Lenin y su obra (Dopesa, 1977) fue el primer libro publicado por Francisco Fernández Buey [1]. Vinieron luego Ensayos sobre Gramsci (Editorial Materiales, 1978) y Contribución a la crítica del marxismo cientificista. (Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984). Su Marx (sin ismos) (Los Libros del Viejo Topo, 1998) fue su décimo primer libro. En […]
Lenin y su obra (Dopesa, 1977) fue el primer libro publicado por Francisco Fernández Buey [1]. Vinieron luego Ensayos sobre Gramsci (Editorial Materiales, 1978) y Contribución a la crítica del marxismo cientificista. (Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984). Su Marx (sin ismos) (Los Libros del Viejo Topo, 1998) fue su décimo primer libro.
En 1983, FFB publicó sus primeros artículos como marxólogo, sus primeros trabajos directamente relacionados con la obra de Marx: «Las opiniones de Kart Marx sobre arte y literatura», mientras tanto, nº 13, abril de 1983; «La obra de Kart Marx y las ciencias sociales», El Norte de Castilla, abril 1983 y «Nuestro Marx» [2]. Nos detenemos en este último trabajo porque en él están muchas de las claves de su lectura -libre, no usual y nada talmúdica- de la obra del revolucionario de Tréveris.
El artículo «Nuestro Marx», un neto homenaje a Gramsci, está dividido en seis apartados. Me centro en el primero de ellos, allí están algunas de las tesis hermenéuticas (inspiradas en Labriola, Gramsci, Korsch, Sacristán y algún otro autor) más destacadas del marxismo del autor de La gran perturbación.
1. La obra de Marx, sostiene FFB, compone e interrelaciona tres elementos: a) un filosofar aisistemático, polémico, de raíz humanista y materialista, crítico no sólo con la especulación apriorista sino con las ideologías (con la falsa consciencia); b) un análisis económico-sociológico e histórico de los rasgos sustanciales de las principales formas de vida en el capitalismo; c) una teoría de la revolución orientada por una elección de valores «entre los cuales los más salientes son la emancipación del género humano, la igualdad social y el desarrollo omnilateral de las capacidades sentimentales y racionales del ser humano».
2. Estos tres elementos son inseparables y están ya presentes en los escritos de Marx de 1843-1848. Reaparecen (desarrollados, modificados, corregidos en algún caso) en los últimos años de su vida.
3. No hay, pues, ninguna ruptura sustancial en su obra cuanto menos en lo que se refiere a la relación entre filosofía, ciencia, teoría revolucionaria y práctica política.
3.1. Hay maduración eso sí: por estudio particularizado de fenómenos socioeconómicos nuevos, específicos, y por experiencias políticas propias.
3.2. En esta inclinación a la síntesis, a la inseparabilidad de los componentes anteriores, está la originalidad y autonomía del pensamiento marxiano.
3.3. A ella suele hacerse referencia con la palabra método. «Método» en Marx tiene un sentido general y menos preciso que el que se ha hecho presente en la epistemología contemporánea (el uso de método en Marx no es equivalente al uso del término en la expresión «el método de resolución de las ecuaciones cuadráticas»).
3.4. Su metódica, su concepción general del método -la dialéctica crítica y revolucionaria- es un factor «que hace de argamasa entre filosofar, análisis científico propiamente dicho y teoría de la revolución».
4. La dialéctica en Marx no es una lógica contrapuesta a la lógica formal con leyes y principios contrapuestos. No es una ciencia sustantiva en sentido propio. No es exposición reduplicativa de conocimientos adquiridos por las ciencias positivas. No es explicación de realidades mediante la fórmula mágica tesis-antítesis-síntesis. No es el método, felizmente hallado, que permite desvelar cualquier secreto oculto de la realidad social. Tampoco la consciencia que «los científicos de la naturaleza y de la sociedad puedan llegar a tener del trabajo que realizan».
4.1. Marx adoptó el que creyó mejor instrumental metodológico en su época, el que le permitía enfrentarse al chato positivismo de las ciencias sociales de reciente aparición. Ese «método» es el «método hegeliano».
4.2. No hay en la obra de Marx, no hay base alguna, ni historiográfica ni epistemológica, que permita trazar una línea de demarcación entre un Marx hegeliano y un Marx científico.
5. Marx, como no puedo ser de otro modo, usó metáforas no rigurosamente científicas que permitían arrojar luz sobre temáticas, argumentos o puntos de vista. Como Galileo Galilei, por ejemplo. En su caso, en el caso de la obra de Marx, las metáforas (no todas afortunadas) las pone uno de sus maestros, Hegel.
5.1. Si uno piensa que entre análisis y poesía existe alguna diferencia y, además, no se deja convencer por el todo vale de algunos epistemólogos contemporáneos [3], «queda otro camino, el que nos enseñó aquí, con su lectura de Marx, Manuel Sacristán ya en los años sesenta».
6. La dialéctica marxiana sería entonces una concepción del mundo, de la historia y de la producción material y simbólica de los seres humanos que son quienes hacen la historia. La historia no es, contra Althusser, un proceso sin sujeto ni fines. Su objeto, el objeto de la dialéctica, es el propio de las concepciones del mundo: «todos o totalidades, a las que Marx llama concretas para diferenciar su pensamiento del filosofar especulativo.»
6.1. Primer rasgo, pues, de la dialéctica marxiana: el ser pensamiento globalizador, totalizador (generalista, análisis sistémico, intención interdisciplinar).
6.2. Esta dialéctica es materialista: en su comprensión de los conflictos reales decide no acudir a instancias trascedentes.
6.3. Es histórica: aspira a captar las totalidades en su despliegue internamente conflictivo.
6.4. Es crítica: no se limita a la comprensión y explicación de lo que hay socialmente: toma partido por una de las clases sociales en conflicto.
6.5. Es revolucionaria en un doble sentido: capta, en sentido teórico, los puntos débiles del sistema que critica y, en sentido práctico, pretende que la comprensión crítica «arraigue en la mayoría de los explotados y oprimidos llenando de razón su indignación moral».
7. No hay contradicción entre la afirmación marxiana de que existen conflictos reales, objetivos, interno al sistema que apuntan hacia su superación, y la necesidad de que la clase obrera tome consciencia de su situación, se organice y luche por una sociedad de iguales.
8. Síntesis: inseparabilidad del filosofar, de la ciencia y de la política; concepción general del método (la dialéctica) e intención explícita de que creencias morales, hipótesis científicas y consciencia revolucionaria arraiguen en las clases desfavorecidas, en la «intención de fundir ciencia y proletariado, o también «humanidad sufriente que piensa» y «humanidad pensante que sufre».
El análisis político-social de Marx y la neutralidad político-social es el nudo del segundo apartado de este artículo de «Nuestro Paco».
Notas:
[1] Salvador López Arnal y Jordi Mir, «Bibliografía (provisional) de Francisco Fernández Buey». Mientras tanto, nº 119 («Homenaje a FFB (1943-2013)»), pp. 155-201.
[2] Paco Fernández Buey, «Nuestro Marx». Mientras tanto, 16-17, agosto-noviembre de 1983, pp. 57-80.
[3] Véanse las generosas y penetrantes páginas dedicadas por el autor a Paul Feyerabend en una de sus grandes obras, acaso no siempre suficientemente reconocida: La ilusión del método, Crítica, 1991.
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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