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El Pete Seeger que conocí, contra la injusticia y por el diálogo

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J. M.

Como hijo de la década de 1960 en Estados Unidos, me crié (igual que mis padres) con la música de Pete Seeger. «Si yo tuviera un martillo», popularizado por Peter, Paul and Mary, se convirtió en una de las canciones emblemáticas de esa década. «¿Dónde han ido todas las flores?» es un poderoso e inolvidable lamento por los jóvenes sacrificados en las guerras. Incluso popularizó «We Shall Overcome». A menudo se le llamó «la conciencia de Estados Unidos», Pete Seeger encarnaba la oposición llana del sentido común a la injusticia de todo tipo.

Su relación con Israel se remonta a muchos años. Como miembro de The Weavers, hizo la canción folk «Tzena, Tzena, Tzena», un éxito popular en los Estados Unidos, y en 1964 actuó en el Estado judío.

Pete Seeger llegó a mi vida de una manera personal, cuando recibí una carta suya en 2002. Había leído sobre el trabajo de la organización de derechos humanos que encabezo, el Comité Israelí Contra las demoliciones de Casas (ICAHD), y elogió nuestros esfuerzos para lograr una paz justa entre israelíes y palestinos, donde encontró inspiración. Éntonces me informó que iba a donar la mitad de las regalías de su popular canción «Turn, Turn, Turn» a ICAHD – que, sin embargo, representaba sólo la mitad de la música que componía. Las letras, eran del Eclesiastés, y no sentía que tenía un derecho de autor sobre ellas.

Adjuntó la letra y la música de la canción, preguntando si podíamos encontrar músicos israelíes y palestinos que se podrían presentar con una versión en hebreo y árabe, que a él le gustaría cantar (ese proyecto está en curso). La carta, escrita a mano, estaba firmada «Pete», acompañada de un esbozo de banjo por encima de las palabras: «82 y en declive.»

Hace unos cinco años, al pasar por la parte del Valle de Hudson, donde Seeger vivió (después de haber dirigido con éxito una importante campaña para salvar el río Hudson), lo visité en su casa de la montaña, rodeado de bosques densos. Él y su esposa Toshi vivían en un antiguo granero, la cabaña de madera que habían construido en las inmediaciones, ahora era habitada por su hija y nietos. Hablamos largo y tendido, caminamos alrededor de la propiedad donde trepó a un árbol y correteó un poco con el perro – y entonces, como lo hizo con muchos visitantes, tomó su banjo y me hizo disfrutar con algunas canciones. Nada abiertamente político, fue una visita social.

La política habría de venir tres años después. Pete fue invitado por el Instituto Arava de Estudios Ambientales en el Negev a participar en una reunión virtual para la recaudación de fondos, en noviembre de 2010, titulada «Con la Tierra y entre sí», un evento supuestamente apolítico. Él aceptó con alegría, creyendo que estaría contribuyendo a salvar el medio ambiente del Negev.

El Instituto Arava, sin embargo, está estrechamente asociado y financiado por el Fondo Nacional Judío, que entonces, como ahora, participa activamente en el desplazamiento de sus tierras de los ciudadanos beduinos de Israel, con el pretexto de crear un «parque nacional» como los plantados sobre el ruinas de aldeas y ciudades palestinas.

En febrero de 2011, volví a visitar a Pete en su casa. Mi propósito era para informarle de las implicaciones de su nombre asociado con el Fondo Nacional Judío, pero no para pedirle que se una al movimiento de boicot, desinversión, sanciones (BDS) per se. Después hablamos de la disonancia entre la labor del Instituto Arava supuestamente con extensiones «transfronterizas» y el hecho de que él nunca se había distanciado del racismo, de las políticas anti-árabes y de medio ambiente que mantiene el JNF – y ofreció voluntariamente la siguiente declaración: «Yo aparecí en ese rally virtual, porque durante muchos años he sentido que las personas deben hablar con personas que están en desacuerdo. Pero terminó pareciendo como que apoyé el Fondo Nacional Judío. No entendí bien a los responsables del Instituto Arava porque no me di cuenta hasta qué punto el Instituto era apoyado por el FNJ. Ahora que sé más, apoyo el movimiento BDS tanto como me sea posible. Permítame hacer conocer mis puntos de vista».

Pete ya estaba en sus 90 años en ese momento y no estaba muy familiarizado ni con el movimiento BDS ni con el rol que el JNF juega en el desplazamiento de los beduinos. Así, aunque no lo caracterizaría como un verdadero «partidario del BDS», creo que él no podía ignorar los problemas más amplios que le acarrearía involucrarse en la promoción de dicho evento, especialmente teniendo en cuenta su dedicación de toda la vida a la justicia social. Fue castigado por dos instintos contradictorios: por ubicarse sin reservas contra la injusticia, y sin embargo mantener el diálogo abierto en lugar de boicotear.

A pesar de las fuertes presiones para retractarse, Pete se mantuvo en sus trece. Él nos instaría a continuar el diálogo con aquellos con quienes no estamos de acuerdo, ya sean judíos o palestinos israelíes, explícito e intransigente, por la justicia y la resistencia a la opresión.

Fuente: http://www.haaretz.com/culture/arts-leisure/.premium-1.571056