(«Ser enemigo de EEUU es arriesgado, pero ser su amigo es letal» Henry Kissenger)
La invasión rusa a Ucrania ha develado el secuestro por Estados Unidos de la independencia europea y de cómo la misma formación de la Unión Europea ha facilitado que eso ocurra. Pone de manifiesto, además, la manera en que el imperio se vale del dólar y de la exportación de la “democracia representativa” como mecanismos de control, penetración y agresión para inducir a los demás países a alinearse a su política expansionista.
Es importante resaltar que la supremacía económica y militar de la potencia imperial norteamericana descansa sobre esos dos pilares: el dólar y la “democracia representativa.” Dos armas poderosísimas de dominación y control que le han permitido el sostenimiento de sus fuerzas militares, la proliferación de sus bases alrededor del mundo, la expansión geopolítica y, hasta el momento, su aparente preeminencia como potencia unipolar.
Para la inmensa mayoría de nosotros, parece inconcebible el comportamiento servil de los líderes europeos. Sin el más mínimo rubor, se comportan como perros falderos ante el rol supremacista que Estados Unidos ha venido desempeñando ante la invasión rusa a Ucrania. Se nos hace difícil entender la ambivalencia de ese liderato, sus contradicciones, su incapacidad de presentar un análisis racional de la situación mundial y, menos aún, una alternativa que redunde en beneficio de los intereses europeos. Por todo lo cual, nos preguntarnos: ¿Cómo es posible que los políticos europeos sigan ciegamente los dictámenes del imperio estadounidense y, que con ninguna o poca resistencia, conduzcan a Europa a una crisis económica sin precedentes en las últimas décadas? ¿Cómo es posible cuando el único beneficiado es Estados Unidos al incrementar exponencialmente la venta de armas e hidrocarburos, no Europa? ¿Cómo es posible que todos los representantes europeos bailen al unísono la danza imperial sin importarles que los efectos de sus acciones vayan en detrimento del crecimiento económico de las naciones europeas y por consiguiente de las clases más desposeídas? Veamos.
En primer lugar, la formación de la Unión Europea, indudablemente, ha propiciado la declinación del sentimiento nacional en la población de los países que la componen. Aunque cada país conserva su identidad nacional, es evidente que en la mente de los europeos ha surgido un conflicto de lealtades. Cuando se debilita el sentimiento patriótico y brota un conflicto de lealtades, es de esperar que en la toma de decisiones, los líderes nacionales inclinen la balanza hacia la Unión Europea, aunque dichas decisiones vayan en detrimento de los connacionales. Esto no implica que se descarte que en la toma de decisiones muchos de los diputados europeos respondan a intereses personales.
En segundo lugar, desde que se divorció del patrón oro en 1970, el dólar se convirtió en una mera promesa de pago. Lo que quiere decir que no está respaldado por ningún bien tangible. Condición que le ha permitido a los Estados Unidos apoderarse de manera gratuita de una buena parte de la riqueza mundial. Gracias a ello puede hacer emisiones de dólares a diestra y siniestra sin encomendarse a nadie, con las cuales paga sus tropas en el extranjero, sufraga sus guerras de agresión y rapiña y adquiere materias primas y propiedades foráneas. Además, al convertirse en poseedor, donante y financista, sus dólares gratuitos le permiten tener control del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial de Desarrollo, la ONU, la OEA y la OTAN. También le permiten, sin temor a la bancarrota, mantener su creciente deuda fiscal y el déficit en la balanza de pagos. Asimismo, le permiten neutralizar el descontento interno con ayudas económicas a la población y, a la vez, inyectar grandes sumas de capital a una industria armamentista totalmente necesaria para su expansionismo imperialista.
En tercer lugar, mucho más aún, las emisiones de dólares gratuitos le han permitido a Estados Unidos utilizar a su antojo sus agencias de inteligencia, embajadas, organizaciones no gubernamentales y agencias de propaganda… para manipular las campañas políticas en el extranjero. Recurrir al pago de grandes sumas de dinero, al chantaje, la corrupción y al terror, son prácticas comunes de esas instituciones para llevar al poder en muchos países a elementos afines a las políticas e intereses de Estados Unidos; elementos sin lealtad patriótica y predispuestos a seguir incondicionalmente las directrices y recomendaciones que les demanda el imperio en detrimento de sus respectivos países.
Cuando examinamos el comportamiento de ese elenco de la escenografía imperial, que se dice que representa a los países europeos, no es difícil imaginar el perfil psicológico que estas agencias hacen de los posibles candidatos a ser reclutados. El protagonismo, delirios de grandeza, deslealtad patriótica, vicios, mentalidad delincuencial, avaricia, despilfarro e incapacidad de visualizar el resultado de sus acciones, son algunos de los rasgos que de seguro toman en consideración. Si no tienen a mano individuos que respondan a ese perfil, sin lugar a duda, seleccionan entre aquéllos de fácil manejo que carecen de experiencia política, conocimientos en micro y macro economía, política mundial, y que sufren de delirios de grandeza, de ínfulas protagónicas y para quienes el poder es un afrodisiaco. A menudo observamos cómo los candidatos son sacados de la nada y convertidos en figuras populistas por las agencias propagandísticas imperiales, fabricantes de imágenes. Es muy evidente como personajes, asesorados y financiados de manera dudosa, se identifican con los deseos y aspiraciones de las masas, apelan a falsas promesas para alcanzar el poder y, una vez en la cumbre, las traicionan para favorecer los designios de sus padrinos imperiales. Vladimir Zelensqui es el mejor ejemplo.
En cuarto lugar, como se puede observar, la democracia representativa burguesa, su exportación extraterritorial, la manipulación en la selección de candidatos y en las elecciones, es el segundo instrumento más eficaz que usa el imperio para su expansión geopolítica.
Estados Unidos, a través de sus embajadas, agencias de inteligencia, de propaganda, filiales corporativas y ONG, interviene a su antojo en las campañas políticas de los demás países y lleva al poder a sus más idóneos candidatos. Cuando esto no le da el resultado esperado y otros candidatos no deseados son elegidos por los pueblos, apelan a los cuerpos legislativos y judiciales en los respectivos países para deponer a los escogidos. Lo que ha pasado a llamarse golpe blando. El ejemplo más reciente fue la destitución de Iram Kan en Pakistán. Cuando esto último tampoco le da los frutos esperados, recurren al golpe fuerte y deponen al gobernante por la fuerza o lo asesinan. El golpe de estado en Ucrania y más recientemente el asesinato del presidente de Haití Jovenel Moise, son algunos ejemplos. Cuando nada de todo lo expuesto tiene éxito, recurren a no reconocer los resultados de las elecciones, a la satanización de los gobernantes, a la difamación, amenazas, sanciones, embargos, pillajes y leyes extraterritoriales. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, China, Rusia e Irán son víctimas de ello. Por otro lado, la democracia no tiene relevancia donde rigen fuertes dictaduras mientras los gobiernos sean incondicionales a las políticas imperialistas. Este es el caso de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Sudán entre otros.
Por todo lo expuesto, se puede concluir que lo que mueve a Estados Unidos a denunciar la falta o ausencia de democracia en otros países, no son razones ideológicas o altruistas, sino porque la democracia representativa es la forma de gobierno que mejor le sirve a sus designios imperiales. Esto es así, puesto que la democracia representativa le facilita al ‘hegemón’ la selección, el control y manipulación de los gobernantes en otros países. En el caso particular del comportamiento de la Unión Europea en el conflicto en Ucrania, es evidente que su parlamento está secuestrado por la inteligencia gringa. Basta observar cómo los diputados aprueban las medidas que impulsa Estados Unidos a través de la OTAN en contra de Rusia en perjuicio de sus propios países. Está claro que en los diputados europeos, como mencionamos antes, hay conflicto de lealtades y el conflicto de lealtades al fragmentar el sentimiento patrio, los hace más propensos a la deslealtad, a aceptar ser chantajeados y a ser corrompidos; por ende, a convertirse en presas fáciles para las agencias de inteligencia imperiales.
Como la historia repetitivamente lo demuestra, Estados Unidos no tiene el más mínimo escrúpulo de entorpecer el desarrollo, invadir o fomentar golpes de estado en cualquier país cuyos gobernantes cuestionen sus políticas expansionistas.
Es obvio que para el imperio, un país donde no puede manipular el proceso eleccionario a su antojo, no es democrático. Contrario a Europa, en Rusia Estados Unidos no ha podido valerse de la democracia representativa para infiltrar a sus agentes en el proceso eleccionario y controlar sus decisiones. Para su mayor disgusto, Rusia es un obstáculo a sus pretensiones al fomentar el multilateralismo en oposición a sus políticas hegemónicas mundiales. Tratándose de un país con una extensión territorial aproximadamente dos veces la de Estados Unidos, con autosuficiencia energética y alimentaria y con un ejército poseedor de armas de última generación sin equivalentes; de un país con una posición geopolítica privilegiada y, sobre todo, que puede tener una gran influencia sobre Europa al ser su primer suplidor de hidrocarburos; de un país, que además, tiene la osadía de retar el excepcionalismo del dólar como arma de penetración imperial al negociar con China, la India e Irán con monedas nacionales, no con dólares; sin lugar a duda, Rusia es una verdadera amenaza para la supervivencia misma del imperio norteamericano.
Por las razones enumeradas, al imperio, para contrarrestar su acelerado declive, no le quedaba otra alternativa que apresurarse a entorpecer el insuperable crecimiento y desarrollo de Rusia. Es por ello que creó las condiciones para provocar el conflicto en Ucrania. Desestabilizó el país con un golpe de estado a un presidente democráticamente elegido y subió al poder a una facción fascista minoritaria; con sus acciones para incorporar a Ucrania, empujó a la OTAN a violentar los limites geográficos de la seguridad de Rusia; amenazó e injurió al líder ruso y preparó la invasión de Dombás concentrando en sus fronteras gran número de tropas del ejército ucraniano.
Rusia no estaba dispuesta ser presa de la OTAN. Para contenerla, su única alternativa era invadir a Ucrania y proteger sus líneas rojas y la población rusa en los territorios de Donetsk y Luhansk. Ucrania era sólo un peón a sacrificar por parte de la OTAN-US. El imperio se frotó las manos, llegó la oportunidad esperada para chantajear a Europa y “arrodillar a Rusia.” Junto a Europa, le impuso más de seis mil sanciones y le confiscó las reservas monetarias internacionales. Sanciones cuyos efectos de bumerán se veían venir y que arrastraron a los países europeos a hacer el ridículo y a auto flagelarse.
Las pretensiones del imperio fueron sólo desvaríos y el tiro le salió por la culata. Un ser moribundo puede retardar su muerte pero no evitarla. Rusia, ya asegurado su dominio sobre una buena parte de Ucrania, le dio la peor estocada al imperio que haya recibido nunca; ancló el rublo al oro y obligó a los países inamistosos a pagar con rublos los hidrocarburos. Como si se anunciara el futuro, el imperio tratando de salvar al dólar, lo hundió más en el pantano. Con toda probabilidad, no descansará hasta hundirlo completamente cuando en sus delirios con Taiwán empuje a China a respaldar al yuan con oro y a exigir que le paguen sus exportaciones en yuanes. ¡ Qué para respaldarlo, bastantes reservas de oro sin declarar tiene!
El imperio hegemónico perece y con ello su pretensión de dominar el mundo. De sus pretensiones truncadas surgirá un nuevo orden mundial multipolar donde ninguna nación se autoproclame excepcional. Un orden en el cual una nación, independientemente de su extensión territorial, número de habitantes o desarrollo económico o militar, no se imponga como superpotencia que pueda imponerle a las demás obediencia ciega a pretensiones expansionistas. Un orden en que cada nación sea una parte irreemplazable en el concierto de naciones de esta nave espacial que llamamos Planeta Tierra.
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