La hegemonía neoliberal ha impuesto una supremacía de las finanzas. La economía real quedó relegada a un segundo plano, absolutamente subordinada. Hoy en día, por cada dólar en funcionamiento en actividades económicas con alguna base material, existen 20 dólares colocados en el mundo financiero. Se bifurcaron los caminos de dos dimensiones que debían estar perfectamente […]
La hegemonía neoliberal ha impuesto una supremacía de las finanzas. La economía real quedó relegada a un segundo plano, absolutamente subordinada. Hoy en día, por cada dólar en funcionamiento en actividades económicas con alguna base material, existen 20 dólares colocados en el mundo financiero. Se bifurcaron los caminos de dos dimensiones que debían estar perfectamente sintonizadas en forma complementaria. No es así: la una es esclava de la otra. El capital ficticio es el gran actor.
Según datos del Bank of America, desde el año 2007 los Bancos Centrales han creado 12,2 billones de dólares para comprar activos a entidades financieras. El objetivo de esta política monetaria no ha sido otro que tapar el gran agujero en el que se ha visto envuelto el sector financiero. Pero el parche no ha servido para reactivar la economía mundial tal como se había pregonado. Los resultados saltan a la vista. Todas las previsiones para este y los próximos años siguen siendo pesimistas.
Los Bancos Centrales también han reducido los tipos de interés hasta en 600 ocasiones con la intención de abaratar los préstamos. Cada vez es más común observar a países con tasas de interés negativas. Esta política tampoco ha dado sus frutos de cara a impulsar un modelo económico productivo.
¿Por qué son insuficientes o ineficaces estas políticas centradas en lo monetario para avivar la economía mundial? La respuesta está en la propia raíz del orden económico del capitalismo neoliberal. En tanto todas las fórmulas estén centradas en la política monetaria, en salvaguardar a la banca, la economía seguirá cojeando sin ningún tipo de indicio de recuperación.
El ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, afirma que se está cargando demasiada responsabilidad en los Bancos Centrales y muy poca atención al resto de políticas económicas. Lo primero es cierto, lo segundo no. En vez de poca atención, lo que sucede es que el resto de políticas, particularmente las políticas fiscales, reman en contra. Mientras se llevan a cabo políticas monetarias expansivas, las políticas fiscales son restrictivas. De nada sirve, implementar continuamente políticas de relajación cuantitativa que imprimen más y más billetes si la economía no está preparada para este nuevo escenario. No están dadas las condiciones básicas de la economía real para recuperarse únicamente porque un helicóptero siga lanzando dinero desde el aire. El dinero va a parar a unas pocas manos, que sanean sus balances contables, mientras en el resto todo sigue igual, o peor.
Los estímulos monetarios entran en contradicción con las políticas de austeridad impuestas desde lo fiscal y lo salarial. ¿Quién se atreve a pedir dinero prestado para invertir en la economía real si no hay demanda efectiva que garantice una tasa de retorno positiva y estable? No hay demanda segura porque el empobrecimiento salarial del 99% de la población explica la merma del poder de compra. Y ahora, a diferencia de lo que sucediera en otros momentos históricos, tampoco hay capacidad de expandirse más allá de las fronteras. Se agotó la posibilidad de crear «nuevos consumidores» en otras partes del mundo: ya están todos los que son. Y esa mayoría -a escala global- también siente los azotes de la economía globalizada que no despega.
El 10 de marzo pasado, Draghi, presidente del Banco Central Europeo, decidió una especie de «super emisión» que incluía no solo a los bancos, sino también la posibilidad de financiar las obligaciones societarias de las grandes empresas industriales. Nuevamente, la ortodoxia monetaria creyendo en los milagros económicos.
¿Será efectivo esto en tanto Europa sigue sumergida en un mar de austeridad? La respuesta sigue siendo negativa. El verdadero propósito de esta medida es cubrirles las espaldas a las grandes empresas industriales (alemanas en su mayoría) para que recuperen su tasa de ganancia por la vía exportadora. La demanda interna europea se recuperaría con mayor salario, con más empleo, aumentando los niveles de productividad, con más inversión en ciencia y tecnología. Pero no. Lo que se propone es conseguir más mercados afuera para colocar todo lo que no se logra vender adentro. De ahí, la importancia que tiene la reciente ola de tratados comerciales promovidos desde Europa. No importa la política fiscal pero sí la comercial.
Mientras la salvación económica sea limitada a lo monetario, a lo financiero, y nos sigamos olvidando de la economía real, estaremos ante un callejón sin salida. El empate catastrófico está asegurado si continúan las políticas de austeridad yendo a contracorriente de la política monetaria expansiva. No sólo es cuestión de justicia terminar con la deuda social-laboral-económica, es cuestión de eficacia económica. De nada sirve repartir dinero a favor de unos pocos si la economía real no es atendida.
Alfredo Serrano Mancilla, Director CELAG, Doctor Economía.
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