El tema de esta mañana es el papel de los intelectuales en la construcción del poscapitalismo. Estamos frente a esfuerzos muy numerosos de construcción de un poscapitalismo. En octubre pasado, tuvimos en Caracas una reunión interesante, En defensa de la humanidad y el Foro Mundial de Alternativas, del cual Samir Amin es Presidente y yo, […]
El tema de esta mañana es el papel de los intelectuales en la construcción del poscapitalismo. Estamos frente a esfuerzos muy numerosos de construcción de un poscapitalismo. En octubre pasado, tuvimos en Caracas una reunión interesante, En defensa de la humanidad y el Foro Mundial de Alternativas, del cual Samir Amin es Presidente y yo, Secretario Ejecutivo. El tema, precisamente, fue la transición: ¿cómo podemos pensar la transición al poscapitalismo, al socialismo, apoyándonos en las experiencias de la historia y las experiencias actuales? Esto, evidentemente, planteó el papel de los intelectuales en la lucha social.
Primero, en la reflexión hemos visto que la crisis actual que es una crisis del capitalismo; pero que, como decía Samir Amin, es una crisis del capitalismo sin lucha de clases o con luchas, resistencias o revueltas no coordinadas. Así, todo el problema consiste en la construcción de una relación de fuerzas que exige varios pasos, que se intermezclen para construir una real lucha de clases a escala mundial.
Primero, evidentemente, se debe construir una conciencia colectiva no solamente de los hechos y de los fenómenos, sino también de las cosas. En este sentido, los foros sociales han jugado un papel muy positivo. El último de ellos, ha sido un paso adelante en una conciencia social colectiva más precisa. Fue muy claro para los movimientos sociales y en particular para los pueblos indígenas, que la raíz de los problemas es la lógica del capitalismo.
Esta conciencia que crece necesita análisis, pensamiento, conciencia que permita abordar las cosas de los fenómenos y no solamente los epifenómenos. Así, ya vemos el papel de los intelectuales en este trabajo.
Pero no solamente se trata de construir una conciencia colectiva, sino realmente de construir un nuevo sujeto histórico que no es solamente la clase obrera -sujeto histórico de los siglos XIX y XX. Como el fenómeno de la Globalización afecta todos los grupos sociales subalternos, en su vida cotidiana, el sujeto histórico que está naciendo no es solamente la clase obrera, sino todos los que sufren de la lógica del capital: campesinos, pueblos indígenas, las mujeres, los estudiantes, etcétera. Así, el nuevo sujeto histórico que se construye es un sujeto plural, por lo que se necesitan análisis para construir la coherencia, más allá del concepto de multitud. Dicho concepto es totalmente abstracto y desmovilizador. Pero se necesita no solamente la conciencia ni la construcción del sujeto, sino una definición de objetivos estratégicos comunes.
La experiencia muestra que no es posible, dentro de un sujeto tan plural, definir prioridades. Cada uno tiene las suyas, con razón, pero se pueden definir, objetivamente, puntos estratégicos comunes. De ahí también que la elección de estos objetivos puede ser resultado de un análisis y un pensamiento.
Finalmente, se deben pensar estrategias de acción. No se trata de intelectuales olímpicos que decidan las estrategias para los movimientos sociales, sino de intelectuales comprometidos, vinculados con todo lo que se hace en la lucha concreta. Así, podemos ver que frente a la construcción de un poscapitalismo, el papel de los intelectuales es específico. Este papel no consiste en definir una doctrina, no se trata de reconstruir un pensamiento único: se trata de construir la teoría, siempre abierta y siempre una interrogación, que siempre es un pensamiento crítico. La doctrina, por el contrario, es una cosa que se debe aplicar, cualquiera que sean los contextos. La teoría debe construirse de manera colectiva entre el conjunto de los intelectuales -por supuesto, hacemos alusión al concepto gramsciano de intelectual.
Un tercer punto es esclarecer, en la situación actual, cuáles son las respuestas prácticas e intelectuales que se dan a la crisis: una primera respuesta ha sido la de acusar a los banqueros, los dirigentes económicos que no vieron venir la crisis o que fueron corrompidos. Cambiamos los actores, enviamos todos los banqueros mafiosos a Guantánamo y continuamos con el mismo sistema; la segunda respuesta es regular el sistema, donde vemos dos orientaciones: la orientación del G20, que afirma de manera muy clara que las soluciones deben construirse dentro del modelo de la economía de mercado, lo que significa el capitalismo; y una orientación de la Comisión de Naciones Unidas, que trata de ir más allá en las regulaciones, pero de tipo keynesianas, que no van a poner en cuestión los parámetros del sistema. Así, regulaciones sí, aunque debemos preguntarnos para qué. Esa es la tercera orientación, ante la cual el papel de los intelectuales es tan importante.
En este sentido, pienso que el cambio de parámetros que ya vivimos en la crisis actual está en marcha en muchos aspectos de la economía popular, de energías alternativas, de la democracia participativa, de la teología de la liberación, de una ética global…Pero realmente, lo importante es ver cómo construir una coherencia para hacer de todas estas iniciativas -que por el momento son muy locales- un sistema nuevo. Ahí vemos, también, el importante papel de los intelectuales.
Termino con una propuesta: construir un grupo de izquierda, justamente para pensar los parámetros. La derecha tiene pensadores muy poderosos. Pero necesitamos ir más allá, necesitamos pensar cuáles son las condiciones para que un poscapitalismo merezca el nombre de socialismo. Necesitamos un trabajo descentralizado, porque no se ve la realidad de la misma manera desde China, o Mozambique o Chile, vinculado con los movimientos sociales y todas las iniciativas de nuevas construcciones, con un equipo permanente que pueda construir esta coherencia sobre la información de lo que está pasando. Es importante hacer un llamado a los estados progresistas, en particular de América Latina, y algunas fundaciones de izquierda, para juntos sentar las bases necesarias para este tipo de trabajo. Ya existen redes de intelectuales, ya existen experiencias, pensamientos; pero lo importante es construir la coherencia, lo que permitiría a los intelectuales desarrollar su papel fundamental.
Los intelectuales, si no son comprometidos, no son creíbles; pero si no son críticos, no son útiles.