Quizás, lo que más hilaridad produce en la situación que ha quedado tras el resultado electoral es la simpleza con la que el futuro nuevo presidente del gobierno se plantea su acción ejecutiva. Lo más grave de todo es que ha acabado creyéndose el mantra electoralista que ha repetido hasta la saciedad, tanto que se […]
Quizás, lo que más hilaridad produce en la situación que ha quedado tras el resultado electoral es la simpleza con la que el futuro nuevo presidente del gobierno se plantea su acción ejecutiva. Lo más grave de todo es que ha acabado creyéndose el mantra electoralista que ha repetido hasta la saciedad, tanto que se lo ha creído él mismo. Es necesario, cuando se está en política, aplicar el suficiente cinismo para no creerse las propias posiciones políticas. Que el futuro nuevo presidente pida un poco de paciencia a los mercados es el indicativo más claro de que no tiene ni pajorera idea de lo que se lleva entre manos. Me quedaba la duda de si sería un cínico que repetía sin cesar la mentira de que la culpa de todo era del anterior gobierno, pero ahora sólo puedo tener la certeza de que es tan simple como demostró Zapatero en su trato con los que realmente gobiernan el mundo. Si la forma de pensar del anterior presidente fue justamente calificada como «pensamiento Alicia», la del actual va a necesitar algún que otro calificativo, quizás «pensamiento Bella durmiente», a la espera del beso que lo despierte del mal sueño eterno en el que el engaño de la malvada madrastra lo ha sumergido, eso sí, con un buen habano en la mano.
Pensar que los mercados actúan con justicia y equidad, que sólo castigan a los que hacen bien su trabajo, que especulan contra los que no cumplen con la verdad económica del modelo capitalista, es lo mismo que pensar que en medio de un naufragio los tiburones no devorarán a las personas con un comportamiento moralmente bueno y sí a los perversos. Los mercados seguirán especulando mientras haya oportunidad de negocio y la oportunidad está servida desde el momento que la Unión Europea lo permite. A los mercados, es decir, a los fondos de inversión como los de Goldman Sachs, les importa un pimiento que España cumpla o no con las medidas de austeridad. Les da exactamente igual que el déficit suba o baje, lo que les importa es la posibilidad de especular contra la deuda, y eso lo harán en tanto no cambie el marco de organización del euro. Los picos de sierra de la prima de riesgo de la deuda española así lo demuestran. Si vendo deuda cuando está barata sube la prima de riesgo, y lo hago hasta que el BCE empieza a comprar deuda tirando de ella a la baja, en ese momento compro para volver a vender al día siguiente. Vendo caro y compro barato, especulo y gano mucho dinero, ese es el pensamiento de los famosos mercados y nada más. No son racionales, como piensa el actual presidente del gobierno, si lo fueran dejarían la especulación, puesto que hay un gobierno de los suyos. Pero los mercados no tienen amigos ni enemigos, sino intereses y serán capaces de hundir a este gobierno si eso les reporta más beneficio que dejarlo en su puesto.
O mucho me equivoco o en pocos meses veremos al actual presidente del gobierno implorando a sus dioses mercados que le dejen gobernar y llevar a cabo las reformas. Y lo veremos en actitud aún más patética que la de Zapatero en mayo de 2010. Porque el castigo es más efectivo cuando se efectúa sobre los propios que sobre los extraños. Cuando Stalin mandó fusilar a 15.000 soldados que mostraban poco celo en la defensa de Moscú, el efecto fue mayor en la tropa que la ejecución de los enemigos. Hoy sucede lo mismo, lo hemos visto con Berlusconi y con Papandreu: cuanto más dóciles, mayor es el castigo. En el caso de España, las políticas del nuevo gobierno no van a hacer fluir el crédito, porque es un problema estructural español que no se arregla con «confianza». Tampoco es probable que crezca el empleo, a lo sumo se puede llegar a algún tipo de efecto estadístico por el cual los desempleados «desaparezcan» de las listas, pero el problema real seguirá ahí, sobre todo por la aplicación de la misma medicina que el anterior gobierno. Las bajadas de impuestos anunciadas, unidas a la disminución de las inversiones y del gasto corriente deprimirán aún más la economía. En nada ayuda a esto la inminente recesión europea, que disminuirá tanto las exportaciones como el flujo de turistas. Todos estos datos, en conjunto, nos sitúan ante un panorama tenebroso que nos puede poner en los seis millones de parados, con o sin efecto estadístico. Y no será culpa de la inoperancia del gobierno anterior únicamente, sino que es la consecuencia de los últimos treinta años de neoliberalismo rampante.
Estamos ante la quiebra del mundo postmoderno capitalista globalizado y la solución no es coyuntural, sino estructural: hay que cambiar de modelo, de ahí que lo más probable es que pronto el gobierno empiece a rezar todo lo que sabe y a buscar culpables del desastre que se avecina, bien los puede encontrar en el pasado reciente o bien en los que no aplican con celo suficiente las recomendaciones del dios de los mercados, estos tales deberán ser inmolados para aplacar la ira de estos furibundos dioses. En todo caso, que los nuevos dioses nos cojan confesados, entre el pensamiento Alicia y el Bella durmiente estamos apañados.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.