El día en que en un futuro no muy cercano algún historiador se apreste a intentar describir lo que ha sido la última quincena de octubre en Venezuela, no dejará de asombrarse por la profusión de datos tendientes a demostrar la fragilidad en que parecía encontrarse el gobierno revolucionario. Todos los grupos de poder locales […]
El día en que en un futuro no muy cercano algún historiador se apreste a intentar describir lo que ha sido la última quincena de octubre en Venezuela, no dejará de asombrarse por la profusión de datos tendientes a demostrar la fragilidad en que parecía encontrarse el gobierno revolucionario. Todos los grupos de poder locales e internacionales apuntaban a la cabeza de un proceso que se ha ido convirtiendo en referencia ineludible a la hora de hablar de resistencia y lucha frontal contra el Imperio.
Vale la pena insistir: dos semanas atrás parecía que la oposición venezolana (la que se dice «moderada» y la más ultra) habían decidido generar la ofensiva final para provocar el derrocamiento del gobierno legítimo de Nicolás Maduro. No sólo hubo un serio intento de golpe parlamentario, abortado al ser expuesto en la superficie local e internacional por la precisa y contundente movilización de un puñado de chavistas que hicieron lo que tenían que hacer, es decir, ocupar la Asamblea Nacional por un periodo corto de tiempo pero que alcanzó para generar conciencia al resto de los seguidores del gobierno sobre los peligros que estaban acechando en ese momento.
Inmediatamente, se descargó toda una batería opositora de acciones: un grupo de diputados ligados a la MUD (Mesa de Unidad Democrática) intentaron iniciar un juicio político a Maduro, otros convocaron a «tomar Caracas y Venezuela entera» y finalmente varios de los secuaces del golpista preso, Leopoldo López, lanzaron guarimbas que dejaron un muerto y varios heridos. A su vez, el terrorismo mediático se relamía, lanzando títulos «catástrofe» sobre «el caos y el estado de disolución que impera en Venezuela».
Sin embargo, esta oposición que desde hace tiempo no da pie con bola, a pesar de recibir suculentas partidas de dinero de sus amigos de Washington y Miami, se encontró con cuatro factores que en sus delirantes planes desestabilizadores no figuraban como posibles. Por un lado, el punto de inflexión que significó el «empujoncito» dado por el Papa Francisco a la hasta ese entonces alicaída Mesa de diálogo. Tras recibir una veloz pero oportuna visita de Maduro, el Vaticano decidió jugar fuerte y sin pérdida de tiempo nombró a un representante para que apurara las conversaciones entre el Gobierno y la MUD.
Por otro lado, el pueblo, ese factor fundamental en todos estos años de Revolución Bolivariana, no dejó la calle ni un solo día, generando una respuesta de gigantesca solidaridad con su Presidente y dando una fuerte señal interna y también dirigida a quienes conspiran en el exterior. «Si lo intentan, nos van a encontrar. Si quieren dialogar, bien, si optan por la violencia, les responderemos con la unidad de nuestras organizaciones y la contundencia de nuestras autodefensas», sintetizó el pensamiento existente por abajo el responsable de una de las organizaciones populares de Caracas. Lo decía, a sabiendas que en cada barrio, en cada comuna, en cada sitio de trabajo, había hombres y mujeres dispuestas a defender todo lo que en estos años se ha conquistado.
El tercer elemento, tiene que ver con el estruendoso fracaso de las «operaciones» internacionales de desestabilización. Tanto las llevadas adelante por el secretario de la OEA, Luis Almagro, como por la «triple alianza neoliberal» de Mauricio Macri, el ilegítimo Temer y Horacio Cartes, desde el Mercosur, sumado a cada una de las estratagemas orquestadas por Estados Unidos, el Comando Sur y sus aliados europeos (con España a la cabeza) para mostrar -medios hegemónicos mediante- que «la dictadura de Maduro» se estaba viniendo abajo.
El cuarto y fundamental tema surgió de esa nueva demostración de fidelidad al orden establecido y respaldo a la conducción presidencial surgido de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. La imagen que recorrió el mundo, mostrando al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, rodeado de los altos mandos uniformados, impactó de lleno en quienes conspiraban maliciosamente. Si hay un elemento por el que Hugo Chávez se preocupó personalmente para enaltecer y subordinar a los intereses del conjunto, ese fue precisamente el cuerpo militar. Tras su partida, esos valores se fueron convirtiendo en un ariete más que necesario para enfrentar la batalla declarada contra Venezuela. Esa escalada que el propio Padrino López definió como «global» y enmarcada en la perspectiva de «guerra de cuarta generación» con ataques asimétricos y a gran escala. Todas esas embestidas, más seguramente los intentos, por parte del enemigo, de cooptar, comprar y presionar a los hombres y mujeres de las tres armas, chocaron contra un auténtico búnker de dignidad y patriotismo.
Por lo tanto, no hubo golpe, ni derrocamiento, ni tragedia nuestramericana. Nada de lo previsto por los halcones estadounidenses ni los cuervos locales ocurrió realmente. A cambio, uno a uno, mansitos y en fila, convencidos que otra vez habían calculado muy mal los tiempos y la capacidad de reacción del pueblo venezolano, los jerarcas de la MUD se fueron sentando en la mesa convocada por el gobierno. Algunos díscolos expresaron su descontento hacia los primeros concurrentes, pero poco a poco el clima contemporizador se extendió al resto y hasta el propio Ramos Allup, quien había jurado mil veces no sentarse a ninguna mesa convocada por Maduro, comenzó a enrollar sus discursos y reconoció que «ahora es tiempo de diálogo».
A esta altura de los acontecimientos, queda claro que el chavismo ha ganado este importante round de una pelea que sin duda ha de seguir, pero que la victoria actual le permitirá afrontar los nuevos desafíos con mayor soltura y solidez. Eso en lo que hace a los enemigos externos, pero sin duda este empuje recibido deberá servir también para revalorizar el patio interno en cuanto a tomar medidas urgentes para que el proceso revolucionario se siga profundizando, asumiendo el legado del Comandante Chávez.
El hecho de dialogar con quienes han intentado desestabilizar y boicotear al Gobierno y por ende al mismo pueblo, no deberá significar que se descuide ni un minuto a los que han venido poniendo el cuerpo día a día para que la Revolución no se detenga. Ningún atajo hacia posiciones social demócratas o postergaciones de las definiciones revolucionarias surgidas en cada uno de los documentos forjados en la lucha de todos estos años, son recomendables en un momento en el que el pueblo está dando luz verde para seguir avanzando.
Finalmente, esta importante buena noticia llegada desde Venezuela, sirve también para levantar el ánimo de los pueblos del resto del continente, hoy duramente golpeados por la ofensiva derechista regional. Cuando la locomotora neoliberal parecía imparable, el pueblo venezolano ha demostrado una vez más que sólo luchando «se consigue lo imposible». Por eso ganó la calle, se abrazó con sus uniformados, y con el Presidente Maduro al frente, le cortó el paso y la hizo retroceder. Esta vez, el Imperio se ha quedado con las ganas.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/11/02/venezuela-el-imperio-se-ha-quedado-con-las-ganas/