Por su apellido, la madona de los socialistas franceses Marie-Ségolène Royale sugiere la realeza. Pero Royal es también una marca de alimentos para perros. El escritor Alain Soral dice que la realidad de Segolène no llega a tanto: puede que no haya gran cosa detrás de su sonrisa, la de la mejor recepcionista posible para […]
Por su apellido, la madona de los socialistas franceses Marie-Ségolène Royale sugiere la realeza. Pero Royal es también una marca de alimentos para perros. El escritor Alain Soral dice que la realidad de Segolène no llega a tanto: puede que no haya gran cosa detrás de su sonrisa, la de la mejor recepcionista posible para los extranjeros que busquen dejar algunas divisas en nuestro turístico territorio. También sus piernas algo pesadas, y su ancha cintura de madre de cuatro hijos venden muy bien: es una Marianne (la tradicional representación de la republica francesa como pura doncella) asentada y acogedora, remoza sin quebrantarla la tradición de los retratos autocomplacientes que adornan nuestros museos.
Figurina creada por el equipo profesional de consejeros en publicidad de Bill Clinton, para caerle bien a los ricos extranjeros que nos envían turistas, hace falta que los votantes también vean en ella a una protectora. En el plano interior, elige apoyarse en los padres de familia, pero al hacerlo se arriesga: como remedio a la crisis educacional, propone que los profes se queden más horas en los colegios; ostentación de valentía en el patio casero tal vez, pero sentencia de muerte en cuanto al voto de los docentes, que suelen ser una base electoral sólida para los socialistas.
Ahora bien, como dice otro candidato, «no podemos aceptar que nos aturdan con los problemas escolares o lo de la capa de ozono mientras están asesinando al pueblo palestino, empezando por la franja de Gaza, y hay gente contemplando también la desaparición del Líbano» (Gabriel Enkiri, candidato francopalestino, y entre otras cosas partidario de la abolición del desempleo, como antaño se abolió la esclavitud).
Segolène se acaba de dar una vuelta por el Oriente Próximo, donde se juega en serio. Intentó ser ella misma, y con su simpática buena fe prestó oído atento a lo que le dijeron los dirigentes de Hezbolá y los libaneses, un poco más alto que el resto del mundo, que los israelíes son peores que los nazis, y que ocupan tierras ajenas como Hitler ocupaba Francia. En seguida le llamaron la atención los socialistas franceses: no la colocaron de embajadora de Francia ante el mundo para que diga disparates. Al partido socialista se le conoce en el Oriente Próximo como Partido Sionista. Su gran protagonista Léon Blum, que fue primer ministro en 1936, fue el que logró, por maniobras a espaldas de la voluntad de su propio gobierno, que el voto de la ONU se inclinara a favor de la creación del Estado de Israel. El círculo Léon Blum, pues, le hala las orejas a la primera dama: «delirio verbal», «indecencia» (http://www.cercle-leon-blum.org). Al día siguiente, Caperucita roja se porta mejor, visita a Ehud Olmert y dice que a los iraníes no les corresponde tener energía nuclear de ningún tipo, ni civil ni militar (FRS0738 40251 /AFP-GN16).
Junto o frente a ella tiene a los socialistas sionistas Jospin, Strauss Kahn y Fabius, que le quieren quitar el puesto como sea. Strauss Kahn ha declarado muy tranquilo que no solamente es judío sino que cada mañana, al mirarse en el espejo se pregunta qué va a poder hacer por Israel. Aclaremos que ha sido ministro de Hacienda en FRANCIA, no en su otra patria. Otro socialista, el alcalde de París, Bertrand Delanoë, acaba de contratar a una empresa israelí para la protección de la Torre Eiffel: ¿Tal vez pronto nos toque algún atentado? Ya están dadas las condiciones…
Estos son los hermanos políticos de Segolène, es decir, los socialistas, como cierto primer ministro húngaro que declaró: «He mentido mañana tarde y noche», pero sigue ahí. Y son los socialistas franceses los que le regalaron los secretos de fabricación de la bomba nuclear a Israel, sin consultar jamás al pueblo francés.
Veamos ahora a los contrincantes bien situados para estas próximas elecciones: Sarkosy tiene el apoyo oficial de la Unión de Patronos Judíos de Francia, y se le llama en el diario israelí Ha aretz el «candidato natural de los electores judíos» (2% de la población francesa). Ya Sharon lo consideraba garante de una verdadera ruptura con Jacques Chirac. Fue a visitar a Bush y al AIPAC para que quedara clara su intención de poner por encima de cualquier otro problema la lucha contra el antisemitismo, es decir su sometimiento a dos países extranjeros combinados: Estados Unidos e Israel. Lo fue a declarar el pasado 11 de septiembre, sin el menor mandato de Jacques Chirac. El sí dice que había que invadir a Irak, y que Hezbolá es una organización terrorista, aunque la comunidad europea se niega a clasificarlo como tal. Está muy dispuesto a respaldar una acción militar contra Irán. Le apoya Patrick Gaubert, jefe de LICRA (sucursal francesa de la Anti Defamation League yanki), quien lo califica de «verdadera estrella para los judíos de Francia». Hasta el movimiento sionista supuestamente de izquierda Hachomer Hatzair aclama a Sarkosy. En 2003 recibió un premio del Centro Simon Wiesenthal; es judío por parte de madre, y todo esto lo cuenta el periódico Libération…
(Ver: http://www.liberation.fr/actualite/evenement/evenement2/221033.FR.php).
Algunos concluyen : «No a la violación del pueblo por la propaganda masiva a favor de la pareja Segolène Royal y Nicolas Sarkosy, candidatos oficiales de la Europa federal, neoliberal, antisocial y atlantista» (http://www.resiliencetv.fr/modules/news/article.php?storyid=1535 ). Por cierto, ni el uno ni el otro se acuerdan de que Francia votó NO en el referéndum sobre la constitución europea, mientras los partidos de «Sarkolène» tanto como el de «Segosy» pretendían que votáramos a favor. El País ya subrayó que de todas formas semejantes candidatos acostumbran cambiar de parecer según el resultado de los sondeos, sobre muchísimos temas.
¿Quién queda, entonces, de candidato serio? Dieudonné, el artista popular porque hace reír a mandíbula batiente de los judíos sionistas, fue candidato también, y tenía un lema acertado: «entre bufones, yo soy el más profesional». Pero estando acorralado por los sionistas unidos, se le ocurrió aceptar cierto respaldo en el partido de Le Pen, y ante tamaño oportunismo, sus amigos le han aconsejado volver a las tablas estrictamente reservadas a los descalabros artísticos.
Queda pues el propio Le Pen o su hija, quienes pueden vanagloriarse de haberle dado una gran audiencia, mucho más allá de su propio partido, a algunos temas que hicieron famoso a Le Pen; Sarkosy, el ministro del Interior, retoma y aplica sus consignas de mano dura contra los extranjeros y los jóvenes revoltosos sin sentimentalismos. Tanto a Le Pen como a Sarkosy les convendría que estallaran pronto graves violencias étnicas y racistas: la semana pasada tuvo lugar un partido de fútbol importante entre PSG y el equipo israelí: ¡ese día, Sarkosy había quitado parte de los efectivos policíacos habituales para estos grandes momento de furia colectiva empapada de cerveza! Como era de esperarse, hubo un muerto: pero no fue judío, así que se frustró la campaña ya preparada sobre los horribles antisemitas que pueblan los estadios; y es un policía negro el que disparó, procurando proteger, precisamente, a un judío. Así que por los cuatro costados falló -hasta la próxima oportunidad- el gran show circense que habría ayudado tanto a Sarkosy como a Le Pen.
Un sitio web llamado «Cualquier cosa menos Sarkosy» (www.toutsaufsarkosy.com ) demuestra cómo en realidad ambos están atrapados en una competencia complementaria, pues necesitan su mutuo fortalecimiento. Y Le Pen también hace su acercamiento a las organizaciones judías. Su ministro de la cultura potencial, el profesor de japonés Bruno Gollnisch, acusado ante la justicia por posible asomo de duda sobre algún aspecto del holocausto nazi-judío, ha declarado públicamente que cree en todo lo que sus acusadores le dicen que hay que creer, incluyendo explícitamente las cámaras de gas. ¿Qué más se le puede pedir? Los «cristianos viejos» de la burguesía, temerosa de la juventud árabe y negra revoltosa, estarán encantados con cualquiera que sepa tratar a esta población como los israelíes tratan a los palestinos. París bien vale una misa judía…
Queda una figura popular: José Bové, el defensor de los campesinos, en su tierra, y a escala mundial, el que no ha hecho concesiones a los sionistas. Pero los partidos de izquierda, que deberían estar con él, prefieren la rutina de presentar sus habituales divergencias y comunes fracasos.
Mientras no surjan otras candidaturas, antes del 31 de diciembre, el pueblo está solo.
La francesa Maria Poumier es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala.
URL de esta página: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=42717