Siempre he sentido una especial impotencia a la hora de leer, opinar o escribir sobre Venezuela y más concretamente sobre el presidente Chávez. Es tanta la basura que se vierte sobre él, falsa en el 90% de los casos, y tan grande el silencio de lo mucho o poco bueno que pueda hacer que uno […]
Siempre he sentido una especial impotencia a la hora de leer, opinar o escribir sobre Venezuela y más concretamente sobre el presidente Chávez. Es tanta la basura que se vierte sobre él, falsa en el 90% de los casos, y tan grande el silencio de lo mucho o poco bueno que pueda hacer que uno siempre va contracorriente si trata de valorar su política o su alternativa bolivariana.
Pero dado los difíciles momentos por los que su salud atraviesa -Dios quiera que viva muchos años mas- y antes de que se sigan esparciendo tan injustamente más opiniones tendenciosas contra su persona, quiero públicamente mostrar mi apoyo hacia la persona que consiguió reducir la pobreza en Venezuela a la mitad (y la extrema en un 70%), que logró generar un importante crecimiento del empleo y que ha sido revalidado y elegido presidente de una manera democrática con el apoyo de un 55% de los votos y la dirección de 20 de las 23 gobernaciones del país.
Confesada nuestra posición y dado que no soy un experto en temas internacionales (pese a osar escribir en un diario venezolano como es el Nuevo Día de Falcón), me remitiré a dos opiniones diferentes y -para mi- muy significativas: Una del Diario.es y otra del COR de Cádiz.
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En la primera, Ignacio Escolar resume en 20 cuadros «los 14 años en el poder de Hugo Chávez en Venezuela a través de los datos brutos y sin adjetivos que hablan por sí solos que Venezuela no solo no va tan mal como nos la pintan, sino que «es el quinto país exportador de crudo del mundo y el primero en reservas». http://www.eldiario.es/escolar/Venezuela-Hugo-Chavez-punado-graficos_6_86151394.html. Y eso que aunque destaca diversos claroscuros (reducción de la pobreza, mejora en la educación y en la sanidad, o reducción del paro, por un lado, y aumento de la criminalidad, caída de la bolsa, o descenso de inversión extranjera, por otro), y aunque trata de desmotar algunos tópicos, como que Venezuela es un país con un gasto militar desmesurado, no creáis que aporta una radiografía completa pues, entre otras cosas, omite todos los datos sociales que proporcionan organismos como UNESCO, CEPAL o UNICEF, como, por ejemplo, la reducción de la pobreza a la mitad según la CEPAL (la ONU latinoamericana) o el acceso a la sanidad pública, la alimentación o la educación universal,
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En la otra, el comunicado del gaditano Comité de solidaridad «Oscar Romero» que reproduzco íntegro dado que dicho texto no lo he visto aún publicado en internet y con el que, además, me identifico plenamente, por lo que con su permiso, he parafraseado su mismo titular.
El rostro oculto del Presidente Chávez
Por el Comité Oscar Romero de Cádiz. España
De todos es sabido, que cuando los grandes medios de comunicación se empeñan en mejorar la imagen de una persona, es fácil conseguirlo. Y que cuando quieren desprestigiarla, tampoco les es difícil lograrlo. El poder de los medios es incuestionable y no en vano, la clase política ansia tanto su uso y control.
Cuando esta hegemonía informativa es controlada por el poder económico, como es normal en los grandes medios («Los grandes medios, o los medios de los grandes» que decía Pedro Casaldáliga-), la verdad o realidad que se vende es la que interesa a estos poderosos. Se podrían evidenciar, a diario, innumerables ejemplos donde se venden mentiras por verdades, se ocultan incómodas realidades, se falsean hechos inculpadores y se priorizan o subrayan noticias «basuras» e intrascendentes, ante otras relevantes, que se invisibilizan. Basta con sesgar la información, ya que el mundo es tan complejo en sí, como para inducir o confundir al personal. Decía Malcon X: «Si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido».
Tal es el caso de Hugo Rafael Chávez Frías. Los grandes medios de comunicación están continuamente ametrallando al presidente venezolano con adjetivos malintencionados como: «Tirano», «payaso», «populista» o «dictador», entre otros, y con viles reproches siempre fundamentados en falsas noticias o manipulados acontecimientos, desde los sucesos de Puente LLaguno (que, para mayor disparate, llegó a concedérsele un célebre premio español, al autor de una fotografía trucada sobre dichos incidentes) hasta la «prohibición de actuar en Venezuela al cantante español Alejandro Sanz, pasando por «vetados dibujos animados», el conflicto de RCTV, la aireada «compra de armas» y un sinfín de mentiras, perversos montajes periodísticos, tergiversación de declaraciones y de sibilinos eufemismos que ocultan la verdad. Todo ello, orquestado, con el propósito de desacreditar personalmente al notable presidente. Críticas totalmente alejadas de la realidad, si se observan sus hechos y las consecuencias, que es lo que demuestra, mejor que las palabras, los verdaderos valores de una persona o de una institución.
El periódico español «El País», por ejemplo, uno de sus más interesados detractores, publicó entre el 15 de Enero y el 15 de Marzo del 2008, 142 artículos sobre Venezuela, es decir, una cobertura asombrosa de 2,4 comunicaciones diarias. De estas publicaciones 5 fueron editoriales y 21 artículos de opinión, todos ellos con una tendencia claramente negativa y contraria al gobierno venezolano.
Escribe Pascual Serrano en su excelente libro: «Desinformación. Como los medios ocultan el mundo»: «Cuando los medios deciden estigmatizar y criminalizar a un gobernante, la primera medida es convertirle en noticia constante. Es la política informativa del silencio/portada, que consiste en mantener en la agenda al que hay que desprestigiar y silenciar al gobernante dócil, aunque en realidad lo que se silencia son sus políticas y cualquier movilización o crítica que haya contra ellos por parte de los ciudadanos de ese país. Basta comprobar que los españoles nunca habían recibido tanta información, y reconocido de forma tan familiar, a un presidente venezolano o boliviano, como ocurre ahora con Hugo Chávez o Evo Morales».
La presencia continua de un país en la actualidad informativa logra hacer llegar a las audiencias una imagen de crisis, conflicto o inestabilidad. Merece la pena observar las temáticas que llevaron a Venezuela a ese protagonismo y plantearse cuál hubiera sido la cobertura si, esos mismos asuntos, se hubiesen producido en otros países. Los grandes medios, cuando quieren, templan el fuerte viento donde se producen tempestades y azotan las mayores tormentas donde existe la calma.
Si analizamos con detalle los «escándalos» por los que Venezuela es protagonista en los medios de comunicación, llegaremos a la conclusión de que siempre se trata de cuestiones y asuntos cotidianos y comunes en otras naciones, y, sin embargo, se convierten en crítica, crisis política, indignación o burla hacia el país que gobierna Hugo Chávez. Cuando se quiere o interesa, todas las razones buenas son malas y buenas todas las razones malas. Por eso, estos medios, hablan del presidente de un país tal como este «trata» a sus empresas patrocinadoras. Dinero o plomo, o te vendes o te reprimen, Estos grandes medios están más interesados por obtener la adhesión que por buscar la verdad, por ello, cuando cualquier elemento se rebela contra este sistema agónico, reaccionan con cólera, odio y hasta con instintos de muerte.
¿Quién va a dar lecciones humanas y democráticas a este excelente personaje mundial comprometido, hasta el último suspiro, con su pueblo, Latinoamérica y la dignidad humana y, que sin duda, la historia pondrá en su lugar? ¿Ese salvaje capitalismo neoliberal con sus radios de mercado total, de lucro omnímodo, de macrodictadura económica y cultural, de los terrorismos de estado, del fundamentalismo financiero, de la devastación ecocida de la Tierra, del agua, de la floresta y del aire. Como dice Pedro Casaldáliga?
Esta política social insolidaria que está padeciendo, como consecuencia de la «crisis sistémica», gran parte de la ciudadanía occidental, es la misma que azotaba a gran parte de la población venezolana hasta que llegó Chávez a la presidencia. Los recursos obtenidos por el petróleo que, escandalosamente, antes se apoderaban las élites del país, los bancos y las transnacionales petroleras, ahora son canalizadas, a través de las Grandes Misiones Sociales, en cubrir las necesidades básicas del pueblo y, también, al desarrollo de la nación.
Instituciones internacionales como la ONU, la UNESCO o la CEPAL, entre otras, reconocen los grandes logros que el presidente Chávez ha conseguido, durante estos doce años de gobierno, en materia de reducción de la pobreza ( del 69% al 18%, siendo el país menos desigual de todo Sudamérica y el Caribe), de educación ( 5ª nación en tasa universitaria a nivel mundial), salud, vivienda, alimentación, mejoras sociales, así como significativos progresos agropecuarios e industriales e importantes avances en soberanía popular o en democracia participativa. Ósea, en verdaderos valores democráticos.
Decía George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
Una persona, una institución demuestra su grandeza en la forma que trata a los últimos. Esta es la gran verdad del presidente venezolano frente al codicioso capitalismo que, con las difamaciones de sus grandes medios, quiere perentoriamente ocultarla.
Los primeros y más fundamentales derechos humanos son los de la alimentación, la salud, el techo y la educación que, para su querida patria venezolana, ha significado el norte de su gobernabilidad, pero tampoco interesan los grandes patriotas que, por encima de los beneficios económicos del eje central mundial, elevan los intereses de su pueblo. Los diferentes apátridas al servicio de este eje son llamados «demócratas», por los conducidos medios de comunicación, mientras que los concienzudos gobernantes que preceden la felicidad de su pueblo, son tildados de «dictadores». Estos términos de «democracia» o «dictadura» que, según convenga, son utilizados como valores o depreciaciones universales, se encuentran bastante denostados por aquellos que, precisamente, tanto se jactan de pronunciarlo.
Los grandes medios privados de comunicación de Venezuela, que suponen el 80% de la oferta informativa, todos al servicio del eje central económico, se convirtieron en el principal partido de la oposición, ya que no sólo apoyaron sino participaron, en el golpe de estado orquestado mezquinamente desde el exterior, contra el presidente venezolano, al igual que en el vándalo paro petrolero (conjuración y planteamiento análogo al sufrido por el presidente Allende y, curiosamente, con el mismo embajador estadounidense) que, para Venezuela, supuso unas pérdidas superiores a los 20.000 millones de dólares.
¿Quiénes son los verdaderos apátridas, dictadores y tiranos? ¿Esos medios venezolanos que, alineados con el principal enemigo de la Nación, confabulan continuamente contra el presidente, elegido democráticamente por su pueblo, para entregar los recursos y soberanía de Venezuela a ese enemigo? O ¿Esos gobiernos de Chávez, cuyos únicos propósitos han sido los de invertir esos recursos entre sus legítimos dueños, conseguir la soberanía venezolana y aglutinar el sueño latinoamericano de Bolívar?
Los distintos gobiernos de Chávez han apostado, no sólo, por un intercambio solidario con otros países latinoamericanos en situación de mayor pobreza, que esa debería constituir la política económica a nivel mundial, sino que, incluso, han abanderado la implantación y profundización de alianzas regionales de tipo comercial, alimenticio, productivo, cultural, informativo, monetario… para combatir esa dinámica centro-periferia que mina la independencia de Latinoamérica, a la que tanto tiene derecho, y, a la que tanto, se ha opuesto el poder económico mundial sediento por continuar expoliando sus recursos y extinguiendo sus culturas.
La revolución Bolivariana, por lo que de igualdad, libertad, fraternidad y sentido puede aportar a este desbocado, injusto, codicioso y ciego mundo capitalista, se ha convertido en su peor enemigo, porque destapa todas sus miserias y sinrazones. Es por ello que, a través de la brutalidad de sus omnímodos altavoces, lanzan toda su fatua contra aquello que pueda suponer un horizonte de esperanza universal, basado en la repartición de los bienes. Ellos desechan la felicidad universal que supone la casa común, donde sólo existe una gran mesa compartida.
Toda la perversidad que encierra esos, sibilinos o descarados, ataques exteriores o interiores sobre el proceso Bolivariano y su precursor Hugo Chávez, no deja de representar un crimen organizado contra una alternativa de bienestar para Venezuela, Latinoamérica y el mundo.
Arden los fuegos de la inquisición contra todos los que se alcen con el crucifijo de los Derechos Humanos, enaltezcan la mística de la igualdad, prediquen que la libertad es un derecho universal y que luchen por llevar la felicidad a todos los rincones del Planeta.
Ellos, que han sustituido al Dios del amor por el becerro de oro, tampoco permiten que Hugo Chávez reivindique este invencible valor universal, como es el amor cuando nace de la Justicia y la solidaridad.
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