Maduro asumirá nuevamente el gobierno con una oposición fragmentada y una situación económica y política fuera de todo control. Las tensiones geopolíticas se suman al precario estado del país. En el chavismo, aparecen voces disidentes. El 10 de enero, cuando Maduro vuelva a ponerse la banda presidencial, se evidenciará el nuevo escenario de confrontación. […]
Maduro asumirá nuevamente el gobierno con una oposición fragmentada y una situación económica y política fuera de todo control. Las tensiones geopolíticas se suman al precario estado del país. En el chavismo, aparecen voces disidentes. El 10 de enero, cuando Maduro vuelva a ponerse la banda presidencial, se evidenciará el nuevo escenario de confrontación.
Nicolás Maduro tomará posesión de su segundo mandato en una situación paradojal. Resultó elegido, pero sin competencia en la arena electoral y política. Su partido maneja 20 de las 24 gobernaciones, 310 de las 335 alcaldías y la totalidad de la Asamblea Nacional Constituyente. Además, el Plan de Recuperación Económica que encaminara semanas después de su triunfo electoral del 20 de mayo se ha disuelto sin resultados tangibles de mejoría. La hiperinflación, la caída del PIB y el resto de los indicadores económicos muestran que el empeoramiento del país no parece haberse detenido después de cuatro meses de ejecución. Así, Maduro llega nuevamente al gobierno sin mucho que plantear, debido a que su principal ofrecimiento electoral, un programa para la recuperación económica, fracasó entre la elección del 20 de mayo y su toma de posesión. Esto lo deja sin capacidad de producir expectativas de que pueda controlar la caótica situación económica en el sexenio próximo.
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