Una doble vara de mesurar países. El País publicaba el 1 de marzo una entrevista en las páginas 2 y 3 del diario al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. La conversación con el periodista John Carlin, complaciente, tiene lugar en el despacho presidencial. La idea es «vender» las bondades del proceso de paz que […]
Una doble vara de mesurar países. El País publicaba el 1 de marzo una entrevista en las páginas 2 y 3 del diario al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. La conversación con el periodista John Carlin, complaciente, tiene lugar en el despacho presidencial. La idea es «vender» las bondades del proceso de paz que se desarrolla en La Habana entre el gobierno y las FARC. «No me molesta para nada que digan que soy un traidor a mi clase», espeta Santos. El mismo día el periódico incluye un encarte de 16 páginas con toda suerte de publirreportajes sobre los grandes proyectos y el desarrollo en ciernes de Colombia. Titulares como «El dividendo de la paz» apuntan el sesgo de los contenidos.
El 6 de febrero Amnistía Internacional señalaba en un informe que unos 40 defensores de derechos humanos fueron víctimas de homicidio en Colombia, en los primeros meses de 2014, así como una veintena de sindicalistas durante todo el año. El 2 de marzo El País demostraba netamente sus preferencias en América Latina. «Venezuela organiza un evento para exhibir una imagen de estabilidad», titulaba en la página 16 en referencia a una muestra organizada en Madrid por el ejecutivo de Caracas. En la página 6 aparece otra información: «La primavera de los medios digitales en Venezuela», acompañada del subtítulo «Varias cabeceras desafían en Internet el bloqueo informativo del gobierno».
Ésta es una de las razones que justifican la lectura de «Los 7 pecados de Hugo Chávez», de Michel Collon, periodista e investigador belga de reconocidos análisis sobre África, Oriente Medio, Europa y, sobre todo, las estrategias imperiales de Estados Unidos y la desinformación de los medios. Michel Collon es también fundador del colectivo Investig’Action para la lucha contra las «mentiras mediáticas» y de la página web www.michelcollon.info. Autor de libros como «Monopoly: la OTAN a la conquista del mundo»; «El juego de la mentira: las grandes potencias, Yugoslavia, la OTAN y las próximas guerras» y «¡Ojo con los media!», entre otros, Collon se ha adentrado en la figura y obra política de Chávez («el hombre que ha retomado la bandera de la resistencia»), en un libro prologado por Pascual Serrano.
Otra razón para leer el libro de 557 páginas, publicado en febrero de 2015 por Yulca, es la vigencia del legado chavista, que Michel Collon resume en el capítulo de conclusiones como «el derecho a la alternativa». «Gracias a esta idea simple y fuerte: sí se puede vencer la pobreza. Se necesita que el dinero del petróleo (u otros recursos naturales) sea empleado para suprimir el analfabetismo, la mortalidad infantil y el desempleo. Que la economía esté al servicio de la gente y no de una élite», afirma el periodista belga. El protagonista del texto fue elegido presidente de la República Bolivariana de Venezuela en diciembre de 1998, con el 56% de los votos, y ocupó la presidencia hasta su fallecimiento en marzo de 2013.
En el momento de acceder Chávez al gobierno, Venezuela, el país más rico de América Latina, tenía al 60% de la población inmersa en la pobreza. En los 14 años de presidencia, Chávez convocó 19 elecciones, de las que sólo perdió una. Pero la figura de este militar mestizo (mezcla de blanco, indio y negro) no puede entenderse sin los hechos del 27 de febrero de 1989, quince días después que el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez llegara al gobierno. La subida de los precios del petróleo y la repercusión en las tarifas de los autobuses generaron revueltas en todo el país. Fue el primer estallido popular contra la globalización. La represión del «Caracazo» (así se denominó la revuelta) fue despiadada. Generalizó la desconfianza en los partidos tradicionales, ahondó la división en las filas del ejército y sentó las bases para la rebelión cívico-militar de 1992 (finalmente fracasada), en la que Chávez desempeñó un rol prominente.
¿Cuáles son los «pecados» de Hugo Chávez, desgranados por Michel Collon? El primero, enseñar a los venezolanos a leer. Al asumir la presidencia, dos millones de personas no habían terminado la escuela primaria y un millón y medio de personas padecían la lacra del analfabetismo, en un país que invertía en educación apenas el 2,8% del PIB (frente al 5-6% de los países ricos). Collon apunta que los gobiernos de Chávez aumentaron el presupuesto de enseñanza del 3% al 9% del PIB. El analfabetismo se convirtió, así, en una prioridad y la Misión Robinson se planteó como objetivo la alfabetización de un millón de personas anuales. Se incorporó además el método cubano «Yo sí puedo». Desde julio de 2005 Venezuela es un país libre de analfabetismo. La segunda idea pecaminosa de Chávez fue considerar que todo el mundo tiene derecho a la salud. Que ésta dejara de ser una mercancía. «Dos de cada tres venezolanos no habían visto nunca a un médico ni habían sido vacunados», apunta Michel Collon. Con el reconocimiento del Derecho Fundamental a la Salud en el artículo 83 de la Constitución, la aportación de los médicos cubanos, las misiones «Barrio Adentro» y los Centros de Diagnóstico Integral (CDI), 17 millones de venezolanos accedieron a una atención médica de la que estaban privados.
La publicación de «Los 7 pecados de Hugo Chávez» ha sido posible gracias a Yulka, una editorial independiente dedicada al ensayo crítico, también responsable de la edición de «Ecuador: revolución ciudadana y buen vivir», libro coordinado por Jorge Núñez Sánchez; «Mújica», de Miguel Ángel Campodónico; «Mariátegui y la revolución en América Latina», de Néstor Kohan, Michael Löwy y Gustavo Pérez; «Antonio Gramsci, una lectura filosófica», de Ignacio Jardón; y «En la selva. Los estudios desconocidos del Che Guevara», de Néstor Kohan, entre otros textos.
¿Chávez nos concierne?, se pregunta Michel Collon. Y responde afirmativamente. Tanto a los países del Norte como a los del Sur. «Donde nos encontremos, en el Tercer Mundo o en los países ricos, estamos confrontados a las mismas multinacionales. No desvían sólo el petróleo, sino también el fruto de nuestro trabajo. Controlan nuestras vidas y nuestras billeteras». Precisamente éste es el tercer «pecado» de Hugo Chávez: entender que la pobreza no es inevitable. Cuando llegó al poder, casi uno de cada cinco venezolanos padecía desnutrición. En la primavera de 2005 (Chávez llegó al gobierno en 1998) Venezuela contaba con 4.000 casas de alimentación que permitían a medio millón de personas pobres comer diariamente pollo o carne de buey. Chávez impulsó además el Mercal, una cadena de tiendas que en algunos casos llegaban a vender los productos a mitad de precio. Ello fue posible gracias a la intervención estatal, y a la contratación directa con las cooperativas locales. Pero la batalla contra la pobreza no se entiende sin otra batalla, a la que Michel Collon dedica un capítulo entero (el 9): la del petróleo. Chávez recuperó la empresa de hidrocarburos PDVSA o, dicho en otros términos, «puso el petróleo al servicio de la gente» (para financiar las infraestructuras y las misiones en beneficio de los más pobres), explica Michel Collon.
El cuarto «pecado» de Chávez consistió en cambiar las reglas entre ricos y pobres. Heredó un elefantiásico sector informal (ocho de cada diez nuevos empleos creados en América Latina en los años 90 eran informales), junto a la preeminencia del petróleo y determinados servicios (comercio, finanzas y especulación inmobiliaria). El gobierno venezolano apostó por una potente intervención estatal el marco de una economía mixta. Se disparó la constitución de cooperativas, se recuperaron fábricas y se favoreció el asentamiento de familias en la tierra. También los gobiernos chavistas controlaron el tipo de cambio y establecieron medidas para evitar la fuga de capitales. Se nacionalizaron sectores estratégicos (Electricidad de Caracas, la Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela, o la acería Sidor). «¡La democracia es mucho más que una boleta de voto!», la quinta herejía. Samir Amín destaca que no puede haber democracia sin progreso social, y critica la identificación del «gobierno del pueblo» con la democracia meramente representativa. Pero existen fórmulas alternativas -la democracia participativa- en la que se da una implicación popular en la toma de decisiones. Comités urbanos, consejos comunales, Misiones, mujeres (fueron la mayoría de quienes descendieron de las barriadas pobres a defender a Chávez, durante el golpe de abril de 2002), jóvenes y pueblos indígenas encontraron su espacio en el nuevo modelo.
Tampoco le perdonaron a Chávez que fuera un presidente refractario a las grandes corporaciones mediáticas. Michel Collon se refiere a «la caja de estupideces de Le Monde». Las cinco principales cadenas de televisión venezolanas y casi todos los periódicos de fuste sustituyeron a los partidos políticos tradicionales. Las anécdotas condensan en estos casos mejor que nada los grandes hechos históricos. El vicealmirante golpista Víctor Ramírez felicitó en directo a Venevisión el 11 de abril de 2002: «Tuvimos un arma esencial (en el golpe de estado): los medios». En un lenguaje sencillo y directo (el más difícil de lograr), que se mantiene durante todo el libro, Michel Collon explica el proceder del grupo RCTV, los intereses de Reporteros Sin Fonteras, el rol de los medios públicos o el impacto de la publicidad. Y La última herejía de Chávez, enfrentarse a Estados Unidos. La integración de América Latina, la denominada «diplomacia del petróleo» y el tejido de nuevas alianzas a escala mundial le ayudaron a resistir. Éste libro recuerda su legado…
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