Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez
Islandia, por supuesto, representa uno de los grandes episodios de catástrofe económica de todos los tiempos. Su economía, capaz de brindar a su población un nivel de vida decoroso, fue secuestrada de forma efectiva por una combinación de ideología de libre mercado y capitalismo de colegueo; una de las comunicaciones (en formato pdf) presentadas en la conferencia celebrada en Luxemburgo a la que acabo de asistir muestra que los beneficios de la burbuja financiera han recaído de forma abrumadora sobre una pequeña minoría que ocupa la cima de la distribución de rentas:
Y en el proceso de construcción de emporios financieros de vida efímera, un puñado de operadores han acumulado una deudas ingentes que ahora se espera que devuelvan sus conciudadanos.
Pero la historia tiene una coda curiosa. A diferencia de otras economías desastrosas de la periferia europea (que tratan de rehabilitarse a base de austeridad y deflación), Islandia ha acumulado tanta deuda y se ha visto sumida en una situación tan apurada que la ortodoxia carecía de sentido. De modo que, por su parte, Islandia devaluó su moneda enormemente e impuso controles al capital.
Y ha sucedido algo extraño: aunque, en general, se considera que Islandia ha atravesado la peor crisis financiera de la historia, el castigo recibido ha sido en realidad sustancialmente inferior al de otros países.
Veamos la evolución del PIB:
Y ésta es la evolución del empleo:
La moraleja de la historia parece decir que si vas a sufrir una crisis, es mejor que sea una mala, mala de verdad. De lo contrario, acabarás siguiendo el consejo de quienes te aseguran que lo que te curará la enfermedad será más sufrimiento aún.