Ya sabía yo que iba a pasar, que ese empeño del gobierno venezolano y su presidente por nacionalizar empresas podía tener consecuencias todavía más graves que las hasta ahora lamentadas. El riesgo de que la fiebre nacionalizadora de Chávez se extendiera por el mundo aún con más rapidez que cualquiera de las pandémicas gripes existentes, […]
Ya sabía yo que iba a pasar, que ese empeño del gobierno venezolano y su presidente por nacionalizar empresas podía tener consecuencias todavía más graves que las hasta ahora lamentadas. El riesgo de que la fiebre nacionalizadora de Chávez se extendiera por el mundo aún con más rapidez que cualquiera de las pandémicas gripes existentes, y otros estados se decidieran a intervenir y adquirir empresas sólo era cuestión de tiempo.
La noticia saltaba ayer a las primeras páginas de todos los medios. La General Motors, la más emblemática empresa capitalista estadounidense, era nacionalizada por Obama y su gobierno.
«Hoy será un día histórico para la empresa: el fin de la ex General Motors y el comienzo de una nueva era», declaraba regocijada la administración de Obama tras desembolsar 30 mil millones de dólares y hacerse con el 60% de su capital. El estado canadiense y Ontario, también han acudido al rescate de la empresa automovilística con casi 10 mil millones de dólares para tomar el 12% del negocio. El fondo de gestión sindical encargado de financiar la cobertura médica de los jubilados manejará el 17,5%. Los actuales inversionistas de la empresa, según se ha publicado, perderán sus inversiones.
Triste destino el del más genuino símbolo empresarial del «american way of life» que, al cabo de los años, viene a acabar así, de tan cruda manera, nacionalizada, como si fuera una vulgar y bananera empresa del tercer mundo.
Y lo peor es que ni esta empresa es la primera en pasar a manos del Estado ni va a ser la última. De nada han servido las sabias orientaciones de los grandes medios de comunicación que han venido censurando al estado venezolano su perniciosa política nacionalizadora. Muy al contrario, ha cundido el ejemplo y Estados Unidos se alinea también con prácticas tan totalitarias.
Hasta hay quien ya comienza a temer que tras el amable y sereno rostro del presidente estadounidense se esconda realmente un peligroso y contumaz comunista decidido a no dejar nada sin nacionalizar: el negocio inmobiliario, las aseguradoras, la banca, la industria del automóvil…
Y todo por culpa de Chávez que lejos de atender las prudentes recomendaciones de los organismos financieros, de esos fondos internacionales y bancos mundiales que insisten en la necesidad de privatizar los recursos del país, sigue empeñado en hacer lo contrario y recuperar para el país los recursos nacionales puestos en manos privadas, sin hacer el menor caso de lo que puedan decir los medios de comunicación occidentales, de lo que opine Europa y los Estados Unidos, a contracorriente de la historia y por encima de cualquier razón y derecho.
Razón tenía Charles Wilson, ministro de Defensa de los Estados Unidos y ejecutivo de la General Motors cuando en 1953 llegó a decir: «Lo que es bueno para la General Motors es bueno para América».
Y Chávez, que no ignoraba la cita, simplemente, se dedicó a aplicarla.