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Consideraciones “contables” sobre el acuerdo con el FMI

El “otro lado de la moneda” del excedente fiscal

Fuentes: Unidad de Análisis y Estudios de Coyuntura

La política de depresión y devaluación interna conduce sin duda a la venta, por parte de agentes privados nacionales, a “precios de remate” de activos reales, especialmente de bienes raíces. ¿Quiénes tendrán la riqueza monetaria suficiente (o el acceso al crédito necesario) para beneficiarse de los precios de ganga a venir?

El reciente acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional vuelve a poner en el centro la política del “ajuste estructural” con el objetivo (declarado) de alcanzar un excedente fiscal en los años venideros. Siguiendo el recetario tradicional, esto se debería lograr principalmente por medio de recortes en el gasto público. Paralelamente se busca “ganar competitividad internacional” mediante una política de devaluación interna a través de una mayor “flexibilización laboral”, profundizado las políticas económicas ya en curso.[1]

Utilizamos un marco conceptual sencillo desarrollado bajo el nombre de “Mecánica de Saldos” (Saldenmechanik) por el economista alemán Wolfgang Stüzel (Stützel 1978) para explorar algunas implicaciones macroeconómicas de un excedente fiscal. Este marco conceptual, basado en simples identidades contables (el ingreso de uno debe necesariamente ser el egreso de otro), es particularmente útil para explorar diferentes escenarios acerca de cómo se distribuyen los impactos de los saldos de unos agentes entre los demás agentes. Este marco conceptual ayuda evitar pensar los problemas macroeconómicos en términos excesivamente agregados que conducen a menudo a la extrapolación incorrecta de la situación parcial a la situación global[2].

Sobre las identidades contables

Las identidades contables son un ingrediente básico para el análisis económico. Se ubican, en cierto sentido, a un nivel más básico comparado con las teorías económicas. No se ocupan de suposiciones acerca del comportamiento de los agentes ni contienen hipótesis sobre relaciones estructurales entre sectores de la economía. Más bien ofrecen al pensamiento un andamiaje básico que se basa en el simple hecho de que la gran mayoría de los eventos económicos involucra dos sujetos económicos. Por consecuencia, cada uno de estos eventos se manifiesta doblemente: lo que es la venta para uno es la compra para otro, la deuda de uno es un activo financiero para otro, etc.. En la introducción a su libro Saldenmechanik, Wolfgang Stützel cita a Wilhelm Lautenbach[3], a partir de cuyos trabajos sobre la “mecánica de créditos” Stützel desarrolló su reflexión acerca de la importancia de las relaciones contables: “Si eres economista (en el sentido de quien se ocupa de la economía política), siempre debes tomar en cuenta (el registro de) la contrapartida del otro” (p. X).

Debido a su carácter básico, las relaciones contables suelen recibir poca atención por parte de los economistas. Este menosprecio por asuntos aparentemente triviales puede, sin embargo, conducir a errores groseros en el razonamiento (macro) económico, ya sea en el análisis más coyuntural, ya sea en la formulación de teorías y modelos.

El punto de partida del análisis basado en las identidades contables es la hoja de balance de cada sujeto económico. Del lado de los activos (izquierda) podemos distinguir entre activos monetarios-financieros por un lado, y activos reales por el otro. Los primeros se dividen entre “dinero” (medios de pago generalmente aceptados) y activos financieros propiamente dichos (activos denominados en unidades monetarias, más o menos líquidos, que son una deuda para otro). Los  activos reales pueden ser medios de producción, edificios o infraestructura, pero también activos reales “intangibles” como una tecnología desarrollada. Del otro lado de la hoja de balance (derecha) encontramos los pasivos (obligaciones monetarias) y el patrimonio (o valor neto) de la entidad[4]. La diferencia entre el conjunto de los activos y los pasivos constituye el patrimonio de la entidad, la diferencia entre los activos monetarios-financieros y los pasivos la “riqueza monetaria” (Geldvermögen) de la entidad en cuestión. Para la presente discusión es importante no confundir “riqueza monetaria” (la posición neta de activos y pasivos expresados en unidades monetarias) y el “acervo de medios de pago”, un subconjunto de lo anterior que incluye exclusivamente “medios de pago”.

Cuadro 1: Estructura esquemática de la hoja de balance de cualquier sujeto económico. Según Grass & Stützel 1983, p. 50)

Las actividades económicas pueden afectar distintas partes de la hoja de balance de un sujeto. Si, por ejemplo, las entradas de medios de pago son mayores a sus salidas, su acervo aumenta de un periodo a otro. Esto no implica necesariamente que la riqueza monetaria haya aumentado, puede tratarse simplemente de la conversión de un activo financiero en medios de pago (p.ej. la no renovación de una póliza de inversión, es decir, su transformación en un depósito de ahorro). Con Ingresos y Egresos (Einnahmen y Ausgaben) Stützel denomina la variación de la “riqueza monetaria”. Estos ingresos no tienen que ser necesariamente “pagos”, la venta de un producto a crédito aumenta la riqueza monetaria de la empresa en cuestión sin por ello aumentar su disposición sobre medios de pago. Según esta definición, la reducción de los pasivos constituye un ingreso y el aumento de estos un egreso.

La riqueza monetaria de un sujeto económico particular también puede disminuir sin que su patrimonio (su riqueza neta) se vea afectado por ello, p.ej. cuando una empresa compra (en efectivo o contra un crédito comercial) una máquina para expandir su producción; en este caso ocurre un “trueque de activos”. Resulta entonces bastante transparente la manera en que las transacciones pueden afectar uno u otro de los componentes de la hoja de balance, o varios a la vez. Lo importante es tomar en cuenta que no toda reducción del patrimonio implica una reducción de los medios de pago, ni de la riqueza monetaria (p.ej. la depreciación de un activo real), ni toda modificación del acervo de medios de pago a disposición afecta necesariamente la riqueza monetaria, ni la riqueza neta del sujeto[5].

Siguiendo el principio de que la mayoría de los eventos económicos involucran dos sujetos podemos analizar los posibles sucesos enfocando nuestra atención en el necesario registro de la contrapartida.

El aumento en el acervo de medios de pago de un sujeto es consecuencia de una mayor entrada comparando con la salida de estos. ¿Significa eso que tiene que reducirse el acervo de medios de pago de otro sujeto? No necesariamente, ya que la “masa monetaria” de una sociedad no es una magnitud constante. Los bancos pueden incurrir en un “trueque de pasivos” para “emitir dinero”, “haciendo líquido/monetizar” los pasivos de sus clientes. Al no existir, en un sistema monetario moderno, una masa monetaria fija, el acervo de medios de pago en manos de un agente puede aumentar sin que otro agente necesita reducir el suyo (aunque esto ocurre a menudo, cuando p.ej. se paga con efectivo algún servicio)[6].

Para la riqueza monetaria la situación es diferente. Como mencionamos, cada activo financiero es también un pasivo, estos son las dos caras de la misma relación contractual. A nivel global, la suma de los activos financieros es necesariamente igual (en realidad: idéntica) a la suma de los pasivos. La distribución de los mismos entre los sujetos puede ser, por supuesto, muy desigual: hay los que tienen una riqueza monetaria positiva (activos monetarios y financieros (m-f) > pasivos), los que se encuentran en una situación equilibrada y los que tienen una riqueza monetaria negativa (activos m-f < pasivos). Debido a la identidad entre activo y pasivo, los saldos de los agentes se compensan a nivel global, su suma es necesariamente cero.

Para que un sujeto económico pueda “ahorrar” en el sentido de aumentar su riqueza monetaria (lo que equivale a tener ingresos mayores a los egresos), necesariamente debe haber otro sujeto dispuesto a incurrir en la variación inversa: reducir su riqueza monetaria o aumentar su nivel de endeudamiento (tener egresos mayores a sus ingresos), dado que el ingreso de uno sujeto es el ingreso del otro. A nivel individual, esta relación global de identidad no suele preocupar mucho, en general actuamos considerando exclusivamente nuestra situación personal (p.ej. reducir mis egresos en relación con mis ingresos) y confiar en que “alguien ahí afuera” estará dispuesto a jugar el papel opuesto. El comportamiento “normal” o “ideal-típico” en la sociedad moderna se basa en intereses y motivos individuales confiando que los impactos se disipen en el mercado (y delegando eventualmente las consideraciones “globales” al dominio de “la política”).[7]

Las cosas son diferente si este deseo de “ahorro” no es de unos cuantos, sino de una parte importante del conjunto. Si todos los hogares se ven obligados a “ahorrar” (en el sentido financiero), por ejemplo porque se ha sustituido un sistema de jubilación basado en el principio de repartición por uno basado en capitalización de aportes individuales[8], esto solamente será posible si se encuentran entidades económicas dispuestas a acomodar este deseo e incurrir en un “desahorro” por su parte. Podría ser que sea el estado que acomode esta intención de “ahorro” endeudándose repetidamente con sus residentes, puede que sean las empresas que se endeuden para financiar inversiones reales (en medios de producción), o puede que sea el “resto del mundo” que se endeude, poco importa, pero alguien necesariamente tiene que hacerlo. Si no ocurre, los hogares con deseos de “ahorrar” no alcanzarán su cometido debido a que no encuentran quien desea “desahorrar”.

La identidad entre activos y pasivos (acervos), entre ingresos y egresos monetarios (flujos) implica necesariamente que, a nivel global, no es posible “ahorrar financieramente” (no es posible que todos los agentes aumenten sus “ahorros financieros” cómo parece sugerir el discurso sobre las virtudes del ahorro que se basan en una extrapolación errónea de la realidad individual a la social). El único ahorro (macroéconomico) posible es el aumento de la riqueza real, la inversión en medios de (re)producción, ya sea en forma de infraestructura, medios de producción etc., ya sea en conocimiento y capacidades humanas. A nivel global, ahorrar significa producir algo que no sirve a la satisfacción inmediata de necesidades (consumo) sino a la ampliación y mejora de las condiciones de (re)producción. Estos activos reales no se encuentran limitados, ni a nivel individual, ni a nivel social (aunque posiblemente haya límites de orden ecológico y social a la expansión de ciertos tipos de activos reales).

La acumulación de activos reales (productivos) limita a nivel global la posibilidad de formación de ahorros financieros (brutos). Los agentes económicos no deben hacerse insolventes, es decir, no deben tener un valor neto / patrimonio negativo. El endeudamiento neto de ciertas entidades económicas (y por ende la posibilidad del ahorro financiero de otros) solamente puede darse en la medida en que haya la posibilidad de que su valor neto se mantenga positivo gracias a la formación concomitante de activos reales. Esto típicamente es el caso de las empresas que se endeudan para financiar la adquisición de medios de producción, pero también de hogares que adquieren una vivienda con la ayuda de un préstamo hipotecario. En cuanto al estado, la situación es más compleja porque no está claramente definido (ni definible) lo que constituyen sus activos netos: ¿el conjunto de los valores reales de la sociedad? ¿solamente aquellos bienes que pueden ser enajenados fácilmente? Por esta razón es difícil determinar el nivel adecuado del endeudamiento público, pero se ve fácilmente que es poco riguroso discutir el problema del endeudamiento público sin tomar en cuenta a la vez la formación de “capital real” que lo acompaña (o que lo debería acompañar).

En la siguiente sección vamos a utilizar este marco “contable” desarrollado por Wolfgang Stützel y aquí bosquejado escuetamente para discutir las implicaciones de uno de los componentes del “Acuerdo sobre un nuevo Servicio Ampliado (Extended Fund Facility)” con el FMI: alcanzar un excedente fiscal estructural apenas la economía se recupere del shoc de la pandemia[9].

Posibles maneras de alcanzar un excedente fiscal

Siguiendo el lema de que “siempre considerar la contrapartida” de Wilhelm Lautenbach, vamos a analizar la problemática del excedente fiscal estructural analizando su impacto sobre la situación de los demás sujetos económicos. Para esto, seguimos a Wolfgang Stützel dividiendo la totalidad de sujetos (potencialmente) involucrados en las transacciones en Grupos y Grupos complementarios. La división del conjunto en subgrupos puede hacerse de forma que mejor corresponda a la problemática analizada.

Como muestra el siguiente cuadro, este procedimiento puede hacerse de forma flexible, desagregando los grupos (dividiéndoles en subgrupos) según las necesidades. Para nuestra problemática, parece pertinente hacer una primera división entre el sector público y el resto de la totalidad, ya que buscamos comprender las implicaciones de un excedente fiscal estructural[10].

Cuadro 2: Esquema de una posible organización de “grupos” y “grupos complementarios” para estudiar el problema en cuestión, siguiendo el método propuesto por Stützel (1978)

Nuestra breve discusión acerca de las identidades contables nos ha mostrado que cada ingreso de un sujeto necesariamente tiene como contraparte el egreso de otro (dos lados de la misma moneda), lo que implica que el excedente en la riqueza monetaria (ingresos > egresos) de un sujeto para un periodo dado necesariamente corresponde a un déficit (ingresos < egresos) de uno o varios sujetos para el mismo periodo. El sector público ecuatoriano puede alcanzar un excedente fiscal si y solamente si su grupo complementario – es decir, el conjunto de los demás sujetos económicos – están dispuestos a tener egresos mayores a sus ingresos, es decir, reducir su riqueza monetaria. En nuestro gráfico podemos señalar entonces que el grupo complementario tiene que conformarse con una reducción de su riqueza monetaria para que el excedente fiscal puede ser alcanzado.

Esta primera observación no aporta mucho a la comprensión de nuestro problema, ya que este “resto” está compuesto por un número excesivamente grande y diverso de sujetos. Es necesario entonces seguir desagregando para poder profundizar el análisis. Podemos por ejemplo dividir este “resto” en dos subgrupos, el “resto del mundo” (o sector externo), y el sector privado ecuatoriano, suponiendo que son dos sectores que van a tener una relación muy distinta con respecto al comportamiento fiscal y que tendrá

Siguiendo esta división, se puede distinguir dos casos “estilizados”. En el primero, el sector externo absorbe el conjunto del déficit, teniendo el sector privado ecuatoriano una balanza agregada equilibrada (lo que no impide que ciertos de sus sectores tengan variaciones positivas de su riqueza monetaria y otros negativos). En el segundo caso, es el sector privado ecuatoriano que acomoda el excedente fiscal incurriendo en una reducción de su riqueza monetaria correspondiente. Evidentemente, estos son dos casos estilizados, la situación real de un periodo determinado puede presentar una situación intermedia (el déficit es compartido por los dos subgrupos) o incluso más extremo (también el sector externo es excedentario (una cuenta corriente deficitaria), y el sector privado tiene que absorber la suma de los dos excedentes con una reducción de su riqueza monetaria, o al revés). Utilizaremos estos dos casos estilizados para discutir las implicaciones de un excedente fiscal.

Primer caso: el sector externo absorbe el conjunto del excedente fiscal y el sector privado ecuatoriano mantiene su riqueza monetaria (agregada) en equilibrio. Para que esto pueda ocurrir, la cuenta corriente de la balanza de pagos (es decir, la cuenta en que se registran las transacciones corrientes, como flujos monetarios resultantes de la importación y exportación de bienes y servicios, de remuneraciones de trabajo y de capital (servicio de deuda externa, remesas etc.) tiene que hacerse positiva por la misma magnitud del excedente fiscal. Es decir, el país debe tener mayores ingresos que egresos “transfronterizos”. Por otro lado, a nivel agregado los agentes privados mantienen su riqueza monetaria equilibrada (mantienen sus egresos a nivel de sus ingresos). Podemos además dividir la cuenta corriente en sus componentes públicos privado (la primera registra las transacciones transfronterizas públicas, p.ej. venta de petróleo, importación de medicamentos para los hospitales públicos, la segunda las transacciones privadas). ¿Bajo qué condiciones es posible que esta situación (excedente fiscal, excedente externo (déficit resto del mundo), situación equilibrada del sector privado) ocurra?

Partamos de un escenario realista: el excedente fiscal no será el resultado de ingresos excepcionales (por una coyuntura mundial extraordinaria (precios del petróleo, otras exportaciones) y nacional (recaudación fiscal), sino por las medidas de “consolidación fiscal” (FMI doublespeak), los recortes presupuestarios, y las medidas de “devaluación interna” (reducción nivel salarial y otras medidas para “hacer la economía más competitiva”). La mayor parte de los componentes de la cuenta corriente son poco sensible a las medidas de “ajuste estructural”: el servicio de la deuda no se afecta (su cumplimiento es precisamente el objetivo del Servicio ampliado), y los envíos de remesas por migrantes ecuatorianos dependen más de la coyuntura de los países de residencia que de la ecuatoriana (aunque un cálculo político perverso podría contar con un aumento de estos envíos como consecuencia del empobrecimiento de los destinatarios de las remesas resultante de las políticas de ajuste discutidas).

¿Es posible que se logre obtener un excedente fiscal de esta manera? Esto depende por un lado de la facilidad con la que la cuenta corriente se torna excedente. La reducción del gasto público y las medidas de “devaluación interna” pueden afectar positivamente la cuenta corriente: la reducción del gasto público puede afectar la cuenta corriente directamente reduciendo su componente público, p.ej. reduciendo la entrega de medicamentos importados en el sistema de salud pública. Por otro lado, afecta también al componente privado de la cuenta corriente: la reducción del ingreso nacional (“multiplicador del gasto público”) consecuencia del “ajuste fiscal” reduce las importaciones privadas; la devaluación del nivel de precio interno puede, potencialmente, cambiar la relación de precios entre bienes locales y bienes importados, hacer las exportaciones más competitivas y reducir las importaciones.

Sin embargo, de primera vista es difícil ser optimista con respecto a un ajuste rápido del sector externo. ¿Es probable que las exportaciones se incrementan en el contexto de una devaluación interna? ¿Qué condiciones coyunturales en los principales mercados de exportación deben cumplirse para que se logre esta expansión? ¿Están dadas estas condiciones, cuando la economía mundial se encuentra aun profundamente afectada por la pandemia? ¿Cómo reaccionan los países que compiten con el Ecuador en estos mercados? ¿No han logrado acaso ganar competitividad mediante la devaluación de sus monedas? Las empresas que producen bienes exportables, ¿realmente van a transferir la reducción de sus costos salariales a los precios? ¿O simplemente van a aprovechar la reducción de sus costos para aumentar su margen de ganancia[11]?

Hay dificultades adicionales en este primer escenario: para el servicio de su deuda externa, el sector público necesita poder disponer de reservas internacionales[12]. Si el excedente fiscal es acomodado por una reducción de la riqueza monetaria del resto del mundo, estas divisas (dólares en el sistema US / internacional) van a ser adquiridos por agentes residentes. Sin embargo, mientras mayor la contribución de las exportaciones privadas, esta “forma internacional” de la riqueza monetaria debe pasar a manos del sector público, para poder ser utilizada para la amortización de la deuda externa. Los problemas que se van a discutir en el marco del segundo ejemplo van a aparecer aquí también.

Si es el sector externo que va a reducir su riqueza monetaria en la misma cantidad que busca aumentarla el sector público ecuatoriano, entonces el sector privado ecuatoriano tendrá que mantener constante su riqueza monetaria. Esto significa que, a nivel agregado, van a ajustar los egresos a su nivel de ingresos. Sabemos que tanto las medidas de austeridad como de “flexibilización salarial” van a reducir los ingresos de muchos agentes económicos, tanto de hogares como de empresas. Para “defender” su riqueza monetaria, tendrán que reducir en la misma medida sus egresos, reduciendo de esta manera los ingresos de otras unidades económicas. Mientras más éxito tengan en “defenderse” frente a la reducción de los egresos públicos (que eran ingresos suyos), más restringen sus propios egresos, y más propagan el choque del ajuste fiscal por el sistema económico completo. La actividad económica en el país se ve profundamente afectada, lo que por otro lado afecta directamente el nivel de ingresos del mismo sector público (ya que la recaudación fiscal depende de la creación de riqueza sobre la cual se asienta). Al reducirse el ingreso fiscal y para poder alzar el excedente aspirado, los egresos tendrán que ser reducidos adicionalmente. El resultado es una espiral deflacionaria iniciada por los recortes presupuestarios que es propagada por la reacción de los agentes privados frente a la reducción de sus ingresos, ampliando el impacto inicial (al intentar salvarse en el plano individual) y agravando así la situación global.

Sin duda hay muchos agentes que no podrán ajustarse a la reducción de ingresos y entrarán en banca rota. Otros buscarán obtener ingresos monetarios excepcionales frente a la reducción de sus ingresos corrientes (el proceso deflacionario objetivo de la “devaluación interna” agrava la situación), vendiendo activos (especialmente porque muchos están endeudados, y el no servicio de estas deudas conduciría de igual forma a la pérdida de estos bienes), se expande la venta de activos “en emergencia” (Fire Sales) lo que deprime los precios de estos bienes. El resultado es un impulso de devaluación adicional, ya que el patrimonio neto de los agentes se reduce con el valor de sus activos reales, lo que conduce a reacciones adicionales de reducción de los egresos (en partes obligados por las dificultades de refinanciarse en los bancos con el valor neto de las empresas bajo presión / la caída del valor de los activos que pueden servir de garantía) y agrava aún más la situación.

Para resumir el primer escenario: se trata de un proceso acumulativo negativo que da lugar a una espiral de depresión, agravada por la creciente carga real de las deudas (que tienen que ser servidos en los términos nominales inicialmente acordadas). Se desarrolla un escenario que analizó Irving Fisher en el contexto de la Gran Depresión de los años 1930: un proceso de deuda-deflación (Fisher 1933). Dado que las reacciones de los diferentes agentes agravan la situación (proceso acumulativo negativo) la caída libre (en espiral) puede ser larga y encontrará un final cuando, gracias a la mejora suficiente del sector externo, el ciclo vicioso de austeridad pública y privada llega a su fin[13]. ¿En qué condiciones se encontrará el país cuando aterrice a ese nivel? ¿Cuál será el costo social y humano de este ajuste?

Segundo caso: Aquí es el sector privado ecuatoriano que “acomoda” el suprávit público, mientras que el sector externo mantiene su posición (la cuenta corriente se encuentra equilibrada). El mayor ingreso del sector público con respecto a sus egresos tendría entonces como contraparte mayores egresos que ingresos por parte del sector privado. ¿Es posible que el sector privado absorba con una reducción de su riqueza monetaria el aumento de aquella del sector público? Aquí puede ser útil dividir el sector privado ecuatoriano en subgrupos complementarios, p.ej. entre empresas y hogares, y luego nuevamente subdividir estos en distintos tipos (hogares de patrimonio elevado “capitalistas”), hogares trabajadores, empresas grandes y “empresas” del sector popular y solidario, etc..

¿Cuáles de estos sectores podrían tener la voluntad (disposición), y cuáles la posibilidad, para reducir su riqueza monetaria? Hemos visto arriba brevemente el caso en el cuál la reducción de la riqueza monetaria es “saludable”: cuando el aumento de activos reales (por lo menos) compense el aumento de pasivos (o la reducción de activos financieros-monetarios) y que estos activos tengan un rendimiento que permita servir la deuda contraída. Esto es el caso cuando empresas y hogares[14] invierten de forma “real” en la construcción de infraestructura, edificios, medios de producción etc (o la adquisición de estos recientemente producidos – la adquisición de maquinaria o casas usadas puede ser una inversión individual, pero es compensado por la “desinversión” de su propietario anterior).

¿Cuál es la posibilidad de una “absorción saludable” del excedente fiscal mediante el aumento de las inversiones reales en la circunstancia actual? En el sector de la construcción, el nivel elevado de existencias y la entrada adicional de objetos de bienes raíces al mercado por el proceso de ventas (más o menos forzosas) deprime los precios de estos y vuelve la construcción de nuevos lugares residenciales y de negocio poco rentable. Las empresas por su lado invierten en la ampliación de sus capacidades productivas si han alcanzado las capacidades máximas de producción, o cuando tengan expectativas que esto va a ocurrir pronto. En la situación en la que se encuentra la economía ecuatoriana, sin perspectivas de mejoras en el horizonte (a pesar del sempiterno optimismo del FMI y del Gobierno Nacional), ¿Puede contarse con una inversión real masiva por parte de los diferentes sectores privados? Se ve que esto puede ser el camino hacia un excedente fiscal en tiempos de coyuntura alta, pero muy difícilmente en tiempos de depresión[15].

La alternativa a esta “absorción saludable” es la “no saludable”: la reducción de la riqueza monetaria y a la vez real: los agentes no ajustan sus egresos a su nivel de ingreso, y reducen con ello su riqueza (monetaria y real). En esta situación la dinámica acumulativa discutida en el primer caso no se desarrolla de forma directa, ya que la actividad económica es sostenida, en cierta medida, por medio del exceso de egresos de los agentes privados. En este caso, el sector privado “absorbe” el impacto negativo del ajuste fiscal. Pero. ¿Es viable esta reacción? ¿Qué tipo de actores económicos pueden reducir continuamente su riqueza monetaria (y, al no invertir, su riqueza real)? Una empresa (cualquiera sea su tamaño) difícilmente puede sobrevivir teniendo continuamente ingresos inferiores a sus egresos, su “instinto de supervivencia” le empujará inexorablemente a defender su situación reduciendo sus egresos (despidiendo p.ej. una parte de sus empleados). Lo mismo es cierto para la gran mayoría de los hogares: solo los que no pueden reducir sus gastos (porque ya se encuentran al borde de la subsistencia) no ajustarían sus egresos a la baja, y estos hogares precisamente no disponen de una riqueza monetaria neta que le permite absorber déficits estructurales. Aquellos que disponen de activos reales quizás se verán forzados a desprenderse de ellos para hacer frente a su “déficit corriente”, especialmente si los gastos no son comprimibles, sea por encontrarse ya al nivel de subsistencia, sea por obligaciones financieras contraídas cuyo servicio tiene que ser asegurado, so peligro de perder el bien hipotecado o causar graves problemas a los garantes[16]. Esto conduce al proceso de venta de emergencia arriba señalado.

El exceso de egresos del sector privado va a reducir adicionalmente el acervo de medios de pago (“liquidez”) de cuál dispone, nuevamente de forma desigual. Esto imposibilita que mantengan sus egresos al nivel inicial, salvo que el sector bancario esté dispuesto a prestarles medios de pago adicionales, lo que es muy poco probable dada la situación deteriorada de sus hojas de balance (por la reducción de su riqueza monetaria y la tendencia a la devaluación de sus activos reales) y la capacidad reducida para cumplir con el servicio de deuda adicional (ver Koo 2011). La situación de liquidez deteriorada por el excedente fiscal va muy probablemente afectar de forma directa a la actividad económica de sectores sustanciales de la economía, reforzando las tendencias depresivas (pensemos en los circuitos económicos populares basados en la circulación de dinero en efectivo).

Lo descrito implica que el segundo caso estilizado (de acomodación por parte del sector privado) es muy difícil de realizarse, salvo que se logre (p.ej. mediante un esquema impositivo progresivo) imponer un déficit de riqueza monetaria sostenido a aquellos sectores que disponen de una riqueza monetaria suficientemente elevada. Sin embargo, tanto las relaciones de poder actualmente existente como las reformas del régimen impositivo previsto en el acuerdo con el FMI vuelven esta última opción poco probable.

Aun suponiendo la viabilidad del acomodo por parte del sector privado ecuatoriano, el problema no está resuelto. Como mencionado más arriba, la deuda externa solamente puede ser servida si el sector público tiene acceso a activos financieros-monetarios internacionales en suficiente cantidad. Si el excedente fiscal se alcanza porque el sector privado ecuatoriano incurre en un déficit, el excedente será en forma de medios de pago interna. Es cierto que una parte del dinero en circulación, bajo el régimen de dolarización, consiste en billetes que son US Dólares propiamente dicho. El excedente fiscal logrará sin duda reducir la masa de billetes en circulación, accediendo de esta manera directamente a medios de pago internacionales. Sin embargo, una parte sustancial de la “masa monetaria” en circulación está constituida por “dinero escritural”, pasivos líquidos de bancos ecuatorianos, que siven a los agentes no bancarios como medios de pago. Un exceso de ingreso en este dinero reduce la liquidez de los agentes, y al ser transferido a la cuenta única del tesoro, reduce los depósitos (llamados encajes) de los bancos en el Banco Central (reduciendo así la liquidez interbancaria, tendencia que tendrá que ser compensado a lo largo mediante la compra de títulos a los bancos, y que conduce probablemente a una alza de la tasa de interés interbancaria y finalmente también para los agentes no bancarios[17])

El sector público, por su lado, obtendrá depósitos en el Banco Central, que puede utilizar para hacer pagos nacionales (incluso servir su deuda interna), pero es necesario disponer de reservas internacionales (activos monetarios y financieros internacionales administradas por el Banco Central) para poder usar el superávit fiscal para la amortización de una parte de la deuda externa. En el caso aquí discutido, la cuenta corriente está equilibrada y no hay ingresos de divisas mayores a los egresos, para la economía ecuatoriana en su conjunto. El excedente fiscal alcanzado en esta circunstancia sería entonces una victoria pírrica, alcanzada a costa de gran sufrimiento de la población, sin que por ello se logre reducir la deuda externa a partir de ingresos corrientes.

Sería entonces necesario obtener estos medios de pago por vía de un “trueque de activos” entre el sector público y el sector privado (interno o externo). En el mejor de los casos, el sector público logra obtener una parte de los activos financieros (o monetarios) que agentes ecuatorianos detienen en el sistema internacional (la denominada Posición de Inversión Internacional) a cambio de activos del sistema nacional. Estos activos internacionales se lograron formar en el pasado, ya sea acumulando directamente en el exterior ingresos corrientes (provenientes, p.ej., de exportaciones), ya sea transfiriendo ingresos nacionales al exterior (“fuga de capital”). Así como el servicio público de la deuda externa precisa reservas internacionales, también lo hace la transferencia de ingresos privados. Estos no hubieran sido posible sin la disponibilidad de reservas internacionales resultantes del endeudamiento externo (salvo en tiempos de cuenta corriente excedente). Hay entonces un elemento de justicia en la recuperación (aún forzada) de esta “forma internacional” de la riqueza para el servicio de la deuda pública, ya que el mismo evento que ahora crea la necesidad de dar una “forma internacional” a los ingresos fiscales (la deuda que tiene que ser servida y amortizada) posibilitó en un primer momento su formación.

En este caso ideal, podríamos observar un trueque (eventualmente forzado) de activos internos por externos, efectuado entre el sector público y aquellos agentes privados que han logrado acumular activos internacionales. Los (ex) proprietarios de activos internacionales obtendrán a cambio de estos activos en el sistema bancario nacional, lo que frenará los procesos depresivos y de devaluación iniciado por el excedente fiscal (una parte de estos activos bancarios se invertirán en activos reales en venta apurada, frenando así la caída de sus precios etc), y podría atenuar el impacto contractivo sobre la masa monetaria arriba descrito.

Está claro que la situación política actual, así como la orientación doctrinaria del FMI hacen difícil concebir la puesta en marcha de la estrategia mencionada. Más probable, es que el gobierno acuda a otro tipo de “trueques de activos”, ya anunció repetidamente que busca “trocar activos reales nacionales” por “activos financieros externos”, es decir, obtener medios internacionales de pago mediante la “monetización” (nuevamente el doublespeak orwelliano), es decir, la venta de activos reales: privatización de empresas públicas, concesiones petroleras y mineras, concesiones de monopolios naturales (servicio de agua, electricidad etc.). En este caso, el sector público realiza un trueque entre activos reales, condiciones de (re)producción de la sociedad en su conjunto, por riqueza monetaria internacional. Eso a la vez le permite acceder a las reservas internacionales para el servicio de la deuda externa, y a la vez obtener un excedente de riqueza monetaria (que puede ser muy útil cuando el excedente corriente al que apunta no puede ser extraído de la economía nacional en franca depresión).

Una breve mirada a la hoja de balance esquemáticamente presentada al inicio de estas líneas muestra que ingresos así obtenidos son simplemente el resultado de una transformación de activos reales en activos monetarios (internacionales). Pero: ¿Son estos activos realmente “propriedad” del sector público, o son más bien “encomiendas” para su buen cuidado por parte de la sociedad? ¿Cuáles son los impactos sobre los flujos corrientes futuros cuando se enajenan estos activos (tanto del sector público: ver la propuesta de la venta de campos petroleros en producción, como del sector privado: costos de servicios básicos privatizados)? ¿Y cuál es el precio adecuado de venta, para que la “monetización” no resulta en una reducción de la riqueza real? ¿Pueden venderse activos reales a un precio aceptable cuando se está en urgencia (o pretende serlo) y además se lo señala a gritos a los potenciales compradores? Y si, además, muchos otros países se encuentran en una situación similar, y todos intentan resolver sus problemas de liquidez internacional concesionando recursos naturales y vendiendo empresas públicas, ¿puede esperarse lograr una compensación adecuada por los activos vendidos?[18]

Conclusiones

Los dos casos estilizados aquí discutidos representan dos maneras en que el excedente fiscal buscado con las medidas de “ajuste estructural” (austeridad y devaluación interna) podrían ser acomodado. Este acomodo es una condición necesaria para el logro del excedente fiscal; dado que la riqueza monetaria global es cero, una variación positiva de un grupo implica necesariamente la variación negativa correspondiente para su grupo complementario.

Dicho acomodo puede resultar también de una combinación de los dos casos “ideal-típicos” discutidos, un déficit tanto del sector externo como del sector privado. La relación cuantitativa estricta impuesta por la identidad entre ingresos y egresos (a nivel global) permite reflexionar sobre las maneras concretas de estos procesos de redistribución de “riqueza monetaria”, su viabilidad y las implicaciones para los diferentes sectores. Este análisis hipotético pero concreto permite superar la visión agregada y abstracta que caracteriza a menudo la discusión, que parte de las intuiciones de la vida cotidiana y por ende falsamente plausibles (“una familia que vive por encima de sus posibilidades tiene que ajustarse el cinturón, y lo mismo aplica para el Estado”).

Nuestra breve discusión ha mostrado lo difícil que es alcanzar un excedente fiscal en tiempos de crisis, y la gravedad de la situación económica y social que resulta de la imposición de este objetivo para la sociedad en su conjunto, y particularmente para los sectores que ya se encuentran en condiciones de fragilidad.

No es nada seguro que los sacrificios implicadas por las políticas fondomonetarista conducen al objetivo declarado de “sustentabilidad fiscal”; la deuda pública (inclusive la externa) puede volverse más difícil de ser servida debido a la contracción del ingreso nacional, y la destrucción de las capacidades productivas generadas por las medidas del “ajuste estructural”.

El préstamo asociado al Servicio ampliado alivia por un momento la situación de las reservas internacionales (lo que facilita el servicio de la deuda externa existente y agrava el problema de la “fuga de capitales”) y dará un tiempo adicional al gobierno nacional para llevar adelante las políticas de ajuste. Las breves consideraciones aquí presentadas sugieren que no se trata, en realidad, de una terapia dolorosa pero necesaria, sino de una política de “acumulación por desposesión” (concepto desarrollado por David Harvey), con beneficiarios nacionales y extranjeros. La política de depresión y devaluación interna conduce sin duda a la venta, por parte de agentes privados nacionales, a “precios de remate” de activos reales, especialmente de bienes raíces. ¿Quiénes tendrán la riqueza monetaria suficiente (o el acceso al crédito necesario) para beneficiarse de los precios de ganga a venir?

El mismo fenómeno se dará a nivel del remate planificado de empresas públicas, recursos naturales y concesiones de monopolios naturales. ¿Quiénes se beneficiarán de la adquisición a precio reducido de estas riquezas sociales?

Alternativas a este escenario siniestro existen. Para pensarlos y para desarrollarlos en la práctica, es necesario, en primer lugar, desmantelar el discurso mediático e intuitivamente plausible; porque se basa en una extrapolación del análisis parcial del “Estado Obeso”, que necesita un régimen para adelgazar, y plantear la problemática a nivel global, tomando en cuenta la interdependencia entre sujetos (y sectores) resultante de la inexorable identidad entre ingresos y egresos.

Bibliografía

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[1]          Agradezco Robertho Rosero, Jonathan Báez y Alejandra Barba por los comentarios al borrador. Los errores son míos, por supuesto. Comentarios y críticas muy bienvenidos: [email protected]

[2]          Existen unas buenas presentaciones en inglés de la perspectiva de Stützel, p.ej. Sauer & Sell 2018, Ellermann, Lindner, Reissl, & Tarne 2017, Lindner & Reissl n.d. y la traducción de una sección del libro Saldenmechanik, Stützel 2017.

[3]          Wilhelm Lautenbach fue un economista y funcionario público alemán. Propuso en el año 1931 lo que fue llamado “Plan Lautenbach” para hacer frente a la grave depresión. Es considerado como unos de los economistas alemanes que desarrollaron, a partir de la problemática de los pagos de reparación y la crisis económica de los años ’30, reflexiones análogas a las presentados por Keynes en la Teoría General. Ver Lautenbach & Stützel (1952) (Interés, Crédito y Producción)

[4]          Para simplificar, hacemos abstracción de las participaciones en empresas (acciones) que no son pasivos en el sentido estricto. A la vez hacemos abstracción de la posibilidad de pasivos reales. Esto no debería afectar el análisis aquí presentado.

[5]          En Schmidt (2017) se puede encontrar un esquema para pensar estos diferentes casos, basado en Grass & Stützel (1983)

[6]          El banco “emite dinero” (en su forma escritural) cuando otorga un crédito a un cliente. En este caso registra un nuevo depósito en sus pasivos, y una nueva “cuenta por cobrar” en sus activos. Pero no es solamente la emisión monetaria que hace que el acervo global de medios de pago en una economía no es fijo. También hay que considerar que las circunstancias concretas definen lo que debe puede jugar el papel de medio de pago (¿Es, p.ej., un cheque posfechado y endorsado un medio de pago?).

[7]          Para evitar la proyección errónea a la situación global de enunciados correctos solamente a nivel parcial (y así evitar incurrir en alguna falacia de composición) Stützel desarrolla una estrategia que se basa en la formulación explícita de la realidad a nivel parcial y a nivel global, así como de la relación que existe entre los dos niveles. Al primero llama enunciado parcial, al segundo enunciado global y al tercero enunciado de la mecánica de saldos. Para la temática aquí discutido podría expresarse de la siguiente manera:

            Enunciado parcial: Cada sujeto puede lograr una variación positiva de su riqueza monetaria reduciendo sus egresos o aumentando sus ingresos.

            Enunciado de la mecánica de saldos: Un sujeto logra aumentar sus ingresos (reducir sus egresos) solamente en la medida en que otro(s) sujeto(s) acceden a aumentar sus egresos (o aceptan la reducción de sus ingresos)

            Enunciado global: El conjunto de los sujetos económicos no puede modificar su riqueza monetaria global (necesariamente igual a cero), independientemente de cuanto modifiquen sus ingresos y egresos. (Stützel 1983, p. 73)

[8]          Ver Schmidt 2017, op.cit. para un desarrollo de este ejemplo.

[9]          El Acuerdo a nivel Técnico publicado el día 28 de agosto dice: ““De cara al futuro, para garantizar la sostenibilidad fiscal y cumplir con los límites de deuda pública legislados en Ecuador, las autoridades se comprometen a tomar medidas tempranas para mejorar las finanzas públicas una vez que la economía comience a recuperarse. Esto incluye reducir el gasto relacionado con la crisis el próximo año e implementar un paquete de reforma fiscal que incluye una moderación del gasto corriente y de capital, una reforma tributaria inteligente e integral, y una mejor gobernanza del gasto público, mientras se continúa expandiendo la cobertura de la protección social.” (Comunicado de Prensa FMI 20/290: https://www.imf.org/es/News/Articles/2020/08/28/pr20290-ecuador-imf-and-ecuadorian-authorities-reach-staff-level-agreement-on-new-eff). El First Review under the extended Fund Facility del año pasado es más explícito y proyecta un excedente primario (anterior al servicio de la deuda) de aproximadamente 5 puntos porcentuales del PIB desde el 2020 hasta el 2024, y unos 2.8% después de pagar el servicio de la deuda (p.7): https://www.imf.org/en/Publications/CR/Issues/2019/07/03/Ecuador-First-Review-under-the-Extended-Fund-Facility-Arrangement-Requests-for-Waiver-of-47087

[10]       Un análisis más detallado debería distinguir entre el excedente primario y el excedente final. El primero enfatiza el excedente fiscal que debe ser alcanzado con anterioridad al servicio de la deuda, el segundo después del mismo. Para el análisis del servicio de la deuda interna, la situación final es quizás la más pertinente, ya que este servicio significa un ingreso adicional para el sector privado (y alivia por consiguiente el impacto del exceso de egresos que le impone el excedente fiscal primario). Sin embargo, la distribución desigual entre beneficiarios del servicio de la deuda y quienes contribuyen con el logro del excedente fiscal sugiere la importancia de analizar adicionalmente el excedente primario. En cuanto al servicio de la deuda externa, el excedente primario es mucho más significativo para el análisis, ya que los pagos de servicio de deuda internacional no modifican sustancialmente la posibilidad de alcanzar un excedente externo primario (de la cuenta corriente). En lo que sigue vamos a analizar el impacto del excedente final sobre las hojas de balance de los diferentes sectores. Invitamos a la lectora, al lector a ampliar por su cuenta la reflexión incorporando la problemática del excedente primario, lo que puede dar una comprensión más cabal de la dimensión temporal de los pagos, y también del impacto diferencial según los grupos y subgrupos analizados.

[11]       Ver Lambertini & Proebsting (2019) sobre el problema del (no) ajuste de los precios de bienes de exportación en el contexto de a una devaluación interna.

[12]       En una economía con moneda propia resulta bastante evidente que es necesario disponer de, o poder obtener, medios de pago internacionales para efectuar un pago a nivel internacional (importación, servicio de deuda etc.). En nuestra economía dolarizado, esto puede resultar menos transparente: ¿acaso no utilizamos “los mismos dólares” al interior de la economía ecuatoriana como la que se utiliza en los Estados Unidos (y sirven como “dinero global”)? Si, y no. En términos “nominales” los dólares de Estados Unidos y los que se utiliza en el Ecuador son los mismos (el dólar de los Estados Unidos es el medio de pago legal en ambos países). Pero esto es, al final, solamente un nombre. Los dólares que circulan en el Ecuador son iguales, pero no idénticos a los que circulen en los Estados Unidos, porque son elementos de dos sistemas monetarios separados. Su igualdad proviene del “anclaje” que brinda el Banco Central del Ecuador garantizando la conversión de un “dólar ecuatoriano” en un “dólar auténtico” cuando es solicitado (entrega de billetes, transferencia al exterior) (ver el artículo de Andrés Arauz “Dólares y Xenodólares, el sistema de pagos como política monetaria” https://dolarizacion.ec/2019/01/24/dolares-y-xenodolares-el-sistema-de-pagos-como-politica-monetaria-en-el-ecuador-dolarizado/). También se puede consultar el pequeño artículo “cómo interpretar a los prestamos del FMI y su relación con la dolarización” de Roberto Rosero y Eric Meyer, recopilado en “Investigamos, luego existimos” del Instituto de Investigaciones Económicas de la UCE: https://coyunturauceiie.files.wordpress.com/2020/08/investigamos-luego-existimos-2020.pdf

[13]       La rapidez de la acomodación del sector externo también dependerá de la política económica externa que se adopte. Sin embargo, los ajustes de política fiscal que forman parte del acuerdo con el FMI (eliminación de impuestos sobre bienes importados, salida de divisas etc.) dificulta adicionalmente que este “piso” de la espiral negativa se alcance pronto.

[14]       (y el sector público, del cuál hacemos abstracción porque por hipótesis cumple cabalmente con la reducción de sus egresos en capital, como reza el acuerdo con el FMI, dejando deteriorar la infraestructura física, la salud de sus ciudadanos, el entramado social etc.)

[15]       Hay que tomar en cuenta que la misma identidad entre ingresos y egresos nos permite formular el nivel de las ganancias (brutas, deducidos los impuestos) = (identidad) Inversión + consumo capitalistas + Déficit público + Excedente corriente externo – Ahorro de los trabajadores (El superávit de las empresas es idéntico al la inversión mas el consumo de capitalistas (los egresos “capitalistas” menos los ahorros de los demás sectores (público, privado (“trabajadores”) y externo). (P.ej. Kalecki 1996, p 51, “las ganancias brutas reales en un período corto de tiempo están determinadas por decisiones de los capitalistas con respecto a su consumo e inversión que han sido formadas en el pasado y que están sujetas a corrección debido a cambios inesperados en el volumen de las existencias” (p.48)). La reducción de la inversión y el ahorro (financiero) público deprime la ganancia de las empresas (pero por supuesto de forma desigual entre diferentes empresas y la condición del mercado en que se encuentra etc.) y reduce aún más la inversión y el consumo capitalista.

[16]       Para la importancia de la amenaza de perder los bienes hipotecados para la dinámica de acumulación capitalista se puede consultar: Heinsohn & Steiger (2013) y, aplicado al mundo rural, Gerber (2014)

[17]       El otro componente del acuerdo con el FMI, la reforma del marco regulatorio del Banco Central, intentado ya el año pasado en la denominada “Ley trole 4” (abortada en una primera instancia, pero sin duda lanzado nuevamente en breve) tiene que ver con la ejecución de una política monetaria restrictiva que refuerza las tendencias de “devaluación interna” aquí analizados. El objetivo declarado de la autonomía / independencia del Banco Central puede interpretarse entonces como una garantía para que las políticas de deflación/depresión se persiguen aún cuando un futuro gobierno (“democráticamente electo”) tomaría distancia de las políticas de ajuste. Ver sobre la “ley trole 4” el recopilado del “Observatorio de la dolarización” (https://dolarizacionec.files.wordpress.com/2019/11/resistiendo-a-la-trole4-observatorio-de-la-dolarizaciocc81n.pdf) y sobre la acción posible de bancos centrales independientes Werner (2003).

[18]       Existen otras formas para obtener reservas internacionales, p.ej. promoviendo un endeudamiento privado externo y apropiarse de las Reservas Internacionales resultantes, ya sea mediante la promoción de “inversión extranjera directa”, ya sea a través del sistema bancario nacional. Esto, sin embargo, es una solución a corto plazo (el servicio del capital tendrá que hacerse por su parte con “dinero internacional”), y contribuiría a fragilizar las hojas de balance de entidades financieras y empresariales, especialmente si se trata de inversiones con vencimiento a corto plazo. Si la circunstancia actual de la economía ecuatoriana hace viable esta estrategia (y a que costo: nivel de remuneración necesario para atraer capital financiero en un contexto de percepción de riesgo elevado) es otro tema. La otra alternativa es seguir una estrategia “Ponzi” de endeudamiento adicional tanto para servir como para amortizar la deuda externa pública existente (ver Minsky (1986)). Insistimos en que este problema de la posibilidad de servicio de la deuda externa (el famoso problema de transferencia discutido en profundidad en el contexto de las reparaciones de guerra) es independiente de si el sector público alcance un excedente fiscal, la “nación” en su conjunto debe alcanzar un excedente externo (superávit de la cuenta corriente “primaria”) para poder servir (y eventualmente amortizar) esta deuda; caso contrario habrá simplemente un trueque de ciertos pasivos internacionales por otros (como en el caso de Alemania posterior a la primera guerra mundial, cuando el endeudamiento externo de los municipios permitió por un tiempo el servicio de las obligaciones de reparación… hasta que el flujo entrante se cortó abruptamente).

Fuente: https://coyunturauceiie.org/2020/09/25/el-otro-lado-de-la-moneda-del-excedente-fiscal-consideraciones-contables-sobre-el-acuerdo-con-el-fmi/