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El pensamiento, lo universal y la pandemia

Fuentes: Rebelión

No se trata de saber sobre qué objeto se piensa, exista o no exista, sino qué se pone o se descubre en el objeto que se piensa y cómo se concibe dicho objeto, de forma estática o en movimiento, de forma unilateral o multilateral, de forma superficial o de forma sustancial, con riqueza de determinaciones o de forma abstracta, hueca y vacía. Escuchemos a Hegel en la sección dedicada al saber inmediato de su tratado El concepto de religión según la lección de 1824: “El pensar en cuanto pensar, en cuanto que su objeto y su contenido poseen la determinación de ser abstractos, es la actividad de lo abstracto, de lo universal…Aquí el saber no es ya un saber inmediato de un objeto corporal, sino un saber de Dios. Podemos presuponer esto: Dios es el objeto totalmente universal, no cualquier particularidad, sino la personalidad suprema, la misma personalidad universalísima, la singularidad en su universalidad absoluta”. ¡Qué pensamientos más maravillosos!

Saquémosle partido. La Tierra es el objeto totalmente universal. Con la globalización su universalización ha aumentado de manera prodigiosa  y con la pandemia del coronavirus se ha acentuado más esa determinación. La Tierra está en peligro, en serio peligro, se puede tornar un lugar muy infeliz para las próximas generaciones. El sistema capitalista, aunque tenga sus virtudes y sus beneficios y no hay sistema mejor para desarrollar aceleradamente las fuerzas productivas, al mismo tiempo genera peligrosos desequilibrios. Los más importantes son el cambio climático y las infinitas injusticias en la distribución de la riqueza. De ahí que si sus máximos dirigentes no entienden la necesidad imperiosa de dotarse de un  pensamiento absolutamente universal, la vida en la Tierra será imposible.

La Tierra necesita dirigentes con personalidad universalísima, singularidades con universalidad absoluta, que sean capaces de que en la toma de decisiones contemplen todos los aspectos de la vida y a toda la población mundial. La actual pandemia ha puesto de manifiesto a nivel nacional que sin una sanidad pública fuerte, avanzada y universal la vida colectiva en la Tierra no es posible. También ha puesto de manifiesto que se necesita un Estado fuerte y que sea hegemónico en todos los ámbitos de la vida. No caigamos en esas posiciones que ven en el Estado la negación del individuo. El Estado, seamos marxistas, es la objetivación de la sociedad, la demostración objetiva de que lo social debe predominar sobre lo individual. Y cuando hablo de que lo social debe predominar sobre lo individual, indico con ello la posibilidad de que todo el mundo pueda desarrollar su individualidad, y no como sucede ahora que solo las minorías desarrollan de forma exitosa su individualidad. Los ricos, las grandes fortunas, los altos ejecutivos de las grandes empresas, no serán felices si no se cambia el destino de las poblaciones pobres y si no se le busca una solución radical al problema de la inmigración. Y para lograr esto, para que las familias que poseen esas grandes fortunas puedan ser felices, no les queda otro remedio que no poder disponer de esas grandes y desproporcionadas fortunas. Para ser feliz no se necesita grandes fortunas. Además mi propia felicidad, y la pandemia del coronavirus lo ha puesto de manifiesto, solo es posible si el otro también es feliz. 

No entender que la raíz del mal que asola a la Tierra es la propiedad privada es no entender la esencia y la sustancia del mundo de hoy.  ¿En qué consiste el mal de la propiedad privada? Marx entiende por sustancia social la suma de las fuerzas productivas y relaciones sociales de producción que cada generación hereda de las generaciones anteriores. Es una verdadera falacia la afirmación de que los grandes y medianos ricos se hicieron con grandes fortunas de la nada. Nadie se hace a sí mismo de la nada. No es lo mismo decir que el amasador de fortuna empezó sin tener nada o teniendo muy poco que decir que su fortuna brotó de la nada. De la nada solo puede brotar la nada. Si alguien, y sobre todo en el periodo de la globalización, se hace descomunalmente rico, esto es solo posible gracias a la sustancia social humana generada hasta ese entonces: a las gigantescas conquistas de la ciencia, a los poderosos medios de transportes, a los desarrollados medios de comunicación de masas, y al avanzado Estado del bienestar. ¿En qué consiste entonces el mal de la propiedad privada? En que en el sistema capitalista los individuos pueden apropiarse de los grandes frutos sociales de una manera privada. Ahí es donde radica el mal.

Aquí por universal entendemos lo que es permeable a lo particular, lo que tiene plenitud de contenido, no el universal abstracto y vacío del que hablan los empiristas. Y en el concepto de universal concreto y lleno de plenitud no solo las particularidades caben en su interior sino que el aspecto sustancial, lo subjetivo y la continua  actividad son decisivos. Entendemos la determinación sustancial de lo universal tal y como lo definió Marx y se expuso en el parágrafo anterior. Así que no queda más remedio que fortalecer  las organizaciones mundiales como la OMS y darle un carácter sustancial al resto de las instituciones globales: el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Y aquí sustancial significa también ser humano sin ninguna otra determinación.

Si en el ámbito de la economía el mal sustancial de la sociedad actual es la propiedad privada, ¿cuál es el mal en el ámbito de la ideología y de la psicología? El individualismo. El individualismo es la ideología que ha propagado desde todos los tiempos el liberalismo. Pero ¿qué es el liberalismo? Dejémonos de definiciones etéreas y confusas y recurramos a Marx y Lenin. Por liberalismo o neoliberalismo debemos entender la ideología del capitalismo. Aunque la economía pública representa en la mayoría de las economías nacionales de la actualidad el 48 por ciento de la economía total, demostrándose la necesidad que tiene el capitalismo del socialismo, y la pandemia de la Covid 19 pone de manifiesto que sin una Sanidad Pública y Universal el futuro del ser humano es imposible, los teóricos del capitalismo –mucho más que los capitalistas prácticos –siguen hablando del capitalismo del libre mercado como la causa decisiva para que haya democracia, libertad  e igualdad. Siguen defendiendo que si no hubiera personas inmensamente ricas y capitalistas que de mil formas se apropian del trabajo ajeno, en la sociedad no habría prosperidad económica. Invierten la relación: es la universalidad en su sentido sustancial quien hace posible el enriquecimiento desproporcionado de las minorías gracias a la propiedad privada.

Así que veamos en el ser humano lo que Hegel veía en Dios: la universalidad permeable a la particularidad, desbordada de plenitud y la sustancia de la vida en la Tierra. Se quejaba Hegel de que en su tiempo se había degradado el contenido filosófico de la religión y solo tenía valor la subjetividad individual. Si levantara la cabeza hoy, comprobaría con asombro que la religiosidad que tanto defienden los capitalistas ha perdido todo su valor espiritual, y que el ser humano en tan ser humano no constituyen la base de su credo y su fe. Pero no se olviden de una cosa. El individualismo es un fruto de las relaciones capitalistas y no un fruto de la  ideología neoliberal. Lo que hace la ideología neoliberal es expresar e idealizar las relaciones capitalistas situando al individuo como causa del bienestar social. Cuando la relación es la inversa: solo en medio de unas relaciones sociales avanzadas, colectivas y justas es posible el desarrollo pleno de la individualidad de todas las personas.

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