Hoy el poder del dinero elimina los obstáculos de acceso a los círculos de la alta sociedad; lo hace más fácil que en algunas otras épocas. Si se da el caso de que el interfecto no puede vivir sin titulación, le permiten obtener la cartilla, en la que se le atribuye un pedigri de clase […]
Hoy el poder del dinero elimina los obstáculos de acceso a los círculos de la alta sociedad; lo hace más fácil que en algunas otras épocas. Si se da el caso de que el interfecto no puede vivir sin titulación, le permiten obtener la cartilla, en la que se le atribuye un pedigri de clase alta, tras el consiguiente pago a un aristócrata o a algún gobernante: le venden o le fabrican un título nobiliario. En la España de Franco se hacía así. En el momento actual tenemos al jefe de gobierno inglés, Blair, denunciado por vender títulos que afirman que el dueño del papel tiene la sangre azul. ¿Es un negocio con futuro? En su tiempo los ricos se adjudicaban esa característica venosa-sanguínea para marcar su territorio y adjudicarse privilegios. Es que el dinero une mucho a quienes quieren separar mucho. Hoy han decaído, deben compartir el espacio con otros títulos como las acciones de las empresas que cotizan en la Bolsa. El absolutismo religioso-aristocrático no tiene tanta extensión como cuando eran dueños de la tierra y el cielo.
En la segunda década del siglo XX, el acceso de los nuevos ricos a la clase social más alta, mezcla ya de banqueros, aristócratas feudales, y otros, encontraba límites salvables si conseguía hacer mucha ostentación, mucha manifestación de apariencia.
Irene Nermirowsky, hija de familia rica, llega con sus padres a París tras el triunfo de la revolución soviética. La inadaptación familiar al mundo de los ricos parisinos les creó dificultades que hicieron de la infancia de la autora un periodo de infelicidad. La extranjería y los prejuicios de clase no dieron descanso al grupo familiar, con lo que la niña se creó una visión del mundo un tanto particular y crítica. Con esa agudeza elaboró su novela corta «El baile». En «El baile» escribe sobre la importancia de la patina y la hipocresía, y los modos de actuar de los nuevos ricos y de los estratos altos de la sociedad en las primeras décadas del siglo pasado. Un detalle, se nos en la novela que el matrimonio tenía candelabros «perlados», osease, que eran de plata revestidos de oro.
A los protagonistas, una familia judía, la aceptación en el clan se les hace de una importancia tal que se disponen a recrear una ceremonia social, como primer rito, para que se les reconozca como iguales.
El personaje principal es una adolescente que ansía llegar al círculo de los mayores como si de una novela rosa se tratara, sin que sus padres le expliquen, ni ella deduzca, el interés que mueve a los componentes del estrato social al que llaman. Sus padres, una vez conseguido el objetivo más deseado del mundo contemporáneo, hacerse rico especulando, preparan una fiesta a la que invitan a «lo más de lo más», banqueros, aristócratas, y sus amantes y gigolos; es como los denominan en un primer momento, después se agriarán estos conceptos hasta el último extremo, mostrando la artificiosidad de su vida.
La joven, recriminada y hecha de menos constantemente, no acepta que la marginen. Cuando el matrimonio deja el detalle principal de la convocatoria a la fiesta en manos de la criada, es una cuestión de detalle, dejan al descubierto su falta de experiencia como nuevos ricos que son, fallan. Su dedicación exclusiva a la cáscara, les hace perder el control de lo esencial en su objetivo, y la chica de servicio, jovencita y con la cabeza en sus cosas, deja el encargo que se le hace en manos de la adolescente que reclama atención, y, en un arrebato se venga de sus padres. La resolución que ha tomado va a generar un terremoto familiar que destruirá el entramado artificial sobre el que se sustentaban. Los padres sacarán a la luz pensamientos que les harán enemigos, y en la niña se ocultará la verdad de lo ocurrido, el miedo a que se conozca y un confuso temblor espiritual que le produce la oscuridad traída por lo imprevisto.
Con una estructura dramática de extraordinaria exactitud, que parte a parte recoge lo esencial de la visión del mundo que muestra tan pequeña novela, y con un lenguaje directo que ofrece claridad para ver y sentir fondos ocultos a los otros, la autora consigue que percibamos la condición humana en el universo de la apariencia. Reconocemos en nuestro entorno a los ricos por el «pelotazo», la usura, la corrupción, el entramado mafioso en ciertas áreas de poder económico y político, los referentes por medio de los que hoy se nos sirve en frío la idea de que «tener» es equivalente a «ser feliz». En «El baile», como en un juego de magia, se nos muestra los atavismos de una felicidad fabricada, atravesamos un personaje tras otro para ir viendo lo que de manera intrigante esconden y aportan al cuadro. De él sabremos más que algunos de ellos, tanto antes como después de completarse. Palpitaremos con las reacciones, con los temores, con lo que hay detrás de cada individualidad, y con lo que parece no descubrieron, según se nos advierte en un instante en que la protagonista habla desde el futuro de aquel pasado.
Humor negro, ironía, burla, sarcasmo. Irene Nemirowsky adoptó una mirada peculiar sobre, parece por lo menos en parte, su experiencia personal, y nos muestra, desde la mirada de una adolescente, el pus de la apariencia.
Título: El baile.
Autora: Irene Nemirowsky.
Editorial: Salamandra.