Una de las palabras a destacar y mejor presentadas mediáticamente hablando en la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid… MIEDO. Al hilo, hace un par de años, leía el libro de Bude (2017) La sociedad del miedo (estado en el que se encuentra el sujeto moderno). Del mismo modo, unos cuantos años antes, 1998, oí por primera vez hablar del término “La pensée unique” (expresión intelectual con pretensión universalizante), una década después se comenzó a hablar con asiduidad de la “complejidad” (relacionar comportamientos no evidentes) para pocos años después y como consecuencia de la misma surgió estandarizándose como término al uso en toda charla política, la “incertidumbre” (ninguna posibilidad de prever el futuro).
La relación entre ellas están más que aparentemente relacionadas sobre todo si atendemos al objetivo de crear un imaginario social capaz de funcionar en todas y cada una de nuestras mentes. Y es que el término miedo ha venido con la intención de quedarse, pero… miedo a ¿qué? Pues podríamos hablar de miedo a enfermedades terminales, miedo a las expectativas laborales, miedo al cambio de ciudad, e incluso miedo a comprometerse, en definitiva, estaríamos hablando que éste, el miedo, nos ha ido conformando y ha hecho que el sujeto con el paso del tiempo (edad) se vuelva más conservador y con menos intención respecto a innovar por “miedo” a lo desconocido (incertidumbre).
Como vengo señalando, el miedo nos conforma, nos ha conformado como especie y ha resultado en ocasiones dinamizador de todo desarrollo humano. Ahora bien, lo que intencionadamente ha hecho la OTAN en la cumbre de Madrid, no va en esa línea y sí en poner en relación los términos anteriormente citados: pensamiento único, complejidad, incertidumbre, miedo, y que encajan perfectamente como piezas de un puzzle no causal pasando así a ser lanzaderas de unas políticas cuyo objeto no es otro que intentar dar respuesta al cambio de paradigma en el que nos encontramos.
Y desde la OTAN se ha apostado y se ha optado a sabiendas de que está todo por venir y a sabiendas de que desconocen lo que está por venir, la incertidumbre les envuelve, la complejidad y la tan variable cantidad de posibilidades hacen que cualquier teoría de juego se quede corta, pero han visto que este nuevo paradigma de profunda incertidumbre e incalculables consecuencias, sea al menos algo seguro para ellos… ¿pero a costa de qué?
La teoría del miedo, por la que se ha optado y tan bien han presentado, tiene o puede tener consecuencias que no han valorado, es evidente la inmediata, que se ha comenzado a dar, el miedo ha generado cierta inseguridad y sobre todo se ha presentado como miedo a una potencial guerra, un estado pre-bélico, en el que se venderán más armas, de hecho, ese efecto se ha conseguido, y a la larga la posibilidad que el miedo a una guerra permita una ciudadanía si cabe, más amansada.
Ahora bien, ¿qué otras consecuencias se podrían derivar? Sostengo que al utilizarse tan prioritariamente y taxativa el término miedo, lo que se presenta ante esa sociedad es un tomarse el pulso, saber o mejor dicho conocer cuáles son sus límites. Un clásico de la sociología Geiger, describió por 1932 y en vísperas del nacionalsocialismo alemán, a una sociedad dominada por miedos represivos, las pérdidas de prestigio, frustraciones y situaciones en los que los hombres se ponen a la defensiva. Un miedo basado en la sensación de que lo hasta ahora vivido ha pasado a ser obsoleto y las consiguientes consecuencias y necesidad de cambio de modelo social y político a re-escribir. ¿Qué podríamos aprender?
El miedo convierte al ser humano, conservador, paraliza iniciativas, genera temor y vuelve a la persona dependiente de seductores mentores y es que el miedo posibilita jugar y estirar al máximo a una mayoría (masa) que calla, porque nadie se atreve a alzar la voz. El poco sospechoso, Roosevelt (considerado uno de los mejores estadistas mundiales) allá por 1933 dijo respecto al miedo… “Lo único de lo que tenemos que tener miedo, es del propio miedo”. Y es que, con el miedo o las políticas del miedo, surge la seguridad como problema sociológico y ocupación sociopolítica.
Al introducir de una manera tan simple el término miedo lo que se está reforzando es la amenaza constante de exclusión, lo que acarrea una pérdida de referencias, individuos más desprotegidos y vulnerables porque ha desaparecido, se ha roto la cohesión orgánica y social. Un miedo que hace que sospechemos del otro, nos vigilemos con cierto recelo, escepticismo, envidia y sin sentirnos a gusto consigo mismo; que reproduce una constante pregunta en cada uno de nosotros/as… ¿quién me va a engañar? Las consecuencias del introducir el miedo tal y como la ha venido a hacer las iluminadas mentes de la OTAN recogen de manera tácita parte de lo aquí expuesto y nos re-sitúa ante la única certeza de que como decía la canción de ABBA “El ganador se lo lleva todo”, pero… ¿cómo se sienten los perdedores, que, a lo sumo, se les indemniza con las sobras?
José Turpín Saorín es antropólogo.
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