Como se sabe, los negocios pueden dar dinero, pero la amistad raramente lo hace. (Jane Austen) La banda terrorista de Wall Street ha enviado a un representante de su brazo político, un alto cargo del régimen de Washington, Hilary Clinton, en misión recaudatoria a los territorios del extrarradio del imperio. En esta ocasión le ha […]
Como se sabe, los negocios pueden dar dinero, pero la amistad raramente lo hace. (Jane Austen)
La banda terrorista de Wall Street ha enviado a un representante de su brazo político, un alto cargo del régimen de Washington, Hilary Clinton, en misión recaudatoria a los territorios del extrarradio del imperio.
En esta ocasión le ha tocado el turno a España, uno de los territorios que más caro está pagando la crisis de la economía imperial, junto con Irlanda, Grecia y Portugal. A diferencia de otras víctimas de los desvaríos imperiales, España no conoce de primera mano el olor de las bombas recién estalladas, ni el sabor de la arena del desierto, ni la orfandad o la viudedad colaterales en el helor de altas montañas en lejanos países llenos de cabras y soldados estadounidenses. No, el estado español no tiene la desgracia de conocer de cerca tan indeseables escenarios, una circunstancia estrechamente relacionada con la ausencia de recursos energéticos en el subsuelo español.
Son bien distintos los designios que el imperio tiene para países como España, que tan solo puede aportar el sudor de sus ciudadanos como elemento de valor más reseñable, como ya ocurriera con Irlanda, Grecia o Portugal. Pero pareciendo estos sudores poco tributo al régimen de Wall Street, no ha dudado ni un momento en enviar a su recaudadora Hilary a recordar a los españoles que debemos entregar, junto con el sudor presente, una promesa firme del sudor futuro.
La fórmula elegida para transmitir este mensaje de extorsión ha sido la ancestral pero efectiva técnica de «caramelo y palmadita», solo que en esta ocasión, las arcas imperiales se han ahorrado el caramelo. Y la palmadita ha venido en forma de «ánimos»: «Clinton anima a España a continuar con las reformas económicas.» [1] ¿Es que nadie le ha dicho a esta señora que las últimas reformas han provocando un aumento del paro y de la precariedad laboral como solo podía esperarse en un gráfico de tiempos de guerra? Tal vez sí que lo sepa, a estos estadounidenses no se les escapa una, siempre lo tienen todo previsto.
En un amago de «caramelo», la recaudadora de Wall Street, ha comparado a Zapatero con el propio emperador Obama, diciendo que ambos han tenido que tomar medidas difíciles por las que han sido muy criticados. Y sin dejar que la audiencia tome una bocanada de aire fresco, Clinton alaba que se tomen estas decisiones a las que califica de «responsables, independientemente de la controversia política que puedan generar», cuando lo que quería decir es que «estas decisiones deben ser tomadas independientemente de la controversia social que puedan generar». Será cosa de la traducción.
Queriendo destacar como alumno aventajado, alguien del Gobierno español ha debido preguntarle a la recaudadora de Wall Street sobre la conveniencia de adelantar las elecciones, a lo que ésta ha respondido que esos son «asuntos internos» de España. Lamentablemente no piensa lo mismo de las reformas económicas.
Para sellar la relación de vasallaje que nos une de forma inextricable con el imperio, la mensajera del miedo ha dejado claro que «las reformas deben continuar hasta que den sus frutos» y que España puede contar con la «amistad permanente» de Estados Unidos. Una amistad que nos presiona para participar en guerras como la de Afganistán o Libia, en las que las muertes de civiles son atentados si las causan los «enemigos» y «daños colaterales» si las causan los «aliados»; guerras en las que recursos energéticos o posiciones geoestratégicas son el último objetivo. Todavía estamos a la espera de ver la contrapartida que ofrecen estos enemigos de la paz a sus extorsionados amigos.
Tal vez no exista tal contrapartida y la recompensa consista en no convertirse también en blanco de sus iras y sus codicias, tal vez todo se resuma en el bíblico «el que no está conmigo, está contra mí»
Puede que solo sean impresiones mías , pero creo que con amigos así, no son necesarios los enemigos. 
Fuente: http://