Siempre tenemos una filosofía que son las anteojeras con las que vemos el mundo y a nosotros y nuestras relaciones, con los demás y con la naturaleza. Es trabajo del filósofo ver esos presupuestos analizarlos, elaborarlos, hacerlos que fructifiquen y garanticen el mayor bienestar. Pero, la filosofía, como digo, la tenemos todos, filósofos y no filósofos, lo impregna todo. Cada palabra tiene una interpretación, una semántica, a partir de la cual vemos el mundo… Pero, lamentablemente, en la mayoría de los casos se es inconsciente de la filosofía que subyace a nuestra forma de interpretarnos y ver el mundo. Y esto tiene consecuencias que pueden ser graves. También actividades, como pueda ser la ciencia, tienen un presupuesto filosófico, generalmente inconsciente, a partir del cual interpretan y actúan.
Pues bien, el presupuesto de la ciencia que es inconsciente es la filosofía que se forjó en el Renacimiento y que hizo que la ciencia obtuviese grandes éxitos en lo que al conocimiento del mundo se refiere, e inaugura una nueva forma de mirar el mundo inspirada en el trabajo que ya hicieron los griegos, pero no era lo mismo. El nacimiento de la ciencia era algo nuevo e inmenso; una auténtica revolución. A esa visión del mundo se le llama en filosofía el materialismo, pero tiene unos adjetivos detrás: es reduccionista, mecanicista y determinista y lo convierte todo en objeto separado de estudio, incluyendo al hombre (esto es grave porque nos quedamos sin sujeto, por tanto, sin ética. Todo es objeto mecánico y regido por leyes que lo determinan.) La ciencia, cuando actúa desde este presupuesto, que es casi siempre y, además, de forma inconsciente, no se rige por principios éticos, sino por principios de utilidad y poder. El conocimiento se convierte en arma de poder. En la mayor arma que está por encima de las leyes de la ética. Por eso se permite avasallar a los otros hombres y esquilmar la naturaleza creyendo que la domina, cuando en el fondo es dominado, porque somos ineludiblemente naturaleza y nos regimos por sus leyes. Por eso estamos en el colapso civilizatorio y hemos llevado a la naturaleza a una situación en la que la vida humana se hará prácticamente imposible.
En realidad, no es la ciencia la que causa esto, sino el cientificismo, pero es que en realidad es lo que tenemos, cientificismo. Y, por otro lado, la ciencia no es esa actividad heroica de descubrimiento en solitario de los principios y leyes que gobiernan el mundo; sino que la ciencia, el cientificismo (la idea de que todo se explica por la ciencia siguiendo el presupuesto materialista) tiene dueño. Y es el poder político y económico. Por tanto, el cientificismo no es la búsqueda inocente del conocimiento; sino que obedece a los principios e intereses de la política y la economía; por cierto, cada vez más unidas y casi indistinguibles ya. Esto implica que la ciencia es el instrumento del poder económico. Pero, aún más lejos, que el presupuesto filosófico sobre el que opera la ciencia: el materialismo, mecanicista, reduccionista y determinista, es la mejor ideología al servicio del poder. Es más, la economía, como supuesta ciencia, que reniega de sus orígenes éticos y filosóficos, se rige por este paradigma mecanicista-materialista. Y, por eso, todo lo que no entra dentro de los intereses del poder, que no es útil, eficaz, que no se reduce a mercancía, que no se puede objetualizar, pues se intenta eliminar, hacer que no exista: el arte, las humanidades; o se instrumentalizan o se eliminan. Y se eliminan de forma sutil, pero, también, por la fuerza bruta. Y vaya esto último como recordatorio de esos científicos, que en su momento tomaron consciencia del paradigma desde el que actúa la ciencia y de sus relaciones con el poder económico. E investigaron las consecuencias y escribieron libros y artículos, pero fueron marginados porque estaban poniendo una carga de profundidad en el centro de la ciencia y del poder.
Por ello, se desoyen sus investigaciones, sus propuestas no aparecen en los libros de texto, no se estudian en las universidades, no aparecen en los medios de comunicación. Es más, hoy en día, viviendo el pleno colapso civilizatorio y viendo la realidad imparable del cambio climático (respuesta de la Tierra a la acción desalmada del hombre), pues se sigue con la misma actitud desde el poder y con la diferencia inconsciente y no tan inconsciente de la mayoría de la población. Pues, como digo, quiero mencionar aquí a un grupo de científicos e investigadores, que tras largos años de estudio, han abandonado momentáneamente sus investigaciones y han optado por la revolución pacífica: “Científicos por la revolución”. Muchos de ellos saben que no hay vuelta atrás, pero que sí podemos aprender a fracasar mejor, como señala Riechmann, uno de ellos y de los más reconocidos, aquí e internacionalmente. Pues contra estos señores que optan por la revolución pacífica. Y que nos quieren enseñar los entresijos del poder, el paradigma que nos convierte en mercancía, que nos deshumaniza,…y que nos han enseñado un acto de consciencia y de libertad, frente al estado de vasallaje de la inmensa mayoría de la sociedad en la que estamos; pues se ha empleado el poder por la fuerza contra ellos disfrazado de justicia. Pero ya sabemos que el poder judicial no está separado de los otros poderes y que por encima de ellos está el gran poder económico. Sirvan estas palabras como elogio, agradecimiento y en su defensa por el atropello, que una vez más, se comete contra los que ejercen la libertad.
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