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El sentido del 1º de mayo

Fuentes: Rebelión

Las rutinas suelen tener la mágica facultad de transformarnos en seres acostumbrados a nuestros propios actos y no podemos evitar caminar según la inercia que impone el testarudo hábito. No obstante, también es cierto que, en muchas ocasiones, llega ese punto de inflexión que nos impulsa al cuestionamiento de nuestra propia conducta. ¿Por qué hago […]

Las rutinas suelen tener la mágica facultad de transformarnos en seres acostumbrados a nuestros propios actos y no podemos evitar caminar según la inercia que impone el testarudo hábito. No obstante, también es cierto que, en muchas ocasiones, llega ese punto de inflexión que nos impulsa al cuestionamiento de nuestra propia conducta. ¿Por qué hago esto? Una respuesta que aludiera al «porque siempre se ha hecho así» no nos llevaría más que al auteoengaño. No podemos pensar que celebramos el primero de Mayo por tradición, porque una manifestación, porque una reivindicación, por definición, no se basa en la rutina. Que no se malinterpreten estas palabras, no se trata de recuperar un hipotético sentido perdido del primero de Mayo, se trata de afirmar que nunca se ha perdido ese sentido.

Puede que haya quien considere que, en época de crisis, esta celebración del Día del Trabajo gana fuerza. No nos engañemos, no estamos en crisis hoy, llevamos sufriendo las condiciones impuestas por un sistema económico injusto desde mucho antes. Y hoy, no por estar en crisis tenemos más que reivindicar que ayer. Quizás hoy, lo que ha ocurrido, es que se han evidenciado de forma descarada las contradicciones de un sistema económico insostenible. Todos aquellos optimistas que ven en esta coyuntura la posibilidad de cambio, que ven una oportunidad, han de estar alerta, también la oportunidad es para el empresario, que intentará ampararse en el papel de víctima de la crisis con el fin de ajustar gastos y beneficios, economizar y atar la soga del ahorro en costes alrededor del cuello de los trabajadores y trabajadoras.

Las reivindicaciones, pues, siguen teniendo la misma fuerza de siempre, aquélla que reside en la legitimidad de la justicia. Y la justicia no se ampara solamente en la legalidad. Si las leyes son injustas, reivindiquemos un cambio. Y si el Estado del bienestar, crea una situación laboral de precariedad, entonces, manifestémonos el primero de Mayo por aquello por lo que siempre hemos luchado: unas condiciones de trabajo dignas.

Y, ¿qué quiere decir un trabajo digno? La realidad impone su respuesta. Junto a la crisis financiera, se ha evidenciado la crisis alimentaria; la crisis de los recursos, la crisis del agua; la crisis de la Tierra, nuestra única patria sin fronteras, nuestra casa, que se pudre gracias a los beneficios empresariales. En definitiva, no sólo ha entrado en crisis la economía de Wall Street, esa que habla de acciones, fluctuaciones y cosas por el estilo, sino también la economía real, esa que habla de comida y agua. Por todo eso, un trabajo digno es aquel en el que el trabajador es dueño de sí mismo porque cuenta con las condiciones para ello, aquel que le permite cuestionarse y criticar el sistema del que es un eslabón; pero, además, es aquel que no obliga al trabajador a destruir su propio hogar: la Tierra.

Parece, pues, que el Día del Trabajo mantiene todo su significado, ese significado acumulado a base de historia y también de presente, ese significado compuesto, igualmente, de los proyectos para un futuro que no es utópico, ese significado que contiene todas las manos, todas las voces y toda la ilusión de los que fueron, somos y seremos trabajadoras y trabajadores.