Primero vino la decisión del 9 de abril, cuando el presidente venezolano Hugo Chávez, tras una larga lucha de los trabajadores, renacionalizó la acería Sidor que un gobierno anterior había privatizado en 1997. Poco después la Fuerza Socialista Bolivariana de Trabajadores, una fracción de la Unión Nacional de Trabajadores (central chavista) se separó y lanzo […]
Primero vino la decisión del 9 de abril, cuando el presidente venezolano Hugo Chávez, tras una larga lucha de los trabajadores, renacionalizó la acería Sidor que un gobierno anterior había privatizado en 1997.
Poco después la Fuerza Socialista Bolivariana de Trabajadores, una fracción de la Unión Nacional de Trabajadores (central chavista) se separó y lanzo una llamada a una nueva federación nacional.
A los dos días, el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Roberto Hernández (miembro del Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, que había formado parte del Partido Comunista de Venezuela, PCV) reemplazó como Ministro de Trabajo a José Ramón Rivero, miembro de la FSBT a quien los trabajadores de Sidor acusaban de oponerse a su lucha.
Estos sucesos han vuelto a poner de relieve la cuestión del papel de los trabajadores en la Revolución Bolivariana de Venezuela cual participación como clase organizada en este proceso que busca construir el socialismo del Siglo XXII ha sido, en el mejor de los casos, esporádica.
Sindicatos neoliberales
Antes de la elección de Chávez (1998) dos partidos tradicionales habían dominado por cuarenta años el sistema político venezolano: los demócratas cristianos del COPEI y los socialdemócratas de AD (Acción Democrática). La principal federación de sindicatos, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) se había subordinado rápidamente, tras originarse en luchas de los trabajadores, al AD. Durante las décadas del 80 y del 90 se convirtió en un bastión de apoyo a las políticas de los sucesivos gobiernos neoliberales.
En 1998, Chávez llegó a la presidencia con una plataforma antineoliberal. El contexto era de privatización rampante, creciente informalización, desempleo en alza violenta y 80% de pobreza. Su elección no solo puso fin a futuras privatizaciones (entre otras, estaban en carpeta la industria petrolero y de electricidad) sino que además dio lugar a una nueva era de políticas de estado dirigidas a darle poder a los pobres y los explotados. Esto provocó un impacto profundo en el movimiento obrero.
En 2005 visitábamos Venezuela. Un grupo de sindicalistas de la ciudad industrial de Valencia nos comentaba por entonces lo que había significado para los trabajadores la presidencia de Chávez. «Si recorres las fábricas, verás que en todas han brotado nuevos grupos [de sindicalistas] porque ganaron referendos; las nuevas leyes [introducidas por el gobierno de Hugo Chávez] los protegen», nos explico Luis Flugo. Flugo es uno de los militantes sindicalistas de las nuevas camadas, y en ese momento su sindicato estaba en una lucha que llevaba ya 9 meses contra la compañía de gaseosas Aseven (KR).
«Eso es lo que ayudó a quitarse las anteojeras y ver que los trabajadores pueden ganar sus derechos». Las nuevas leyes autorizaban a los trabajadores a tener referendos en sus lugares de trabajo, donde decidirían quién supervisaría su convención colectiva; con esto se abría el camino para que una nueva generación militante surgiera de las bases.
Las nuevas leyes y la política gubernamental dieron herramientas a la lucha de los trabajadores. Pero lo que sacudió profundamente al movimiento obrero fue la lucha desde abajo. A partir de fines de 2001, la CTV empezó a colaborar abiertamente con la federación patronal Fedecámaras en una ola de protestas derechistas antigubernamentales, y terminó participando del fallido golpe contra Chávez de abril de 2002. En ese contexto, un conjunto de sindicalistas prorevolucionarios votó en septiembre de ese año contra la ruptura de la CTV para constituir una nueva federación de trabajadores: prefirieron seguir dando la lucha para conquistar la conducción de la CTV.
La Nueva Federación
Los trabajadores, como clase organizada, entraron en la liza por la revolución debido al lockout patronal que se inició en diciembre de 2002 (y que, otra vez, tuvo abierta participación de la CTV). Hubo una ola de cierres de fábrica, y en especial un cierre y sabotaje gerencial de la petrolera nacional venezolana PDVSA. En ese momento los trabajadores entraron en la escena y comenzaron a tomar control de sus fábricas; en particular, volvieron a poner en marcha los sectores eléctrico y petrolero, lo que fue crucial para quebrar el lockout patronal.
Esto llevó a una ruptura definitiva con la CTV; los sindicalistas militantes trataron de constituir una nueva federación de trabajadores revolucionaria.
El 5 de abril de 2003 nació la Unión Nacional de Trabajadores. El 24 de octubre de 2005, Diana Barahona escribía para la revista CounterPunch que si bien «quedaron irresueltos [en el primer congreso de la UNT] asuntos fundamentales, esenciales para un sindicalismo democrático…, sobre los principios y el plan de acción había un acuerdo general.»
Desde el gobierno -y a partir de la constitución- se apoyó la participación obrera y la cogestión en la industria; hubo una moratoria oficial en los despidos de los trabajadores peor pagados. Los afiliados a la UNT crecieron espectacularmente: en 2003-2004, representó el 76,5% de las convenciones colectivas firmadas y superó rápidamente a la CTV como principal federación de trabajadores.
Pese a este crecimiento, solo poco más del 20% de la fuerza laboral formal está sindicalizada, y el 47% de los trabajadores, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, están en el así llamado «sector informal».
En 2005 se llegó al pico máximo, cuando alrededor de un millón de trabajadores participó de la marcha caraqueña del Primero de Mayo organizada por la UNT bajo la consigna «Cogestión es revolución», y «Los trabajadores venezolanos estamos construyendo el socialismo bolivariano».
Tanto Chávez como el movimiento obrero hicieron propia la consigna «Fábrica cierra, fábrica abierto bajo control obrero»: una lista de 800 fábricas que, en todo el país, habían sido cerradas, quedaron señaladas para su recuperación.
Divisiones y retrocesos
Sin embargo, tres años después solo se había recuperado un manojo, y en varios casos de importancia hubo retrocesos en los procesos de cogestión obrera, incluso algunos que fueron derrotados por completo.
Muchos sindicalistas admiten hoy que el movimiento obrero nunca estuvo tan disperso y fragmentado como ahora, a 9 años de gobierno de Chávez. A esto han contribuido varios factores, incluidas agrias divisiones en el movimiento sindical mismo, la diversidad de visiones sobre la experiencia cogestionaria, y asuntos tales como la autonomía y democracia sindical.
Desde su origen mismo, la UNT naufragó en debates y conflictos internos. La ausencia de estructuras internas y la horizontalidad, quizás necesarias al principio pero jamás corregidas, llevaron a que la UNT tuviera 21 coordinadores nacionales. El forcejeo fraccional llevaba a postergar permanentemente las elecciones, y las diferencias políticas, junto a las rivalidades personales, dominaron cada vez más la federación. Se llegó al punto de que cada corriente actuara independientemente de las otras, aunque todas en nombre de la UNT.
Esta falta de estructura llevó a que la Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela (CUTV), alineada con el PCV, decidiese quedar fuera de la UNT.
Ya para cuando se celebró el segundo congreso, en 2006, habían aparecido cinco grandes corrientes políticas: la FSBT (originalmente, Fuerza Bolivariana de Trabajadores; antecede a la UNT como corriente de la CTV) dirigida por Oswaldo Vera; la corriente de Alfredo Maneiro y sus dirigentes clave Ramón Machuca (siderúrgico) y Franklin Rondón (sector publico); el Colectivo de Trabajadores en Revolución (CTR), dirigido por Marcela Máspero; la Corriente Clasista, Unitario Revolucionaria y Autónoma (C-CURA), dirigida por Orlando Chirinos y Stalin Pérez Borges; y Autonomía Sindical, un grupo más pequeño que dirige Orlando Castillo (aliado en ese tiempo con el PPT, Patria Para Todos).
La FSBT y la corriente de Alfredo Maneiro incluían dirigentes de las mayores federaciones sindicales (en especial en el sector públicos y en la industrias de propiedad estatal, donde trabajaban para mantener el control); en cambio, CTR y C-CURA se concentraron en promover la discusión de la cogestión y en ganar los nuevos sindicatos emergentes, que brotaban por lo general en el sector privado.
La situación estalló con una discusión envenenada que tuvo lugar en el congreso de 2006. Formalmente, se discutía el cronograma electoral. Pero esto enmascaraba en realidad diferencias personales e ideológicas, incluyendo la de cómo relacionarse con el gobierno de Chávez.
CCURA parecía tener la mayoría. Planteó la realización de elecciones inmediatas. Las demás fracciones plantearon que debían posponerse hasta después de las presidenciales del 2006, para no restar fuerzas a la campaña. El congreso terminó en el mayor desorden, y desde entonces la UNT dejó de funcionar, de hecho, como federación nacional, pese a que sigue habiendo cierta cantidad de regionales fuertes.
Otro rasgo del movimiento sindical, que se agrega a estas divisiones, y que llama mucho la atención en medio de los revolucionarios cambios sociales que tienen lugar en Venezuela, es la ausencia de toda estrategia política orientada a la profundización del proceso bolivariano hacia la construcción de un socialismo y de un control genuino de los trabajadores.
Esto se refleja en el abrumador economismo de sus planteos. El académico marxista canadiense Michael Lebowitz lo describe en estos términos: «Toda su orientación es hacia la elevación de salarios, y tienden a actuar como una aristocracia obrera en una sociedad llena de pobres».
Al igual que su antecesora la CTV, la UNT ha evitado, por lo general, la organización de los trabajadores del sector informal. Esencialmente se dedica a las exigencias de la capa más privilegiada de los trabajadores venezolanos. Esto llevó a que el movimiento sindical organizado y las masas de venezolanos pobres que constituyen la columna vertebral de la revolución bolivariana transiten caminos que no se tocan.
Los nuevos hechos políticos
En 2007 una serie de nuevos hechos políticos -la formación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que une muchos grupos favorables a Chávez y centenares de miles de chavistas, la propuesta de reformas constitucionales de Chávez que apuntan a «abrir el camino al socialismo» y la designación de José Ramón Rivero, líder de la FSBT, como Ministro de Trabajo- provocaron nuevos debates en el movimiento sindical.
Si bien casi todas las corrientes acordaban en la necesidad de incorporarse al PSUV, la CCURA no estuvo de acuerdo. Un ala, dirigida por Chirinos, se basó en comentarios de Chávez sobre la «autonomía sindical» para rechazar el ingreso al PSUV y pasar a posiciones de mayor dureza frente al gobierno que incluyó una llamada al voto nulo en el referéndum de la reforma constitucional del 2 de diciembre de 2007.
Pero la mayoría de CCURA votó a favor del ingreso al PSUV, constituyendo la corriente Marea Socialista bajo la conducción de Stalin Pérez Borges.
Una serie de conflictos crecientes entre los trabajadores y el estado abonaron el debate sobre cómo debía vincularse con el gobierno el movimiento obrero. A medida que crecía la presión por la participación obrera, hubo fracciones de la burocracia estatal que, defendiendo sus propios intereses, empezaron a minar activamente el proceso.
Un ejemplo es lo ocurrido en la eléctrica estatal CADAFE. Allí, tras una larga lucha donde se ganó el derecho de los trabajadores a participar de la convención colectiva, y a tras el establecimiento de comités de trabajadores para llevarlo a la práctica, la gerencia se movió de tal modo que aplastó toda participación real y la limitó a decidir qué decoración navideña debería cubrir los salones de las oficinas administrativas.
En varias y diversas esferas de la sociedad venezolana se ha repetido este patrón de conducta: las bases, aliadas con Chávez, empujan a favor del poder popular, los sectores de la burocracia estatal, que no quieren ceder el control, resisten. Estos intereses creados coinciden con el ala derecha del campo chavista, que tiene fuerte peso institucional y trata de sofrenar el proceso revolucionario.
El conflicto ha llevado a una discusión sobre el papel que deberían tener los trabajadores en el manejo de la economía. Hay quienes apoyan uno de mayor pasividad, mientras otros exigen una participación y un control obreros más activos.
Como respuesta, se constituyó el FRETECO (Frente Revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupados), que agrupa buena parte de los trabajadores en las pocas fábricas recuperadas que aún existen.
El nombramiento de Rivero como Ministro de Trabajo dio un impulso espectacular al conflicto entre el movimiento obrero y el estado.
Se metió en las peleas para promover su propia corriente, la FSBT. Llegó a ponerse del lado de las patronales, como en el caso de Sanitarios Maracay, una fábrica ocupada de cerámicos donde, según afirman los trabajadores, intervino para crear un sindicato paralelo y devolverle la planta al patrón. La situación se hizo más aguda en Enero, con la pelea por Sidor.
Tras más de un año de lucha por el convenio colectivo, los trabajadores de Sidor se vieron de pronto enfrentados abiertamente no solo con la gerencia sino también con las políticas del gobernador «chavista» local, Francisco Rangel Gómez, y con las del Ministro de Trabajo, quien trató de imponer un referendo sobre la oferta salarial final de la empresa. En determinado momento, la Guardia Nacional y la policía local reprimieron brutalmente, con gases lacrimógenos y balas de goma, a los trabajadores.
El Ministro de Trabajo, además, calumnió a los trabajadores de Sidor: los acusó de «contrarrevolucionarios» y mintió al afirmar que habían apoyado el lockout patronal de diciembre de 2002. En realidad, habían tomado control de la planta, heroicamente, para ayudar a quebrarlo.
Finalmente, Chávez sobrepaso a Rivero para solucionar la situación, remplazándolo con el vicepresidente Ramón Carrizales, quien el 9 de abril anunció que su gobierno había decidido nacionalizar la planta.
«Este es un gobierno que protege a los trabajadores» dijo Carrizales, «y jamás se pondrá del lado de una compañía transnacional».
Nuevo vigor en el movimiento obrero
Los trabajadores de Sidor habían venido reclamando esto desde mucho tiempo atrás. La decisión dio nuevas fuerzas al movimiento obrero, como explica Marcos García, un dirigente del sindicato del sector publico, FENTRASEP: «Con la victoria de los trabajadores de Sidor y el pueblo de Guayana, que lograron la nacionalización del principal productor de acero de América Latina, el movimiento obrero produjo un cambio en todo el país».
Fue entonces que Rivero lanzó un ataque público contra la UNT, declarando al diario regional venezolano Notitarde que «la Unión Nacional de Trabajadores no representa el espíritu del proceso revolucionario venezolano».
El 13 de abril, Rivero anunció, junto al Diputado de la Asamblea Nacional y coordinador del FSBT Osvaldo Vera, la constitución de una nueva federación sindical nacional. Llamó a los sindicatos a desafiliarse de la UNT, y se declaró sostenido por 17 de las principales federaciones sectoriales.
Pero Chávez, durante un acto ante 300 000 partidarios durante el sexto aniversario del golpe de 2002, elogió a los trabajadores de Sidor. Y llamó a la clase trabajadora a tomar un «papel protagónico» en la revolución. «La clase trabajadora», insistió, «es fundamental en toda revolución socialista».
En lo que parece un repudio claro del derechismo de Rivero en Sidor y de su apoyo público a la partición de la UNT, dos días después fue echado, reemplazado por Roberto Hernández.
El nuevo ministro llamó a la unidad, y propuso una constituyente sindical para refundar el movimiento obrero. Tiene el apoyo de C-CURA, Marea Socialista y CTR.
Un tema importante es lo que vaya a pasar en Sidor: ¿se desplegará el espíritu creador que demostraron durante el combate sus trabajadores, y participarán activamente de la gestión de la empresa? ¿O se los hará volver a la simple lucha por un convenio colectivo mejor, como ya sucedió con los trabajadores del sector eléctrico?
Y el movimiento obrero tiene preguntas aún más amplias ¿Podrá superar su seria división, que podría llegar a profundizarse con el llamado por una nueva federación, alternativa a la UNT?
No cabe duda de que, como mínimo, la UNT tiene que ser fundada de nuevo. Pero para ello se hace necesario un diálogo entre las distintas corrientes, y -más importante aún- un proceso democrático que permita a los trabajadores de filas crear un movimiento sindical genuinamente revolucionario, capaz de hacer que la revolución bolivariana avance hacia el socialismo.
[Kiraz Janicke escribe para Venezuela Analysis. Federico Fuentes es cooperante del Centro Internacional Miranda en Caracas, Venezuela, y parte del redaccion en Caracas del periodico australiano Green Left Weekly]