Noam Enbar, el compositor. Pero era demasiado complicado para ambos. Hablé con el soldado sobre filmarle y aceptó, pero dijo que no podríamos exponer su identidad, su cara. Así que comencé a tener ideas tanto artísticas como técnicas sobre cómo tratar esto y entonces se convirtió en un dilema que al final fue central para la película. Y, por supuesto, la idea se hizo importante porque ese dilema debía ser mostrado a la audiencia, llevando al espectador hacia lo que pensé serían los temas importantes a través de la exposición de mis propios dilemas. El siguiente desarrollo fue poner éstos en canciones. Quería llevar mi presencia y la presentación de mis dilemas hasta el extremo para así recordarle a la audiencia que esto no es una acción política sino una pieza de arte y un trabajo cultural, porque a veces la audiencia confunde los trabajos artísticos con las acciones políticas. Entonces el protagonista introdujo a su novia en la película y se transformó en algo conflictivo. No sé cómo ocurrió. Yo sólo le di una cámara porque él pensaba que sería mejor si rodaba su propio testimonio él solo. Así que le di una cámara y le pedí que lo hiciese cuando quisiese. Se la di varias veces y él comenzó a entrevistar a su novia. Así fue cómo la película empezó a desarrollarse por sí misma, porque en los primeros planes no había espacio para la novia. Y basicamente, cuando lo ves, te das cuenta que ese es el proceso como yo hago películas.
AP: ¿Cómo decidiste el uso de la música y cuándo comenzaste a escribirla, en que parte del proceso?
A.M: Las canciones se escribieron durante la edición. Había muchas ideas. Pasó un año entre hacer las canciones y grabarlas. Hicimos muchos ensayos y tuve que aprender a cantar. Así fue como Noam Enbar llegó a ser parte de la escritura del guión y no sólo de la música. Por supuesto, él tenía algunas ideas en la cabeza. Estaba claro que no ibamos a hacer rock’n’roll, entre otras cosas porque yo soy demasiado viejo para eso, y fuimos en una dirección más clásica. Él propuso estilos de música. Las canciones se desarrollaron mientras estaba editando y me di cuenta que necesitaba momentos donde precisaba hacer comentarios y donde esos comentarios deberían estar. Tuve que aprender a cantar y eso también quiere decir transmitir emociones, que es algo muy diferente a tan sólo entonar. Cuando estábamos listos, reunimos al conjunto de músicos. Muchos de ellos eran ya amigos de nosotros. Hicimos cuatro ensayos y grabamos la música en dos días.
AP: ¿Había alguna intención en el uso de la música para referirse a Brecht o algún otro tipo de uso teatral?
AM: Desde luego que estaba la idea de referirse a Brecht tras ello. No soy un experto en Brecht, así que no me sentí como si estuviese repitiendo algo, pero de alguna manera ahora me siento más conectado a esta tradición. También estaba la idea del cabaret. Pero también la de la orquesta griega rembetika, con los músicos sentados alrededor del cantante. Y hacerlo en casa fue algo esencial, ya que casi todas mis películas suceden en casa.
AP: ¿Cómo ha sido la recepción de la película hasta ahora? ¿Cómo ha sido la reacción de la audiencia?
AM: Sólo se ha mostrado en el Festival de Venecia y aquí en Israel. En Venecia fue realmente apabullante y la audiencia fue francamente calurosa, con una larga ovación después de la proyección y mucho interés. Aquí no va a ser estrenada comercialmente, no hay espacio para esta película, tan sólo en la Filmoteca. En cualquier caso, no ha habido una gran audiencia que la haya visto hasta ahora. Quizás dos mil personas, pero las críticas han sido muy buenas. Pero como siempre, el impacto político no penetra en el discurso social. En noviembre estará en televisión, pero dudo que algo se desarrolle a partir de eso. Soy un veterano en este tipo de desilusiones.
AP: ¿Cuál crees que es el papel de los artistas y cineastas israelíes en la escena política actual?
AM: No creo que los artistas aquí hagan una gran diferencia. Los tiempos han cambiado. Hace treinta años, cuando los artistas escribían una carta protestando y haciéndola pública, eso generaba un cierto impacto. La vida social israelí está controlada por entes financieros y políticos corruptos y no creo que les importe lo que la gente pueda decir aquí. El arte y el cine se consumen ampliamente pero incluso los trabajos más políticos y críticos pueden recibir una audiencia escéptica. Las intenciones políticas de los cineastas pueden ser muy radicales, pero normalmente la audiencia tiene la cualidad de separar el significado de la película de tomar responsabilidad política a partir de ella.
AP: ¿Se ha mostrado la película en Palestina o hay planes para ello?
AM: Las películas israelíes no se muestran en los territorios ocupados por razones obvias: hay un boycot a todo tipo de productos israelíes independientemente de qué sea lo que apoyan. Y lo entiendo aunque no esté de acuerdo. Así que es difícil mostrar algo allí, hay muy pocas oportunidades. Tuve una proyección en Ramala con quizás veinte personas y para ellos era muy difícil ver a un soldado israelí limpiando su conciencia. Les intentaba decir que quizás deberían verlo de una manera diferente, como si un guerrero palestino que ha matado a isrealíes inocentes intentase redimir su culpa. Pero realmente no estoy seguro de que, cuando hablas con gente que ha pasado por los conflictos de liberación y ocupación, puedan tratar con este tipo de temas, porque es muy difícil. Y he tenido momentos muy complicados con mis películas anteriores porque no podían mostrarse en los territorios ocupados por motivos similares.
Alejandro Pedregal es director del Festival de Cine y Arte Media Lens Politica. Más información en www.lenspolitica.net