El reciente pronunciamiento de Hillary Clinton contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, es también un llamado a los gobiernos de la región a asumir nuevos compromisos con el proyecto imperialista en la región. La ex secretaria de Estado habla en nombre del poder estadounidense como conjunto, que rechaza todo proyecto de integración porque quiere […]
El reciente pronunciamiento de Hillary Clinton contra los gobiernos de Cuba y Venezuela, es también un llamado a los gobiernos de la región a asumir nuevos compromisos con el proyecto imperialista en la región. La ex secretaria de Estado habla en nombre del poder estadounidense como conjunto, que rechaza todo proyecto de integración porque quiere una América Latina servil y dividida.
En marzo de 1989, junto a las reseñas sobre los acontecimientos en Venezuela, los diarios publicaban declaraciones de George Bush y Felipe González apoyando el gobierno encabezado por Carlos Andrés Pérez. Las fuentes disponibles para consultar, informan que el gobierno situó en alrededor de 300 el número de muertos y que los organismos de derechos humanos afirman que sobrepasa los 3,000. ¡Cuán difícil es expresar en cifras precisas el saldo de la represión!
Hoy, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se pronuncia a favor de la oposición venezolana, Felipe González se presenta como abogado de Leopoldo López, y la precandidata presidencial por el Partido Demócrata, manifiesta que está muy molesta con lo que ocurre en Venezuela.
El poder imperialista sigue apostando al descaro. Cuando los militares apuntaban para disparar por las ventanas en los barrios pobres de Caracas, la democracia avanzaba. Ahora, cuando Manuel Rosales y Leopoldo López deben responder ante la Justicia por los daños causados al pueblo, la democraica retrocede.
Se advierte el sello de clase: los sectores dominantes, a través de los medios de comunicación a su servicio, presentan a los oligarcas como intocables y al pueblo como un conjunto del cual hay que sacar a los «elementos desaprensivos».
Este escenario explica la posición de clase con mayor claridad que en cualquier texto de Carlos Marx o de Antonio Gramsci.
Imponer, sin importar el costo en vidas, el avance del neoliberalismo, es una tarea que el imperialismo asigna a los gobiernos de derecha.
El poder imperialista pretende restablecer en Venezuela la vigencia del Pacto de Punto Fijo, acuerdo político clasista firmado en octubre de 1958, en cuyo marco fueron excluidos los grupos políticos más avanzados, la oligarquía se repartió cuotas de poder y creó las condiciones para mantener a sus servidores orgánicos en los puestos principales de Estado.
Así, la persecución y las más abominables formas de represión política que llevaron a cabo los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y otros dirigentes socialcristianos y socialdemócratas, fueron presentadas como acciones para preservar la democracia y a veces como hechos aislados.
Después del Caracazo, cuando en Venezuela los heridos, desaparecidos y muertos por la represión se contaban por cientos, Bush propuso medidas para aliviar la deuda y Felipe González ofreció un financiamiento. Va más allá de lo anecdótico el protagonismo de Bush en las exequias de Carlos Andrés Pérez, quien falleció en el año 2010.
El sitio libered.net, en una nota del pasado 4 de abril, cita un párrafo de una reseña publicada por el diario El País, de España, el 2 de marzo de 1989: «Ayer se anunció la oferta de un préstamo inmediato de 600 millones de dólares que le hizo telefónicamente a Carlos Andrés Pérez el presidente del Gobierno español, Felipe González, para ayudarle en estos críticos momentos».
¡Tremendo concierto de abusadores y corruptos!
La sumisión como receta
Durante un encuentro con la comunidad latina de San Antonio la semana pasada, Hillary Clinton, no solo dijo estar molesta con lo que ocurre en Venezuela, porque allí «la democracia retrocede», también llamó a los gobiernos de América Latina a tomar participación más activa en la conspiración imperialista contra el avance político.
No hay otro modo de interpretar sus declaraciones:
«Me gustaría ver al resto de la región apoyando más la democracia en Cuba y defendiendo los derechos humanos del pueblo cubano a medida que vamos avanzando», expresó al referirse al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Y sobre Venezuela, dijo: «Debemos tratar de conseguir que el resto de la región nos ayude a lograr un cambio pacífico en Venezuela».
Hillary Clinton coincide con Obama en calificar como anacrónico el bloqueo contra Cuba; pero coincide también en la necesidad de «apoyar a la sociedad civil».
Como precandidata, expresa más claramente las pretensiones del poder que representa. Y hace entonces el llamado a los gobiernos de la región.
En los hechos, la guerra económica es desconocida como tal, y lejos de condenar la especulación, el contrabando y el uso clandestino de los productos básicos por parte de la oligarquía venezolana, el Gobierno de Estados Unidos refuerza la acción de la oligarquía con su participación en mecanismos globales de guerra económica, incluyendo la especulación con los hidrocarburos.
En la década de 1960, Estados Unidos comprometió con el bloqueo a los gobiernos del área. Ahora pretende comprometerlos con la conspiración en otra faceta.
Hoy, cuando Hillary Clinton llama a «la región» a apoyar los cambios en Venezuela y en Cuba, busca contribuir en lo posible a debilitar el liderazgo de Venezuela, una meta de la Administración Obama, empeñada en aniquilar los proyectos de integración y atomizar a los gobiernos progresistas.
No son simples declaraciones de campaña los pronunciamientos de Hillary Clinton. No pasará mucho tiempo sin que los gobiernos serviles del área manifiesten con sus acciones que han recibido orientaciones para desenvolverse en la situación creada tras el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
El fortalecimiento de organismos regionales como la CELAC, es hoy más necesario que nunca. El avance de los diálogos de paz en Colombia y el levantamiento del bloqueo contra Cuba, son metas a alcanzar en lo inmediato, y deben abonar el avance político.
La lucha por la soberanía enfrenta a los pueblos con todas y cada una de las facciones estadounidenses y choca también con los intereses de la derecha y la ultraderecha en Europa, que dejan de lado sus diferencias al momento de exigir sumisión y servilismo para preservar el esquema de dominación.
Hillary está molesta, y es preciso procurar que se moleste todavía más, pues sus protegidos en Venezuela y en Cuba son enemigos de los pueblos… Las contradicciones antagónicas siguen siéndolo a pesar de los cambios coyunturales. La precandidata, ex secretaria de Estado y ex primera dama (por cierto, durante la Administración que invadió Haití en 1994), pertenece al sector que busca arrodillar a América Latina «a través de medios diplomáticos»… A la inviabilidad de su proyecto se le puede llamar esperanza…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.