Las palabras dicen la realidad, la conforman pero a veces la encierran. Esto es un juego. Primero, se exponen una serie de frases y, a continuación, nombres de autores. El lector ha de atribuir a cada uno la suya. Ella tiene «cara de película porno». «Ha engordado» y «está admirablemente culonzuela, respingona». Es «una de […]
Las palabras dicen la realidad, la conforman pero a veces la encierran. Esto es un juego. Primero, se exponen una serie de frases y, a continuación, nombres de autores. El lector ha de atribuir a cada uno la suya.
Ella tiene «cara de película porno».
«Ha engordado» y «está admirablemente culonzuela, respingona».
Es «una de las cuatro españolas que más me ponen»; «tampoco me importaría jugar un rato con la otra (me conformaría con lo que su apellido sugiere)».
«Una chica preparadísima, hábil, discreta, que va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya y que va a ser la alegría de la huerta».
«Cada vez que la [sic] veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a contar aquí».
«A mis hijos tú no los vas a educar, y menos en cuestiones de pitología. Porque lo que tú piensas sobre el sexo me da asco. ¿Te enteras de una maldita vez? Asco. Me da, y nos da (a miles de españoles), un asco gigantesco».
«Es la feminazi perfecta».
Un «Batallón de Modistillas Ministeriales».
«Aceptamos a la del bombo como animal de compañía».
«Modistilla de la Igualdad»… «Guarra, puerca, zorra repugnante, que fabrica degenerados».
«Unas focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada».
«Se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente -¿acaso no se mata a los caballos?-, abatirla de un escopetazo».
«Para abastecer su gabinete de tías, Zapatero ha buscado debajo de las piedras».
«Como no haya ganado algún torneo de peteneras…».
«Que la nombre triministra de Igualdad, Sanidad y Brujería».
«Saliendo del hotel Palace, donde en el vestíbulo vemos a una torda espectacular»…
(Si no ha sido demasiado deprimente reproducir tanta insensatez, necedad y vulgaridad es gracias a la ayuda mágica de internet: copiar y pegar evita ensuciarse los dedos con las letras pequeñas).
Una precisión: el sujeto de estas frases es todas nosotras.
Y ahora los autores:
Jiménez Losantos, Juan Soler, Antonio Burgos, Eduardo García Serrano, Juan Bosco Martín Algarra, Francisco Javier Léon de la Riva, Fernando Sánchez Dragó, Alfonso Ussía, Arturo Pérez-Reverte, David Gistau, Juan Manuel de Prada.
Faltan sin duda algunos nombres para completar la alegre pandilla de autores conocidos que gastan buena parte de su energía, su cerebro y su tiempo en inundar los medios de comunicación con esta verborrea soez.
Sería del todo lícito preguntarse si esta gente es consciente de la relación estrecha entre su lenguaje y las violencias contra las mujeres. Queda también claro que una lectura, aun rápida, de su logorrea evidencia su obsesión por el sexo. ¿El de la mujer o el de ellos? El asunto es complejo y queda abierto, como diría el doctor Freud. Miles de líneas se han escrito acerca del terror que inspira el sexo de la mujer, su capacidad de disfrute perseguida por la Iglesia con la Virgen como modelo, en oposición a Eva, la de la serpiente. Para las religiones monoteístas, nada más peligroso que la expresión de la subjetividad femenina, consustancial a su intelectualidad, su creatividad.
Más bien, permítasenos divertirnos un poco. ¿Qué son los autores de estas líneas? Más vale saberlo. ¿Machistas? Viene del español macho, y seguramente no por nada. Machista, utilizado como sustantivo y como adjetivo, se refiere al comportamiento del macho. El macho ha de ser viril, calidad sobre todo física, que le confiere una superioridad indiscutible sobre la mujer. Ejemplo: ¡los hombres no lloran! En cambio la mujer puede llorar, y hasta le conviene hacerlo, porque la vuelve tan enternecedora…
¿O son misóginos? El misógino, del griego misein (odiar) y gunné (mujer), no sólo considera que la mujer es inferior, sino que odia el género entero. El sadismo sexual y criminal es un derivado de la misoginia.
¿O serán tal vez falócratas? Viene del griego phalos, falo como su nombre lo indica, y kratos, poder. El falócrata instaura un sistema social en el que los hombres dominan a las mujeres. Se pensó que con el advenimiento del voto femenino eso se acababa, pero de ninguna manera: en el mundo hay siete jefas de Estado contra 143 jefes de Estado -¡y el mundo no va del todo bien!-.
¿Entonces sexistas? Los sexistas se caracterizan por su actitud discriminatoria en función del sexo. Suelen tener una actitud muy firme sobre las «naturalezas» femenina o masculina. Pueden esconder su sexismo con frases del tipo: «Mujeres como las de antes»; «Ninguna como mi madre», claramente conservadoras y de tendencia fascistoide.
Está claro que esos alegres parranderos citados arriba responden un poco a todas estas definiciones mezcladas. Para Amartya Sen, el economista indio, la misoginia es un problema de sanidad pública.
Fuente: http://blogs.publico.es/otrasmiradas/120/el-juego-machista-2/