«Estados Unidos es el estado ilegal por antonomasia». Noam Chomsky El 2019 se va y quedará en los anales como el año en que se ha dado un golpe de gracia a las normas más elementales del derecho internacional desde América Latina, encabezado por el imperialismo estadounidense y secundado, entre muchos, por la Unión Europea […]
«Estados Unidos es el estado ilegal por antonomasia».
Noam Chomsky
El 2019 se va y quedará en los anales como el año en que se ha dado un golpe de gracia a las normas más elementales del derecho internacional desde América Latina, encabezado por el imperialismo estadounidense y secundado, entre muchos, por la Unión Europea y el régimen colombiano. Y el laboratorio de experimentación para matar lo poco que quedaba de legalidad internacional ha sido Venezuela. Por eso, en este artículo nos referimos exclusivamente a temas relacionados con Venezuela, porque los mismos son representativos de la forma como se ha pisoteado el Derecho Internacional por países que se proclaman como «Estados de Derecho» (mejor sería decir, de Derecha).
No estamos diciendo que solo se haya violado el derecho internacional este año, como si antes se hubiera respetado por parte de los grandes poderes imperialistas y sus lacayos de diversos lugares del mundo. Lo que estamos señalando es que en este año se avanzó negativamente hacia la defunción de cualquier norma de derecho internacional, generando peligrosos precedentes en materia de violación de ese derecho, que no pueden pasar desapercibidos, por sus implicaciones de larga duración para el futuro de las naciones y los pueblos sojuzgados del planeta.
Reconocimiento de Juan Guaidó como «presidente encargado» de Venezuela
El 23 de enero, aupado por el gobierno de los Estados Unidos, un individuo hasta ese momento desconocido, de nombre Juan Guaidó, que presidía la Asamblea Nacional de Venezuela se auto-proclamó como «presidente encargado» de Venezuela. Esto en cualquier otro momento no hubiera pasado de ser una anécdota sin importancia, que no merecería ni una nota a pie de página, algo así como lo acontecido a Pedro Carmona El Breve en el intento de golpe de Estado de 2002 contra el gobierno de Hugo Chávez. Pero, como parte de la estrategia imperialista de Estados Unidos de derrocar el gobierno legítimo de Nicolás Maduro, ese hecho anecdótico adquirió trascendencia, puesto que ese sujeto auto-proclamado como presidente fue reconocido por el gobierno de los Estados Unidos y 59 gobiernos del mundo, entre ellos el de Colombia.
Lo llamativo del caso estriba en que un sujeto que apenas había alcanzado unos pocos votos para llegar a la Asamblea Nacional, que ni siquiera formaba parte de los «líderes duros» de la oposición venezolana, haya sido catapultado desde esa Asamblea, controlada por la oposición, a la de «Presidente» de un país. Este hecho significa simplemente que ya no se respetan ni siquiera los procedimientos formales demoliberales y se abre la puerta a que cualquiera cuando quiera se auto-designe como presidente o presidenta como acaba de suceder en Bolivia.
Lo peor radica en que, pese a que el autoproclamado no controle ningún territorio ni tenga ningún poder real, se le reconozca como «presidente» de un país y ese reconocimiento se haya mantenido durante un año y los medios de desinformación del mundo lo llamen «presidente» y al mandatario legítimo lo tilden de «usurpador», «dictador» y otras lindezas por el estilo.
«Ayuda humanitaria» y alianza de Guaidó con los paramilitares colombianos
La auto-proclamación de Guaidó y el apoyo de los delincuentes de la «comunidad internacional» ha sido solamente el primer paso de un guión pre-establecido, encaminado a derrocar a un gobierno e imponer a otro, y para hacerlo posible era necesario pasar del reconocimiento «diplomático» al terreno de la acción. Y eso se planeó desde las altas esferas del poder real (el de los Estados Unidos, la CIA y sus testaferros). Y para ello se organizó una pretendida «acción humanitaria» para invadir a Venezuela, violar sus fronteras y destruir su soberanía y el gobierno que prestó su territorio para agredir a otro fue el de Colombia, en concreto el régimen de Iván Duque. Y para rubricar esa injerencia nada mejor que contar con el «autoproclamado» en territorio colombiano, para recibir órdenes directas de sus mandamases de la gusanería de Miami. Y ese sujeto se trajo al territorio de Colombia, se le montó en helicóptero presidencial y se le trasladó a Cúcuta, el sitio escogido como epicentro de la agresión, desde donde intervenían en forma directa tres presidentes de Sudamérica (el de Colombia, Chile y Paraguay) y funcionarios del gobierno de Donald Trump y de la CIA.
¿Pero cómo llegó Guaidó a Cúcuta? ¿Quién lo trajo? Al principio y en medio de la parafernalia triunfalista de los golpistas se presentó una narrativa casi épica de los obstáculos que debió vencer el auto-proclamado, pero que pocas semanas después de demostró falaz y menos prosaica, puesto que estaba contaminada de paramilitares colombianos. ¿Pero estos actuaron solos, movidos por su propia iniciativa? Para nada, actuaron en consonancia con el gobierno colombiano que, a su vez, cumplía órdenes de los Estados Unidos. Y en escena aparecieron los «rastrojos» que se tomaron fotografías de primer plano con Juan Guaidó. Estas fotografías confirman que Juan Guaidó pasó de ser «Presidente» (virtual) de Venezuela a ser el jefe internacional de la banda criminal de los Rastrojos, famosos en Colombia por enterrar a sus víctimas en hornos crematorios, al estilo nazi. De esa estatura moral es el individuo que dice ser presidente de Venezuela, y a ase sujeto es el al que respaldan los Estados Unidos y el régimen colombiano, que entre otras cosas, no ha podido explicar por qué los paramilitares trasladaron a Guaidó y por qué fue recibido directamente de sus manos para trasladarlo en un helicóptero de la Presidencia de la República hacia la ciudad de Cúcuta.
Claro, no es la primera vez ni será la última que el imperialismo y el régimen colombiano acuden a criminales con el prontuario de los Rastrojos. No, eso no es nuevo. Lo novedoso estriba en que eso se hizo para organizar un golpe de Estado e intentar derribar al gobierno legítimo de otro país y esa acción era aplaudida por varios presidentes de Suramérica y tres de ellos en forma personal desde Cúcuta coordinaban la agresión. Difícil encontrar en la historia reciente del mundo un ejemplo más brutal y cínico de pisotear la soberanía y autodeterminación de un país.
Intento de golpe y refugio de un terrorista en la embajada de España
Como el intento de hace pasar la «ayuda humanitaria» fue un soberano fracaso para Estados Unidos y sus vasallos latinoamericanos, se recurrió nuevamente, como se ha hecho en numerosas oportunidades, a las acciones de fuerza y se pretendió un golpe militar, el que fue anunciado por falsimedia mundial, como el hecho definitivo para terminar con el «usurpador». Esto que solo fue ruido, porque no se produjo el tan mentando levantamiento militar, facilitó la fuga del criminal Leopoldo López de la prisión domiciliaria en la que se encontraba, condenada por sus crímenes durante las guarimbas de 2014. Y este sujeto criminal fue acogido en la embajada de España. Es decir, que salió de la prisión a una sede diplomática de un país de la Unión Europea que reconoce a Guaidó y como resultado de un fallido golpe de Estado. En otros términos, un país que se dice democrático (aunque tenga un Rey que pretende impartir lecciones de democracia en Cuba y a los cubanos) resulta amparando en su sede diplomática a un terrorista confeso, condenado por sus crímenes por la justicia venezolana, y luego de huir tras un fallido golpe de Estado. Lo verdaderamente llamativo radica en que la liberación de Leopoldo López fue aprobada por un «indulto presidencial» de Juan Guaidó, en el mismo momento de intentar un golpe de Estado y eso hecho ilegal y casi cantinflesco fue aceptado por el gobierno de España, que en forma cínica agregó que rechazaba cualquier intento de golpe de estado, pero que sin embargo acoge como refugiado a uno de los golpistas. El gobierno de España, además, no supo explicar las extrañas modificaciones internas en el sitio de refugio de López, donde se removían grandes cantidades de tierra con la pretensión de fraguar la fuga del terrorista, mediante la construcción de un túnel, muy al estilo del Chapo Guzmán. Hasta allá puede llegar la descarada intromisión en los asuntos internos de Venezuela por parte de un país Europeo, que al parecer piensa que todavía nos encontramos en tiempos de la colonia.
Y el hecho adquiere más relieve si recordamos que ese mismo gobierno de España es el que ha perseguido a los independentistas de Cataluña, quienes han sido condenados a varios años de cárcel, sin que ninguno de ellos haya realizado actos terroristas, como los que ha efectuado Leopoldo López. En breve, el típico doble rasero de los que siguen creyendo que son una potencia mundial: en su territorio juzgan como terrorismo un acto de insubordinación e independencia y en lo que siguen considerando sus «dominios coloniales», como Venezuela, se ampara y protege a terroristas y criminales, que acaban de huir de la prisión, luego de participar en un golpe de Estado. ¡Bonita autoridad y moral la que destila España para el resto del mundo!
Reconocimiento de Guaidó por la OEA
Si algo se ha confirmado en este 2019 es la célebre afirmación originada en Cuba, que se le atribuye a Raúl Roa y Fidel Castro, que dice que La OEA es el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos. Eso sí que se ha refrendado este año con varios hechos, como el reconocimiento a Guaidó y el respaldo al golpe de Estado en Bolivia. Bueno, esto último no es novedoso, puesto que en otros momentos la OEA ya ha cumplido un papel similar, como en República Dominicana en 1965, cuando se produjo una brutal invasión militar de los Estados Unidos, que fue respaldada por la OEA, con el voto favorable, por supuesto, de Colombia. Lo primero si es negativamente novedoso, porque no tiene antecedentes que al mismo tiempo que un gobierno miembro que estaba en curso de retirarse de la OEA (término que se cumplía en abril de 2019), un «presidente autoproclamado» haya sido reconocido y se haya aceptado a su representante (es decir, el designado por el títere Guaidó) como el Embajador de Venezuela en la OEA. Esto parece diplomacia de ciencia ficción llevada al extremo: quienes son usurpadores se proclaman representantes de un país y, además, son reconocidos por una instancia diplomática del continente que luego, para completar, van a hablar en nombre de Venezuela para realizar todas sus acciones criminales contra el pueblo de Venezuela. Y todo esto ha sido auspiciado por los Estados Unidos y ha contado con el apoyo de regímenes abyectos como el de Colombia.
Como para que no quede duda, este hecho grotesco se produjo en la reunión de la OEA, realizada en la ciudad colombiana de Medellín. Pero como siempre queda dignidad, en esta ocasión fue la delegación de Uruguay la que habló claro y se retiró de ese conclave cuasi mafioso, señalando: «· la presencia de una delegación supuestamente representante del gobierno de un país que se ha retirado de la Organización -y que no es reconocido por la mitad de la membresía de la OEA―, carece de toda legitimidad, violenta su normativa jurídica y sienta un gravísimo precedente para el futuro de la Organización, minando seriamente la credibilidad de la Secretaría General».
Oficina de asuntos para Venezuela de Estados Unidos funciona en Bogotá
En el mes de agosto, el gobierno de Estados Unidos anunció la apertura de una Oficina sobre asuntos venezolanos, con el fin de «restaurar la democracia» y el «orden constitucional» en el país vecino. Esa oficina se abrió en Bogotá, desde donde se organizan las conspiraciones contra el gobierno venezolano, como se ha vuelto costumbre desde los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, en una práctica que fue continuada por Juan Manuel Santos y ahora ha sido llevada al extremo del descaro por el régimen de Iván Duque. No por casualidad, Francisco Santos, Embajador de Colombia en los Estados Unidos, reconoce en conversaciones privadas, que es necesario mantener «acciones encubiertas» contra el gobierno de Nicolás Maduro, en vista de que la oposición está debilitada y la «operación humanitaria» fue un soberano fracaso.
Así como desde Miami se organizan saboteos, acciones terroristas y crímenes contra Cuba, por parte de los Estados Unidos y los exiliados de extrema derecha, ahora ese nefasto rol lo desempeña Bogotá, convertida en sede de toda laya de criminales y asesinos de la «oposición venezolana», sostenida y apoyada en forma directa por el gobierno de Duque, que cumple así su papel de ser el sirviente más barato e incondicional de Estados Unidos, en su estrategia golpista contra el gobierno de Venezuela.
Esto tampoco podría considerarse como algo nuevo, porque en sucesivas ocasiones Estados Unidos lo ha hecho, como lo hizo contra el gobierno sandinista de Nicaragua en la década de 1980, financiando mercenarios que operaban desde Honduras. Sí, pero lo nuevo, estriba en que esa acción de alguna manera se encubría, se disimulaba y además se efectuaba desde un país regido por una dictadura. No, ahora, eso se hace a la luz del día, sin ocultar nada, y con el apoyo abierto, tanto que se utiliza nuestro territorio como base de operaciones, de un régimen que se ufana de «dar lecciones de democracia» y de afirmar que Colombia es un estado de Derecho.
Se revive un cadáver insepulto de la guerra fría: el TIAR
Si algo faltaba para comprobar el carácter retrogrado de los Estados Unidos y sus socios es el proyecto de restaurar la Guerra Fría, en la acepción plena del término. O más precisamente, es proyectar desde un país donde la Guerra Fría nunca terminó, como lo es Colombia, la misma lógica anti-comunista al resto del continente. En efecto, se ha revivido un fantasma terrorífico forjado en 1947, y en cuya redacción participaron políticos colombianos (como Eduardo Santos y Alberto Lleras), como muestra de la vocación estructural de tipo proimperialista de las clases dominantes de Colombia. Ese fantasma es el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), urdido por los Estados Unidos después del fin de la Segunda Guerra Mundial para asegurar su hegemonía en el continente.
Ese espectro anti-comunista ha sido revivido en este malhadado 2019, y nuevamente, vaya casualidad, por los Estados Unidos y su vasallo más incondicional, el régimen colombiano, en el seno de la OEA, como mecanismo para ser utilizado contra Venezuela. Y este hecho ha sido profundamente ilegal, porque en la resurrección del TIAR ha participado el «representante» del autoproclamado Guaidó.
A propósito del TIAR y su verdadero carácter de instrumento de sometimiento imperialista, valga recordar dos detalles históricos relacionados con Estados Unidos y Colombia, durante la guerra de las Malvinas de 1982. En ese momento, Estados Unidos no apoyó a Argentina sino a un poder extra-continental (La Gran Bretaña) y el gobierno colombiano de ese entonces, presidido por Julio César Turbay Ayala, con el argumento que el TIAR era defensivo y no bélico, sostuvo que no se podía respaldar a Argentina que fue el que atacó a Inglaterra. Este fue el entierro de tercera clase que Estados Unidos y Colombia le dieron al TIAR, al que no aplicaron cuando se requería solidarizarse con un país del continente americano en una guerra contra una potencia europea. Ahora, 37 años después se revive ese cadáver insepulto, por parte, lo que no es casual, de Estados Unidos y sus lacayos de Colombia.
Nuevamente, como se trata de agredir un país vecino, sometido a las presiones imperialistas, el régimen colombiano se alinea con los agresores y exalta el carácter agresivo del TIAR. No nos sorprende, pues eso es típico del comportamiento incondicional y servil de las clases dominantes de Colombia y su Estado con respecto a los Estados Unidos. Y otra vez, como muestra de dignidad y soberanía, Uruguay fue el único país que se opuso a la reactivación del TIAR.
Mentiras oficiales en la ONU del «humanista» Iván Duque
Otro hecho que no puede olvidarse en el 2019, por su nivel de infamia y por lo que representa en términos de violación de la soberanía de un país, fue el patético discurso de Iván Duque en la Asamblea General de la ONU, en donde esgrimió y mostró pruebas falsas sobre Venezuela, como forma de justificar las acciones criminales emprendidas contra el vecino país. Claro, tampoco es la primera vez que se miente abiertamente en la sede de la ONU, puesto que en ese sentido los discursos de los presidentes de los Estados Unidos o de los primeros ministros de Israel son siempre un culto a la mentira, el embuste, el engaño, la felonía y el crimen. Lo novedoso es que sea el presidente de un país tropical, dependiente y subordinado, como lo es Colombia, quien sea el encargado de enfilar baterías contra Venezuela, cumpliendo al pie de la letra las órdenes y propósitos de los Estados Unidos. Y además para justificar la agresión recurra a mentiras, inventos, calumnias en el principal órgano diplomático del mundo. Una muestra hasta dónde puede llegar la ignominia y el «humanitarismo» del presidente de Colombia, que además presume de ser humanista e incluso intenta disertar (balbucear) sobre el asunto, en una recopilación de artículos periodísticos que ha convertido en libro y que cuenta con un elogio, como no podía faltar, de Mario Vargas Llosa, que lo pinta como un extraordinario pensador y joven humanista. En este caso, hay una afinidad de dos mentirosos, que tienen en común su odio visceral al pueblo venezolano.
Desalojo violento de la embajada de Venezuela en Estados Unidos
Otra clara violación del derecho internacional perpetrado por los Estados Unidos en este 2019 se dio en Washington con la ocupación violenta de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela el 16 de mayo. Este hecho, una abierta violación a la Convención de Viena de 1951, que regula el comportamiento legal de las representaciones diplomática, por encima de los intereses de un Estado específico, se presentó luego de que un grupo de ciudadanos estadounidenses, con la aprobación del legítimo gobierno venezolano, ingreso para impedir que fuera tomada por los partidarios de Juan Guaidó. Desde cuando los seguidores del gobierno de Maduro ingresaron a la Embajada fueron sometidos a un asedio permanente, por parte de miembros de la oposición venezolana y de las autoridades de los Estados Unidos, quienes en lugar de protegerla, como era su deber y obligación, se aliaron con los agresores. A la embajada se le cortó el servicio de agua, luz, teléfono y se dejó que quienes estaban adentro fueran agredidos física y verbalmente por los seguidores de Guaidó. En el documento de desalojo, el gobierno de Estados Unidos reconoce a Carlos Vecchio, designado por Juan Guaidó, y ordena la expulsión de los ocupantes, tras lo cual ingresaron policías de Estados Unidos a la sede diplomática, esgrimiendo esta amenaza: «Cualquier persona que se rehúse a obedecer con las exigencias y órdenes de desalojar la propiedad estará violando la ley federal y del distrito de Columbia, y podría ser arrestado y procesado criminalmente». Como quien dice, nada importan las normas ni leyes internacionales, que Estados Unidos se las puede pasar por la faja cuando le venga en gana. Y esto con la complicidad de la Unión Europea, de gobiernos latinoamericanos y del conjunto de delincuentes que conforman ese cartel mafioso que se autodenomina «comunidad internacional».
Luego del desalojo brutal de la policía, pisoteando el principio de inviolabilidad territorialidad de que goza cualquier embajada y representación diplomática, haciendo lo mejor que saben hacer, como los cowboys en el lejano oeste, sacaron a los ocupantes y le entregaron la sede a Carlos Vecchio, nombrado por el autoproclamado Juan Guaidó como su Embajador en los Estados Unidos.
Pero ya quedó establecido el hecho de impunidad imperialista, como bien lo dijo uno de los activistas que fue desalojado «al violar la Convención de Viena EE.UU. envía un mensaje al mundo de que las embajadas en Washington no están protegidas por la ley internacional». En concreto, Estados Unidos hecho por la borda el artículo 22 de la Convención de Viena que dice textualmente: «Los locales de la misión son inviolables. Los agentes del Estado receptor no podrán penetrar en ellos sin consentimiento del jefe de la misión».
Conclusión
En este 2019 que fenece Estados Unidos, en compañía de la Unión Europea y de sus lacayos de América Latina ha dado pasos firmes para enterrar lo poco que quedaba de Derecho Internacional. Sucesos como la entrega de Julian Assange al gobierno inglés, por parte del régimen de Lenin Moreno de Ecuador, el reconocimiento de la ocupación israelí de los Altos de Golán (territorio sirio) por parte del gobierno de los Estados Unidos, la absurda exigencia del régimen de Iván Duque a Cuba para que le entregue a la dirigencia del ELN, desconociendo los protocolos firmados durante los diálogos con esa insurgencia…. se inscriben en esa misma lógica de darle jaque mate a cualquier norma medianamente civilizada de derecho internacional. Ahora, lo que vuelve a imperar es la ley de las cañoneras, el «derecho» del más fuerte, el poder del «matón del barrio», con lo cual se borran los intentos de «civilizar» las relaciones internacionales entre los Estados. Y si alguien ha soportado ese proceder de Estados Unidos y de sus sirvientes es Venezuela, como lo hemos mostrado en este artículo. Todo eso demuestra que a la pregunta: «¿Quién es la comunidad internacional?», la respuesta más concreta es la que da Noam Chomsky: «Es Washington y cualquiera que coincida con nuestro gobierno».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.