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España

El maniqueo debate sobre el IVA

Fuentes: Rebelión

Muchos políticos nos hacen creer que el mundo es bipolar, partido por la mitad, donde eliges blanco o negro. Se discute si tal cosa es buena o mala, si se ha salido de la crisis o no, o si hay que reformar el mercado laboral o no. Los medios de comunicación también se hacen eco […]

Muchos políticos nos hacen creer que el mundo es bipolar, partido por la mitad, donde eliges blanco o negro. Se discute si tal cosa es buena o mala, si se ha salido de la crisis o no, o si hay que reformar el mercado laboral o no. Los medios de comunicación también se hacen eco de este mundo de pares o nones. O tal vez, sea al revés, y son los políticos los megáfonos de los medios. Pocos escatiman esfuerzos en ir más allá de este tipo de dilemas forzadamente dicotómicos. Este mundo sin matices invita a echarse la siesta sin preguntarte ni por cuánto tiempo, ni dónde, ni por qué, ni cómo, ni con quién. La misma lógica es aplicada por la iglesia durante siglos al preguntar en el momento del santo matrimonio; quiere usted por esposa, si quiero, y sin peros ni condiciones.

Algo similar está sucediendo con el debate acerca de la subida del IVA, del 16 al 18%, en el tipo general (incremento del 12,5%) y del 7 al 8% para el tipo reducido (incremento del 14,2%). En este mundo de falsas urgencias, muchas decisiones exigen ir más allá del maniqueísmo. Y más, cuando son los políticos quienes toman las decisiones asumiendo responsablemente la ardua tarea de traducir los votos en propuestas concretas. En el caso del IVA, al menos, debería haberse debatido tres aspectos claves. Primero, la dimensión más compleja, la menos maniquea, lo sistémico o estructural. Habría que preguntarse si el déficit es la causa de la crisis o la consecuencia de la misma, si la lucha contra el déficit público es la panacea, o si estamos de nuevo mirando para otro lado en ver de cuestionar el actual régimen de acumulación y de especulación. Segundo, el objetivo de obtener mayores ingresos tributarios puede saciarse de muchas maneras, depende de a quién se le quiera hacer pagar. Hay vías más progresivas: reconstituir el impuesto del patrimonio que grave a los que más poseen, aplicar un sistema impositivo más justo para la sicav, o proponer impuestos directos (en personas físicas y jurídicas) con mayor capacidad recaudatoria y más acorde con criterios redistributivos. La tributación indirecta, impuestos especiales e IVA, es otro mecanismo que tiene repercusiones que merece la pena que sean honestamente explicadas. Tercero, si ya es irreversible que el IVA es el tributo elegido para aumentar ingresos por las excusas de siempre (simplicidad y por su velocidad en la implementación), habría que identificar las consecuencias de una reforma de dicho tributo. Esta empresa requiere mucho debate y trabajo y son pocos los que han leído la letra pequeña del IVA. Deberíamos comenzar preguntándonos cuál es la pauta de consumo de la población de cada bien en función de los niveles de ingresos. Esto ya se sabe; en gran medida, la encuesta de presupuestos familiares facilita la identificación de aquellos bienes que son consumidos preponderantemente por los hogares de menos ingresos, y aquellos otros bienes que están más concentrados en los que más tienen. Dicho de otro modo; hay ya mucho estudio que permite conocer cómo consumen unos y otros, y cuánto supone el esfuerzo tributario para unos y para otros en pago por IVA dado lo que consumen. Si quieren que sea el IVA quien permita aumentar recaudación, ¿no sería aconsejable debatir acerca de qué bienes son aquellos que son susceptibles de incremento del IVA con mejora distributiva y qué bienes no lo son? Muchos estudios demuestran que es factible aumentar recaudación vía IVA sin afectar negativamente a la progresividad siempre y cuando se elijan bien los bienes que aumenten su tipo impositivo. Sin embargo, si se incrementa indiscriminadamente el tipo general y el reducido sin preguntarse quién es quién puede tener consecuencias desfavorables en términos distributivos. No es lo mismo aumentar el tipo reducido para vivienda nueva que para el gasto en restaurantes, o aumentar el tipo general para yates que para peines.

¿Cuesta mucho hacerse este tipo de preguntas? Puede que no. Pero el problema reside en que si se hace esta pregunta a lo mejor no se pueden saltar el primer y el segundo paso, y deberían entonces explicar cómo se ha entrado en crisis y cómo se quiere salir de ella. Me temo que sea un maniqueísmo impuesto. Y lo peor, aceptado.

Alfredo Serrano (profesor de Economía, Universidad Pablo de Olavide de Sevilla) ([email protected])


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.