Cronopiando Cuando leemos en la prensa que «un hombre mató a otro de varios balazos», las deducciones que hacemos como lectores son tan obvias como el enunciado de la noticia. A nadie le puede caber la menor duda de un suceso que se expone de manera clara, sin concesiones a la interpretación de cada quien. […]
Cuando leemos en la prensa que «un hombre mató a otro de varios balazos», las deducciones que hacemos como lectores son tan obvias como el enunciado de la noticia.
A nadie le puede caber la menor duda de un suceso que se expone de manera clara, sin concesiones a la interpretación de cada quien.
Y es que, del lenguaje que usemos va a depender la comprensión del hecho.
Si, por el contrario, leyéramos que «una alegada persona, de naturaleza, presumiblemente humana, interrumpió ayer sus signos vitales colapsando por causas ajenas a su voluntad, en presencia de un supuesto sujeto de naturaleza, presuntamente, delictiva, provista de un aparente objeto metálico que algunos testigos, al parecer, calificaron como arma de fuego…», las conclusiones de los lectores resultarán tan ambiguas como la descripción de los hechos.
Hasta ese punto e, incluso, más lejos, puede llegar el lenguaje, aclarando en unos casos y oscureciendo en otros la exposición de un suceso.
Y si en un área de la información, el lenguaje se torna cada vez más hermético, más cerrado y complejo, esa es la económica.
Mis conocimientos sobre economía son tan escasos que, si tuviera la obligación de exponerlos todos, en un minuto sería capaz de dictar la conferencia, saludar y despedir al auditorio, y beberme el vaso de agua. Hasta me sobrarían segundos para hacer gárgaras.
Sin embargo, alimento la sospecha de que en materia económica ya todo está inventado y que detrás del bosque que conforman tantos abetos fluctuando en la ponderación de la hojarasca, con su bursátil erogación de hayas, y pagarés de chopos a plazo fijo, detrás de tanto bosque sostenido y sustentable, lo único que quedan son unos pocos troncos antiquísimos que nuestros abuelos (siglo I a.d. Internet) conocían perfectamente aún cuando nunca hicieran gala de cibernéticos lenguajes.
-«Si gastas más de lo que ganas, te jodiste…». Principio de economía elemental de cuya aplicación depende el éxito o el fracaso.
-«Las cuentas claras y el chocolate espeso», otro principio básico, anterior, por cierto, a la escuela de Chicago.
-«Donde no hay ganancia, pérdida segura». De Perogrullo.
Estas pendejadas y alguna que otra más es todo lo que usted necesita saber en relación a la economía. El resto no es más que la interesada maraña de retorcidos conceptos inventados por los malos economistas para que nos aburramos o nos extraviemos.
Y si no me cree sólo tiene que conseguirse el último informe del Banco Mundial, tal vez lo tenga la vecina, y algunos analgésicos por si es capaz de terminarlo.
O, es otra posibilidad, leer las declaraciones del empresario y ex golpista (a no ser que siga en ello) venezolano, Gustavo Cisneros que en el foro de la SICA (que conste que se llama así y no es un invento mío) celebrado en República Dominicana, se lamentó de que Latinoamérica, tal y como afirmara el Banco Mundial, sólo ha crecido un 4,6%. Crecimiento escaso, al decir del banco y del ex-golpista, si se compara con el 5,4% del Africa Subsahariana; el 5,3% de Africa del Norte y Medio Oriente; el 5,5% de Europa Oriental y el 8,2% de Asia.
Interesante sería averiguar si tan gratas noticias han llegado ya a oídos de todos los ciudadanos de ese tercer mundo en constante crecimiento que siguen mojándose las espaldas en pateras, en yolas o en cualquier clase de barcaza que flote, y a cuánto porcentaje de crecimiento sale cada boca nacida en ese mundo que, si no se ahoga en la travesía, hasta es posible que crezca.
Me consta que una cosa es que llegue a los oídos debidos la noticia de tan general crecimiento y otra, bien diferente, que aparezca el crecimiento pero, más que confirmar la buena nueva, lo que me tiene intrigado y me desvela el sueño, aún aceptando que hemos crecido y que vamos a seguir creciendo y que cada día vamos a crecer más y que, además, hemos crecido todos, es responderme a la pregunta: ¿Contra quién hemos crecido?