En septiembre de 2025 salía a la luz el nº O de la revista Lume Vivo, con el significativo subtítulo de «autoorganización antiimperialista». Es un monográfico sobre y contra el imperialismo con nueve artículos que abarcan todas las formas en las que se materializa el capitalismo en esta era brutal y preapocalíptica. Es un esfuerzo autoorganizado porque no depende ni está sujeto a los dictados por los partidos y fuerzas políticas por muy de izquierdas que digan ser, sino que es un trabajo militante colectivo integrado en el cosmos de luchas y críticas radicales que se nuclean alrededor de antiimperialistas.com, posiblemente la pág. web más cortocircuitada en la actualidad para silenciarla en lo posible y desmoralizarla hasta que acepte la derrota y cierre, o sea cerrada.
He empezado esta charla-debate aquí en Compostela explicando qué es Lume Vivo, qué está haciendo y qué quiere hacer en adelante. El antiimperialismo bien entendido ha de empezar limpiando de parásitos su propia casa, la nación gallega, desinfectándola. Para esta tarea debemos saber que el imperialismo en su forma actual y en términos generales busca desesperadamente transferir valor extraído de los pueblos al centro capitalista; busca recursos energéticos y materias primas, también alimentos, agua y biología para su industria sanitaria y militar; también busca fuerza de trabajo dócil en cualquiera de sus formas desde esclavitud sexual hasta esclavismo moderno, cultura y arte mercantilizables, inteligencia acumulada en forma de ciencia y «cerebros humanos», etc., aunque una de las cosas cada vez más apreciadas por el imperialismo son los «bienes de destrucción» necesarios para que la industria de la matanza humana rinda al máximo rendimiento, y con ellos los espacios geoestratégicos, tema al que volveremos.
Literalmente, el imperialismo necesita saquearlo todo y explotar al máximo la naturaleza en su totalidad y dentro de ella a la especie humana. Lo necesita porque el esqueleto y el cerebro que lo dirige, el capitalismo, se encuentra en la peor de las crisis histórico-genéticas de su historia, una situación desconocida hasta ahora por su gravedad extrema y por la definitiva sinergia de todos sus componentes en sola y única crisis de reproducción de la civilización del capital. Como en situaciones anteriores, la única forma que tiene la burguesía occidental para salir de la crisis devastadora es la violencia en sus cuatro expresiones fundamentales: contra la humanidad trabajadora, contra la naturaleza en su conjunto, contra las burguesías competidoras y en síntesis, contra el socialismo.
Unos de los más dañinos efectos de la verborrea reformista es el de haber impuesto la creencia de que eso que llaman Occidente no sufre el imperialismo que él mismo impone. A primera vista, Galiza también está libre de ello: el imperialismo lo padecen los pueblos del llamado Sur Global, del Tercer Mundo, del otro lado del océano porque, se nos dice, «aquí somos demócratas». Sin embargo, hemos de saber que el imperialismo es una totalidad inhumana que se expresa en niveles, capas y áreas específicas de dureza y saqueo. La opresión nacional y de clase, la explotación capitalista para enriquecer a la burguesía, el endurecimiento del ataque a la lengua y cultura nacional, la indefensión absoluta ante las exigencias de poderes intocables por ahora en lo económico y en lo militar que imponen el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo del pueblo obrero, el impulso programado del autoritarismo neofascista y de la sobreexplotación patriarcal, etc., son las expresiones más directas y demoledoras del imperialismo en Galiza.
Este imperialismo que aplasta Galiza permanece oculto tras un denso enmarañamiento de burocracias, instituciones y poderes, además de ejércitos y policías, que a pesar de estar ramificados jerárquicamente entre EE.UU, Unión Europea, Estado español y regionalismo galego, se centralizan en lo estratégico en la tasa media de ganancia de la burguesía occidental liderada por EE.UU., y en lo táctico en las diversas tasas de ganancia particular de cada una de esas burguesía. Asegurar y ampliar la continuidad del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista y revertir la ley de caída tendencial de la tasa de ganancia, son las razones últimas, los objetivos históricos irrenunciables que determinan ciegamente el reforzamiento de las violencias materiales y morales que sostienen la extracción de plusvalía y ganancia.
Las leyes tendenciales y las contradicciones de este modo de producción, internamente influenciadas por la lucha de clases y de liberación nacional, hacen que aumenten las dificultades que frenan la velocidad de la realización de la ganancia y de su acumulación ampliada, y que las ganancias vuelvan a caer. Las diversas crisis que azotan al capital van surgiendo en este proceso inevitable, sub-crisis que confluyen en una única crisis genético-estructural como la presente, la peor, más compleja y destructiva hasta el presente. Ideólogos reformistas, desesperados por sus rotundos fracasos, parlotean sobre la «poli-crisis» con tal de no emplear los conceptos de la teoría marxista de la crisis, lo que les obligaría a reconocer que la sobreexplotación y las violencias injustas son la única alternativa del capital para salir de ese agujero negro.
En efecto, las violencias en general y las bélicas en particular son los últimos recursos del capital para desatascar los crecientes y múltiples problemas que obturan e impiden su imprescindible acumulación ampliada, tal como lo demuestra la historia desde los siglos XVI-XVII. La tendencia al alza de los gastos militares, demostrada desde el siglo XV en adelante impuesta por el aumento de los costos de cañones, barcos, técnicos, logística, etc., es imparable a pesar de puntuales desaceleraciones en países determinados. Desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX la militarización escala cotas incomprensibles en cada período concreto. Ahora el capitalismo gasta en violencias y guerras una proporción de su tasa de ganancia nunca alcanzada hasta hoy aunque menor de lo que se gastará mañana.
Semejante irracionalidad multiplica los sufrimientos del pueblo trabajador galego por la destrucción creciente de sus derechos sociales, libertades políticas y el deterioro de su calidad de vida porque el imperialismo ha decidido aumentar las guerras locales y regionales como antesala de una guerra más generalizada. La militarización exige inmensos gastos e inversiones que sólo pueden extraerse del sudor obrero, del saqueo de los pueblos y de la destrucción de la naturaleza. La sobrexplotación de Galiza viene impuesta por la ley española más los añadidos del gobiernillo regionalista que la endurecen, pero ambos son parte de la cadena capitalista internacional uno de cuyos eslabones más fuertes es la Unión Europea siendo EE.UU. quien dirige el grueso del proceso de explotación y militarización. Los y las compañeras galegas conocen mucho mejor que yo las particularidades y singularidades de la explotación nacional de clase que aplasta al país, así que pido que sea en el debate cuando intervengan sobre esta cuestión.
Cada vez somos más quienes pensamos que ya sufrimos los primeros crímenes de la IIIGM, conflicto que no debemos analizar con los parámetros militares de las dos anteriores, sino con los desarrollado desde 2015 en adelante que pueden reducir o ampliar la importancia geostratégica de Galiza.
¿Cómo destruye esta aceleración belicista las posibilidades de la independencia trabajadora de Galiza? ¿Qué internacionalismo antiimperialista ha de desarrollar a diario la izquierda independentista para revertir los efectos destructores del militarismo y avanzar hacia la revolución socialista galega? Ambas son las preguntas cruciales que debemos responder. Empecemos por la materialidad geopolítica objetiva de la importancia de Galiza para el imperialismo tanto en su sentido esencial como es el norteamericano como para el subimperialismo de la Unión Europea, y de rebote para dejar unos contados restos al bloque de clases dominante en el Estado español.
Todos sabemos que el imperialismo necesita desesperadamente apropiarse de las riquezas de Eurasia para intentar salir del agujero negro en el que se va hundiendo cada vez más. Rusia y Eurasia poseen las mayores reservas de recursos de todo el mundo. Desde 1904 el joven imperialismo británico soñaba con apropiarse de Heartland o Corazón de Eurasia. A principios de 1914, antes de que en agosto estallara la IGM, el Departamento de Estado yanqui proponía trocear el imperio zarista en más de 10 regiones diferentes. Desde entonces ese delirio fantasioso hierve en las neuronas del capitalismo occidental y desde hace un tiempo ha actualizado los mapas de los trozos de la piel del oso mucho antes de cazarlo. Mientras tanto, desde 1940 los nazis saqueaban desesperadamente la mayor cantidad posible de wolframio galego sin desdeñar otros recursos, y tanto ellos como los aliados valoraban mucho la importancia geoestratégica de los puertos de este territorio. Durante las dos fases de la mal llamada «guerra fría» la OTAN ha sido muy consciente de la crucial importancia geoestratégica de la península ibérica en general y de tres zonas precisas: Canarias, Andalucía y sur de Portugal; Galiza y sus puertos, y el superpuerto de Bilbo por sus conexiones con la depresión del Ebro y la parte norte de los Pirineos.
La doctrina militar de la OTAN hasta finales de los ’80 estaba pensada para detener un hipotético ataque blindado masivo del Pacto de Varsovia que, como mínimo, intentaría llegar París amenazando las costas británicas, antes de recuperar fuerzas para intentar alcanzar el Pirineo y los Alpes. La importancia crítica de la Península y de Italia, bases para el contraataque, al igual que Turquía y otras zonas, es innegable tanto más cuanto que las bombas nucleares posiblemente estarían cayendo en puntos vitales. Años después de los tratados antinucleares de los ’80 entre la URSS y EEUU, y tras la implosión de la primera de ellas, algunas filtraciones sugerían que entre los objetivos del Pacto de Varsovia podría estar el puerto de Bilbo, que sería destruido. ¿Correrían la misma suerte Vigo u otros puestos del Cantábrico, por ejemplo? Ambos puertos pueden descargar grandes buque con relativa seguridad. Probablemente fueran un objetivo para retrasar o impedir el desembarco del material de guerra procedente de EE.UU. Pero la pregunta es: ¿siguen siéndolo teniendo en cuenta los cambios económicos, políticos y militares que se están dando?
Desde la década de 1990 la OTAN amplió sus miembros buscando acercarse lo más posible a Belarús y a Rusia, incumpliendo las promesas y acuerdos ya negociados con estos países de no avanzar hacia el Corazón de Eurasia. Para comienzos del siglo XXI, se estrechaban las relaciones entre China y Rusia alarmando al imperialismo; en una reunión en Munich en 2007 Rusia advirtió de los peligros de esas y otras muchas amenazas imperialistas mientras varios países –Irán, Venezuela, China, Rusia, Brasil, India, Argentina…– avanzaban en diversas alianzas –«multipolaridad»– con objetivos que iban confluyendo en el debilitamiento del dólar y de la economía yanqui, en reformas profundas de la economía internacional y de la ONU, etc.
Una mezcla de nervios, ira y venganza tras el bluf de la euforia imperialista de 1991, que creía haber alcanzado el capitalismo eterno, multiplicó la certidumbre de debilidad creciente del capitalismo occidental y, como rebote furioso, la urgencia de un fanático contraataque masivo para recuperar el poder que se alejaba día a día. La sucesión de guerras provocadas directa o indirectamente por el imperialismo que ni siquiera podemos resumir desde comienzos del siglo XXI certifican el debilitamiento militar y económico de EE.UU. Para 2010 EEUU sabía que su doctrina militar estaba agotada y en enero de 2012 Obama prometió a los militares yanquis, y por extensión a la oligarquía del país, que EEUU seguiría siendo la potencia militar dominante en el mundo, más adelante lo volvería a asegurar Biden para recuperar la cada vez más debilitada moral de lucha de EEUU incapaz de frenar el aumento de suicidios entre sus tropas. Trump lo ha vuelto a hacer de nuevo a finales de septiembre de 2025 para hablarles tanto de la «guerra interna» como de la externa. Y es que la burguesía sabe que la lucha de clases está empezando a saltar de su limitada forma economicista a su esencia política.
Conforme empeoraba la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania y el sionazismo era derrotado en Palestina, Irán, Líbano y Yemen, Bruselas y Washington gastaba más y más en inútil apoyo a ucronazis y sionazis, despilfarro muy beneficioso para la industria de la matanza humana. A la vez, Rusia, China, Corea del Norte e Irán mostraban al mundo sus nuevas armas que superan todas las defensas imperialistas pudiendo destruir hasta la raíz a estos Estados, como se ha demostrado en los bombardeos defensivos iraníes contra el terror sionazi. La forma de la guerra está cambiando pero lo fundamental es que previamente cambia la relación de fuerzas socioeconómicas a escala mundial. Va aumentando el declive económico, militar, poblacional, científicos, etc., de Occidente frente al mundo, sobre todo a Eurasia. La resistencia de la rica y ansiada Venezuela, por poner un único caso de los muchos que podemos citar, muestra cómo el imperialismo duda si atacarla parcialmente o intentar invadirla ante la muy alta probabilidad de sufrir otra derrota que le ridiculizaría aún más.
Teniendo esto en cuenta, pongámonos en el peor de los escenarios posibles: una guerra total del imperialismo contra Eurasia como paso previo para rodear y destruir Irán y asfixiar a China antes de atacarla. Es este caso el Pentágono tendría que buscar la máxima seguridad posible de las vías logísticas por las que enviaría tropas a Europa: el eje mediterráneo desde Canarias y Andalucía hasta Oriente Medio, el eje cantábrico desde Galiza a Euskal Herria y Normandía, el Canal de la Mancha, el puerto de Róterdam, etc. El máximo control posible de tales flujos sería una exigencia ciega. Los ejércitos y las policías de Portugal, Estado español y francés, tendrían una responsabilidad clave, como también sus fuerzas político-sindicales reaccionarias y reformistas que aceptan a la OTAN y cumplen fielmente las órdenes imperialistas. Las luchas del independentismo antiimperialista y socialista serían las primeras en sufrir los golpes represivos contra cualquier movilización o resistencia –la que fuere– que frenase o rompiese el flujo militar, o ilegalizadas. ¿Alguien cree que esta posibilidad no ha sido pensada por la OTAN?
¿Qué tendría que hacer frente a esto la izquierda revolucionaria? Intentar simultanear varias prácticas: Por un lado, extraer lecciones de la historia para lo cual es imprescindible tanto un dominio suficiente del método marxista como disponer de organizaciones coordinadas internacionalmente. Por otro lado y a la vez, concienciar a la militancia en que hay que prepararse para las situaciones peores pero sin dejar de luchar contra las opresiones del presente, aplicar el principio de precaución y pensar dialécticamente. Además, mostrar en cada lucha concreta que mediante ella también se puede y de debe combatir la militarización y el peligro de guerra imperialista, lo cual requiere como hemos dicho un suficiente dominio de la dialéctica marxista. También, mostrar que toda resistencia antiimperialista en el mundo está relacionada con las nuestras y viceversa, que por ejemplo, las resistencias en Palestina, el Donbass y Rusia, Venezuela, el Sahel y el Sahara así como grandes zonas de África, Yemen, Irán, Cuba, China y un largo etc., impactan de alguna forma sobre las nuestras y viceversa porque el enemigo mortal de todas ellas es el mismo que quiere destruirnos a nosotros: el imperialismo.
Y por último y como síntesis explicar al proletariado que los derechos y las necesidades que impulsan a esos pueblos y otros más a enfrentarse de diversos modos al mismo enemigo son también nuestras necesidades y derechos con formas diferentes según las luchas de clases de cada nación oprimida. No sirve de mucho defender la necesidad del pueblo palestino, venezolano o saharaui a su independencia, por ejemplo, si a la vez no trabajamos por la independencia socialista de nuestros pueblos, porque nos moveremos sólo en el plano de los derechos para otros muy distantes en el espacio, pero no en unidad con nuestras necesidades que abandonamos en la práctica diaria.
En el subtítulo de esta charla se dice que estamos en la retaguardia el imperialismo lo cual es cierto teniendo en cuenta que por ahora son otros pueblos los que más padecen sus bestialidades, pero estar en la retaguardia no debe impedirnos que avancemos a estar en la vanguardia del antiimperialismo, que es lo necesitamos en cuanto naciones oprimidas.
O IMPERIALISMO COMO LOITA PERMANENTE. POR UN “QUE FACER” PARA OS POBOS QUE RESISTEN NA RETAGUARDIA IMPERIALISTA
Venres 14 as 19h Casa Do Taberneiro. Rúa de San Pedro 15, Compostela.
EUSKAL HERRIA, 12 de noviembre de 2025
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