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El manejo hídrico trasciende el debate «público o privado»

Fuentes: Tierramérica

Los funcionarios públicos cambiaron por un día sus escritorios por los fríos terrenos de una comunidad rural a 3.500 metros de altura, en los alrededores de la capital de Ecuador, donde se afanan en sembrar árboles autóctonos.

Son empleados de la estatal Empresa Eléctrica Quito que, por turnos, participan desde noviembre en la siembra de 10.000 árboles del género polylepis, como parte de un convenio con el Fondo Ambiental para la Protección de Cuencas y Agua (Fonag).

El polylepis, nativo de la Cordillera de los Andes y con un tronco de múltiples capas delgadas que semejan papel, es el único árbol maderable que crece en este lugar a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. Plantarlo ayuda a restaurar la captación de agua de una cuenca vital.

Pero, además de la siembra, «buscamos concienciar a los funcionarios y hacer ver a los comuneros indígenas que es verdad que estamos trabajando juntos la gente de la ciudad y ellos para preservar las fuentes de agua», dijo a Tierramérica el director del Fonag, Pablo Lloret.

Esos objetivos contribuyen al éxito del Fonag, un fondo fiduciario con aportes públicos y privados que tiene entre sus tareas la gestión participativa del recurso, la sensibilización pública y un modelo matemático para conocer los factores que inciden en la cuenca del río Guayllabamba, que discurre desde los Andes hacia el océano Pacífico.

La cuenca alta del Guayllabamba, entre los 5.893 metros y los 1.000 metros sobre el nivel del mar, provee de agua a dos millones de habitantes de Quito y a otras 570.000 personas en la norteña provincia de Pichincha, además de riego para minifundistas y exportadores de flores y productos hortícolas.

Es una de las áreas más pobladas de Ecuador y afronta el mayor problema nacional de competencia por usos de agua y de grave contaminación hídrica directa o por efecto de la escasez, afirma el sitio web del Fonag.

Menos de uno por ciento de las aguas residuales de Quito son tratadas antes de ser vertidas a los ríos Machángara, Monjas y San Pedro, nombre del Guayllabamba en su primer tramo.

«El corazón del Fonag es el programa de gestión del agua, y sus dos brazos son el político y el técnico», dijo Lloret. Para ello se conformó un Consejo de la Cuenca del Guayllabamba que aspira a ser un sistema de gobernanza que incluya a todos los usuarios.

Y en los últimos cuatro años, con la cooperación del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia (IRD por sus siglas en francés), se creó un modelo matemático de la cuenca. «Hoy se puede simular lo que pasa en el balance hídrico si cambia cualquier componente en la oferta o en la demanda», dijo a Tierramérica el representante del IRD, Bernard Francou.

La preocupación por el impacto de la desaforada urbanización mundial llevó a las Naciones Unidas a dedicar este Día Mundial del Agua, 22 de Marzo, al tema «Agua para las ciudades: respondiendo al desafío urbano».

El Fonag se creó en 2000 con 21.000 dólares y hoy cuenta con 9,5 millones de dólares. Para sus operaciones solo se utiliza el rendimiento del fideicomiso, y los costos administrativos no pueden sobrepasar 20 por ciento de los proyectos que financia.

Su principal donante es la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS) de Quito, que entrega uno por ciento de su factura, unos 190.000 dólares mensuales.

También contribuyen la empresa eléctrica capitalina, la organización conservacionista estadounidense The Nature Conservancy, la embotelladora ecuatoriana de agua mineral Tesalia Springs, y Cervecería Nacional, propiedad de la corporación británica SABMiller.

El modelo del Fonag se ha replicado en otros nueve fondos en varias provincias ecuatorianas, así como en Colombia y Perú, mientras iniciativas similares se están creando en Bolivia y República Dominicana.

Pero cuando se fundó «no era sino una cuenta corriente donde se depositaban algunos fondos», y casi desaparece, recordó Juan Neira, gerente general de la actual EPMAPS entre 2000 y 2009.

Sólo en 2004, cuando se juntaron varios organismos «y la empresa de agua potable decidió donar al fideicomiso el uno por ciento de su facturación…, (el Fonag) pudo organizarse, contratar personal y emprender proyectos», dijo Neira a Tierramérica.

Además de la simplicidad de su funcionamiento, cuenta a favor la transparencia, apuntó Jorge Ribera, ex gerente de operaciones de la empresa de agua. «Todos los socios auditan el fideicomiso, y pueden verse los resultados de inmediato», dijo a Tierramérica.

En su función educativa, el Fonag se asoció el año pasado con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para ejecutar la «Estrategia de difusión y sensibilización para el cuidado y protección de los ecosistemas acuáticos de agua dulce y marina – Entre el páramo y el manglar», que incluye cuñas radiales, carteles en autobuses y talleres.

* Publicado el 19 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/2011)