En 1979 Estados Unidos abandonó la política de fingir que hay dos gobiernos en China. Antes hubo una guerra civil en China entre el Gobierno del Kuomintang, presidido por el mariscal Chiang Kai-shek, que había sido el Gobierno de China reconocido por los anglosajones durante la ocupación japonesa de China. El Partido Comunista de China formó el Ejército Popular de China, que también luchó contra la ocupación japonesa. Japón se rindió incondicionalmente en 1945 y las tropas japonesas abandonaron China. Aún antes de la rendición de Japón se desencadenó una guerra civil entre el ejército popular y las tropas del Kuomintang.
La guerra terminó el 1 de octubre de 1949 con la proclamación de la República Popular China en Beijing por parte de Mao Zedong y la retirada del KMT a Taiwán, donde se estableció un Gobierno provisional. Por eso durante un breve período de 30 años hubo dos gobiernos que decían representar a China, uno con sede en Taipéi reconocido por los anglosajones y el de Beijing reconocido por la Unión Soviética. Y luego, desde 1979, el Gobierno de China reconocido por la ONU y el resto de la comunidad internacional.
En 2024 Taipéi es reconocido como Gobierno de China solo por 11 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas. Un mito que muy hipócritamente cultiva Estados Unidos. Entre otros propósitos para estorbar el desarrollo de la integración económica de Latinoamérica, porque entre esos 11 países hay dos latinoamericanos ubicados en posiciones muy estratégicas para estorbar la integración económica: Guatemala y Paraguay. Las relaciones de Guatemala con el gobierno de Taipéi impiden que el Mercado Común Centroamericano pueda negociar como bloque económico acuerdos con la que ya ahora, según el método con que se mida (PIB- GDP o paridad de poder de compra PPP) ya es la primera economía mundial. Lo peor es que eso impide que México, la segunda economía latinoamericana (PIB 789.000 millones de dólares) se conecte físicamente con el resto de las economías latinoamericanas.
Una especialidad de China es la creación de infraestructuras de conexión. En América Central la red de carreteras no conecta los países que la integran porque fue diseñada por las compañías bananeras para trasladar mercancías desde las plantaciones a los puertos y viceversa. Como el comercio está ligado al transporte, a México le es imposible comerciar con Suramérica. La técnica china de rápida construcción de infraestructura de conexión terrestre permitiría, en una zona de tanta importancia estratégica como lo es el istmo centroamericano, realizar muchos proyectos para establecer conexiones propicias al comercio. China ya construyó en el sureste de México el Tren Maya, un tren de alta velocidad de 1.500 km que conecta Yucatán, en el mar Caribe, con playa del Carmen en el océano Pacífico.
Un proyecto similar podría conectar a México con Panamá y Colombia si no fuese porque Guatemala sigue empeñada, por presión estadounidense, en mantener relaciones diplomáticas con Taipéi. Venezuela y Colombia deberían unir esfuerzos para enviar a sus embajadas en Guatemala a alguien que conozca bien el país y tenga contactos allí para que se acuerden esfuerzos para convencer al sector empresarial que más influye (azucareras) en el Gobierno guatemalteco para que vea la realidad y lo conveniente que sería para la economía de Guatemala reconocer al Gobierno de Beijing. Yo podría ayudar porque durante 7 años (1992-1998) fui profesor en Maestría de Ciencias Políticas en las dos universidades privadas más conocidas de Guatemala y puedo asesorar sobre las mecánicas políticas del país.
Paraguay es el otro país latinoamericano cuyo reconocimiento de Taipéi estorba. La falta de reconocimiento de Paraguay al Gobierno de Beijing impide la firma de un acuerdo comercial más favorable entre China y MERCOSUR.
Apenas conozco Paraguay, pero conozco bien Argentina y bastaría que Argentina y Brasil le apretaran la tuerca a ese contrabando que mantiene viva la economía del Paraguay para que en Asunción entendieran el mensaje. Es algo tan evidente que no entiendo cómo no lo han aplicado ya. Pero no creo que eso sea posible mientras Javier Milei esté en la Casa Rosada. Milei es un loco con varias obsesiones como la de contratar a un espiritista para conversar con un perro muerto hace años al que hizo clonar. Otra obsesión insana es querer disminuir al comercio con China a pesar de que China es el mayor socio comercial de Argentina. Asumo que va a terminar como de la Rúa, huyendo de la Casa Rosada en helicóptero para escapar del furor popular.
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