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El otro estado de alarma

Fuentes: Rebelión

Se dice que lo del estado de alarma va a llegar a su fin, al menos por el momento y desde la perspectiva del Gobierno central, sin duda afectado por la grave situación económica del conjunto del Estado y siguiendo el mandato de sus superiores jerárquicos europeos y americanos. Sin embargo, los otros mandatarios de los respectivos reinos de taifas, ahora llamados autonomías, no parecen dispuestos a acatar resignadamente la voluntad estatal a nivel local, fundamentalmente porque supone acabar con la función de mandar, asumida con ocasión de la pandemia actual, que ha desplazado a segundo término la función de gobernar. A tal fin, sus respectivos asesores legales están buscando fórmulas para prolongar la situación actual, al amparo de paraguas legaliformes, para continuar disfrutando del poder de ordenar y mandar, sin desentonar de lo que se ha venido llamando Estado de Derecho. A todo esto, sus siervos, hoy llamados ciudadanos, acatan disciplinadamente la solemne voluntad de la autoridad.

Lo del virus es el gran cobertor que justifica, en virtud del mal llamado interés general, caminar por libre, invocando la protección añadida del asesoramiento de expertos en todas las materias, porque lo de gobernar anda un poco cojo de ideas. El caso es que al final del proceso de cobertura solo queda flotando en el panorama social la voluntad del que manda. Sin embargo, el mangoneo justificado, ante el temor del recorte de atribuciones, se encuentra en estado de alarma, porque la etapa del protagonismo desmesurado parece que concluye.

Hablando de política, lo que se baraja en el fondo es una cuestión de credibilidad. Quienes mandan temporalmente, porque les ha surgido la oportunidad para aprovechar el privilegio que ofrece la democracia de la representación, pretenden vender salud a la ciudadanía, más con verborrea que con soluciones efectivas de aporte personal. De ahí que su preocupación, al margen de la imagen electoral, gire en torno a algo más inmediato, como el aparato sanitario, ya que si se demuestra que no funciona los ánimos del populacho se caldean y, en el próximo sorteo electoral se verán obligados a nutrir las colas del paro o a incorporarse al cobro del sueldo bobo de alguna empresa agradecida.

La situación creada por el virus, es un hecho que está ahí, como pieza de convicción de la situación de riesgo social real. Asunto en el que la política, contando con los debidos asesoramientos geopolíticos y técnicos, ha venido dando palos al aire. Soluciones más realistas, las que parece aportar la industria farmaceútica, pendiente de sus respectivas cuentas de resultados, aunque sea iniciando una carrera de producción de una serie de beneficios económicos, a la par que de remedios sanitarios, que parece apuntar al infinito, a tenor de las variantes del virus que, más allá de las mutaciones naturales, alguien está interesado en fabricar y dispersar. Aunque posiblemente, si no es del virus dominante a la sazón, será de cualquier otro que permitan los avances tecnológicos en el futuro.

Es evidente que cada uno mira por su respectivo negocio. Unos, hablando de ciencia para justificar su empleo y, otros, de interés de la población. La invocación del interés general sin duda es acertada cuando lo determina la generalidad, pero puede ser desacertada si lo hace el que gobierna por voluntad de la fortuna y respondiendo a los intereses de un partido. Si se añade que lo de mandar alienta el ego, porque permite desplegar la voluntad de poder personal, debiera permanecerse en guardia frente a cualquier ocurrencia, aunque sea amparada por esa legalidad, tan en boga, de quitar y poner decretos para cada ocasión. A la ciudadanía, frente al mangoneo, parece que solo le queda confiar en la justicia, como último garante de la legalidad frente a las veleidades del poder. Aunque visto como van las cosas y ese trajín para silenciarla en los aspectos que no concuerdan con los intereses políticos de algunos, puede ser que la justicia también cojee.

En definitiva, el anunciado fin del estado de alarma oficial ha generado preocupación. Flota en el ambiente político a nivel local, como alarma que crea estado, lo que deparará el futuro. Por un lado, actualmente los mandatarios de los reinos de taifas están preocupados por si la barra libre para mandar se acaba y deben regresar al punto de partida. Hay también cierta preocupación entre los ciudadanos por si los toques de queda y las perimetraciones se prolongan sine die. No obstante, el panorama apunta a que la barra libre al menos va a continuar, aunque con ciertas consumiciones de pago, y en cuanto a los demás, las medidas tienden a enfriarse. El motivo real no responde al interés general, sino a algo particular en su gestión, pero que afecta a todos. Argumento sustancial es el hecho de que la economía está destemplada y, en su duelo con los que mandan aprovechando lo del virus, no está dispuesta a dejarles volar a cambio de debilitar el negocio. Los que están arriba lo saben, porque les han dado toques de atención, y a los mandatarios de segundo nivel, aunque estén alarmados por perder atribuciones añadidas, no les queda otra que resignarse e ir pensando en dejar de mandar.