Politólogo de la Universidad Central de Venezuela e investigador en el Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Sociología, Edgardo Lander es un pensador crítico del neoliberalismo en América Latina. Entre sus publicaciones podemos mencionar: Neoliberalismo, sociedad civil y democracia. Ensayos sobre América Latina y Venezuela, 1995 y La colonialidad del saber: Eurocentrismo y […]
Politólogo de la Universidad Central de Venezuela e investigador en el Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Sociología, Edgardo Lander es un pensador crítico del neoliberalismo en América Latina. Entre sus publicaciones podemos mencionar: Neoliberalismo, sociedad civil y democracia. Ensayos sobre América Latina y Venezuela, 1995 y La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas (compilador), 2000. Es también conocido por sus análisis y textos sin concesión, pero siempre constructivos desde la izquierda, sobre el proceso bolivariano. Cuando aún no se había anunciado el llamado a referéndum acerca de la propuesta de enmienda constitucional para establecer la posibilidad de reelección del Presidente Chávez, conversamos con él sobre el proceso bolivariano después de diez años de «Revolución Bolivariana». Esta entrevista significa también para nosotros tomar el tiempo para reflexionar e intentar hacer un primer balance de la experiencia venezolana, proceso colectivo de vital importancia en el actual panorama político de América Latina.
Edgardo, tú trabajaste mucho el tema del proceso bolivariano, proponiendo explicaciones problematizadas y contextualizadas interesantes, críticas y al mismo tiempo constructivas desde el punto de vista de la izquierda radical. En un texto definiste el bolivarianismo no como una doctrina, sino más bien como un espacio popular donde se definen valores nacionales venezolanos. ¿Hoy día, después de 10 años de gobierno Chávez, sigues pensado lo mismo o modificaste tu percepción? En mismo orden de ideas: ¿Es el proceso bolivariano un proyecto alternativo al capitalismo neoliberal?
Creo que lo primero que habría que decir es que como proyecto político, ideológico, estratégico, como proyecto de otra sociedad, el bolivarianismo es un proyecto en cambio permanente, uno no podría decir que el bolivarianismo «es», así como si fuese una de cosa, una doctrina fija, o un cuerpo de conceptos, de visiones de sociedad anclados en una visión bien definida. Ha habido desplazamientos muy significativos a lo largo de los últimos diez años, a pesar de que se siga hablando de la «Revolución Bolivariana» y se siga hablando de «bolivarianismo». En los tiempos iniciales, cuando se formuló el proyecto, el presidente Chávez comenzó a plantear lo que entendía como «Revolución Bolivariana». Más que un proyecto de país y una idea que diese respuesta a cómo iba a ser la economía, el sistema político, etc., eran unos enunciados de carácter valorativo general que tenían que ver con ideas de libertad, equidad, solidaridad, autonomía y antiimperialismo. Dos categorías eran de particular importancia: la noción de pueblo, pensado como lo popular, y la noción de soberanía. Se constituye así la idea medular en todo el discurso político bolivariano: el pueblo soberano. Fue muy insistente en el discurso de Chávez antes de las elecciones del año 1998 la idea de que había necesidad de una vía alterna al modelo liberal, la democracia liberal que había fracasado, pero igualmente una visión crítica de la experiencia del socialismo del siglo XX. Se planteaba la necesidad de una opción enraizada fundamentalmente en la historia y las culturas latinoamericanas. «Latinoamericana» no es en realidad una conceptualización adecuada. En esos años cuando se hablaba de la «tercera vía», con sus connotaciones muy fuertes a lo Tony Blair o Anthony Guiddens, en realidad la referencia tenía otro sentido. Se presentaba como otra opción histórica, enraizada en las tradiciones de América Latina, en la compleja raíz cultural de lo indio, de lo africano y lo europeo del proceso de constitución de estas sociedades. Esa visión más que un proyecto de país, era una crítica a lo que había sido la experiencia internacional del socialismo real, como de la experiencia de lo que había sido la democracia liberal, llamada «puntofijista», en Venezuela desde el año 1959 en adelante i . Si se revisa el proceso del debate constituyente del año 1999 y lo que termina apareciendo en la Constitución, entendido como documento fundacional del nuevo orden político de la V República, hay varias cosas que vale la pena destacar para entender qué modelo de sociedad se está proponiendo.
En primer lugar, a pesar de la oposición radical que se construye en el discurso entre democracia representativa y democracia participativa, en el texto constitucional democracia participativa no aparece como una alternativa opuesta a la democracia representativa, sino como complemento que haría posible la radicalización y la profundización de la democracia. Es por ello que las instancias básicas de la institucionalidad democrático-liberal, en particular la separación de poderes y la existencia de instancias de carácter representativo como la Asamblea Nacional y los Consejos Municipales se conservan. Pero esto está acompañado de todo un ámbito de ampliación de los terrenos de la democracia en términos de la participación: referendos revocatorios, referendos para proponer y/o revocar leyes, mecanismos democráticos de contraloría de la gestión pública, modalidades participativas en el terreno de la producción, el área de la economía social, etc. Desde el punto de vista del modelo económico y de los debates clásicos estado/mercado, izquierda/derecha, capitalismo/socialismo, lo que aparece en ese texto constitucional es básicamente una reafirmación de un modelo socialdemócrata: el Estado de bienestar social, una economía en la cual el Estado tiene una fuerte participación como propietario y como regulador. La riqueza fundamental del país está en el petróleo. Por ello se establece en forma categórica la propiedad y el control del Estado sobre los hidrocarburos. Pero igualmente sobre otros sectores básicos de la economía: electricidad, servicios públicos, industrias básicas. Esta perspectiva representaba por un lado una cierta continuidad respecto al modelo socialdemócrata anterior. Pero al mismo tiempo estaba absolutamente a contracorriente de lo que ocurría en el resto de América Latina. En ese momento de plena hegemonía del Consenso de Washington y de las políticas neoliberales de ajuste estructural, se estaban llevando a cabo procesos sistemáticos de privatización y desmantelamiento del Estado social en la mayor parte de los países del continente. Con una orientación muy divergente, en la Constitución venezolana se establece expresamente el derecho a una educación universal gratuita, un sistema nacional de salud, un régimen de seguridad social público. De esta manera no sólo se preservan, sino que se profundiza la garantía de derechos sociales y económicos fundamentales. En un contexto global de hegemonía del imaginario neoliberal, esta Constitución apunta en la dirección de reorientaciones políticas radicales. Lo que no aparece inicialmente en el proyecto bolivariano es el llamado «Socialismo del siglo XXI», concepto que va apareciendo en discusiones posteriores. La sociedad que define la Constitución Bolivariana del año 1999 está todavía al interior de los límites de una sociedad capitalista, y, en cierta medida, dentro de los límites del orden liberal. Pero esto se formula tanto con orientaciones que apuntan en dirección de hacer realidad las promesas nunca cumplidas de la socialdemocracia, como con una profundización de las prácticas de la democracia
A partir del año 2002 con el golpe de abril y después el lock-out en PDVSA ( Petróleos de Venezuela SA) en diciembre y enero del 2003, se radicaliza el proceso gracias a la movilización ejemplar del movimiento popular, que derrota los planes de la oposición, de la oligarquía y de Washington. Poco a poco, aparece la figura discursiva del «Socialismo del siglo XXI». A partir de allí, el reto bolivariano se afirma con fuerza como un proceso contrahegemónico, nacionalista y antiimperialista. Según mi entender, gracias a esta lucha popular y la derrota de los planes de des-estabilización contra el gobierno Chávez, se hace un salto adelante en términos de radicalidad política. Esta segunda etapa del proceso se prologa hasta hoy, con altibajos y fuertes contradicciones. Según tu análisis, ¿en qué coyuntura estaría hoy este proceso que se radicalizó a partir del 2002?
Nos encontramos hoy en un momento diferente, el discurso ha cambiado, los objetivos han cambiado. La definición de etapas siempre presenta dificultades. ¿Cuándo empieza una y cuando termina otra? Pero hay que reconocer que estamos en una fase diferente del proceso de cambio en Venezuela. Las confrontaciones entre gobierno y oposición y los extraordinarios niveles de movilización y organización popular que hicieron posible tanto la reversión del golpe de Estado como la derrota del paro petrolero-empresarial, condujeron a una especie de nuevo pacto implícito entre gobierno y sectores populares y a una radicalización del proceso político. Se dio igualmente una redefinición bastante profunda de las relaciones entre gobierno y empresariado. Durante los primeros años del gobierno de Chávez, en forma simultánea a un discurso políticamente muy radical, antiimperialista, inclusive con un contenido de clase, se busca promover la industria nacional mediante créditos muy baratos a los empresarios y políticas proteccionistas. En realidad se trataba de dos orientaciones incompatibles. Los empresarios, a la vez que se benefician de las medidas económicas, están atentos al discurso político. Desde los primeros años hubo una fuga de capitales muy fuerte. Los empresarios venezolanos no estaban dispuestos a invertir en el proyecto bolivariano. En los momentos críticos del golpe de Estado de abril de 2002 y después durante el paro petrolero-empresarial (2002-2003), sectores prominentes del empresariado hicieron todos los esfuerzos posibles por derrocar el gobierno. En ese período se produjo una ruptura al parecer definitiva entre el gobierno bolivariano y la mayor parte del empresariado. Este vio al gobierno como una amenaza a sus intereses. Por su parte, el gobierno asumió que el proyecto de transformación que se proponía llevar a cabo difícilmente podía contar con significativas alianzas empresariales.
El contexto internacional ha cambiado, en particular el contexto sudamericano. De una condición de aislamiento total en un entorno de gobiernos conservadores y neoliberales, se ha pasado a un continente en el cual la mayoría de los gobiernos son considerados como «progresistas» o de izquierda. En Ecuador, pero sobre todo en Bolivia, están en confrontación visiones radicalmente distintas de la sociedad que se quiere. Es en el contexto de este nuevo campo de fuerzas tanto internas como regionales que comenzó a plantearse en términos ya reiterados la idea del «Socialismo del siglo XXI». Ese proceso condujo a la propuesta de Reforma Constitucional del año 2007, que planteaba una ruptura bastante clara en relación a la Constitución del año 1999 y avanzaba ideas en relación a lo que podría ser una sociedad «socialista».
Antes de abordar la derrota del referendo del 2 de diciembre 2007, creo que es interesante insistir sobre esta tensión constante que se ve en el proceso bolivariano entre lo que podríamos llamar el neodesarrollalismo del gobierno, esta mezcla de capitalismo de Estado y privado (llamado en Bolivia «capitalismo ando-amazónico» por el vice-presidente García Linera) y paralelamente la voluntad de ciertos sectores políticos (dentro y fuera del «chavismo») y movimientos sociales de radicalizar, desde la base, la participación organizada, las formas de poder popular, los consejos comunales, las experiencias de cogestión y inclusive de control obrero, planteando así concretamente la necesidad de una alternativa socialista. Parece que esta disyuntiva sigue siendo una contradicción clave para entender la Venezuela actual. Podemos recordar que el 11 de junio pasado, hubo un encuentro con sectores empresarios y banqueros donde el Presidente Chávez volvió a plantear esta vieja idea del «reimpulso productivo» en alianza con los empresarios «nacionales», lo que aparece en clara contradicción con los anuncios de meses anteriores, en particular con la nacionalización de SIDOR ii y la auto calificación de «gobierno obrerista». Al final: ¿cuál es la política económica del bolivarianismo?¿Cómo ves tú lo que yo analizaría como una contradicción fundamental en la economía política del chavismo?
Efectivamente, se trata de una contradicción permanente y no resuelta. Pero hay que entenderla igualmente como la inevitable ausencia de un guión sobre la construcción de una sociedad alternativa a comienzos del siglo XXI. Si nosotros estuviésemos en un momento histórico anterior, digamos hace varias décadas, en tiempos del socialismo real del siglo XX, la idea de socialismo estaría pensada expresamente en términos de la propiedad estatal de los medios de producción. Podría en ese contexto pensarse que la solución inmediata a los problemas de la producción pasaban por un control estatal creciente y la socialización de los medios de producción desde arriba, en forma centralizada. Pero eso obviamente no está planteado actualmente en ninguna parte del mundo. Tan es así que el debate cubano actual es cómo reincorporar algunas dimensiones de asignación de recursos en términos de precios, de mercado, dada la ineficacia y falta de incentivos al trabajo, incluso la corrupción, de la economía estatizada cubana con sus severos costos económicos, políticos y sociales. En el socialismo del Siglo XXI no está presente la idea de que el Estado va a controlar todo, aunque eso esté en el imaginario de alguna gente muy ortodoxa.
Pero eso también tiene que ver también con el hecho de que el proceso bolivariano sigue siendo desde el punto de vista ideológico extraordinariamente heterogéneo. Hay mucha gente en el gobierno, o cercana al gobierno, que está haciendo negocios, que participan en procesos de acumulación privada ilícita sobre la base de los recursos del Estado. Esta boliburguesía realiza este tipo de prácticas abiertamente y lo hace acompañado de un discurso revolucionario sobre «el Socialismo del siglo XXI» No se trata sólo de acusaciones de la oposición, se trata de un severo problema de gestión pública para el cual el gobierno no ha podido, o ha carecido de la voluntad política para darle una respuesta. Por otra parte, más allá de esta indefinición político-ideológica y de saber cómo construir esta alternativa al capitalismo, existen graves carencias y discontinuidades en la gestión pública. Con cierta reiteración, cuando una determinada política pública, como por ejemplo en torno a la vivienda, no produce los resultados esperados, se nombra un nuevo equipo responsable. Este nuevo equipo llega, remplaza al personal anterior y, en ocasiones hace borrón y cuenta nueva, y comienza una nueva política pública sin realizar un balance de la anterior y sin continuidad en los programas en marcha.
Después de la derrota del referendo del 2007, hablaste de una «encrucijada crítica», es decir que esta derrota podría haber sido una oportunidad para hacer un balance y reelaborar, democratizar, reflexionar de manera colectiva sobre el proceso, o al contrario, reforzar tendencias más verticalistas, burocráticas o autosuficientes del Estado rentista venezolano. Ahora que tenemos más distancia: ¿Cuál es el balance?
Yo creo que esa disyuntiva sigue sin resolverse. Todavía no es posible decir cuál es la respuesta que el proceso ha dado a esta encrucijada. La mayor apertura del debate político que se ha dado entre las fuerzas políticas y sociales heterogéneas identificadas de alguna manera con el chavismo en estos diez años fue precisamente en el momento inmediatamente después del referendo de 2007. En esas semanas se produjo una amplia reflexión crítica, sobre todo dentro de las organizaciones populares, donde yo diría que por primera vez todo estaba en discusión, inclusive el liderazgo de Chávez, las relaciones con su entorno, las exigencias de autonomía de las organizaciones sociales, la corrupción, la ineficiencia de la gestión estatal, el sectarismo y el autoritarismo. Todos estos asuntos dejaron de ser motivo de conversaciones privadas para sacarse a la discusión pública. Considero que ese fue un periodo muy fructífero que ofrecía muchas posibilidades. Lo que ocurre es que siempre aparece una nueva coyuntura política, en este caso las elecciones, que una vez más presionan hacia la reducción del ámbito del debate crítico, a fortalecer la unidad del chavismo, o como se decía clásicamente «no darle armas al enemigo». Yo percibo que ese amplio debate democrático se ha cerrado mucho en el año 2008.
Y ahora que podemos evaluar los primeros meses de creación y construcción del PSUV: ¿Cuál es tu análisis sobre este nuevo partido? ¿Será realmente una instancia política del pueblo para apoyar los avances del proceso y al mismo tiempo construir una herramienta democrática independiente en la lucha anticapitalista, por el «socialismo del siglo XXI»? ¿Esta tensión entre el llamado a «cerrar las filas» que ahoga también el debate colectivo y la necesidad de discutir de todo en la base parece que también aparece dentro de este partido? Pues tengo entendido que las elecciones en el PSUV no se hicieron realmente desde la base hacia arriba, es decir con un proceso de constitución realmente abierto…
Yo diría que semi-abierto, tanto para el proceso de constitución de los cuerpos directivos del PSUV, como en el proceso de las elecciones primarias para los candidatos de las elecciones regionales de noviembre del 2008. Hubo tanto manipulación y control desde arriba, como expresión genuina de la voluntad de la gente. En cada lugar fue diferente, pero de todas maneras se pudo constatar con fuerza la expresión de las bases. Por ejemplo, fue notorio que en la elección de la directiva se expreso una clara preferencia de la militancia por los dirigentes civiles sobre los militares. En las elecciones primarias para seleccionar los candidatos del PSUV para gobernadores o gobernadoras y alcaldes o alcaldesas es significativo que Aristóbulo Iztúriz obtuviese el 95% de los votos para ser candidato a la Alcaldía Metropolitana, lo que lo coloca como el segundo hombre más popular del chavismo iii . Una de las cosas que esta en juego en Venezuela respecto a la democracia es obviamente el papel de los militares: la cultura militar es una cultura vertical de la obediencia, no democrática ni deliberativa. Otro ejemplo: la gestión del alcalde Henry Falcón en Barquisimeto ha sido considerada como positiva por la población de dicha ciudad. Fue electo en las primarias del PSUV a pesar que lo acusaban de no ser suficientemente revolucionario y que había otro candidato que contaba con el apoyo de Chávez y de la estructura partidista. En algunos casos la diferencia entre el candidato que ganó y el que perdió fue reducida, y de acuerdo a las normas previamente establecidas, esto le daba a la dirección del partido la opción de escoger entre los dos primeros. La selección de quien llegó en segundo lugar fue motivo de descontento en algunas zonas del país. El PSUV es un campo de tensión: ni representa el ejercicio pleno de la democracia desde la base, ni es un espacio que pueda controlarse completamente desde arriba.
¿Y cómo vislumbras el actual contexto político, después de la derrota electoral de 2007 y de la campaña para las elecciones de gobernaciones y alcaldías de noviembre 2008?
Para darte un antecedente y una respuesta, yo creo que el año 2007 fue un año catastrófico desde el punto de vista del proyecto de cambio en Venezuela. Fue catastrófico porque creo que hubo por parte de Chávez y de la dirección política del proceso una evaluación muy equivocada de lo que significó el triunfo electoral de Chávez en el año 2006. Se interpretó el triunfo electoral del año 2006 como que si sesenta y tanto por ciento de la población venezolana estaba dándole carta blanca y estaba expresa y concientemente optando por el socialismo. En esto es necesario considerar las múltiples imprecisiones con las cuales se presentaba dicha propuesta. En Venezuela amplios sectores de la población asocian el «socialismo» directamente con la experiencia cubana. Por las razones que sea, entre ellas la imagen que transmiten los medios corporativos, la visión que la mayoría de la población tiene de Cuba está asociada a asuntos como la escasez y la falta de libertad. En el año 2007, estaban pendientes en la agenda política del chavismo dos asuntos muy importantes. Estaba planteado el proceso de constitución de los Consejos Comunales y la creación del PSUV. Por la forma en que se elaboró e impulsó, la reforma constitucional terminó por subordinar todo lo demás, incluso la gestión pública, a las exigencias coyunturales de la agenda electoral del referéndum. Una expresión muy notoria de esto fue la experiencia de módulos de Barrio Adentro abandonados, el incremento de la inseguridad, la escasez de leche, de huevos, y demás productos alimentarios básicos. Con su subordinación a los intereses electorales partidistas se obstaculizó la posibilidad de constituir a los Consejos Comunales como organizaciones sociales plurales. Todo esto contribuyó a niveles importantes de malestar. El referéndum se dio en este contexto, en esas condiciones de desgaste. La reforma constitucional contó con la aprobación de tres millones menos de votantes que los que sufragaron por Chávez en la elecciones presidenciales del año anterior. Fue la primera derrota político-electoral de este gobierno. Por otra parte, la construcción del partido también estuvo afectada por la prioridad dada a la movilización en torno al referéndum. En lugar de crearse en un momento no electoral, el proceso de creación del partido se hace en un contexto en el cual cada decisión está directamente pensada en términos de quién va a ser candidato a qué. Para la oposición venezolana la derrota de la propuesta de reforma constitucional constituye un hito muy importante. Tiene la oportunidad de aprender de los severos errores de los años anteriores, aislar a los sectores golpistas de la derecha más radical e intentar avanzar hacia un frente unitario, no sólo para las elecciones regionales de este año, sino también para las elecciones parlamentarias del año 2010 y las presidenciales del 2012. En este sentido, logró presentar candidatos unitarios únicos de la oposición para la mayoría de los cargos en disputa en las elecciones regionales de noviembre del 2008…
Ahora si analizamos los resultados de los comicios de noviembre que el propio mandatario Hugo Chávez presentó como «las más importantes de la historia de Venezuela» durante un discurso antes del verano pasado: ¿Cuál es el balance de esta elección en la cual participaron nada menos de 17.300 candidatos en más de 330 municipios y 21 Estados? ¿Cómo el PSUV salió de esta contienda y cuales son las perspectivas tanto para la izquierda como para la oposición?
Los resultados electorales del 23 de noviembre pueden ser considerados como un revés electoral para el gobierno de Chávez, a pesar de que logró la victoria en 17 gobernaciones, en la gran mayoría de las alcaldías en todo el país y obtuvo una ventaja de más de un millón de votos sobre la oposición a nivel nacional. El gobierno perdió en la Alcaldía Metropolitana de Caracas y en Maracaibo, así como en cinco estados, entre ellos los tres de mayor población del país, Zulia, Carabobo y Miranda. Agregándole a esto la derrota en el estado Táchira, las áreas más pobladas de la compleja y tensa frontera con Colombia pasan a manos la oposición. Se dibuja un nuevo mapa político-territorial en el país. La oposición domina en los estados más poblados mientras que el chavismo prevalece en el resto del territorio nacional. Se estima que aproximadamente 44% de la población tendrá gobernadores o alcaldes de oposición.
Este avance importante, pero no decisivo de la oposición, está siendo interpretado por los dos lados como una victoria propia. El gobierno reivindica que la mayor parte del territorio nacional sigue siendo chavista, mientras que la oposición reivindica su triunfo en los estados de mayor concentración de población. En el contexto post-electoral, la pugna pasa al terreno de las interpretaciones confrontadas de lo ocurrido. ¿Quién ganó y qué consecuencias tienen estos resultados para el futuro del país, para el proyecto de cambio encabezado por Chávez? ¿Significan estos resultados electorales una confirmación del respaldo al proceso de cambio, a la profundización de las reformas dirigidas a construir el socialismo del siglo XXI y para un nuevo intento de reforma constitucional para eliminar las restricciones a la reelección presidencial? ¿O por el contrario se define una nueva correlación de fuerzas a nivel nacional que abre la posibilidad de una victoria de la oposición en las elecciones del a o 2012? La respuesta a estas interrogantes no se puede deducir de las cifras electorales, dependerá de la capacidad política que desarrollen gobierno y oposición a partir de esta coyuntura. A la luz de estos resultados, pasa a ser de medular importancia la disposición del gobierno y del PSUV para llevara cabo una amplia reflexión crítica y autocrítica sobre las causas que condujeron a estos resultados. Nuevamente la población ha expresado su descontento con la gestión pública de alcaldes y gobernadores chavistas. Sin excepción alguna, todos los alcaldes, metropolitanos y municipales que han gobernado la ciudad de Caracas durante estos 10 a os han tenido gestiones que han sido evaluadas por la población como extraordinariamente deficientes. Por muchos de ellos se había votado por lealtad a Chávez, a pesar de tener sobre ellos una opinión muy desfavorable. Los problemas de la inseguridad, el tráfico, la basura, la iluminación, la ausencia de espacios públicos de encuentro y distracción, etc., etc., lejos de haberse corregido, se encuentran, en Caracas, en condiciones aún peores que hace una década. No es posible avanzar en la dirección de un proceso de transformación profunda de la sociedad si simultáneamente no se tiene la capacidad de gestión pública requerida para mejorar las condiciones de la vida cotidiana de la población. Parece que se asumiese que como se está en la tarea estratégica de «hacer la Revolución», no fuese necesario ocuparse de algo tan secundario como la basura.
El año 2009 será un año particularmente crítico para la consolidación del proceso de transformación que vive Venezuela. Las voluminosas reservas internacionales probablemente permitirán al gobierno proteger a la economía venezolana de los impactos más negativos de la crisis económica y financiera global. Sin embargo, si, como parece, la crisis global se hace más profunda y se prolonga en el tiempo, a partir del a o 2010 la baja de los precios del petróleo con seguridad tendría un muy profundo impacto sobre el ingreso fiscal y el gasto público, motor de la expansión económica que se ha dado en el país durante los últimos 20 trimestres. Las elecciones de la Asamblea Nacional de ese a o se realizarían en condiciones muy poco favorables para el gobierno. Por ello, ó los severos problemas existentes de ineficiencia de la gestión pública, la corrupción, la inseguridad, etc., se abordan durante este próximo a o con decisión, y con ello, se responde a las expectativas que los sectores populares tienen en relación a su gobierno, o los partidos y las fuerzas de la oposición -aunque no sean capaces de presentar opciones de futuro atractivas- podrían aparecer para muchos, por lo menos, como mejores gestores de lo cotidiano. La oposición hará todo lo posible por construir esta imagen en sus nuevos ámbitos de gobierno regional de aquí al a o 2012.
Para concluir, dentro de los aspectos más positivos y adelantadores del proceso bolivariano están las experiencias de participación popular (como los consejos comunales) y también la impresionante politización de vastos sectores populares, que hasta el momento habían sido sistemáticamente marginados por el sistema político y económico dominante. ¿Cuáles son los aspectos que habría que reforzar par desarrollar y potenciar estas formas de autoorganización democrática y colectiva, de «poder popular»? ¿Cuál sería la estrategia en Venezuela para construir un proyecto contrahegemónico viable, una alternativa real al capitalismo neoliberal? En fin, ¿como forjar lo que llamaste «un mundo de democracia sin fin» y que nosotros podríamos llamar «socialismo del siglo XXI»?
El reto central es imaginar una sociedad diferente, ¿cómo podría ser una sociedad post- capitalista? Es este un reto que tiene que ver tanto con las particularidades de Venezuela, como con el cambio de época a nivel mundial. Yo creo que hay quizás dos ejes de tensión principal para pensar en un proyecto democrático alternativo para Venezuela. Un primer tema, es el tema de los límites del planeta, sobre todo pensado desde un país petrolero como Venezuela. Es evidente que la construcción de un proyecto de sociedad alternativa al orden destructor del capitalismo necesariamente tiene que representar un patrón civilizatorio alternativo desde el punto de vista de la producción, del imaginario de lo que es riqueza y buena vida, de los patrones de consumo depredadores que son hoy hegemónicos. Esa dimensión no puede ser para después, para una fase posterior del proceso de cambio. Es un asunto urgente que tiene que ver con la continuidad o no de la vida en el planeta Tierra. Estoy convencido de que si no se encuentran respuestas desde el anti-capitalismo, si no hay respuestas alternativas democráticas a la crisis ambiental planetaria, terminarán por imponerse respuestas profundamente autoritarias en una sociedad de creciente apartheid global. Los grandes muros de contención y la represión sistemática de los desplazados económicos son sólo el inicio de este proceso. Desde el punto de vista de la lucha de los movimientos campesinos e indígenas de América Latina y en muchas regiones del resto del mundo, el tema de la democracia y el de la vida, no son cosas separadas, son de modo integral parte de la propia cosmovisión y de la propia práctica. Pero los gobiernos siguen pensando (y lo que es peor, actuando) en términos de crecimiento, de progreso, de «producto interno bruto», de «ingreso per cápita» como criterios de éxito. En Venezuela no le hemos dado respuesta a estos urgentes retos. La dependencia de la economía venezolana de la renta petrolera, lejos de disminuir, se acentúa.
Por otra parte, este modelo rentista de desarrollo genera un alto nivel de estatismo, centralización y verticalismo. Otra dimensión esencial para pensar en un proyecto anticapitalista democrático es el referido a la relación entre autonomía y estatismo. Esta tensión tiene una presencia medular en la historia de la Venezuela petrolera. A nombre de la sociedad, el Estado venezolano ejerce el control de las principales riquezas del país, pero carece de la capacidad de gestión que sería necesaria para que, efectivamente, dichos recursos respondan a las necesidades del conjunto de la sociedad, en particular de los sectores sociales tradicionalmente excluidos. En Venezuela, la relación entre Estado y organizaciones sociales, entre Estado y partido, tiende a ser una relación muy vertical. La autonomía de las organizaciones sociales tiende a ser vista por el gobierno como una amenaza. Y eso lo vemos en todas partes. En el movimiento sindical identificado con el proceso de cambio hay una tensión muy fuerte entre tendencias que priorizan el apoyo, a veces incondicional, a las políticas gubernamentales, y tendencias que buscan la construcción de organizaciones autónomas. Si las organizaciones sindicales se convierten en apéndices del Estado, toda la riqueza de la experiencia histórica del movimiento obrero se pierde. Ocurre lo mismo con los Consejos Comunales. Ha habido y continúa existiendo una tensión muy fuerte entre, por un lado, la concepción de los Consejos Comunales como la organización popular de base, expresión del conjunto plural de los sectores de la sociedad, participando y decidiendo a nivel local sobre sus propios asuntos y, por el otro, concebir al Consejo Comunal como «rojo, rojito», como el encuentro de base de los chavistas. Se supone que los Consejos Comunales son el ámbito privilegiado de la democracia participativa. Sí eso son sometidos a una lógica partidista sectaria, y se someten en forma instrumental a las necesidades que va definiendo para gobierno y/o el partido coyuntura política, gran cantidad de la población se siente excluida de ante mano y los Consejos Comunales pierden su potencial como núcleos básicos de la democracia participativa.
Venezuela es un país que tiene una tradición de organización social autónoma limitada. Antes del año 1958 éramos una sociedad con muy poca experiencia democrática aún en términos liberales. Después de 1958, el control político partidista de la sociedad fue muy fuerte. Los partidos dominantes, Acción Democrática (AD) y COPEI, fueron instrumentos de la distribución de los recursos del Estado y por esa vía tendían a controlar y someter la mayor parte de las organizaciones y asociaciones de la sociedad venezolana. Controlaban todo, desde la elección de un centro de estudiantes en un liceo hasta la directiva de una asociación cultual. Permeaban al conjunto de la sociedad. En los años del gobierno bolivariano, se ha impulsado un acelerado proceso de ampliación y fortalecimiento de las organizaciones sociales de base, producto de políticas públicas orientadas a este objetivo. Es el caso, por ejemplo, de las políticas sociales en el ámbito de la educación, salud o de la producción. Están concebidas en términos de su contribución a la construcción del tejido social, la ciudadanía, la organización comunitaria. En esta dirección, el modelo de salud comunitaria conocido como «Barrio Adentro» es paradigmático. El establecimiento del módulo de salud en la comunidad y la presencia de médicos en éste carece por completo de sentido sin la existencia de una comunidad organizada en Comités de Salud que le den sustento a su actividad. La otra cara del impulso organizativo de estas iniciativas públicas reside en la dificultad para avanzar en la construcción de modalidades organizativas y tejidos sociales autónomos que no sean permanentemente dependientes del Estado y sus recursos.
Para concluir, la capacidad de preservar o construir autonomía desde un proyecto popular alternativo depende de muchos factores, pero sobre todo de la presencia de organizaciones de base pre-existentes, con experiencia de lucha y de participación colectiva. Depende también de las orientaciones políticas que tengan los propios funcionarios del gobierno: si ven las políticas públicas en términos instrumentales, clientelares, o por el contrario como un instrumento de promoción de la organización social popular autónoma. La experiencia en ese sentido en estos años ha sido muy diversa, pero la tensión en relación al control vertical y a la autonomía, es quizás, del punto de vista de la democracia radical, uno de los ejes modulares para mirar lo que está pasando en Venezuela y pensar la construcción de «un mundo de democracia sin fin».
Franck Gaudichaud es miembro del equipo editorial de Rebelion.org. Ver: http://www.rebelion.org/autores.php?tipo=5&id=59&inicio=0
i El Pacto de Punto Fijo fue un acuerdo firmado en 1958 entre dos partidos políticos: Acción Democrática (AD) y COPEI, pocos meses después del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Este pacto permitió la alternancia en el poder de estos dos partidos durante 40 años, en base a la exclusión del PC venezolano y de la izquierda radical y también gracias al clientelismo y la corrupción generalizadas.
ii Siderúrgica del Orinoco o Sidor es un inmenso complejo siderúrgico situado en el Estado de Bolívar. En manos de una multinacional italo-argentina (Techint), su nacionalización es el producto de un largo conflicto laboral y de 3 meses de movilización de los obreros. Chávez decidió nacionalizarla en contra de la opinión de su ministro del trabajo de entonces. Ver: Ricardo Galíndez, SIDOR, la clase obrera tumba un ministro y alcanza una nacionalización .
iii Considerado como uno de los representantes del ala izquierda del chavismo, Aristóbulo Iztúriz fue alcalde de Caracas en 1994 y ministro de la educación del gobierno Chávez. Perdió la elección municipal en noviembre 2008 por la alcaldía mayor de Caracas.