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Entrevista a Giaime Pala sobre Cultura clandestina. Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo (y III)

«El mundo al que miraban los intelectuales del PSUC fue el del PCI, más abierto, creativo y culturalmente productivo que el del PCF»

Fuentes: Rebelión

Giaime Pala es doctor en Historia por la Universidad Pompeu Fabra y profesor asociado en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad de Girona. Forma parte del consejo de redacción de la revista Mientras tanto. Nuestra conversación se centra en su último libro Cultura clandestina, Granada, Comares 2016.   *** Hablas en el […]

Giaime Pala es doctor en Historia por la Universidad Pompeu Fabra y profesor asociado en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad de Girona. Forma parte del consejo de redacción de la revista Mientras tanto. Nuestra conversación se centra en su último libro Cultura clandestina, Granada, Comares 2016.  

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Hablas en el capítulo VII del enfrentamiento entre el comité de intelectuales y Gutiérrez Díaz, el que sería posteriormente secretario general del PSUC. ¿No es en cierto modo paradójico? ¿No era el Guti también un intelectual?

Antes de su detención en 1962, Antoni Gutiérrez Díaz militó en la célula de médicos del Comité de Intelectuales por ser pediatra. Pero él no se veía como un intelectual ni sentía, a diferencia de sus compañeros, interés por los debates culturales de la época. Él era un hombre de acción y un militante que daba lo mejor de sí en ámbitos como el de la política unitaria, donde realizó un magnífico trabajo. Quien sugirió a la dirección su nombre como nuevo responsable del Comité de Intelectuales fue Manuel Sacristán en 1966. Pero fue una decisión equivocada, de la que el mismo Sacristán no tardó en arrepentirse: el Guti nunca entendió los problemas y las exigencias de los intelectuales, porque no era el hombre idóneo para ocuparse de ellos ni llegó a gustarle ese cargo. De ahí los violentos conflictos que protagonizó con los miembros del Comité de Intelectuales hasta que la dirección le relevó a principios de 1971. Fue una decisión tomada a destiempo, desde luego. Y que deterioró notablemente la militancia de los intelectuales.

En el epílogo hablas muy elogiosamente de Nous Horitzons. Escribes por ejemplo: «Y el nivel de calidad alcanzado por NH en los años 1960-1963 y, más todavía, en 1967-1971, no tiene comparación con ninguna otra revista cultural del PCE. Ni siquiera con la interesantísima, aunque demasiado escorada hacia la cultura humanista, Nuestras Ideas (1957-1962) de Fernando Claudín y Manuel Azcárate». ¿No se escoró NH también hacia el mismo ámbito? ¿No fueron predominantemente los artículos políticos, históricos, filosóficos y literarios los muy predominantes en la publicación?

No siempre. Sobre todo en la etapa en que Nous Horitzons pudo contar con una redacción en Barcelona (formada por Sacristán, Josep Fontana, Francesc Vallverdú, Josep Termes, Xavier Folch, Giulia Adinolfi y otros) Nous Horitzons también se ocupó mucho de sociología del trabajo, economía, derecho, agricultura, etc. Lo curioso es que son artículos que los historiadores de hoy no usan para sus investigaciones, pero que son muy interesantes y a veces eran el fruto del trabajo de militantes que acopiaban, con mucho esfuerzo, información precisa acerca de esos temas. En suma, Nous Horitzons fue una revista cultural más completa y madura que las que editó el PCE.

Finalizas con el asunto del V Congreso. ¿Fue tan determinante ese congreso para la evolución, para la ruptura y casi desaparición del PSUC? Tampoco la situación del PCE fue boyante y no tuvo un congreso de estas características.

Aquel congreso, y más en general la implosión del PSUC a principios de los ochenta, representó un hecho traumático para toda una generación de activistas comunistas. Sobre todo porque fue un proceso violento, caracterizado por peleas y discusiones que rompieron amistades y afinidades políticas que se creían consolidadas. ¿Se podía haber evitado? Probablemente no, porque ese congreso fue la cristalización de problemas que venían de lejos y de divergencias internas sobre la política que siguió el PCE/PSUC en los años de la Transición. Con todo, yo creo que el PSUC, aun de haberse mantenido unido y cohesionado, no podía evitar ser redimensionado políticamente a partir de los ochenta. Es decir, no veo cómo podía esquivar la crisis que experimentaron todas las organizaciones comunistas europeas en los años ochenta y noventa debido a la crisis de sus bases obreras, duramente atacadas por las reconversiones industriales acaecidas en todo el continente (y sobre todo en el sur) y por la solidez de la hegemonía cultural y política que supieron construir las derechas neoliberales del mundo occidental. Lo digo porque en la memoria de muchos antiguos militantes es fuerte la sensación de que la historia de la izquierda catalana podría haber sido diferente si aquel PSUC no hubiese entrado en un espiral de lucha fratricida. Yo, en cambio, creo que, además de la dinámica interna española, no hay que olvidar el contexto internacional para explicar la parábola del PSUC.

Unas preguntas finales, sin pedirte largos desarrollos. No citas a Francisco Fernández Buey en el libro si no ando errado. ¿Por qué? ¿No fue un intelectual destacado y un militante muy activo del PSUC?

Porque Paco (le llamo Paco, así, a secas, porque fue mi director de tesis y un amigo) fue hasta 1972 un militante del sector estudiantil, que yo no he analizado en mi libro porque los estudiantes comunistas no eran propiamente intelectuales, sino «intelectuales en formación» que apenas hacían trabajo cultural y que se volcaban más bien en tareas de agit-prop y de organización en las facultades. Hasta que se licenció en 1972, este fue el trabajo que Paco hizo en el PSUC. Después, su militancia fue algo más dispersa en un momento en que el Comité de Intelectuales del Partido fue disuelto. Y, en todo caso, se centró sobre todo en organizar el movimiento, políticamente plural, de los Profesores No Numerarios. Si bien fue un militante estudiantil carismático y escribió algunos textos de interés antes de 1973-1974, Paco emergió realmente como intelectual sólo a partir del inicio de la Transición.

¿La intelectualidad del PSUC tuvo al PCI como modelo? ¿Siempre a partir de los años cincuenta? ¿Sin apenas observaciones críticas?

El mundo al que miraban los intelectuales del PSUC fue, desde 1956, el del PCI. Un mundo más abierto, creativo y culturalmente productivo que el del PCF (que era el referente de los dirigentes del partido). Ello se debió a la influencia de Manuel Sacristán y de su mujer, la hispanista italiana Giulia Adinolfi, que había sido militante del PCI antes de trasladarse a Barcelona para vivir con su marido. Era una mujer culta, respetada y que contribuyó a dar a conocer el comunismo italiano.

¿Qué intelectuales europeos, americanos o de otros lugares del mundo influyeron en los intelectuales catalanes de aquellos años? Te cito tres, por ejemplo: Althusser, Lukács y Geymonat.

Yo mencionaría sobre todo a Gramsci y a Lúkacs, dos intelectuales leídos y ampliamente discutidos por los intelectuales de izquierdas. Y de quienes tomaron categorías analíticas para desarrollar sus trabajos sobre filosofía, literatura, historia y otros ámbitos. En la segunda mitad de los cincuenta fue fuerte también la influencia de Sartre y, aunque no fuera un autor marxista, de Jaume Vicens Vives, con el que trabajaron militantes del PSUC como Josep Fontana, Jordi Solé Tura o Francesc Vallverdú. A finales de los sesenta, tuvo un cierto impacto el libro del checo Radovan Richta «La civilización en la encrucijada». Y a partir de los setenta fue fuerte también la influencia de Althusser y, sobre todo en el grupo de Bandera Roja, Nicos Poulantzas.

Muchos de los intelectuales del PSUC, ¿no se alejaron de la organización cuando vieron que la fuerza institucional más importante se ubicaba en otras siglas y en otras coordenadas político-ideológicas?

Sí. Pero insisto en que no podemos analizar el caso de los intelectuales del PSUC como aislado de las dinámicas políticas europeas. A partir de principios de los años ochenta, y paralelamente a la ya mencionada crisis que experimentaron muchos partidos comunistas, se asistió en toda Europa al tránsito de numerosos intelectuales comunistas hacia los partidos socialdemócratas. Un fenómeno que se aceleró con la caída del muro de Berlín. El único partido comunista que consiguió mantener hasta 1989 un notable poder de atracción hacia los intelectuales, esto es, el Partido Comunista Italiano, optó por disolverse y transformarse en una organización ligada a la Internacional Socialista. Y a inicios de los noventa, el Partido Comunista Francés ya no seducía a la intelectualidad francesa. Demasiado a menudo, el mundo comunista interpretó este fenómeno en términos de «oportunismo» político. Pero sería reductivo limitarnos a esta explicación. También deberíamos considerar otros factores: la idea que un cambio social radical se había vuelto inviable (o sea, el llamado «desencanto») y que era mejor actuar en partidos más moderados, un clima de restauración ideológica neoliberal al que no fue fácil oponerse, la oferta de trabajo público cualificado y de plazas académicas que mantuvieron los partidos socialdemócratas hasta prácticamente el inicio de la presente crisis (y que creó consenso en la intelectualidad europea), etc. Todos estos son temas que deberían ser estudiados en una óptica comparada y que nos dirían mucho acerca del presente. Porque, con su aceptación da la política austeritaria de la Unión Europea – que ha comportado el empobrecimiento de la clase media intelectual y la dificultad para hacer carrera académica − los partidos socialistas tienen ahora enormes dificultades para conectar con la joven intelectualidad progresista.

¿Quieres añadir algo más?

Darte las gracias por invitarme a hablar del libro y, así, recordar a intelectuales que contribuyeron a crear, con mucho esfuerzo y riesgo personal, una cultura democrática en este país.

Gracias a ti por todo. Por el libro, por la entrevista, por tu tiempo y por tus magníficas reflexiones.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes