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El nuevo siglo del viento

Fuentes: inSurGente

Cuando en el tercer tomo de su extraordinaria trilogía sobre la historia de América Latina -escrita en lenguaje sentipensante a manera de crónica de hechos y de emociones-, Memoria del Fuego, Eduardo Galeano bautizó al siglo XX como El siglo del viento, tal vez no pensaba que el viento -viento del pueblo- amainaría en los […]

Cuando en el tercer tomo de su extraordinaria trilogía sobre la historia de América Latina -escrita en lenguaje sentipensante a manera de crónica de hechos y de emociones-, Memoria del Fuego, Eduardo Galeano bautizó al siglo XX como El siglo del viento, tal vez no pensaba que el viento -viento del pueblo- amainaría en los años finales de la centuria -se decretó incluso el final de todo vendaval, ventisca o ventolina- pero que volvería a soplar, huracanado, incontenible, en el siguiente siglo.

Apenas nacido el milenio ya podemos hablar de un nuevo siglo del viento. En 1984, última fecha de los hechos narrados en el libro de Galeano, o en 1986, fecha de su primera edición, nadie podría tal vez imaginar un extraordinario encuentro como el que ha tenido lugar hace unos días en La Habana. Confluencia de vientos caribeños y andinos. Un hecho histórico con apariencia puntual pero que condensa años de debate para convertir una esperanza y una voluntad compartidas en un proyecto común y que asume siglos de continuas luchas sociales, anunciando caminos de liberación continental y de revuelta. La Alternativa Bolivariana para las Américas -el ALBA de los pueblos- cumplía en Cuba su primer año de vida y enlazaba las aspiraciones revolucionarias de Venezuela, Cuba y Bolivia, en una estrategia común.

Tal vez pocos llegaron a calibrar en el momento de los hechos la enorme importancia histórica, para América Latina y para el mundo, que tuvo la derrota del golpe mediático-militar del 11 de abril de 2002 en Venezuela.

El pueblo que bajó de los cerros y algunas unidades militares con espíritu bolivariano rescataron a Hugo Chávez de su cautiverio y pusieron en fuga a Pedro Carmona -proclamado dictador que asumió todos los poderes-, el «miembro-marioneta» de la oligarquía venezolana y del Imperio. Los golpistas -incluida la corrompida organización sindical CTV- lo volverían a intentar solo ocho meses después con el lock-out empresarial y el sabotaje petrolero que comenzó en diciembre del mismo año y se prolongó durante cerca de dos meses.

Chávez y la revolución bolivariana recogieron el ejemplo de Cuba, hicieron fructificar la enorme resistencia del pueblo cubano al acoso de los EEUU y a las precariedades del «período especial», y rompieron al mismo tiempo su aislamiento.

Chávez, además, agrietó y en parte desmoronó uno de los elementos de poder con el que contaban los EEUU para su control de América Latina. La nueva Bolivia de Evo Morales, tampoco sería posible sin que el germen bolivariano que cambió al ejército venezolano, hubiese contagiado también, ya se verá en que grado, a las fuerzas armadas de Bolivia.

La recapitulación de los logros del ALBA en su primer año de vida es la expresión más clara de su naturaleza, una evidencia sobre sus extraños principios económicos y comerciales que no se basan en el mercado -es decir en la desigualdad y en el beneficio empresarial- sino en las necesidades populares, en la respuesta a las precariedades de las mayorías, en la cooperación, la solidaridad y la complementariedad.

Lo primero que destaca en los 199 proyectos que según Fidel se pusieron en marcha entre Cuba y Venezuela en diciembre de 2004, es la sencillez y la relación inmediata con los problemas más evidentes que tienen los pueblos de los dos países. Claro que esa relación y esa evidencia son totalmente desconocidas para los políticos neoliberales dentro y fuera de América Latina.

Al destacar el éxito de los acuerdos, Fidel mencionó como logro más relevante «la declaración de Venezuela como territorio libre de analfabetismo». Inmediatamente, el veterano pero siempre joven revolucionario señaló las enormes diferencias entre las concepciones y la filosofía del ALBA y las del denominado consenso de Washington que gobierna soberanamente en Occidente y en los países sometidos a su imperio. Para ello formuló una cuestión muy simple: «me pregunto porqué el mundo no es territorio libre de analfabetismo si hace menos de dos años fue que comenzó en Venezuela la campaña para enseñar a leer y a escribir a los iletrados. Habría que resucitar a Diógenes, obsequiarle una linternita y decirle que vaya a Venezuela a buscar un analfabeto, y que descubra también cuántos semianalfabetos van quedando (en un país en el que se han abierto enormes posibilidades para que los alfabetizados continúen sus estudios)».

La Operación Milagro, respuesta a otra evidente necesidad popular, ha supuesto que hasta el momento 220.571 pacientes hayan mejorado o recuperado su visión, salvando de la ceguera a decenas de miles de personas, la mayoría también venezolanas. Otra necesidad social invisible para los guardianes de los derechos humanos en el mundo y no evaluada en absoluto por el Dios Mercado.

En los próximos meses se abrirán en Venezuela 600 centros de diagnóstico integral (equivalentes a policlínicas), otras tantas salas de terapia y rehabilitación, y 25 centros de diagnósticos de alta tecnología. La cuestión es garantizar una atención sanitaria completa y dirigida a toda la población. Esa intención tan poco liberal también es ajena por completo a las más desbocadas pulsiones solidarias del conservadurismo compasivo que promociona Washington como receta compatible con la Libertad.

En el ALBA, como en los procesos económicos reales, tiene una enorme importancia el capital humano y el criterio de que la necesidad define el esfuerzo económico necesario y empleado. «La voluntad política y la participación de un pueblo es lo fundamental» -ha sintetizado Chávez-.

Cuba ha mantenido a 23.000 médicos -una cifra casi increíble- en la misión Barrio Adentro de Venezuela para llevar la salud a los barrios y los poblados en el campo.

«Todo el petróleo de Venezuela, por más que hubiese querido su gobierno, jamás hubiese podido conformar un sistema nacional único de salud sin el aporte de esos médicos y profesionales de la salud cubanos», ha insistido en esa verdad el presidente bolivariano.

Lo más destacado, sin duda, de la Alternativa Bolivariana es el enorme crecimiento de los intercambios regidos por esos principios. El año pasado el intercambio de solidaridad y de asistencia mutua entre Venezuela y Cuba alcanzó ya la cifra de 2.400 millones de dólares. Mucho más importante en el plano de la integración social es el intercambio humano: médicos y especialistas en tecnología de salud cubanos en Venezuela, miles de estudiantes venezolanos en Cuba.

La integración de Bolivia al ALBA ha perfilado todavía más este nuevo modelo de integración basado en la solidaridad y la satisfacción de necesidades con las aportaciones posibles de todos los países. Cuba construirá 20 hospitales en Bolivia, mantendrá los 600 médicos ya enviados con ocasión de las graves inundaciones de hace unos meses y, con Venezuela, colaborará en una campaña de alfabetización: en castellano, quechua, aymará y guaraní.

Venezuela aportará de manera inmediata combustible refinado a Bolivia, y Caracas y La Habana absorberán la producción de soja boliviana que ha perdido el mercado colombiano al firmar este país el Tratado de Libre Comercio con los EEUU.

La fuerza de atracción del ALBA se está manifestando como extraordinario en una región con gravísimas y crecientes necesidades sociales. Haití ha expresado ya su intención de incorporarse y lo mismo han hecho los representantes del Frente Sandinista, posibles ganadores de las próximas elecciones en Nicaragua. Petrocaribe, un proyecto de suministro garantizado, a precios preferenciales y con financiación barata, de petróleo venezolano a los pequeños países caribeños, es otro de los proyectos que confluyen y comparten principios con la Alternativa Bolivariana.

Las aportaciones mutuas establecidas con criterios no prioritariamente mercantiles, son un instrumento poderosísimo de integración económica, cultural y humana. Ahí están los 10.000 estudiantes de medicina venezolanos y los 4.500 bolivianos que aprenderán algo más que ciencias médicas en Cuba.

La filosofía de la solidaridad y de la integración aparece reflejada en los siguientes fragmentos de la Declaración Conjunta cubano venezolana con la que se inició el proceso del ALBA (1):

«Dejamos claro que si bien la integración es, para los países de la América Latina y el Caribe, una condición imprescindible para aspirar al desarrollo en medio de la creciente formación de grandes bloques regionales que ocupan posiciones predominantes en la economía mundial, sólo una integración basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de avanzar todos de consuno hacia niveles más altos de desarrollo, puede satisfacer las necesidades y anhelos de los países latinoamericanos y caribeños y, a la par, preservar su independencia, soberanía e identidad.»

«Coincidimos plenamente en que el ALBA no se hará realidad con criterios mercantilistas ni intereses egoístas de ganancia empresarial o beneficio nacional en perjuicio de otros pueblos. Sólo una amplia visión latinoamericanista, que reconozca la imposibilidad de que nuestros países se desarrollen y sean verdaderamente independientes de forma aislada, será capaz de lograr lo que Bolívar llamó «…ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria», y que Martí concibiera como la «América Nuestra», para diferenciarla de la otra América, expansionista y de apetitos imperiales.»

«Expresamos asimismo que el ALBA tiene por objetivo la transformación de las sociedades latinoamericanas, haciéndolas más justas, cultas, participativas y solidarias y que, por ello, está concebida como un proceso integral que asegure la eliminación de las desigualdades sociales y fomente la calidad de vida y una participación efectiva de los pueblos en la conformación de su propio destino.»

    1. «El comercio y la inversión no deben ser fines en sí mismos, sino instrumentos para alcanzar un desarrollo justo y sustentable, pues la verdadera integración latinoamericana y caribeña no puede ser hija ciega del mercado, ni tampoco una simple estrategia para ampliar los mercados externos o estimular el comercio. Para lograrlo, se requiere una efectiva participación del Estado como regulador y coordinador de la actividad económica.
    2. Trato especial y diferenciado, que tenga en cuenta el nivel de desarrollo de los diversos países y la dimensión de sus economías, y que garantice el acceso de todas las naciones que participen en los beneficios que se deriven del proceso de integración.
    3. La complementariedad económica y la cooperación entre los países participantes y no la competencia entre países y producciones, de tal modo que se promueva una especialización productiva eficiente y competitiva que sea compatible con el desarrollo económico equilibrado en cada país, con las estrategias de lucha contra la pobreza y con la preservación de la identidad cultural de los pueblos.
    4. Cooperación y solidaridad que se exprese en planes especiales para los países menos desarrollados en la región, que incluya un Plan Continental contra el Analfabetismo, utilizando modernas tecnologías que ya fueron probadas en Venezuela; un plan latinoamericano de tratamiento gratuito de salud a ciudadanos que carecen de tales servicios y un plan de becas de carácter regional en las áreas de mayor interés para el desarrollo económico y social.»

….

Notas.-

(1).-Texto completo de la Declaración Conjunta:

http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2004/esp/d141204e.html.