Chevreuse, Auteuil [1], «nombres que le sonaban un tanto extraños. ¿Pero, cómo poner en orden, mediante un hilo conductor, todas estas señales y llamadas en código Morse cuando provienen de una distancia de más de cincuenta años?»[2]
El retorno al pasado puede ser voluntario o involuntario. Es en este movimiento entre interpelación externa independiente de su voluntad y prospección activa (aunque esta última responda más a aquella) que nos traslada Bosmans, el protagonista de la última novela de Patrick Modiano, Chevreuse.[3] De hecho, Bosmans es propulsado hacia un universo pasado casi surrealista. Fragmentos resurgen de la oscuridad, a merced de los eventos, encuentros y palabras captadas al vuelo que, al igual que espasmos, generan en él reacciones memoriales y sensoriales fuertes.
Bosmans se esfuerza por hallar su camino en esta niebla, y su búsqueda de indicios, los cuales intenta ensamblar a fin de restaurar el andamiaje de su vida anterior, es horripilante, asfixiante. No se sabe qué significan estas pistas que desempolva como un investigador ansioso de descubrir e interpretar huellas en la escena del crimen. Cuantas más hay, más abrumados por la incertidumbre nos sentimos, pues se confunden en el tiempo y espacio. Bosmans registra en un cuaderno azul los indicios que, aun reunidos en una hoja de papel, no dejan establecer ningún vínculo entre sí. Los recuerdos son aleatorios, atomizados y reivindican su existencia frente a las lagunas, que el lector aprehende como si él mismo sufriera de amnesia. ¿Qué podemos hacer frente a los vacíos, al olvido, a las imágenes difusas y superpuestas, frutos de recuerdos que, con el paso de las décadas, se han vuelto engañosos? Este sentimiento de impotencia, de rendición ante los efectos del tiempo se acentúa cuando Bosmans nos dice que «los diferentes períodos de una vida –infancia, adolescencia, edad adulta, vejez– también corresponden a muertes sucesivas. […] Los fragmentos de recuerdos no son sino algunas imágenes de un período de nuestra vida que vemos avanzar en cámara rápida antes de que desaparezcan definitivamente en el olvido».[4]
Uno se pregunta si el libro de Patrick Modiano, del que la memoria sobresale como un personaje en sí, con su psicología consciente e inconsciente, nos llevará a un callejón sin salida. Sobre todo porque es sólo a partir de los tres cuartos del relato que el escritor arroja luz sobre la razón del resurgimiento del pasado de Bosmans y los motivos que conducen a las personas raras alrededor suyo a impulsarlo.
La novela de Patrick Modiano es una puesta en abismo, al ser Bosmans un escritor que reconstituye su arduo regreso hacia el pasado por medio de la redacción de un libro, así como revela los mecanismos que emplea para rehabilitar la memoria de antaño. En el marco de la metodología de la reminiscencia que expone, esta última se asemeja a una obra de teatro o una narración fílmica que el director/narrador edificaría y desmontaría a voluntad. De esta manera, durante los montajes y deconstrucciones, el realizador se permitiría obviar ciertos aspectos, inventaría otros para llenar los espacios vacíos, así como establecería lazos entre los elementos a los que da vida, para que, al final, él y su público se convenzan de la autenticidad de la historia.
A menos que la memoria sea, como tan poéticamente la describe Modiano, “la imagen furtiva de un avión que se desliza silenciosamente en el azul del cielo, dejando tras de sí un reguero blanco, y del que no sabemos si se extravía, si viene del pasado o vuelve hacia él…”
Notas:
[1] Ambos son nombres de lugares situados en el departamento de Île de France (Región de París).
[2] Traducción realizada por la autora de esta reseña.
[3] Chevreuse, Patrick Modiano, Edition Gallimard, Paris, France, Oct. 2021.
[4] Traducción realizada por la autora de la reseña.
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