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El sionismo también es un tigre de papel

Fuentes: Rebelión

El mundo se mostró muy sorprendido en la mañana del 7 de octubre pasado, cuando recibió imágenes e informaciones de la operación “Inundación Al Aqsa” (otros medios lo tradujeron como “Tormenta”) del Movimiento de Resistencia Islámica Hamas, dirigido por su jefe militar, Mohammad Deif, contra el Estado de Israel.

TANTO FUE EL CANTARO A LA FUENTE….

Una lluvia de misiles baratos -aproximadamente 5.000 – fueron disparados desde la Franja de Gaza contra localidades y ciudades israelíes, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén. Guerrilleros de Hamas derribaron los alambrados de la frontera plantados por la fuerza de ocupación sionista y pasaron del otro lado, tomando puestos militares y colonias ilegales.

Así le impusieron a Israel una importantísima derrota político-militar. La considerada gran potencia militar regional no fue capaz de prever ni pudo rechazar la incursión guerrillera. Esta le causó a Israel 900 muertos y 3.000 heridos, además de unos 130 rehenes civiles y militares que fueron llevados a la Franja de Gaza. Un mayor general israelí fue tomado prisionero, Nimrod Aloni, comandante del ejército de ocupación israelí responsable de la Franja de Gaza. Fue nombrado comandante de la división de Gaza durante la batalla de la Espada de Al-Quds en 2020.

Inmediatamente se desató un coro mundial orquestado por el sionismo y el imperialismo yanqui y europeo condenando “el terrorismo” de Hamas. Tergiversaban así la historia y la realidad, porque ocultaban el genocidio perpetrado por el sionista Israel que desde mayo de 1948 viene robando territorios palestinos, perpetrando delitos de lesa humanidad en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental; bombardeando e invadiendo, asesinando a la población civil incluyendo mujeres y niños; manteniendo en prisión a 8 mil prisioneros y prisioneras, incumpliendo numerosas resoluciones de Naciones Unidas y los acuerdos bilaterales de Oslo (1993 y 1995).

Según esos acuerdos Palestina tendría un régimen de autonomía durante cinco años y luego se convertiría en un estado independiente. Pero ninguno de esos puntos se cumplió. Además Israel tiene bloqueada por tierra, aire y mar a la Franja de Gaza desde 2007, cuando Hamas ganó las elecciones allí, con durísimas condiciones de vida para los 2,3 millones de palestinos que viven en un territorio pequeño, de sólo 365 km². Y en Cisjordania, la Autoridad Nacional Palestina apenas conserva una parte del territorio porque allí mandan las fuerzas armadas israelíes, apoyadas en gran cantidad de colonias ilegales que se incrementaron hasta contar hoy con 700.000 colonos, en su gran mayoría sionistas y supremacistas. Además construyó el muro del Apartheid de 712 kilómetros, donde en 2014 se detuvo y oró el Papa Francisco. Se ve que su plegaria no tuvo resultados pues la infame divisoria siguió allí, impertérrita. En Cisjordania y Jerusalén oriental hay demolición de viviendas palestinas, creación de nuevas colonias y crímenes sionistas, muertes incluso de periodistas y privación del agua a los palestinos.

En Jerusalén ni siquiera se los deja a los palestinos ingresar libremente y orar en la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar sagrado del Islam después de la Meca y Medina, en Arabia Saudita. Debe ser por eso que Hamas, que gobierna Gaza, y su brazo armado las brigadas Ezzedine Al Qassam, denominaron “Diluvio Al Aqsa” a su ofensiva donde destruyeron tanques Merkava y otros blindados, etc. Lamentablemente en esos operativos hubo muchos muertos civiles israelíes. Eso, siendo muy doloroso, no debe oscurecer el sentido patriótico palestino de la operación Al Aqsa, largamente justificado por los 75 años de crímenes sionistas, desde la Nakba o Catástrofe del 14 de mayo de 1948 – creación del Estado de Israel – hasta las recientes masacres de Benjamin Netanyahu y su gobierno ultra reaccionario. En lo que va de 2023, hasta agosto, habían asesinado a más de 200 palestinos, incluyendo 38 niños. Ahora todas las cifras se han disparado y los medios de desinformación internacionales sólo acusan a Hamas, ocultando la verdad de la humillación y extrema violencia sufrida por los palestinos desde 1948. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe…

NETANYAHU ES UN FASCISTA

Netanyahu reaccionó como el fascista que es él y sus aliados súper reaccionarios del gobierno: consideró que Israel estaba en guerra y retomó los bombardeos masivos contra Gaza. En las primeras 24 horas había más de 300 palestinos muertos y 1.500 heridos según el ministerio de Sanidad palestino. Estas cifras se duplicaron y algo más en dos días debido a esa reacción criminal. El multiacusado de corrupción, por delitos de soborno, fraude y abuso de confianza en tres escándalos diferentes, transita su tercer mandato como primer ministro, con 16 años en el poder. Atravesaba, antes de estos sucesos, el peor período de su gestión porque desde enero pasado había manifestaciones populares todas las semanas en repudio a su proyecto de reforma judicial antidemocrática. Para sectores israelíes eso no solamente convertiría a ese gobierno en una dictadura sino que además procuraba arreglar su situación judicial en esos procesos por corrupción que vienen de 2019.

La ofensiva militar de Hamas y las Brigadas Al Qassam golpearon al primer ministro del partido Likud en su momento de mayor vulnerabilidad. Eso era previsible, pero lo llamativo, y es el enorme mérito de los combatientes palestinos, es que la operación Al Aqsa se realizó sin que el sofisticado aparato israelí de espionaje del Shin Bet y del servicio de Inteligencia de sus Fuerzas Armadas, pudiera detectar el plan guerrillero. Tampoco el reputado sistema de “defensa” llamado “Cúpula de Hierro” pudo impedir la exitosa ofensiva palestina por tierra y aire.

A Netanyahu no le duelen tanto los 900 muertos de su país sino, ante todo, que quedara en ridículo la supuesta inviolabilidad del estado sionista. Se vienen purgas en todos aquellos servicios y ramas militares, pero también en la composición misma del gobierno. La cabeza de Netanyahu puede rodar pronto; si se demora un poco es para no ofrecerla en bandeja a Ismail Haniyeh, el líder político de Hamas. Es una derrota muy dolorosa para “Bibi” y tendrá consecuencias devastadoras para su gobierno, cuando pase la ola inmediata de “unidad” contra un terrorismo islámico que no es tal. Es la respuesta patriótica y violenta ante tantos años de genocidio contra los palestinos durante los cuales las Naciones Unidas firmó algunos papeles sin traducirlos en hechos. Por caso, recién en 2012 la ONU aceptó a Palestina como observador sin derecho a voto, pero tiene vetado su ingreso como miembro pleno, por decisión de Israel (y EE UU en el Consejo de Seguridad). Naciones Unidas tiene 193 países miembros con derecho a voto y Palestina debe ser el 194, pero el sionismo y el imperialismo le han cerrado la puerta con candado.

El ministro de Defensa Yoav Gallant ordenó “un asedio total a Gaza (…) ni electricidad, ni comida, ni agua, ni gas, todo cerrado, estamos combatiendo contra animales y actuamos en consecuencia”. Más bestial no se consigue. Por él que se mueran todos los niños y mujeres internadas en hospitales de Gaza con la luz cortada, sin agua ni alimentos.

Hasta la Autoridad Nacional Palestina de Mahmud Abbas, el rival del líder de Hamas, Haniyeh, reunió a su gobierno y apoyó a la lucha de Gaza: “el pueblo palestino tiene derecho a defenderse de los crímenes y violaciones israelíes cometidos en la mezquita de Al-Aqsa y en los territorios palestinos”.

Como se dijo, 900 israelíes perdieron la vida y 2.600 resultaron heridos, según una publicación del Ejército. Del lado palestino, 687 personas murieron por bombardeos israelíes en Gaza y 2.900 quedaron heridas. Como los enfrentamientos no cesan, tales números se desactualizan a cada hora.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.