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Entrevista a Samir Amin, economista y coordinador del Foro del Tercer Mundo

«El imperialismo colectivo desarrolla un proyecto concreto de los Estados Unidos: el control militar del planeta»

Fuentes: L’Avanç

Samir Amin (Egipto, 1931), profesor de ciencias económicas, coordinador del Foro del Tercer Mundo, organización internacional e independiente de intelectuales críticos de Asia, de África y de América Latina radicada en Dakar (Senegal) y presidente del Foro Mundial de las alternativas, red de redes de debate sobre las alternativas a la globalización neoliberal actual, es autor de diversos libros en francés, árabe y castellano. Entrevista realizada en el marco del Foro Mundial de la Reforma Agraria (FMRA) celebrado en Valencia

Estos días se está produciendo un intenso debate sobre la reforma agraria enmarcado en las jornadas del FMRA. ¿Cómo cree que está evolucionando la cuestión de la reforma agraria a nivel global?

Primero, hay que saber que el problema al cual se enfrenta el mundo, lo que podríamos llamar la nueva cuestión agraria es gigantesco. Todo el mundo olvida que hay todavía tres mil millones de campesinos en el mundo, es decir la mitad de la población. Segundo, en el momento actual, de esta importante cifra hay, y digo bien, centenares de millones amenazados, como no lo han estado nunca, de perder el derecho del uso de la tierra que es su medio de vida, y en muchos casos de supervivencia en condiciones de pobreza increíbles, de subalimentación , enfermedades… La presión del sistema dominante actual para abrir un espacio de extensión del capitalismo quiere acelerar el movimiento de privatización de la tierra. Es el caso de la OMC que sostiene que no sólo los productos agrícolas y alimentarios tienen que ser tratados como mercancías ordinarias, sino que también la tierra tiene que ser tratada como una mercancía.

Esta elección política es una elección de genocidio, y este genocidio ha comenzado bajo la forma de guerra de exterminación de los pueblos campesinos – el caso africano es el más trágico – de policía, de ejército, proliferando el terror en provecho de los propietarios latifundistas; es el caso muy generalizado en América Latina. Es una verdadera guerra contra los pobres, mientras el Banco Mundial pronuncia su discurso vacío sobre la reducción de la pobreza, de la cual resultan decenas de miles de muertos… Evidentemente, la variedad de situaciones es tan amplia, que no hay una sola solución, por tanto, el término de reforma agraria es un término paraguas. Hay que entender por reforma agraria cosas muy diferentes; en algunos casos hace falta una reforma agraria en el sentido más tradicional de la palabra, es decir redistribución de la propiedad privada de la tierra, cuando ésta está concentrada de manera inaceptable, es el caso de muchos países de América Latina, de África del Sur… En el mundo árabe fue solucionado medianamente en la época del populismo nacionalista, Nasser, el Baas, etc… Pero por el término de reforma agraria podemos entender otras medidas y otras políticas llevadas a cabo sistemáticamente de reforma froncière, es decir de regulación de acceso a la tierra a través de las colectividades rurales modernas, comprometidas en un proceso de democratización y a través del Estado. No se puede olvidar el Estado -incluso si en la coyuntura actual por todos lados es a veces completamente criminal – porque es el instrumento a través del cual las clases populares, los pueblos pueden modificar la correlación de fuerzas a favor suyo.

¿Cómo afecta la guerra comercial entre Estados Unidos y Europa en esta guerra de exterminio de los pueblos?

Por una parte hay dos guerras comerciales, la pequeña guerra comercial entre Europa y los Estados Unidos y otra guerra comercial común de Europa y de Estados Unidos contra el Sur, o contra muchas regiones del Sur. Hay también ciertas guerras comerciales de algunos grandes países exportadores de productos agrícolas del Sur. Hay muchas guerras comerciales pero son secundarias al problema principal que es el imperialismo colectivo de los Estados Unidos, de Europa y de Japón. Este imperialismo colectivo lo vemos funcionar en las relaciones Norte-Sur, como se ha visto en las para-negociaciones de la OMC. La peles entre los norteamericanos y los europeos por las subvenciones es secundaria. Digo esto ya que desafortunadamente, a veces, no solamente los gobiernos, lo cual es natural ya que están llamados a negociar y a firmar tratados, sino también los movimientos campesinos, piensan que es el problema más importante y que por tanto podrían esperar alguna cosa de estas negociaciones. Pienso que han de participar pero no es el sitio de la batalla principal. La batalla principal consiste en sacar la agricultura de la OMC, es decir que la producción agrícola y la tierra no sean mercancías.

¿Puede explicarnos la evolución de este concepto de imperialismo colectivo?

La cristalización del imperialismo colectivo es totalmente independiente de la caída del socialismo real. La formación del imperialismo colectivo es el producto de la evolución en el interior del propio sistema capitalista y de la formación de un grado suplementario de concentración de capital. Hace medio siglo, las multinacionales comenzaban a constituirse, necesitaban por aquella época un mercado de aproximadamente un centenar de millones de clientes potenciales; hoy las grandes transnacionales para constituirse necesitan un mercado potencial de 600 millones de clientes, es decir prácticamente el mercado mundial. Esto ha creado las condiciones de necesitar de un acceso abierto nada más que para ellas al mercado mundial; tienen un interés común. Y es esta la base de la construcción del imperialismo colectivo.

En este contexto de imperialismo colectivo, ¿cuál es la situación de países como Iraq o Palestina?

Dentro de este imperialismo colectivo se desarrolla un proyecto concreto de los Estados Unidos, de sus clases dirigentes, pero no sólo de la banda de Bush. Hemos visto en la campaña electoral que la distancia entre Kerry y Bush es tan fina como la de los socioliberales y la derecha liberal en Europa… Es una distinción de lenguaje y no de fondo. El proyecto americano – y lo dicen ellos mismos – es el control militar del planeta, en beneficio del imperialismo colectivo, es decir para ellos y sus subalternos de la OTAN, pero con un reparto muy desigual entre ellos y sus subalternos. A través del control militar, en particular de los recursos energéticos que son los recursos del petróleo en Oriente Medio, en Asia Central, incluso en Rusia – veamos lo que pasa con Rusia con las acciones de americanos y europeos en Ucrania…

La guerra de Iraq encuentra su sitio aquí, es decir es una guerra que estaba programada, que no tiene nada que ver con el 11 de Septiembre; el régimen iraquí era todo lo que queramos, pero no protegía a terroristas del estilo de Bin Laden. Su objetivo no era la democracia – los americanos se mofan de la democracia de los árabes o de otros – simplemente era el saqueo del petróleo. No es solamente la opinión pública europea que en un 90% se oponía, lo hemos visto claramente con Aznar que se ha ridiculizado tomando esta posición – y lo ha pagado muy caro – sino también una parte importante de la clase dirigente que ha descubierto gradualmente que el reparto de las responsabilidades y de los beneficios entre los Estados Unidos y ellos mismos era inaceptable, y tomaran pues distancias hacia el atlantismo. Aún así, por el momento no lo han hecho.

Palestina encuentra su sitio ya que el proyecto israelí es un proyecto colonial desde el principio, hay que llamar las cosas por su nombre, no es diferente de una colonización de poblaciones como lo hemos visto en la historia, es decir expulsar un pueblo para tomar el sitio otro pueblo. De ahí que encuentre una resistencia local y un clamor de esta resistencia local en todo el mundo árabe vecino. Es la base para una alianza estratégica fundamental; y podemos decir que Israel es una base militar de los Estados Unidos avanzada y permanente en el corazón del mundo árabe. Israel tiene la forma simbólica de un puñal en el corazón del mundo árabe. Hay un apoyo incondicional al control militar del planeta y particularmente de esta región.

¿Cuál es su opinión sobre la actual situación de los movimientos sociales de respuesta a la globalización neoliberal?

Lo que denominamos movimientos sociales siempre ha existido en la historia de la humanidad, pero el momento actual es importante ya que con la caída de las experiencias del socialismo real y de la experiencia o tentativas de construcción nacional independientes del Tercer Mundo a finales de los años 80, principios de los 90, ha habido un momento de triunfo absoluto de la utopía neoliberal, de que el capitalismo acabaría con todos los problemas de la humanidad, crearía las condiciones para la paz y para la democracia. Es una utopía absurda que es desmentida en los hechos, en la historia y en el tiempo presente.

Lo que es importante es observar que los pueblos han tomado conciencia de este fracaso, no lo podemos denominar de otra manera en un tiempo muy corto; de ahí el resurgimiento de lo que llamamos movimientos sociales desde mitad de los años 90, es decir muy rápidamente. Los hemos visto cristalizarse en manifestaciones muy importantes de críticas y de oposición a las propuestas del capitalismo liberalizado. Pienso que tenemos que ser severos hacia nosotros mismos, estos movimientos son movimientos de protesta, pero precisamente lo que constituye su fuerza pero también sus límites, es la falta de alternativas. Esta es la razón por la cual acentuamos la cuestión de la construcción de las alternativas, de defender lo que los pueblos han conquistado por su lucha a lo largo de siglos. Ir más allá y elaborar los elementos fundamentales de alternativas teniendo en cuenta las condiciones nuevas, ya que la figura de los retos se transforma con la historia, porque el capitalismo, como todo el resto evoluciona y los retos actualmente no son los que eran hace cincuenta años.

¿Cómo ve la evolución de la construcción de la alternativa a la globalización actual?

La construcción de alternativas no puede ser la invención de intelectuales que se retiran a su torre de marfil y que piensan conocer el mundo mejor que los que luchan; para que el mundo cambie hace falta que las clases populares intelectuales retomen su medida y se comprometan. Por otra parte pienso que los movimientos sociales no van a descubrir espontáneamente, sin buscarla, una estrategia de los objetivos, de la lucha… Hay ciertas tendencias en el mundo contemporáneo intelectual de mentir a los movimientos sociales. El libro Empire de Hart y Negri, se inscribe en este espíritu de que el mundo puede cambiar así, sin que se quiera… El término multitud expresa un concepto un poco pretencioso del liberalismo americano, the people, la gente, que evidentemente no quiere decir nada. Hace falta articular el debate entre lo que denomino intelectuales orgánicos de los movimientos sociales, más que intelectuales en el sentido académico y los propios movimientos sociales. Es, lo que entre otras cosas intentamos hacer en el Foro Mundial de las Alternativas.

¿Qué piensa sobre la función y los contenidos de este tipo de foros donde nos encontramos?

Hay gente de opinión diversa, no sólo en el interior de las instituciones que los organizan, sino también en el seno de las organizaciones populares que son muy diferentes y que incluso pueden llegar a ser reaccionarias. No hay sólo radicales y progresistas, hay de todo. Esta distancia, de cierta manera es normal, y el diálogo – hay un diálogo permanente – es necesario. Pienso que este tipo de foros son muy importantes precisamente porque permiten a las organizaciones populares participar – no sólo escuchar – sino también de participar en un debate, de aportar su experiencia, pero también permite aprender o escuchar lo que pueden producir algunos análisis serios de los problemas y de los retos. Unos y otros aprenden a respetarse y a beneficiarse mutuamente de los conocimientos y de las experiencias.

Este tipo de foros tiene que ser un punto de partida – no sólo de llegada – de campañas mundiales. Deseo que este foro sea el punto de partida de dos campañas mundiales. Una, para hacer reconocer el derecho de acceso a la tierra de todos los campesinos del mundo, es decir de tres mil millones de personas, como un derecho humano. Esto no está en la Declaración de las Derechos Humanos. Ninguna declaración de DD.HH. que comporta derechos que son respetados o no, pero que son reconocidos como el derecho al trabajo, a la salud, a la alimentación, a la educación, a la expresión política, comporta el derecho de acceso a la tierra de tres mil millones de campesinos. Hay que inscribir este derecho y comenzar una campaña mostrando que no es un derecho sectorial que sólo interesa a los campesinos; hago siempre la misma comparación con las mujeres: los derechos de las mujeres no interesan solamente a tres mil millones de mujeres, sino que interesan a seis mil millones de seres humanos, hombres y mujeres. Y otra campaña para sacar de la agenda de la OMC a la agricultura.