¿Derecho a la vida o a la muerte? El debate sobre el aborto vuelve a salir a la palestra a raíz del retroceso jurídico, sanitario y social que supone la nueva ley que quiere promulgar el gobierno del PP. Y lo primero que hay que manifestar es que conforme más reaccionario y conservador es un […]
¿Derecho a la vida o a la muerte?
El debate sobre el aborto vuelve a salir a la palestra a raíz del retroceso jurídico, sanitario y social que supone la nueva ley que quiere promulgar el gobierno del PP. Y lo primero que hay que manifestar es que conforme más reaccionario y conservador es un gobierno, que a su vez está relacionado con las crisis periódicas que sufre el capitalismo, y aún más con la actual, más necesidad tiene de negar la vida en su acepción más amplia y completa de la palabra, todo en aras de defender a su sistema en crisis que se resquebraja . ¿Movimiento pro-vida o pro-muerte?
Han sido, y son, muchas las formas con que se materializa esta negación de la vida de las personas, empezando por la aplicación de los recortes económicos para proteger el beneficio monetario de bancos y grandes multinacionales sin importarles el alto precio para la salud del pueblo trabajador. Las consecuencias de la reciente reforma laboral han conducido a un recrudecimiento del paro, que ha llegado a unos niveles nunca vistos, Andalucía alcanza el 34,7% de la población activa, siendo el territorio europeo con las tasas más altas (1), y nadie duda, y los estudios científicos lo confirman continuamente, que el paro mata (2). Los descensos de los salarios y el aumento de la jornada laboral, junto con las presiones económicas para evitar la baja laboral agudizan los problemas de salud de nuestra población. El aumento de la pobreza y la menor calidad de la alimentación (3). En el año 2012, una tercera parte de la población andaluza se encontraba por debajo del nivel de la pobreza y el porcentaje de hogares con todos sus miembros en paro ha sido del 20%, con un 70% de su población trabajadora ganando menos de 1000 euros al mes (4). Andalucía también destaca por presentar las peores cifras de los indicadores de privación de la encuesta de condiciones de vida del INE, una mayor proporción de familias que no puede mantener su vivienda con una temperatura adecuada en los meses de invierno, con problemas de humedades en la vivienda o que llegan a final de mes con mucha dificultad, siendo la infancia y jóvenes los más afectados (5). Relacionado con lo anterior, debemos añadir el imparable aumento de los desahucios y de los suicidios por esa causa (6). Los recortes en sanidad muestran sus consecuencias más dramáticas con las muertes por desatención de la población más vulnerable (7, 8, 9) o la imposibilidad de unos cuidados adecuados y de una muerte digna para nuestros mayores, agravados por los recortes a la ley de dependencia y la congelación de sus pensiones. Y sin extendernos en el gravísimo problema de la violencia de género, cuyo goteo no cesa, 27 mujeres muertas (que sepamos) en lo llevamos de año.
Es sobre esta dramática situación, con estas pésimas condiciones de vida, y de muerte, de los andaluces y andaluzas, que se palpa con solo mirar a nuestro alrededor, con observar nuestras calles y pueblos, donde viene a situarse el debate el recorte y reforma de la ley del aborto, con el hipócrita eslogan de «promover la vida». Pero antes de seguir con esta reflexión que afecta de lleno a las mujeres y a la opresión histórica que han sufrido, necesitamos detenernos en otro aspecto que tiene que ver, y mucho, con la vida y la supervivencia de una población.
Causas del actual decrecimiento de la población
La lógica capitalista, para seguir asegurandose sus beneficios y la obtención creciente de plusvalía, necesita promover la reproducción y sustitución de la fuerza de trabajo -el trabajo que produce parcial o totalmente para otro, para el empresario-, por otra de vida útil más corta, que produzca más. Tr as la incorporación generalizada de la fuerza de trabajo masculina, al volverse ésta más costosa y sustituible, produjo la incorporación masiva del trabajo femenino, que favorecido por los cambios familiares y demográficos ha conducido a unas tasas de fecundidad tan bajas que no garantiza la capacidad de reemplazo generacional (10). Posteriormente, y paralelamente, se ha complementado la mano de obra más cara de los países enriquecidos por otra más barata de los países empobrecidos y la migración del capital y las empresas a zonas con mayor capacidad de reemplazo. Un ejemplo cruel y de máxima actualidad de esta situación son las condiciones de explotación inhumana de las mujeres y niñas de Bangladesh para las grandes empresas textiles, como las conocidas Zara y C&A, entre otras (11).
A partir de la segunda mitad del siglo XX se produjo una expansión del capitalismo a costa de explotar los recursos y a los trabajadores de los países más pobres y a las trabajadoras y trabajadores de los propios estados, pero permitiendo unas mejores condiciones económicas y sociales de estos últimos a costa del empobrecimiento de los llamados «países del tercer mundo». Esto dicho muy sintéticamente y siempre considerando la ley del desarrollo desigual y combinado. Por ejemplo, el Estado español tuvo sus diferencias y peculiaridades propias, incluso dentro de sus diferentes territorios. Andalucía, a la que históricamente se le negó un proceso de industrialización (aun cuando las primeras industrias se implantaron en las provincias de Málaga, Sevilla y Cádiz), ya que interesaba mantener los latifundios por la riqueza de sus tierras y dejando a gran parte de su territorio en manos de unos pocos y ricos propietarios y sin apenas tierras propias para sus habitantes de las áreas rurales (especialmente en la Andalucía occidental). Eso no impidió que en la época desarrollista franquista se implantaran polos industriales, los más tóxicos y contaminantes, los polos químicos y petroquímicas de la Ría de Huelva y la Bahía de Algeciras, respectivamente. Pese a esos desequilibrios territoriales y al desarrollo desigual consiguiente, sí fue común y compartido el que los cambios demográficos y económicos que provocó un descenso de la mortalidad, a costa fundamentalmente de la bajada de la mortalidad infantil y un intenso descenso de las tasas de natalidad y fecundidad y el envejecimiento consiguiente de la población. En el Estado español ocurre esto con un cierto desfase temporal respecto a otros estados capitalistas más ricos de Europa y Norteamérica, y a ritmos también algo diferentes, pero en la misma dirección dentro de su territorio.
Ahora, con la actual crisis económica, social y política de una gravedad y cualidad nueva está provocando una juventud sin perspectivas de futuro (en Andalucía el 62,3% de la población activa joven están registradas en las oficinas del INEM, sabiendo que la población desempleada siempre es mayor) y el descenso de la población inmigrante (que vuelve a sus países de origen), lo que agudiza aún más la bajada de la tasa de natalidad y fecundidad, provocando por primera vez, desde que se tienen registros de empadronamiento, que descienda la población española y andaluza (12). La cada vez menor proporción de la población en edad de trabajar, tras décadas de descenso de las tasas de natalidad que repuntó los últimos años anteriores a la crisis por la mayor natalidad de la población inmigrante, y el aumento del paro, especialmente de los más jóvenes, son los factores más graves que hace inviable una comunidad, que envejezca y no crezca (10). Ante esta dramática situación, que ya moviliza a las clases populares con nuevas formas de vida alternativas, al poder no se lo ocurre otra «solución» mejor que el fomento de la vuelta de las mujeres al trabajo sumiso del hogar, como fuerza reproductiva y de trabajo gratis e invisible. Porque, efectivamente, la capacidad de reemplazo generacional está en números rojos ya que el número medio de hijos por mujer en Andalucía y en el Estado español es solamente de 1,4 (13), y siempre se necesita mano de obra precaria y barata en los mercados, mejor masculina que femenina. Con servicios sanitarios y sociales públicos cada vez más insuficientes, alguien tiene que cuidar de los pequeños y de los mayores o discapacitados, y quien mejor -dicen nuestros gobernantes machistas- que las mujeres de cada casa. En este contexto debemos enmarcar el retroceso que se quiere implantar con la actual ley del aborto (14), ya que el ministro Gallardón lo ha dicho muy claro, con la situación actual de baja natalidad es muy necesaria la reforma de esta ley.
Es habitual que desde los sectores más reaccionarios de una sociedad cada vez más individualista y competitiva, las causas políticas y sociales -y por tanto con responsabilidades políticas y sociales- se pretendan transformar en responsabilidades individuales. Como venimos comentando, durante décadas el estado no ha solucionado el paro estructural y la precariedad laboral de los hombres y, aún menos el de las mujeres de Andalucía, como tampoco ha dado solución a los necesarios cuidados y servicios para las familias jóvenes que no pueden conciliar la vida laboral y familiar. Para que una población tenga un ritmo de reproducción equilibrado y sano necesita que se le asegure un mínimo de calidad de vida para todos los miembros de la familia. Analizar las causas y problemas de nuestra población en su raíz y en sus diferentes niveles nos lleva a buscar soluciones reales y tangibles, no escudarse en el tópico reaccionario de la vida del posible futuro ser y, de paso, intentar la vuelta a la familia tradicional patriarcal con la mujer esclavizada en la casa. Pero esto que decimos requiere un breve análisis del proceso histórico que lo ha generado, al menos en los últimos siglos.
La dominación de la mujer en el sistema patriarcal capitalista.
Muchos han sido los siglos de patriarcado y de opresión sobre la mujer que, poco a poco, y con una continuada lucha personal, social y política tratamos de paliar y erradicar. La vigente ley del aborto (ley 2/2010) es solo un botón de muestra de estas pequeñas pero fundamentales conquistas, ya que está en juego nuestra capacidad de decidir, de controlar nuestras vidas y nuestros cuerpos, para desde lo personal trascender lo social y político, y viceversa. La liberación de la mujer, en este como en otros esenciales aspectos, es parte inseparable de la liberación de los pueblos, porque la opresión de la mujer, y su utilización como fuerza reproductiva y de trabajo se acentuó, y formó parte, del proceso de creación del modo de producción capitalista. De hecho, aunque los orígenes del patriarcado se remonta a épocas muy antiguas (15), la situación de la mujer sufrió un empeoramiento aún mayor durante la formación del capitalismo, que se inició en Gran Bretaña y la Europa continental, tras una aguda y sangrienta lucha de clases, materializada con toda su potente simbología en la «caza de brujas» que ejecutó a cientos de miles de mujeres durante los siglos XVI y XVII, como nos explica Silvia Federici en su espléndido libro «El Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria» (16). «Caza de brujas» que se produce en plena crisis demográfica, con un importante descenso de la población en muchos países europeos por el hambre y las epidemias (especialmente por viruela) y una alta mortalidad infantil junto a una baja natalidad por la renuncia de la población pobre a reproducirse. Esta crisis demográfica coincidió con una crisis económica por la contracción del mercado y el comercio que provocó un aumento del desempleo. Es un periodo de privatización y cercamientos de tierras en América y en Europa, comenzando por Inglaterra. La privatización de la tierra y la comercialización de la agricultura aumentaron la disponibilidad de comida para el mercado y la exportación, lo que para la población fue el inicio de dos siglos de hambre. Esta situación generó preocupación por parte de los nacientes estados en manos de la aristocracia y ricos comerciantes que necesitaban mano de obra, crear fuerza de trab ajo, por lo que se produce un intento de poner el cuerpo de la mujer al servicio de la reproducción y acumulación de dicha fuerza del trabajo. Esto, expuesto tan rápidamente, fue todo un proceso planificado dentro del cual, por ejemplo, las parteras fueron sustituidas por hombres y se promulgaron códigos legales europeos para castigar a las mujeres que cometieran «crímenes» reproductivos. Se fomentó el matrimonio y la familia, y comienzó el registro demográfico y la intervención del Estado en la supervisión de la sexualidad, la procreación y la vida familiar (16).
La autora recalca la importancia de esta división sexual del trabajo dentro de la fuerza de trabajo para la acumulación capitalista. Las mujeres han sido las productoras y reproductoras de la mercancía capitalista más esencial: la fuerza del trabajo. El trabajo no pagado de las mujeres en el hogar fue el pilar sobre el cual se construyó la explotación de los trabajadores asalariados y el secreto de su productividad. A nivel más subjetivo, la diferencia de poder entre mujeres y hombres y el trabajo invisible dentro del hogar bajo la justificación machista de la inferioridad natural, ha permitido al capitalismo no solo ampliar enormemente «la parte no pagada del día de trabajo» sino también desviar el antagonismo de clase hacia un antagonismo de hombres y mujeres (16).
En definitiva, la civilización burguesa eurocéntrica ha ocultado la represión sangrienta contra las mujeres que continuó en los siglos posteriores, más aún contra las más luchadoras y revolucionarias. Las mujeres fueron excluidas de los derechos políticos -como el derecho al voto– y otros códigos civiles que implantó la Europa burguesa de los últimos siglos que reforzó el patriarcado y el control del hombre sobre la esposa y la descendencia para reforzar la jerarquía dentro de la familia. Será la revolución bolchevique de octubre de 1917 la que por primera vez en la historia realice conquistas radicales contra el sistema patriarco-burgués de la época.
La «solución» a nuestros males: volver al pasado de la ley del aborto. Los movimientos «pro-vida» niegan la vida.
Y en pleno siglo XXI, la historia se repite: las fuerzas eclesiásticas y políticas más reaccionarias de la sociedad española representadas por el Estado, que niega el trabajo y las ayudas a las familias, tratan de decidir por las mujeres y potenciar la familia tradicional. Plantean dos excusas básicas para volver al pasado de la antigua ley, el derecho a lo que ellos llaman «vida», una célula fecundada que puede dar lugar a un posible ser humano en el futuro y parar la bajada de la natalidad, mientras nos demuestran continuamente su desprecio absoluto a la vida -real y tangible- de la gran mayoría de la clase trabajadora y a la vida de la población en su conjunto que se hace inviable y decreciente. Ahora nuevamente a las mujeres se las intenta responsabilizar de sus decisiones, se las penaliza si no cumplen unos supuestos justificatorios muy específicos, muy restrictivos en la antigua ley del aborto de 1985, pero también en la actual de 2010, donde el aborto continua estando tipificado como delito en el código penal y se mantiene la objeción de conciencia para los facultativos. Y ya sabemos lo que supone dicha objeción de conciencia, pues el personal sanitario prefiere acogerse a ella antes de arriesgarse a practicar un aborto, y conocemos de las presiones e intentos de enjuiciamientos de profesionales que accedieron a su práctica en los hospitales públicos de Andalucía y como, al final, se han tenido que realizar en clínicas concertadas por el Servicio Andaluz de Salud. Este último hecho es, al menos, un mal menor, pues se ha evitado la canalización hacia clínicas privadas con el correspondiente pago de la mujer afectada.
Otro de los aspectos que generan debates y disquisiciones de todo tipo es sobre en qué momento empieza la vida. Dice un buen amigo de una entrañable amiga y compañera de profesión que la vida es un continuum, que comenzó hace miles de millones de años y que a su vez surgió de la materia inorgánica que tiene aún más miles de millones de años. Primero fueron las células, luego organismos vivos cada más complejos hasta los peces, dinosaurios, mamíferos y los seres humanos. El ser humano que no está dotado de nada especialmente trascendente que lo diferencie del resto de los seres vivos, salvo que somos conscientes de sí y de que la vida es finita. Esta toma de conciencia es lo que les llevó a buscar la protección de los dioses, en su insoportable y angustioso desamparo ante las fuerzas de la Naturaleza y aún de sus depredadores más poderosos, así como de la enfermedad y otras penurias.
Las posturas más fundamentalistas religiosas que se autoproclaman «pro-vida» parten de un supuesto principio inmutable de que la vida comienza en el momento de la fecundación del óvulo con el espermatozoide, aunque tampoco se ponen de acuerdo, pues según Tomás de Aquino (padre de la Iglesia), Dios le infundía el alma al embrión macho a los 40 días de gestación y a los 80 días al de la hembra (pensaría que los embriones hembra eran más atrasados que los machos). Pero desde un punto de vista puramente biológico, e l feto humano es dependiente exclusivamente de su madre hasta la 22 semanas de gestación completas y es a partir del parto a término cuando el neonato puede sobrevivir de una manera autónoma, siempre y cuando reciba los cuidados de sus seres queridos. Y r ecalcamos que esto es desde un punto de vista biológico e individual, porque la vida comenzó mucho antes, hace miles de millones de años, porque a nivel social y colectivo, en los últimos siglos, es el modo de producción capitalista el ha contribuido más que nadie a su destrucción. Y los datos son son abrumadores.
Un recién nacido vivo representa la continuación de la vida en un contexto individual, pero si ampliamos el espectro, esa continuación de la vida puede ser interrumpida si no creamos las condiciones necesarias para que los pueblos y las comunidades, de humanos o de otros seres vivos, puedan seguir reproduciéndose. Son muchas las investigaciones que alertan de la crítica situación de la naturaleza, de la extrema gravedad de las contradicciones capitalistas que nos encaminan hacia la sexta extinción (17), del sistema agrario actual intensivo que potencia los monocultivos, la mecanización y el uso de agrotóxicos en grandes extensiones de tierras, lo que constituye un verdadero «suicidio colectivo» (18). Según la Lista Roja de Especies Amenazadas, un 41% de los anfibios, un 33% de los corales, un 25% de los mamíferos y un 13% de las aves están amenazadas por la extinción, proceso que se está acelerando tras la «crisis financiera iniciada en 2008» (19). Y las causas son las mismas cuando analizamos las consecuencias sobre los seres humanos. Cada vez es más evidente que el hambre en el mundo es debido a la especulación financiera para obtener beneficios monetarios con los alimentos, destacando los fondos de pensiones privados como uno de los más importantes fondos de inversión en el mercado de materias primas, ¿será por eso que quieren destruir también las pensiones públicas? (20). Son continuas las denuncias sobre las responsabilidades de las transnacionales agroalimentarias en esta situación de negociar a través de inversiones masivas en el acaparamiento y privatización de la tierra a nivel mundial (21, 22), mientras la FAO recomienda el consumo de insectos y gusanos para paliar el hambre y la desnutrición en el mundo (23). Si nos centramos en la industria de la salud, volvemos a encontrar el desprecio a la vida de la personas y a sus enfermedades. Ha tenido que ser un Premio Nobel de Medicina, Richard J. Roberts, quien lo diga para que lo difundan los grandes medios de comunicación: «El fármaco que cura del todo no es rentable», afirmando haber comprobado que en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que habrían acabado por completo con una enfermedad (24). Lo inhumano de la industria de la salud a la que solo le preocupa el beneficio, y muy poco la vida de las personas, se visualiza con toda su crudeza en el caso de Novartis que intentó -perdiendo en el juicio- impedir que la India produjera un fármaco genérico contra el cáncer a un precio mucho menor, intentando pasar como nuevo un medicamento antiguo con cambios menores y no significativos para su eficacia y así preservar la patente (25).
¿Estamos por la vida o por la muerte? ¿Hablamos en abstracto o en concreto? Mejor hablamos en concreto y por la vida, pero entonces suscribimos la pregunta «¿Capitalismo sin guerras?» que se hace Iñaki Gil de San Vicente en su impresionante texto «Para que sirve el Capital» (26). Donde, además de otras importantes cuestiones, plantea el problema actual del militarismo capitalista que no solo pone a la humanidad y a gran parte de la vida orgánica al borde de la destrucción, sino que además, citando una frase textual de G. Kolko (27), nos alerta de que: «La fuerza invisible que impulsa esta carrera al desastre, de no ser detenida antes, no es otra que la que se esconde en la contundente definición aceptable por cualquier marxista según la cual «para el capitalismo, l a guerra no es más que la continuación del mercado por otros medios»».
Que la religión no decida por nosotras. La ciencia y el derecho de vivir y decidir sobre nuestros cuerpos
Sin embargo, los mismos gobernantes que desprecian el cuidado de la naturaleza, de los seres vivos incluido el de las personas, que no lo consideran como un derecho y una necesidad social, se arrogan la potestad de decidir sobre un derecho elemental de las mujeres, y basada en una justificación no científica, sino puramente religiosa. La teoría de la hominización retardada, la más extendida hoy en día en los ambientes integristas religiosos, como ya hemos apuntado, defiende que la vida comienza en el momento de la fecundación, ya que desde ese instante el huevo recibe animación -alma-, que por más que sea apoyada por algunos profesores de «ciencias morales», no es más que eso, una tesis religiosas y por tanto un acto de fe. Pero todas y todos deberemos estar de acuerdo en que la fe no es ciencia. Así que para los que no tenemos fe, ni creemos en la existencia de un dios o de dioses, para las ateas y ateos, volvamos a la ciencia. Sin negar la naturaleza biológica humana del huevo y del embrión, ambos representan un proyecto de futura vida humana, pero no son vida humana en sí mismos. En otro orden de cosas, hay otra realidad evidente para quien quiera verla y es que un embrión no tiene más derechos que los que la mujer que lo está gestando quiera darle, presentes y futuros.
Ni que decir tiene que los mismos que dicen abogar por la vida también se muestran en contra de la fecundación artificial, aquella que forzamos en un medio artificial para l uego implantar el huevo fecundado en un útero debidamente acondicionado, crear vida cuando la biología de esa mujer o ese hombre se lo ha negado. Ya es una realidad la posibilidad de «guiar» el nacimiento de un niño sin un defecto hereditario, por manipulación de su cariotipo (» bebé-medicamento» ). Por primera vez en un hospital público sevillano el nacimiento de ese niño, querido y deseado, ha servido para salvar a su hermano de una grave enfermedad que le hubiese condenado a una muerte precoz, obteniendo células madre del cordón umbilical de su hermano sano (28). Sin embargo, el integrismo religioso también se muestra en contra de la manipulación de los óvulos para crear células madre que podrá salvar vidas humanas (29). Son varias las técnicas que se están desarrollando en este sentido capaces de originar casi cualquier tejido con la misma carga genética del enfermo, líneas de investigación que ofrece increíbles expectativas para la curación de enfermedades (30). ¿Estamos por el conocimiento riguroso o por la fe ciega?
Decíamos que desde un punto de vista puramente biológico, el feto humano pasa por fases desde un periodo exclusivamente dependiente de su madre que se irá haciendo poco a poco -en un proceso continuo- cada vez más «independiente» hasta el momento del parto a término, que es cuando el neonato puede sobrevivir de una manera autónoma, siempre que reciba los cuidados adecuados de sus seres queridos y de la sociedad que debe protegerlo. Porque el recién nacido debe ser cuidado no solo por sus padre, madre o cualquier otro familiar o allegado, sino también debe recibir la garantía de una sociedad que se preocupe y cuide de ellos. Por ello, reclamamos tanto el derecho de la madre a decidir a lo largo de su embarazo como el derecho a la protección social que debemos recibir en cada una de nuestras etapas vitales, desde el periodo neonatal hasta la ancianidad. Es una simplificación, no pocas veces interesada, dividir a la población entre los que están a favor y los que están en contra del aborto. A favor del aborto no hay nadie con un mínimo de sentido común. Somos muchas las que estamos a favor de que se legalice la posibilidad de que una mujer pueda abortar si así lo desea. Una ley del aborto libre y gratuito que aún no hemos conseguido, como un derecho de la mujer que quiera servirse de ella, en pleno uso de su libertad y con todas las garantías legales y sanitarias.
Conclusiones
La lucha por una ley del aborto libre y gratuito va unido inexorablemente a la lucha de la liberación de la mujer en todos los ámbitos, desde el personal y afectivo-sexual hasta el social y político. Es una lucha larga y complicada porque han sido muchos siglos de dominación que forma parte de nuestro imaginario colectivo, de mitos como el del instinto maternal o la pasividad femenina, que es difícil de eliminar en hombres y mujeres. Es una lucha que aunque exclusivamente de mujeres debe hacer frente común con los hombres, porque todos debemos transformar una sociedad que sigue perpetuando el esquema patriarcal, opresor y explotador, ya que forma parte de su esencia. La desigualdad de sexo-género ancla sus raíces en las desigualdades económicas y sociales de su sistema político, los datos del paro o la situación laboral más precaria lo demuestran continuamente. Pese a las conquistas legales obtenidas, persiste la peor salud por la doble jornada laboral y el estrés de los cuidados de los demás miembros de la familia, especialmente en las mujeres de clase social baja o media-baja (31).
La transformación de la sociedad en un sistema más justo y democrático, donde no existan grandes propietarios ni explotadores y se base en la participación de las colectivos de todo tipo para su mejora y control, tiene como uno de sus ejes fundamentales la lucha contra el patriarcado que persistirá de forma más o menos latente durante algún tiempo, pues hay que reconocer que únicamente las medidas sociales y políticas no son suficientes en la lucha contra la opresión de las mujeres porque la estructura psíquica de la personas también deben cambiar y esta transformación es mucho más lenta aunque podamos acelerarla siendo conscientes de ella y educando en la praxis de la igualdad.
Por ello decimos que la lucha continua, que la historia sigue su ritmo, los avances conquistados por las mujeres en nuestra tierra no tienen vuelta atrás, al menos en parte. Seguimos reclamando una ley del aborto libre y gratuito, con nuestro grito feminista de » Nosotras parimos, nosotras decidimos», no vamos a consentir dar marcha atrás ni en este ni en otros aspectos esenciales de nuestras vidas. Empezando por ahí y continuando -sin solución de continuidad– por la lucha aún más larga y amplia de nuestra liberación objetiva y subjetiva de una opresión que ha durado siglos y, querámoslo o no, pesa sobre las cabezas de los hombres y mujeres. El primer paso importante tiene que darse, ser consciente «para si», consciencia y orgullo de ser mujer que lucha, trabajadora (manual o intelectual) que lucha, andaluza que lucha y así cada uno de nosotras pondremos los necesarios adjetivos que tienen en común padecer la opresión de un tipo u otro. Todo se transforma en una unidad dialéctica que hace que aspectos o características tan diferentes entre nosotras y nosotros tienen en su esencia la consciencia de saber quien es el enemigo principal, fundamental…¿hace falta especificarlo?
Notas
1. «Andalucía se pone a la cabeza del ranking europeo del desempleo». Granadahoy, 23 de mayo de 2013.
2. Los efectos del desempleo sobre la salud. Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. 15 de marzo de 2012. http://www.fadsp.org
3. «Las familias españolas reducen la compra de comida por falta de dinero». El País , 13 de enero de 2013.
4. M. Delgado. «La economía andaluza durante las tres últimas décadas. 1981-2011». En: Andalucía. Identidades culturales y dinámicas sociales. Celeste Jiménez de Madariaga, José Hurtado Sánchez (coords), Sevilla, Aconcagua Libros, 2012.
5. E Esteve Pérez, J Pérez Mayo, E Lluch Frechina. Pobreza y privación en Andalucía y España: el impacto de la gran recesión. Observatorio de Investigación sobre Pobreza y Exclusión en la Comunidad Valenciana. Valencia, 13 de marzo de 2012.
http://www.caritas.es/andalucia/noticias_tags_noticiaInfo.aspx?Id=5591
6. «Listas de suicidios relacionados con la crisis 2012-2013». Insurgente , 6 de enero de 2013.
7. «Destituido el director del hospital balear por la muerte de un senegalés sin papeles». El País, 22 de mayo de 2013.
8. «Dos nuevas denuncias vinculan muertes con recortes en Barcelona. Un hombre fallece de hemorragia cerebral tras esperar seis días una resonancia – «el quirófano se quedó sin luz y perdimos el bebé», lamenta otro afectado». El País, 1 de diciembre de 2011.
9. «Viveremos con la duda de si podría haberse salvado. Un vecino de un pueblo que se quedó sin urgencias muere durante el traslado a Trujillo». El País , 17 de enero de 2013.
10. Win Dierkxsens. «Población, fuerza de trabajo y rebelión en el siglo XXI. ¿De las revueltas populares de 1848 en Europa a la rebelión mundial actual?» . En: El colapso de la civilización. La humanidad frente a la gran transición. Andrés Piqueras y Win Dierkxsens (EDS). El Viejo Topo, 2011.
11. «Bangladesh: Búsqueda de cadáveres llega a su fase decisiva. (Ya se han encontrado 1118 trabajadoras y trabajadores muertos, y 2438 heridos)» . Cubadebate, 12 de mayo de 2013.
12. INE. «Padrón. El éxodo de extranjeros baja la población española por primera vez en 17 años» . El Mundo , 22 de abril de 2013.
13. INE (Instituto Nacional de Estadística). Notas de prensa. Movimiento Natural de la Población e Indicadores Demográficos Básicos. Datos definitivos de 2011 y avance del primer semestre de 2012. www.ine.es/prensa/np759.pdf
14. Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.
15. Gerda Lerner. La creación del patriarcado, Editorial Crítica, 1990 .
16. Silvia Fedicine. El Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Traficantes de Sueños, 2010.
17. Camino de la sexta extinción, septiembre de 2012 www.ecointeligencia.com
18. Mª. J. Esteso Poves: El actual modelo agrario es un suicidio colectivo, 16 de marzo de 2012 www.diagonalperiodico.net
19. «Cada vez menos especies en el planeta». El País, 19 de junio de 2012.
20. J. Basterra: Los fondos de pensiones acaparan la compra de la tierra agrícola para especular, 1 de noviembre de 2011 www.gara.net
21. África vende sus tierras a transnacionales y fondos de inversión. 12 de octubre de 2011 http://www.librered.net
22. Acaparamiento de tierras ¡En América Latina si hay acaparamiento de tierras! 26 de abril de 2012 http://www.grain.org
23. «La FAO recomienda explorar el uso de los insectos como fuente de alimentación para paliar el hambre en el mundo». ABC, 14 de mayo de 2013
24. Nobel de medicina: «Curar enfermedades no es rentable para las farmacéuticas«. 5 de mayo de 2013 http://actualidad.rt.com
25. India salvaguarda su condición de farmacia de los pobres. El País, 1 de abril de 2013.
26. I. Gil de San Vicente. «¿Para qué sirve el Capital?» 18 de mayo de 2013 www.matxingunea.org
27. G. Kolko: El siglo de las guerras. Política, conflicto y sociedad desde 1914, Paidós. 2005, p. 343.
28. «Un trasplante pionero libra a un niños de padecer una enfermedad congénita» . 14 de marzo de 2009 www.diariodesevilla.es
29. «Obtenidas mediante clonación células madre embrionarias de personas». El País, 15 de mayo de 2013 .
30. Masahito Tachibana, Paula Amato, Michelle Sparman, Nuria Marti Gutierrez, Rebecca Tippner-Hedges, Hong Ma, et al. «Human Embryonic Stem Cells Derived by Somatic Cell Nuclear Transfer». Cell 153, 1-11, June 6, 2013.
31. C. Tupac. «Terrorismo patriarco-burgués». En: Terrorismo y civilización. Boltxe Liburuak, 2012.
Concepción Cruz Rojo es militante del Sindicato Andaluz de Trabajadores/as (SAT), Sección: Universidad de Sevilla (US).
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