Hace cuatro siglos, Galileo publicó el pequeño opúsculo Sidereus Nuncius (Mensajero sideral) que puede considerarse el acta de nacimiento de la ciencia moderna. Se trataba de un informe sobre las observaciones que había podido realizar utilizando un telescopio que él mismo había construido. Gracias a él pudo descubrir las montañas de la Luna, las fases […]
Hace cuatro siglos, Galileo publicó el pequeño opúsculo Sidereus Nuncius (Mensajero sideral) que puede considerarse el acta de nacimiento de la ciencia moderna. Se trataba de un informe sobre las observaciones que había podido realizar utilizando un telescopio que él mismo había construido. Gracias a él pudo descubrir las montañas de la Luna, las fases de Venus y la existencia de satélites en Júpiter, y concluir que el cielo y la Tierra eran partes homogéneas de un único mundo, arrumbando así, en 30 páginas, siglos de especulaciones metafísicas: los humanos no éramos el centro del universo, sino los habitantes de un pequeño trozo del mismo. Otro pensador de la época, Giordano Bruno, había muerto un año antes abrasado en la hoguera por haber especulado con la existencia de infinitos universos.
Las cosas han cambiado en estos cuatro siglos. La proeza de Galileo es ya patrimonio de la humanidad y su modesto telescopio está hoy al alcance de cualquier escolar. Llevamos tiempo embarcados en una odisea apasionante para saber cómo es el universo y tenemos ya constancia empírica de la existencia, no sólo de miles de millones de estrellas y galaxias, sino también de planetas externos. Lo último es que el Observatorio Europeo Austral (institución científica internacional a la que España pertenece) acaba de confirmar el descubrimiento de un nuevo sistema, formado seguramente por siete planetas, en torno a la estrella HD 10180, con algunas características parecidas a las del sistema solar, incluyendo el tamaño de uno de ellos, próximo al de la Tierra ( http://www.eso.org).
Así pues, los astros siguen enviándonos mensajes. Y casi todos van en la misma dirección: no somos nada especial. Nuestra estrella es como otros miles de millones. Nuestra galaxia es una más. Puede haber planetas parecidos al nuestro por todo el universo. Y eso hace que cada vez sea más apremiante la última pregunta: ¿estamos solos? Dada la inmensidad espacial y temporal del universo, no sería imposible que condiciones similares a las que han permitido el desarrollo de la humanidad en la Tierra se hayan dado en otros lugares. Pero al mismo tiempo ¡es tan improbable que suceda lo que sucedió aquí…! Como decía Arthur C. Clarke: «Podemos estar solos o no. Cualquiera de estos pensamientos es aterrador». Mientras tanto, nos queda una alternativa: seguir escuchando el mensaje de los astros y aumentando nuestro conocimiento científico del universo.
Fuente: http://blogs.publico.es/delconsejoeditorial/751/el-mensaje-de-los-astros/