Traducido para Rebelión por J. A. Julián
Entre la frustración de la derecha y la euforia de la izquierda, poco se ha hablado de la compleja y contradictoria realidad política venezolana y de la especificidad de las políticas del presidente Chávez. Todavía menos se ha debatido la división entre un Washington dominado por la ideología y un Wall Street pragmático, entre las políticas de confrontación y las de conciliación, y entre las convergencias y las divergencias de Venezuela y el resto de América Latina. Tanto la derecha como la izquierda han vuelto a sus respectivos mitos sobre el Gobierno bolivariano de Chávez en lugar de analizar las realidades concretas.
Mitos revisados
Mito nº 1 – Chávez es un presidente impopular al que puede derrotar en un referéndum la oposición de derechas.
Realidad – La derecha y sus patrocinadores de Washington realizaron un cálculo equivocado en varios sentidos. En primer lugar, el momento de máxima debilidad del Gobierno chavista fue después del lock-out ejecutivo de la compañía petrolera estatal PVDS, que duró desde diciembre de 2002 hasta febrero de 2003, en un momento en que los precios del petróleo eran mucho más bajos que ahora, la economía venezolana estaba devastada, los programas de bienestar social del Gobierno no contaban con los fondos necesarios y las organizaciones políticas de base eran débiles. Un año y medio más tarde, en agosto de 2004, en el momento de la celebración del referéndum, las condiciones socioeconómicas y políticas habían cambiado drásticamente. El ritmo de crecimiento de la economía era del 12%, los precios del barril de petróleo eran los más altos en muchísimo tiempo, las inversiones en servicios sociales crecían y su impacto social era visible y afectaba a amplias capas de la población, a la vez que las organizaciones sociales de masas se hallaban profundamente implantadas en las barriadas más populares de todo el país. Claramente, la iniciativa había pasado de la derecha a la izquierda, pero tanto Estados Unidos como sus colaboradores de la oposición estaban ciegos ante esta realidad. Después de haber perdido el control de la industria petrolera estatal y los recursos del petróleo con el lock-out fallido del 2003, y después de haber perdido también influencia en los medios militares tras el golpe de 2002, la oposición disponía de pocos recursos para neutralizar la campaña gubernamental del referéndum y no tenía ningún punto de apoyo para lanzar un golpe «cívico-militar» posterior a la votación.
Mito nº 2 – Según los analistas derechas, el elemento central del referéndum era la «popularidad», el «carisma» y el «estilo autocrático» de Chávez.
En realidad, el referéndum se basó principalmente en una clara división de clase y de raza. Líderes sindicales no vinculados a la oposición señalaron que más del 85% de la clase trabajadora y de los trabajadores pobres votaba por el presidente, a la vez que los primeros informes sobre la votación en las circunscripciones y los barrios ricos mostraban una situación inversa en un porcentaje del 80%. Un proceso similar de polarización por clases y razas era evidente en la extraordinaria asistencia a las urnas y en el porcentaje de votación entre los afro-venezolanos pobres: cuanto más alta era la asistencia, mayor era el voto favorable a Chávez (votó un 71% del electorado, cifra inaudita). No hay duda de que el presidente tuvo éxito en la vinculación de los programas de asistencia social y la identidad de clase al comportamiento electoral.
Mito nº 3 – Tanto en la derecha como en izquierda se cree que los medios de comunicación de masas controlan el comportamiento masivo a la hora de votar, limitan las agendas políticas y conducen necesariamente a la victoria de la derecha y a la domesticación de la izquierda.
En Venezuela, la derecha controla el 90% de las principales cadenas de televisión y medios de prensa, y la mayor parte de las principales estaciones de radio. No obstante, Chávez ganó el referéndum con un margen del 18% (59% contra 41%). Los resultados del referéndum demuestran que unas organizaciones de masas potentes organizadas en torno a luchas exitosas por las reformas sociales pueden crear una conciencia política y social en las masas que permita rechazar con fácilidad la manipulación mediática. El optimismo de las élites, basado en su «poder estructural» -dinero, monopolio de los medios de comunicación y respaldo de Washington-, las cegó ante el hecho de que la organización colectiva consciente puede ser un contrapeso formidable a los recursos de que disponen los más favorecidos. Del mismo modo, los resultados del referéndum refutan el argumento del centro-izquierda de que pierde las elecciones por culpa de los medios de comunicación de masas. El centro-izquierda justifica su adopción del neoliberalismo como un medio para «neutralizar» los medios de comunicación de masas durante las elecciones. El centro-izquierda sigue sin reconocer que las elecciones se pueden ganar a pesar de la oposición de los grandes medios de comunicación si antes la organización y la lucha de las masas han creado una conciencia social apropiada.
Mito nº 4 – Según muchos periodistas de izquierda, la victoria de Chávez refleja una nueva ola de nacionalismos populistas en América Latina.
Existen abundantes pruebas en contra de esta opinión. Brasil, bajo la presidencia de Lula, ha adjudicado a las corporaciones trasnacionales estadounidenses y europeas derechos para realizar sondeos petrolíferos, y ha proporcionado un contingente de 1.500 soldados (junto a Argentina y Chile, entre otros) destinado a Haití, para estabilizar el régimen títere impuesto por Washington tras el secuestro del presidente elegido Aristide. Del mismo modo, en los restantes países andinos (Ecuador, Perú, Bolivia y Colombia) los gobiernos elegidos proponen privatizar las compañías petroleras públicas, apoyan el ALCA y el Plan Colombia y pagan religiosamente la deuda externa. Por su parte, el Frente Amplio de Uruguay propone seguir las políticas neoliberales de Brasil. A la vez que Venezuela promueve el bloque comercial regional Mercosur, los principales miembros de éste, Brasil y Argentina, incrementan sus relaciones comerciales fuera de esta región. En realidad, hay un bloque de regímenes neoliberales opuesto a Chávez, a sus políticas antiimperialistas y a los movimientos sociales de masas. Mientras el presidente venezolano mantenga su política exterior independiente, sus principales aliados serán los movimientos sociales de masas y Cuba.
Mito nº 5 – La derrota en el referéndum ha sido una derrota táctica importante del imperialismo estadounidense y de sus vasallos locales.
Sin embargo, una derrota del imperialismo ni significa necesariamente una transformación revolucionaria, ni conduce a ella, como lo demuestran las declaraciones postelectorales de Chávez dirigidas tanto a Washington como al gran capital. Un elemento más indicativo de las políticas chavistas es el próximo acuerdo de inversión de 5.000 millones de dólares celebrado con Texaco-Mobil y Exxon para explotar los campos petrolíferos y de gas del Orinoco. La euforia de la izquierda le impide ver las oscilaciones del discurso de Chávez y del modelo heterodoxo de asistencia social y de políticas económicas neoliberales que práctica constantemente.
Las políticas del presidente han perseguido siempre un cuidadoso equilibrio entre el rechazo al vasallaje respecto a Estados Unidos y la oligarquía rentista nacional, por una parte, y el intento de forjar una coalición de inversores nacionales y extranjeros y pobres urbanos y rurales defensores de un capitalismo del bienestar. Chávez está más cerca del «New Deal» de Franklin D. Roosevelt que de la revolución socialista de Castro. Tras las tres crisis políticas -el fallido golpe militar, la derrota del lock-out ejecutivo, y la derrota de la oposición en el referéndum- el presidente ha ofrecido diálogo y ha propuesto alcanzar un consenso con los principales «barones» de los medios de comunicación y los autócratas de las grandes empresas y del Gobierno estadounidense, consenso basado en las actuales relaciones de propiedad, la propiedad de los medios de comunicación y la ampliación de las relaciones con Washington.
El compromiso de Chávez con las políticas centristas-reformistas explica por qué no llevó ante los tribunales a los propietarios de los medios de comunicación que en su momento hicieron llamamientos al derrocamiento violento de su Gobierno, y también por qué no ha tomado medidas judiciales contra la asociación patronal Fedecámaras, que ha incitado a la rebelión militar y a realizar ataques violentos contra el orden constitucional. En Europa, América del Norte y muchos otros lugares, unos gobiernos democráticamente elegidos hubieran arrestado y llevado ante la justicia a éstas elites por actos de subversión violenta. El presidente Chávez, en cambio, ha reiterado constantemente que sus propiedades, privilegios y riquezas no corren peligro. Además, el hecho de que estas élites hayan estado implicadas en tres intentos anticonstitucionales de derrocar al Gobierno y puedan seguir manteniendo sus posiciones de clase, muestra sin lugar a dudas que el presidente sigue pensando que dichas clases sociales tienen un papel importante que desarrollar en su visión de una asociación entre el sector público y el privado basada en el desarrollo y en un alto nivel de bienestar social. Tras cinco años gobernando y tres importantes «confrontaciones de clase» es evidente que, al menos a escala del Gobierno, no ha habido ruptura en lo que respecta a las relaciones de propiedad o de clase, como tampoco la ha habido con los acreedores extranjeros, los inversores y los clientes del petróleo venezolano. Dentro del mismo marco fiscal de los pagos de la deuda exterior, los subsidios a los exportadores particulares y los préstamos con bajas tasas de interés a los industriales, el Gobierno ha incrementado la asignación de gasto estatal destinada a los programas sociales en materia de salud, educación, vivienda, microempresas y reforma agraria. El Gobierno venezolano puede mantener este equilibrio entre los intereses de la gran empresa y los de los pobres debido al alto precios del barril de petróleo y a los grandes ingresos que proporciona esta materia prima. Igual que los del presidente Roosevelt, los programas chavistas de bienestar social atraen a millones de votantes de bajos ingresos, pero no afectan los niveles de ingreso salarial ni crean proyectos de empleo a gran escala. El desempleo sigue estando en torno al 20% y los niveles de pobreza alrededor del 50%. El gasto social generalizado ha mejorado la existencia de los pobres pero no su posición de clase. Chávez reacciona, alternativamente, de un modo combativo y radical cuando su liderazgo se encuentra en peligro, y de un modo conciliador y moderado una vez que ha conseguido superar las amenazas.
Mito nº 6 – Ni la derecha ni la izquierda han sabido reconocer las diferentes tácticas empleadas, de una parte, por un Washington dominado por la ideología y, de otra parte, por un Wall Street pragmático. La clase política estadounidense (tanto los republicanos como los demócratas, tanto la Presidencia como el Congreso) ha estado activamente implicada en las amenazas, las intervenciones y el apoyo al destructivo lock-out, en el golpe violento, y ha buscado el fraude en el referéndum, a fin de expulsar a Chávez. Contrariamente, las principales compañías petroleras y los bancos estadounidenses y europeos han seguido manteniendo relaciones económicas estables y provechosas con el Gobierno venezolano. Los acreedores extranjeros han recibido puntualmente unos pagos de miles de millones de dólares y no han hecho nada por interrumpir estas lucrativas transacciones. Las principales compañías petroleras transnacionales de Estados Unidos proyectan invertir entre 5.000 millones y 20.000 millones de dólares en nuevas inversiones de exploración y explotación petrolífera. No cabe duda de que esas compañías hubieran visto con buenos ojos la victoria del golpe militar, y con ello la posibilidad de monopolizar todos los ingresos del petróleo venezolano, pero al percibir los errores de Washington están satisfechas de compartir la riqueza petrolera con el Gobierno de Chávez. Las divergencias tácticas entre Washington y Wall Street probablemente se reducirán a medida que el Gobierno de Venezuela entre en una nueva fase de conciliación con Fedecámaras y Washington. Teniendo cuenta la derrota de Washington en el referéndum y los grandes contratos petroleros con las principales transnacionales estadounidenses, Washington buscará probablemente una «tregua» hasta que vuelvan a surgir nuevas circunstancias, más favorables. Será interesante observar el modo en que esta posible «tregua» afecte a la política exterior de Venezuela, tan significativa.
Mito nº 7 – El principal impulso de la actual fase de la revolución de Chávez es una cruzada moral contra la corrupción gubernamental y contra un sistema judicial altamente politizado y alineado con la desacreditada oposición política.
Para muchas personas de la izquierda, el contenido del «no» de la pasada campaña se enmarca en la proliferación de organizaciones comunitarias de base, la movilización de las asambleas sindicales y el proceso de descentralización democrática de participación de los votantes, basado en promesas de futuros cambios sociales en materia de en medio, ingresó y poder político popular.
Por su parte, las campañas moralizadoras (anticorrupción) están asociadas generalmente con las políticas de clases medias destinadas a crear una «unidad nacional», y tienden a debilitan la solidaridad de clase. La creencia de la izquierda de que las organizaciones de base movilizadas para el referéndum se convertirán necesariamente en la base de una «nueva democracia popular» tienen poco fundamento si atendemos al pasado reciente (movilizaciones similares tuvieron lugar antes del fallido golpe de estado y durante el lock-out de los ejecutivos). Del mismo modo, las campañas moralizadoras patrocinadas por el Gobierno tampoco suscitan mucho interés entre los pobres de Venezuela o de otros lugares. Además, el objetivo de los líderes políticos chavistas son las próximas elecciones parlamentarias, no la creación de formas alternativas de gobernancia. La fácil proyección que realiza la izquierda de movilización popular en el periodo posterior al referéndum crea una mitología política que no puede reconocer las contradicciones internas del político proceso político de Venezuela.
Conclusión
La masiva victoria popular del «no» en el referéndum venezolano dio esperanzas e inspiración a cientos de millones de personas en América Latina y otros lugares, al mostrar que las oligarquías respaldadas por Estados Unidos pueden ser vencidas en las urnas. El hecho de que los resultados favorables de la votación fuesen reconocidos por la OEA, el Centro Carter y Washington hace honor a los cambios estratégicos realizados por el presidente Chávez en el Ejército, que han garantizado el respeto constitucional. En otro nivel de análisis, más profundo, las concepciones y percepciones de los principales antagonistas de la izquierda y la derecha son sin embargo mucho más criticables: la derecha, por haber superestimado el apoyo político institucional a Chávez en la actual coyuntura; la izquierda, por proyectar una visión claramente radical en la dirección de las políticas en el periodo posterior al referéndum. Desde una posición «realista», se puede llegar la conclusión de que el Gobierno venezolano continuará con sus programas de bienestar social tipo «New Deal» a la vez que profundiza sus vínculos con los principales inversores nacionales y extranjeros. Su capacidad para alcanzar un equilibrio entre las clases sociales, apoyándose en una u otra, dependerá de la continuidad de los altos ingresos que proporciona el petróleo venezolano. Si los precios del petróleo caen, será preciso tomar importantes decisiones: decisiones de clase.
26 de agosto de 2004