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Entrevista a Nicolás Maduro

«El parlamentarismo de calle es un salto revolucionario en relación al parlamentarismo tradicional burgués basado en la democracia representativa»

Fuentes: Argenpress

Nicolás Maduro, venezolano, 43 años de edad, con estudios en Administración de Empresa, se fogueó políticamente al calor de las luchas sindicales. Ocupa ahora, por segundo período consecutivo, la Presidencia de la Asamblea Nacional (poder legislativo) de la República Bolivariana de Venezuela. Argenpress dialogó con él, y aquí presentamos la extensa y jugosa entrevista que […]

Nicolás Maduro, venezolano, 43 años de edad, con estudios en Administración de Empresa, se fogueó políticamente al calor de las luchas sindicales. Ocupa ahora, por segundo período consecutivo, la Presidencia de la Asamblea Nacional (poder legislativo) de la República Bolivariana de Venezuela.

Argenpress dialogó con él, y aquí presentamos la extensa y jugosa entrevista que nos concedió.

Argenpress: Luego de las elecciones legislativas del 4 de diciembre pasado, donde el movimiento bolivariano salió fortalecido, y considerando que este 2006 es año de elecciones presidenciales para el próximo diciembre, ¿cómo se ve el panorama político en Venezuela?

Nicolás Maduro: Podemos decir que el 2005 fue el mejor año de la revolución. Se ha adquirido una gran fortaleza, una gran experiencia, tanto en el pueblo, en las organizaciones de base, como en el liderazgo del presidente Chávez y los liderazgos de acompañamiento que lo refuerzan en distintos ámbitos. El pasado año fue el mejor año en la economía, por varias cosas: no sólo porque las variables económicas fundamentales de la nación siguieron mejorando, con un crecimiento económico de casi un 10 %, con una inflación disminuyendo y acercándonos a un dígito, con una estabilidad monetaria y cambiaria muy importante, con un descenso del desempleo por primera vez en 20 años por abajo del 10 %. Todo eso es muy importante: las variables económicas, y sobre todo que el crecimiento económico se dio en la economía no petrolera. Con una economía petrolera recuperada que es motor de la sociedad, sobre todo en los programas sociales, pero también con una economía no petrolera agarrando cada vez más sustento propio
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También en el ámbito económico fue el mejor año de la nueva economía social. Una economía social que cada vez tiene más influencia en las regiones, en lo local y en lo regional, que genera cada vez más capacidad de empleo productivo y no sólo de ocupación generando en forma creciente bienes y servicios para la sociedad. La nueva economía social todavía no tiene un alto impacto nacional ni está en condiciones de exportar algún producto, pero tiene un gran impacto en la economía local y regional. Por lo tanto podemos decir que el 2005 fue un buen año económico.

Desde el punto de vista social siguieron avanzando a buen paso todas las misiones, así como todos los planes educativos, culturales, alimentarios, de cooperativismo. Es decir que en términos generales los programas sociales se consolidaron, mejoraron, se ampliaron. Se amplió considerablemente el número de venezolanos que pudo acceder a todos estos programas.

Desde el punto de vista político el 2005 fue un año que permitió la consolidación del bloque revolucionario que está gobernando en el país. El presidente Chávez sin dudas ganó en su liderazgo, pero fundamentalmente el país ganó mayor estabilidad política, y también se logró seguir avanzando en el proceso de aislamiento social y político de los factores de la ultraderecha, que son los elementos más dinámicos de la oposición venezolana. Pero no hay que olvidar que son factores profundamente vinculados a la embajada de los Estados Unidos, a la política del imperio.

En el campo internacional la Revolución Bolivariana tuvo su año de mayor avance, tanto en alianzas regionales como mundiales. Enfrentamos el año de mayor presión imperialista frente al país para tratar de buscar el aislamiento político del presidente Chávez y de Venezuela. Pero fue el año de nuestro mayor avance; fue el año en que ingresamos a MERCOSUR, fue el año donde candidaturas vinculadas al proceso de cambio como Tabaré Vásquez en Uruguay y Evo Morales en Bolivia triunfaron y se incorporaron, con toda esa fuerza moral y política, al proceso de integración de Sudamérica. Fue el año de la creación de Petrocaribe, de Petrosur, de Telesur, fue el año de la denuncia ante la ONU y la reversión del acuerdo que se estaba tratando de imponer al mundo a través del pacto que después Kofi Annan tuvo que denunciar a partir del enérgico señalamiento del presidente Chávez en la Asamblea General. Fue también el año de la derrota en la OEA del candidato de los Estados Unidos y de la conformación de un bloque que permitió frenarlo, dando lugar a un equipo de transición que hasta este momento ha cambiado la actitud de ese organismo frente al país. La OEA fue siempre un organismo utilizado para golpear la Revolución Bolivariana, aislarla y tratar de intervenir al país. Pero hoy eso no es así: hoy es una OEA con una correlación de fuerzas totalmente distinta.

Y en el plano del mundo fue el año de la consolidación de la relación con España, Portugal, Francia, Rusia, la India, China. Es decir: fue el año donde más avanzó la idea de la política internacional multipolar y del mundo multipolar que nosotros creemos que hay que construir.

Así que, por todo eso, el 2005 fue el mejor año de la revolución. Ahora, para el 2006, todas estas tendencias deben profundizarse y mejorar. Pero también es el año de la gran amenaza, porque es el año donde el imperialismo cree que puede jugarse el todo por el todo por acabar con la Revolución Bolivariana. Es el año de las elecciones presidenciales. La política principal que el imperio ha definido con sus aliados internos -que son quienes forman la ultraderecha lacaya que existe en Venezuela- apunta hacia un proceso donde quisieran, ante todo, lograr elevar la conflictividad social, la protesta social, para vincularla con una iniciativa de desestabilización política. Todo esto a través de una política de abstención. Quien sea de izquierda, o venga de la izquierda, o haya visto actuar a la izquierda en cualquier parte del continente, puede manejar con mucha facilidad estos conceptos. A nosotros nos están aplicando una política que usó la izquierda radical en algunos países en los años 60 y 70; es decir: política de elevar la conflictividad social, de denunciar las instituciones, y luego llamar a la abstención, supuestamente como parte de un proceso que debe coronar con un alzamiento cívico-militar contra el presidente Chávez, con intervención de la OEA o de algún organismo multilateral. Esa es la política del imperio.

En este momento ya nos estamos preparando, de manera temprana, para enfrentar esa política y derrotarla. Nos hemos propuesto una meta electoral, que a la vez es una meta política, que es también una medición de fuerzas, y que consiste en sacar 10 millones de votos por el presidente Chávez en las próximas elecciones de diciembre. 10 millones de votos significa un trabajo en los próximos 10 meses de gran organización; un trabajo de estímulo ideológico y formación de la gente, un trabajo de movilización permanente de la población, de convencimiento. Es decir: un trabajo de conformación de un bloque político y social más amplio del que hemos tenido, que va a permitir, en términos prácticos, darle estabilidad política al año, consolidar el crecimiento económico y la nueva economía social, consolidar todos los planes sociales ya en curso y los nuevos que se están lanzando ahora. En otros términos: dar un salto adelante en la revolución. Cada reto, cada año, cada desafío que nos presentó el imperialismo nos ha permitido no sólo derrotarlo sino utilizar esa oportunidad para crecer, para ampliar la creatividad de las políticas sociales, la participación política de la población.

El año 2006 que se presenta como un reto ya prácticamente ha permitido al presidente adelantar un conjunto de políticas sociales que en América Latina no se veían desde hacía 40 o 50 años; políticas de protección a las mujeres desempleadas y madres solteras, políticas de protección a las personas de la calle en situación de desamparo, políticas de aumento salarial por encima del nivel de inflación del año pasado y de este año para todos los trabajadores, políticas de protección de los derechos laborales a través de los certificados de solvencia laboral que se le tiene que entregar a cada empresa privada como requisito para que pueda seguir existiendo (para que pueda recibir créditos las empresas tienen que presentar ese certificado, que demuestra que cumple con todos los derechos contractuales constitucionales y legales de los trabajadores que tiene a su cargo). Es decir que la revolución viene demostrando que ante cada reto se crece, y que cada desafío genera nuevas formas de política social, de participación política y de respuesta económica que consolidan el proyecto, que lo van acercando más a lo que es el futuro de este proyecto.

Por lo tanto el 2006 es el año del gran reto, pero también será el año de la gran victoria.

El imperialismo ha entrado en una fase de desesperación delicada en todo el mundo, porque se empantanó en Irak, se empantanó en Afganistán, y en América Latina viene perdiendo terreno aceleradamente, casi sin capacidad de reacción. No pudieron evitar la victoria de Tabaré Vásquez, no pudieron evitar la victoria de Evo Morales, pareciera que no van a poder evitar la victoria de López Obrador en México, de Ollanta Humala en Perú, del avance en Nicaragua, del avance del FMLN en El Salvador. Entonces hay un nuevo bloque, patriótico, revolucionario, de izquierda, democrático, que viene consolidando posiciones, donde Venezuela -desde nuestro punto de vista- está llevando la batuta, la vanguardia. Nos ha tocado ser la punta de lanza para enfrentar al imperialismo, para plantear los temas del socialismo, para plantear los cambios sociales, mientras que otros líderes que vienen de diversas corrientes de centroizquierda van reacomodando en sus países el cuadro interno para consolidar una opción general de bloque en el continente.

O sea que en el año 2006 encontramos un imperialismo decadente, más allá de cualquier consigna utilizada décadas atrás; hoy día sin dudas vemos una gran decadencia interna y externa en el imperialismo, además de encontrar un nuevo bloque social avanzando en el continente, todo lo cual ha hecho entrar en fase de desesperación a los sectores más guerreristas y violentos del gobierno de los Estados Unidos.

En el gobierno de los Estados Unidos hay contradicciones en el manejo de la política hacia América Latina, especialmente hacia Venezuela. Quizá lo que los une a todos es el hecho de focalizar a Chávez y a Venezuela como el objetivo fundamental a derrotar, a aislar en el continente; y al concentrarse sólo en Chávez han dejado entonces abiertas las opciones en toda la región para que sigan avanzando propuestas progresistas. Ahí hay contradicciones entonces. Eso es evidente en las últimas declaraciones públicas: por un lado salen Donald Rumsfeld y John Negroponte -el sector duro, guerrerista- atacando a Chávez con expresiones absolutamente destempladas, que pudieran rayar en lo estúpido; expresiones de imbéciles en política, como es el caso de compararlo con Hitler luego de haber montado una campaña donde primero lo presentaron como antisemita. Diciendo luego que Chávez derrocha el dinero de los venezolanos financiando con petróleo la revolución en el continente, la misma campaña que tienen sus lacayos y voceros en Venezuela. Ese es el sector más radical que busca justificar la intervención militar. Lo cual sería una locura, pues de atacarnos militarmente se prendería una guerra en todo el continente, y en el mundo entero, dado que nosotros tenemos muchos amigos en el mundo árabe, en Europa, en Africa, y se le haría así un mundo inviable al imperialismo si se meten bélicamente aquí. Además porque nosotros nos encargaríamos que en esta gran franja de Sudamérica: Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil, el imperialismo no tuviera vida, no pudiera moverse ni un solo ciudadano norteamericano. Le haríamos la vida imposible, desplegándonos por todo el continente, y sería una verdadera guerra hemisférica. No tenemos ninguna duda que los miles de combatientes y hombres honestos se incorporarían activamente a una guerra continental contra el imperio; en Nicaragua, en México los zapatistas. Realmente sería la tumba del imperialismo meterse militarmente en Venezuela.

Pero además de estos sectores que propugnan una política dura, hay otros sectores en el Congreso y en el Departamento de Estado que estarían buscando una reformulación de relaciones con Venezuela. La clave del éxito es que nosotros mantengamos la fortaleza en la política de la Revolución Bolivariana, sosteniendo una política amplia de alianzas en todo el continente y la búsqueda de relaciones multipolares, permitiendo todo eso funcionar como un escudo protector y forzando así, más temprano que tarde, a los sectores gobernantes en los Estados Unidos para que se replanteen una nueva relación con América Latina en términos generales. Y así aprendan a respetar al presidente Hugo Chávez y a la Revolución Bolivariana.

Argenpress: En este contexto de fortalecimiento de la Revolución Bolivariana, ¿cómo debemos entender el parlamentarismo de calle que ahora se impulsa?

Nicolás Maduro: Lo que nosotros hemos llamado «parlamentarismo social en la calle» no es otra cosa que el liderazgo social de lo que ahora se está viviendo en Venezuela. Es convertir la Asamblea Nacional -que es el órgano parlamentario del país- en un verdadero poder popular. Es decir: que no sea simplemente un Congreso de elites donde éstas deciden por el pueblo, donde sustituyen la voluntad popular, piensan y deciden por el pueblo, pero donde terminan articulándose con las elites del poder económico -nacional e internacional- para seguir manteniendo el status quo en materia de las leyes fundamentales que rigen la economía y la vida social de la nación. Por la amplia, absoluta mayoría que tenemos en la Asamblea Nacional, ha llegado la oportunidad de dar un salto adelante, para convertirla en un poder popular. ¿Cómo se manifiesta esto en términos prácticos? Sencillamente en que en la Asamblea estamos construyendo y fortaleciendo una red nacional de consulta pública para todos los temas, todas las leyes que hay que discutir, y sobre la contraloría social, es decir el control de lo que sucede con los planes y las políticas públicas, para que todo eso se haga junto al pueblo. Eso ya arrancó; y arrancó muy bien.

A ese proceso le estamos dando dos fortalezas: por un lado, la fortaleza organizativa. Es decir, que la red se teja a nivel nacional y que llegue hasta el último barrio, hasta el último poblado del país. Y por otro lado, la fortaleza que le da contar con una plataforma tecnológico-comunicacional que permita llevar todos los sistemas que tienen que ver con Internet de banda ancha, teleconferencia, la televisión de la Asamblea Nacional, trasmisiones vía satélite, es decir: todo el apoyo técnico que permita llegar hasta el último rincón de la geografía nacional. Eso es un proyecto que ya está en marcha, y que entrará en funcionamiento pleno a más tarde para marzo. Todo lo cual nos va a permitir discutir leyes importantes, como por ejemplo la Ley de Salud, discutirlas simultáneamente con 100, o 200 o 300 comunidades del interior del país, permitiendo así que la gente pueda opinar desde el Amazonas, desde el Estado Zulia o de cualquier barrio de Caracas. Así podrá estar al tanto de la discusión, podrá opinar, y los diputados podrán interactuar con la población en todo el país recogiendo sus opiniones. En ese sentido el parlamentarismo de calle es un salto revolucionario en relación al parlamentarismo tradicional burgués basado en la democracia representativa. Esta última genera siempre, en forma automática, elites. No importa el color: tú puedes ser de derecha o de izquierda, de ultraderecha o de ultraizquierda, pero si asumes que eres el representante de alguien y le robas su voluntad, su soberanía, diciendo que tú eres el propietario de estas cosas, puedes decir por la izquierda o por la derecha, pero al final es lo mismo: vas a decidir tú por tu propia cuenta alejado de la realidad social y de la voluntad general de la nación. Un verdadero parlamento democrático en una nación democrática tiene que expresar la voluntad, la soberanía y la opinión del pueblo, en todas las materias. Tiene, por tanto, que construir las vías sociales, organizativas y tecnológicas para que eso sea una realidad. Si no es así es, sencillamente, un acto de circo. Es un acto donde la gente va a votar un día, elige un diputado o un senador que después se va a sentar en su curul, y luego no hace nada. Por eso es que los Congresos están tan desprestigiados en el continente y en todo el mundo; si vemos las encuestas, los Congresos tienen las peores calificaciones. Son repudiados. Es cierto que puede llegar gente honesta, revolucionarios, luchadores sociales, pero al acomodarse a las condiciones y no tener capacidad para romper los esquemas de la democracia burguesa, la democracia formal, al no poder aplicar nuevos mecanismos, terminan integrándose.

Quiero hacer aquí una consideración: alguien podría decir que el parlamentarismo de calle es algo que sólo se puede desarrollar en el marco de una revolución. Eso es verdad, pero no una verdad absoluta. Acabamos de estar en El Salvador, en las exequias de Shafik Handal, y tuvimos oportunidad de conocer la tribuna popular que él tenía ahí todos los viernes en una plaza de la ciudad de San Salvador. ¿Qué hacía Shafik Handal y qué hacen los diputados del FMLN en El Salvador? Pues todos los viernes salen a discutir con el pueblo la agenda que el Congreso trata durante la semana. Discuten esos temas con el pueblo, y del pueblo recogen las propuestas para llevar luego al Congreso. Ya ahí va el germen de la revolución, del nuevo parlamentarismo social, de la democracia protagónica y participativa, que es la democracia revolucionaria.

En otros términos: ¿qué puede sustituir a la vieja democracia colonial representativa y desgastada de los partidos políticos que existe en el continente? Pues una democracia popular, una democracia revolucionaria, participativa y protagónica, donde el pueblo, el ciudadano sea el principal actor. Pero eso no surge de la noche a la mañana; eso es un largo proceso donde a veces se dan saltos históricos. El pueblo venezolano está dando un gran salto histórico, gracias a la conducción del presidente Chávez, que tiene una gran claridad, y gracias también a la formación y calidad humana que adquirió el pueblo en sus luchas. Y gracias al imperialismo también, pues cuanto más nos ataca, el pueblo saca grandes lecciones de lo que es la soberanía.

Entonces eso es la democracia participativa y popular en el Parlamento: es la traducción, en términos prácticos, de lo que debe ser una nueva democracia. Estamos arrancando, estamos en pañales todavía, pero las primeras experiencias nos dicen que ese es el camino.

Argenpress: Esa democracia popular y participativa, entonces, ¿es el socialismo del siglo XXI?

Nicolás Maduro: Sí, en lo político.

Argenpress: ¿Y cómo debemos entender en su conjunto este nuevo socialismo del siglo XXI?

Nicolás Maduro: Lo primero que hay que celebrar es que el debate sobre el socialismo se ha vuelto a abrir en el mundo. Un mundo y una humanidad que parecían no tener rumbo, donde parecía que el capitalismo era el único destino que teníamos sin reparar en ningún tipo de cambio que se buscara, un mundo tan cerrado vuelve a hablar de socialismo. Y eso es muy importante. Presidentes en América Latina y en todo el mundo que sin dudas eran honestos y buscaban procesos de cambio, que eran auténticos patriotas, no podían hacer nada. No podían porque no había modelos a seguir. Cuando uno quiere hacer un cambio social tiene que tener claro qué modelo va a utilizar; porque sólo seguir administrando, aunque sea con espíritu patriótico y con honestidad, el modelo capitalista, eso es imposible. El modelo capitalista te termina tragando. Eso es como el diablo. No se puede ir a dar una misa en las cavernas del diablo, porque te traga. Aquí se planteó ese debate: nosotros queremos un cambio hacia una revolución humanista, democrática, que reivindique los valores nacionales y latinoamericanistas. Pero llega un momento en que nos estrellamos, desde el punto de vista de las fórmulas económicas, para salir de la pobreza si seguimos dentro del marco del capitalismo. El capitalismo tiene un techo bajito, sobre todo en nuestros países. Si aplicamos fórmulas capitalistas no avanzamos.

El debate en torno al socialismo ya se abrió, eso ya es un debate instalado en la sociedad en universidades, en movimientos sindicales y sociales, en medios de comunicación y a nivel internacional. Ese es un gran logro del año 2005 para todos los movimientos sociales. No por casualidad el Foro Social Mundial, que venía siendo un movimiento de encuentro de sectores que hablaban de todo un poco, este año debatió sobre el socialismo. ¿Quién iba a pensar eso hace 3 o 4 años?

Ahora bien: ¿por qué se reabre el debate sobre el socialismo? Porque hay un agotamiento del capitalismo, un agotamiento real de toda una generación. No hablamos del agotamiento que vio Marx en su época, o aquel del que habló Lenin, o el que vivieron Fidel Castro y Guevara en los años 60. Ahora nos referimos al agotamiento real del imperialismo y del sistema capitalista. Entonces: ¿cuáles son las respuestas que le da la humanidad a ese agotamiento? Por ejemplo: el capitalismo y el imperialismo se agotaron como fórmulas para preservar el planeta; si seguimos con los modelos actuales de contaminación producto del modelo económico en curso, este planeta no es viable ni siquiera para 50 años. Aquí se van a agotar todas las fuentes de energía, se van a contaminar todas las fuentes de agua y el recalentamiento global nos va a llevar a tener huracanes hasta en Los Andes. Por todo eso está claro que hay un agotamiento del sistema capitalista que contamina, que destruye. Ahora, entonces: ¿cuál es la salida? Fórmulas humanistas y fórmulas socialistas, responsabilidad social sobre el planeta.

En el marco económico a nosotros nos ha tocado vivir eso. Nosotros vimos que con la economía que teníamos no podíamos responder al desempleo, a los bajos ingresos de la gente ni a una perspectiva en donde no se produce para el autoabastecimiento de las cosas básicas como alimentación, vestido. Entonces tuvimos que empezar a desarrollar fórmulas anticapitalistas, post capitalistas: cogestión, autogestión, cooperativismo, buscando otros modelos. Y así encontramos el socialismo como nueva vía en lo económico. Sólo en el camino del socialismo, de la socialización del capital, de la producción y de la propiedad de los medios de producción se puede avanzar hacia fórmulas que den respuestas a toda la sociedad.

El camino que estamos transitando es propio. Se agotó el capitalismo en todo; veamos, por ejemplo, el plano social: ¿qué respuesta se le da al problema de la salud? ¿Seguir privatizando los hospitales y la salud pública? Ese es el modelo capitalista. Pero ante el agotamiento de todas sus fórmulas, en lo político, en lo económico, en lo social, en lo moral, en lo humano, en lo ambiental, está surgiendo un poderoso movimiento socialista de nuevo tipo. Cuando hablamos del socialismo del siglo XXI hay gente que no le gusta, algunos dicen que hay un solo socialismo. Los cristianos pudieran decir que hay un solo cristianismo; quizá los cristianos de los siglos XIX o XX tendrían que hablar del cristianismo del nuevo tipo también, después de haber pasado 400 años de Inquisición. ¿Por qué? Porque hay que reconocer que la humanidad ha hecho grandes esfuerzos por construir el socialismo, y que lo que conocimos como socialismo en el siglo XX en un sentido fue peor que el capitalismo: se dieron dictaduras que negaron la esencia humana, la libertad de expresión, fueron fórmulas económicas fracasadas que reprodujeron las elites y que empobrecieron las naciones, fueron fórmulas que incluso en algunos casos en el transcurso de la Guerra Fría reprodujeron mecanismos imperialistas. Por cierto que hay muchísimas cosas dentro de las ideas y las prácticas del socialismo del siglo XX que deben ser rescatadas. Cosas exitosas: por ejemplo Cuba, con toda su resistencia moral contra el imperio y sus logros en materia social, en educación, en cultura. Todo eso es altamente valorable; de hecho Cuba es la retaguardia más segura que tiene el movimiento revolucionario de América Latina y del mundo.

Nosotros estamos planteando el socialismo hacia el futuro, hacia lo nuevo. La humanidad efectivamente ha cambiado en los últimos 40 años. Tenemos ahora otros valores con este mundo mediatizado actual; tenemos un nuevo tipo de ser humano, un nuevo tipo de pensamiento. Por eso ahora tiene que haber un socialismo que le dé respuesta a los problemas de hoy con fórmulas nuevas, siempre con los principios fundamentales de la igualdad, de la solidaridad, de la abolición de la explotación, desarrollando los mecanismos de cooperación social. Quizá muchas de las cosas que decían Marx, Engels, Lenin, Gramsci, las hicimos de otra forma. Nosotros hablamos de corresponsabilidad social; eso es la responsabilidad de toda la sociedad sobre los grandes problemas que afectan a todos. Eso, creemos, es un concepto socialista, dentro de nuestra realidad.

También nosotros hablamos de una nueva economía social que combine todas las fórmulas post capitalistas y apunte hacia el socialismo. Ese es nuestro propio camino al socialismo. Cuando hablamos de democracia protagónica, participativa y revolucionaria estamos hablando de socialismo, porque sencillamente hablamos de socializar el poder. No podemos juzgar si en la época de los bolcheviques eso fue más revolución que la nuestra; cada quien tiene su etapa. Nosotros estamos viviendo algo que es casi un sueño: estamos viendo un pueblo conciente, organizado, tomando sus propias decisiones. Y para nosotros eso es socialismo. Quizá Marx y Engels pensaron en sociedades más simples, menos complejas que las actuales; es difícil y muy complejo construir un socialismo político en San Pablo, en ciudad de México, en Buenos Aires, en Caracas, donde viven 20, o 16, o aquí casi 8 millones de habitantes considerando la gran Caracas. O sea: ¿cómo se hace para organizar, formar y tomar decisiones con un pueblo en ciudades o países de esas dimensiones? Por eso hay que adaptar el socialismo a los nuevos tiempos, y es así que surge esta idea del socialismo del siglo XXI, de las nuevas realidades humanas.

Argenpress: Sin dudas en la construcción del socialismo del siglo XXI la Revolución Bolivariana de Venezuela juega un papel fundamental. Hoy por hoy es la punta del proceso de integración en América Latina. ¿Cómo ves este proceso de integración latinoamericano en juego? ¿Dónde va?

Nicolás Maduro: El 2006 va a ser un año importante para el proceso de integración porque aquí se está jugando la suerte de varios países: entre otros, Venezuela y Brasil, que son dos países ejes en este liderazgo continental con Chávez y Lula, pero también se juega la suerte de México y su reingreso, o no, a la comunidad latinoamericana. También se juega la suerte de países andinos como Perú y Ecuador. Esto lleva a pensar: ¿cuál es el sustento del proceso de integración? Pues las corrientes progresistas, nacionalistas, patrióticas y de izquierda que están ahora en el poder, así como las corrientes progresistas que se ven en varios países; quiero decir, por ejemplo, lo que se da en Nicaragua y en El Salvador. Ni el Frente Sandinista ni el FMLN están en el gobierno en estos momentos -pudiera estarlo el FMLN este año quizá-, pero sin dudas que tienen un gran poder en la opinión pública. Antes eso era un pequeña estrella en todo el continente; ahora no. Ahora forman parte de todo un movimiento social que se está conformando. Por lo tanto este año se va a dar una batalla muy importante para lo que va a ser el futuro del proceso de integración. La integración depende del éxito que obtengan las fuerzas progresistas del continente en este año. Eso es definitivo. Por lo que los Estados Unidos están metidos muy a fondo en todo esto; de ahí la guerra permanente contra Lula, por eso el incremento de la agresión nacional e internacional contra el presidente Chávez, por eso la guerra contra Ollanta Humala cuando como líder de las encuestas en Perú abre su amistad con Chávez y con Evo Morales. Estamos en batalla, sin dudas, pero todas las condiciones están dadas para que en el año 2006 se consolide el proceso de integración, que es un proyecto estratégico. Si se consolida esta integración en América Latina y el Caribe, entonces podremos sentar y hablarle de igual a igual a los Estados Unidos para replantear una relación en lo económico y en lo político, pudiéndose demostrar hacia adentro que la única vía para el desarrollo social y la superación de la pobreza es el ejercicio independiente y soberano de nuestros países. No hay otro camino; las políticas neoliberales hacia el continente a través del ALCA o los tratados de libre comercio ya se han agotado, totalmente. Con estos acuerdos caen gobiernos tras gobiernos, simplemente porque eso no tiene futuro. Las oligarquías saben que no tiene futuro ese modelo; pero son cobardes, y no se atreven a afrontar la verdad y decirle a sus socios imperiales que eso está terminado. Por ejemplo, veamos el caso del Perú: el presidente Toledo le decía al presidente Chávez hace dos años en el encuentro de las Américas de Monterrey, frente a Bush, que él había hecho todo lo que le dijo el Fondo Monetario Internacional, con una economía supuestamente saneada, pero con un 6 % en las encuestas. Es decir, decía Toledo: nadie me quiere. Ese es el drama de nuestras oligarquías. ¿Por qué surge el fenómeno Kirchner en Argentina? Porque es una respuesta ante la crisis estructural. O surgía un Kirchner o ese país entraba en una etapa total de anarquía e ingobernabilidad por un largo ciclo. El proyecto neoliberal, con o sin Menen, ya no tenía viabilidad en Argentina; sólo se podía seguir adelante con un intento de rompimiento con el FMI. Y no es que Kirchner sea revolucionario, sino que él supo recoger y canalizar lo que era una corriente natural de la sociedad argentina. En una sociedad que fue sometida al más terrible electroshock de medidas de ajuste, neoliberalismo y privatizaciones en todo el continente, los anticuerpos naturales reaccionaron. Las organizaciones revolucionarias y de izquierda en Argentina no tenían -por razones históricas de represión, muertes y desapariciones- la capacidad de asumir el liderazgo que hacía falta; por eso el liderazgo surgió de un sector de centroizquierda de la misma estructura de poder. El mismo poder generó formas de automantenimiento, pero dándole otro rumbo: un rumbo latinoamericanista, antifondomonetaista, es decir, con un perfil progresista. Y eso es lo que se necesita: una integración con un nuevo perfil, para enfrentar al imperio y construir alternativas nuevas, válidas y progresistas.