En 1930 Antonio Gramsci, encarcelado por el fascismo italiano, analizando el contexto de la situación de su partido en medio del régimen de Mussolini, escribe en los Quaderni del carcere (para sus camaradas y obvio, para la Historia) uno de las categorías más vigorosas y potentes de su pensamiento, sobre la hegemonía, y la crisis:
“Si la clase dominante ha perdido el consenso, o lo que es lo mismo: ya no es más “dirigente”, sino solamente “dominante”, detentadora de la mera fuerza coercitiva, esto significa precisamente que las grandes masas de las ideologías tradicionales, no creen más en aquello en lo que antes si creían, etc. La crisis consiste específicamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se contemplan los fenómenos morbosos más variados. (…) El problema es este: una ruptura así de grave entre las masas populares y de las ideologías dominantes como la que se verifica en la posguerra, ¿puede ser “sanada” con el ejercicio de la mera fuerza que impide a las nuevas ideologías imponerse? El interregno, ¿la crisis de la que se impide así la solución históricamente normal, se resolverá necesariamente en el sentido de una restauración de lo viejo?” …
Aquí queda claro que Gramsci describía el fenómeno transitorio de la crisis de hegemonía y pérdida de legitimidad del orden establecido (régimen) que impide una solución “normal”, recurriendo a su contrario dialéctico, es decir, a la utilización de la coerción del Estado; recordemos su famosa ecuación Estado = Hegemonía + Coerción, y, esta última, en su sentido anormal más preciso de fuerza física violenta y represiva.
Lapso transitorio que describe usando la palabra italiana interregno (proveniente del latin) en su sentido amplio que se le da actualmente en las lenguas derivadas, como un periodo, un lapso un intervalo, un paréntesis, en fin, “un periodo di passaggio, di transizione”. Que a su vez le permite manejar la concepción materialista dialéctica de la lucha permanente entre lo viejo como sinónimo de retroceso, frente a su opuesto el avance evolutivo y el desarrollo: un Orden Nuevo (comunismo) que en aquellos años todavía se consideraba bajo el paradigma general del “Progreso”.
En la mayoría de traducciones de los cuadernos de cárcel, Gramsci no utilizó en su categoría de interregno, la palabra “monstruos” con la que se ha generalizado una mala versión de su pensamiento. Actualmente y con los datos disponibles, es posible pensar y categorizar el fascismo como un monstruo verdadero: Pero el prisionero sardo, prefirió recurrir a la palabra latina derivada “morbo” que tiene la misma significación de la palabra original latina, de padecimiento o enfermedad. Es decir, Gramsci sin duda alguna concebía al fascismo más que monstruo, como una enfermedad, una anormalidad en el ejercicio del poder del Estado, que puede y debe ser, como cualquier enfermedad, no solo curada, sino evitada.
Con esta introducción uno puede preguntarse: ¿Sirve la concepción Gramsciana, de crisis e interregno social, parte esencial de su concepción de la Filosofía de la Praxis, para interpretar y transformar hacia adelante, hacia un avance civilizatorio, la crisis global actual? O, ¿estará la civilización humana condenada a continuar indefinidamente en el Orden ya viejo, en crisis de hegemonía y basado en la coerción, que agoniza ante nuestra mirada desapacible, en medio de guerras espantosas entre potencias capitalistas rivales y competidoras?
No debe caber duda al afirmar, como se hizo al comenzar este milenio, que sí. ¡Que otro mundo sí es posible!
Que la contracción principal no es; como nos lo han hecho creer, entre las “democracias occidentales y las dictaduras euroasiáticas”, y ni siquiera, entre un mundo Unipolar regido por la troika de la declinante hegemonía estadounidense con su “American Way of Life”, impuesto con sus socios sobre el resto del planeta con armas, alienación y comercio compulsivo. Enfrentado con todo su portentoso poder a un naciente mundo multipolar, basado principalmente en el llamado continente euroasiático que engloba a la mayoría de la población mundial y produce (ojo, de manera capitalista) la mayoría de los bienes económicos del planeta, y que al parecer, con su surgimiento e irrupción ha impedido que el planeta se convierta en un “Parque Jurásico Único”, plagado, eso sí, de monstruos antediluvianos sedientos de sangre, controlados y manejados desde las capitales del Noratlántico.
Tampoco la contradicción se limita a la interpretación que hacen los Spin Doctors mediáticos, quienes al analizar las recientes elecciones en Inglaterra se limitan a escribirle loas al premier británico socialdemócrata Keir Starmer, quien según sus propias palabras se limitará a hacer algunas “correcciones internas” al ruinoso neoliberalismo dominante imposible de prolongar; cuidándose de dejar intacta la política exterior agresiva y de gran potencia militar que ha caracterizado por siglos a su país.
O a tirar confeti al “equilibrado escenario democrático” de derrota del neo fascismo francés que ha surgido en las últimas elecciones francesas entre el ruinoso neoliberalismo republicano de Macrón, el Neofascismo de Le Pen (que aumentó su votación relativa) y el frente progresista de Mélenchon y sus aliados verdes. Escenario democrático en trío de cohabitación que, asociado a los resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo realizadas este 9 de junio pasado, presagia más incertidumbre aún de la que se traía de: armamentismo, xenofobia, neonazismo nacionalista y superexplotación neoliberal del precariado.
Sino que la contradicción principal del actual interregno de la crisis mundial descrito por Gramsci, hace un siglo, sigue siendo entre un Orden agonizante, como los gerontes enfrentados que lo dirigen y lo hegemonizan desde sus lujosos escritorios financieros tanto de las grandes ciudades occidentales, como orientales, y, un Orden Nuevo (L’ Ordine Nuovo se llamaba el periódico fundado por Gramsci en Turín, el 1 de mayo de 1919), que está luchando imperceptiblemente por surgir, teniendo presente también lo que el mismo Gramsci enseñó con su trágico ejemplo: “frente al pesimismo de la realidad, oponer el optimismo de la voluntad”.
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