Sobre el entrevistado. con sus propias palabras: «Soy profesor de ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner un granito de arena en la crítica del discurso del capital -encarnado en la teoría económica ortodoxa y […]
Sobre el entrevistado. con sus propias palabras: «Soy profesor de ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner un granito de arena en la crítica del discurso del capital -encarnado en la teoría económica ortodoxa y en el paradigma político neoliberal- y en la defensa de la necesidad de construir nuevos sujetos y prácticas emancipatorias. Soy miembro asimismo de la Asociación 500×20 , un humilde pero corajudo colectivo que lucha contra la violencia inmobiliaria, principalmente en el ámbito del alquiler, en el distrito de Nou Barris de Barcelona».
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Estábamos aquí. En cuanto a las mordidas de los sacaperras de los oligopolios energéticos. ¿No las sufres igualmente aunque pagues en efectivo?
Desde luego que los abusivos precios, provocados en parte por la especulación financiera a la que las eléctricas -que forman por cierto un cártel de libro que falsea la sacrosanta libertad de mercado- se suman gustosas en la subasta de fijación del precio del kW, los sufro exactamente igual. Sin embargo, hay un matiz importante. Como yo controlo los pagos, puedo evitar abusos, como recargos injustificados por supuestos retrasos mal registrados por la compañía. Resulta, como botón de muestra, que el registro del abono de la factura se demora un par de días en el caso de la eficientísima empresa de aguas de Barcelona y así -incluso habiendo pagado en tiempo y forma- te cobran «por la patilla» 10 euros más en el siguiente recibo. Otro ejemplillo: hasta hace poco, debido a un problema en la instalación de los contadores telemáticos, algunos recibos de luz incluían consumo real y otros consumo estimado por la compañía eléctrica. El caso es que, cuando el estimado era inferior al real, la «dadivosa» compañía, cuando lo compensaba, cargaba el importe sin avisar y a traición -fuera de la fecha habitual de pago- dejándote -como fue mi caso- en descubierto. Y a reclamar al maestro armero. Desde que me borré del banco, esto ya no ocurre porque controlo yo los pagos y la cosa -te lo puedo asegurar- cambia cuando la reclamación precede al pago y no a la inversa. Asimismo, en caso de algún mes estar «apretadillo», puedo ir gestionando los pagos a conveniencia ya que la eléctrica no cobra -algo le tendremos que agradecer a la paupérrima normativa de la «pobreza energética»- recargo por retraso. En fin, ejerciendo la tan española picaresca, con magros ingresos como los míos no es baladí un ahorro de 50 euros, pongamos por caso, al aplazar el pago de un recibo un mes para poder adquirir, sin ir más lejos, alguno de los magníficos libros que editáis en El Viejo Topo.
Gracias por tus elogiosas palabras. Hablas de «tener un cierto descargo moral por abstenerme de tratar con instituciones tan «honorables». ¿Qué descargo moral es ese?
Bueno Salvador, todos sabemos que las acciones individuales, desde la tradición anarquista de la propaganda por el hecho hasta la máxima bíblica de predicar con el ejemplo, tienen una relevancia puramente simbólica y, sin otro tipo de actuaciones y de cambios más estructurales y masivos, son totalmente insuficientes para alterar el statu quo. Incluso existe el peligro, como en el caso de la caridad cristiana, de poder quedarse solamente en lenitivo para la mala conciencia al servir de vehículo expiatorio de las culpas. Lo cual no quita que tengan, estas acciones simbólicas, un efecto pedagógico, podríamos decir que asintótico, orientando hacia donde debería tender una praxis vital socialista. Aunque sólo sea por ahorrarme algunos actos que uno hace «con la nariz tapada», y más conociendo un poco las entrañas de la bestia, doy por bien empleado practicar la objeción bancario-financiera. Y, si no estoy abusando de tu paciencia con mis cuitas y escrúpulos, te pondría un último ejemplo de repulsión moral, llamémosle así, que uno se ahorra rompiendo relaciones con la banca.
No abusas de mi paciencia. Todo lo contrario.
Vamos allá pues, sujétate bien la pinza de la nariz, te lo ruego. CaixaBank -cito el nombre comercial, excepcionalmente, aunque se la traerá al pairo, como forma de denuncia y oprobio- patrocina una campaña «solidaria» que me voy a abstener de calificar: ‘cap nen sense bigoti’, ‘ningún niño sin bigote’. Se trata de una especie de cuestación para repartir leche entre los niños que sufren pobreza severa en Cataluña. Realmente me pareció repulsivo que una institución -dentro del cariz absolutamente vomitivo de la publicidad bancaria- que obtiene una parte de sus suculentos beneficios con la especulación con alimentos en el casino global, una dinámica generadora de miseria en el tercer mundo, trate de lavar su sucia conciencia con una campaña de esa catadura moral. En fin, creo que sobran los comentarios.
Sobran pero está bien que recordemos estas infamias. Un inconveniente: además de los cargos de corporaciones desalmadas, las cuentas pueden servir para domiciliar suscripciones a revistas alternativas o a organizaciones de izquierdas. ¿Cómo lo haces en tu caso?
Tienes razón, he tenido alguna suscripción y, como en el caso de la adquisición telemática de libros, puede ser un inconveniente. Sin embargo, resulta fácil de subsanar recurriendo -como en el caso del teléfono que explicaba antes- a otra cuenta «putativa». Pero, volviendo a lo de predicar con el ejemplo y la necesidad de la pedagogía insurgente, creo que esas publicaciones alternativas deberían practicar también algo la objeción financiera facilitando los pagos a través de canales no bancarios.
Pongámonos en términos kantianos: si tú obras así, todo el mundo podría obrar así. ¿No colapsaría el sistema? ¿Qué haríamos sin sistema financiero?
Bueno, eso del colapso me recuerda a la acción que, lo comento también en el artículo, propuso el futbolista -por otro lado, probablemente multimillonario- francés Eric Cantona de provocar un corralito convocando a la población a cancelar sus cuentas y a retirar el dinero simultáneamente de los bancos. En fin, más allá de la humorada, creo, como te decía, que igual que en otros aspectos relacionados por ejemplo con la ecología, la recogida de basuras o el ahorro de agua, deberíamos adoptar conductas que, dentro de las inevitables contradicciones que todos tenemos que sobrellevar al vernos obligados a lidiar, en mayor o menor medida, con una realidad horrible, tendieran a minimizar las acciones que realizamos con la nariz tapada. Y en ésto, como dices, el imperativo categórico kantiano sigue siendo una excelente guía de la conducta racional: obrar de tal modo que podamos desear que nuestra conducta devenga ley universal. Si me permites abundar un poco sobre el particular, el magnífico filósofo alemán Günther Anders describe el «analfabetismo emocional» del tipo ideal de ciudadano occidental como su casi absoluta incapacidad, dada la enorme complejidad de los procesos socioeconómicos y los aparatos productivo-destructivos en los que se halla imbricado, de representarse o percibir lo que está en juego en ellos y su propio papel en el engranaje. Esa oscuridad causal, que desacopla nuestras acciones al servicio de la producción mercantil de sus efectos mediatos y lejanos, atrofia nuestra capacidad de percibir las implicaciones de nuestros actos y nos blinda de paso contra la mala conciencia al anestesiar nuestra capacidad de «sentir» sus efectos. Así pues, creo que reducir ese analfabetismo emocional haciendo a las clases populares más conscientes de las consecuencias y la relevancia de actos cotidianos aparentemente triviales como, por ejemplo, pedir un crédito hipotecario o comprar participaciones preferentes, tendría un efecto al menos pedagógico al facilitar un mayor conocimiento de los perversos mecanismos inconscientes en los que estamos insertos. Obviamente, no se trata de hacerse ilusiones. El sistema nunca colapsaría por esta vía. Lo cierto, como bien nos enseñó el viejo Marx, es que tampoco nos necesita a nosotros para colapsar. Se basta y se sobra para hacerlo él solito. Es intrínsecamente inestable, como explica el economista poskeynesiano Hyman Minsky, en gran parte por causa de la formidable inestabilidad financiera provocada por la banca global y su crédito a muerte. Así que quizás sería bueno ayudarle poniendo un granito de arena y haciendo un poco de labor de zapa desde dentro.
Todo ciudadano anticapitalista o contrario al poder financiero, ¿debería obrar tal como tú lo haces en tu opinión?
En este punto que mencionas, y para no reiterar lo anteriormente expuesto, voy a recurrir a las bellísimas palabras de nuestro admirado maestro Manuel Sacristán. En una extraordinaria conferencia, recogida en un libro que tú primorosamente editaste, Sacristán habla de la necesidad de transformar la vida cotidiana para poner los mimbres de una transformación de la sociedad en un sentido socialista. Le cedo pues muy gustosamente la palabra: «Todos estos problemas tienen un denominador común que es la transformación de la vida cotidiana y de la consciencia de la vida cotidiana. Un sujeto que no sea ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza, no nos engañemos, es un individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante. Si les parece, para llamarles la atención, aunque sea un poco provocador, tiene que ser un individuo que haya experimentado lo que en las tradiciones religiosas se llamaba una conversión. Es un terreno en el que no hay más remedio que expresarse en términos que les pueden parecer un poco utópicos, pero hay que tener la decisión de no ponerse colorado por ello». Continuaba Sacristán poniendo el ejemplo del automóvil como un bien no comunista, y destructivo, medioambientalmente hablando, del que también habría que prescindir. No se me ocurre mejor exposición práctica del imperativo categórico al que te referías antes. En mi humilde opinión, y sí somos realmente sinceros con nuestra ideología y nuestro disgusto hacia la realidad circundante, deberíamos extender esa ‘conversión’ de la que habla Sacristán también en nuestra relación con el sistema financiero y sus inicuos productos. Quizás en estos tiempos de derrota y de desconcierto de las fuerzas disconformes con dejarse llevar por la resignación o el cinismo ante el decurso del -como decía Gramsci- ‘mundo grande y terrible’, el activismo simbólico y la coherencia personal en los actos más nimios y prácticos tengan incluso más importancia que en tiempos de activismo masivo y de efervescencia revolucionaria.
Por cierto, saliéndome del tema. Te recuerdo el título de uno de tus últimos trabajos: «El fascismo financiero y la irreformabilidad del sistema». ¿No es un poco fuerte-excesivo eso de «fascismo financiero»? ¿El sistema financiero español sería un ejemplo de ese sistema fascista?
Con tu permiso, antes de contestarte, querría mencionar, antes de que se me olvide, que el texto sirvió de base de una charla impartida en el marco del interesantísimo foro denominado ‘El derecho a la vivienda frente al capitalismo financiero’, organizado por la asociación 500×20, del distrito de Nou Barris de Barcelona, que arrima el hombro en la durísima e ingrata lucha cotidiana contra la violencia inmobiliaria y a la que me honro de pertenecer.
Recordaba el origen de tu escrito.
Yendo a tu pregunta, disculpa la digresión. El concepto ‘fascismo financiero’ proviene del conocido sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos. Santos define el fascismo financiero como una forma, quizás la más importante, de fascismo social. » Todas las formas de fascismo social son formas infra-políticas, no son parte del sistema político, que es formalmente democrático, pero condicionan las formas de vida de los que están abajo a través de desigualdades de poder que no son democráticas, pero son inmensas y permiten que los grupos que tienen poder obtengan un derecho de veto sobre las oportunidades de vida de quienes están más abajo. Hasta ahora, políticamente, las sociedades son democráticas. Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así decirlo, con toda la manipulación. Pero los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático. El mejor ejemplo es el fascismo financiero».
En mi opinión, esta es la clave que permite hablar de fascismo financiero: que los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos del juego formalmente democrático.
Digan lo que digan, real como la vida misma.
En el texto al que te refieres trato de argumentar que la hegemonía del capital financiero ha impuesto la agenda dura neoliberal de sobreexplotación del trabajo y rentismo a muerte y ha vaciado completamente de soberanía los estados democráticos al eliminar los instrumentos fiscales redistributivos que les podrían permitir hacer políticas keynesianas. Menciono varios ejemplos -Zapatero en 2010 anunciando recortes y reformando el año siguiente vergonzantemente la Constitución bajo el diktat del BCE; o Tsipras rindiéndose al chantaje de la troika y violentando la voluntad de su pueblo expresada en referendum- de cómo incluso la teórica izquierda tiene las manos completamente atadas para desarrollar políticas mínimamente reformistas. Otro ejemplo paradigmático de fascismo financiero son las agencias de rating o de calificación de riesgos.
Nos lo explicas por favor.
Se trata de un oligopolio de tres firmas de Wall Street que señalan con sus calificaciones negativas -lo hicieron con Grecia y con España en la crisis de la prima de riesgo- a quienes van a sufrir el ataque de los bazokas de las finanzas globales. Provocaron, con estas malas artes y sus flagrantes conflictos de intereses con la gran banca y los tiburones de las finanzas globales -Mister Soros et al-, el hundimiento de la solvencia crediticia de los «parásitos» del Sur de Europa y, con la complicidad absoluta de la banca central, que utiliza sus «objetivas» calificaciones como requisito para adquirir deuda pública de los Estados parias, les obligaron a cumplir la agenda dura neoliberal que condena a los pueblos a la precariedad y la miseria. Así pues, como prueba este ejemplo y muchos otros, si entendemos el fascismo, más allá de su origen y de los ejemplos históricos, como la forma en la que el gran capital aplica las políticas que afectan cada vez más a la vida de la gente a través de procedimientos coercitivos y en absoluto transparentes o democráticos, tenemos un buen ejemplo en la hegemonía de las finanzas modernas en el capitalismo neoliberal. El ultra Hayek, sin ir más lejos, padrino junto con Friedman del neoliberalismo de posguerra y de su desembarco político durante el thatcherismo, quien tenía al menos el don de la franqueza, declaró en 1981 a un periódico chileno: «Mi preferencia personal va a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde el liberalismo está ausente». Como dicen los leguleyos: «a confesión de parte, relevo de pruebas».
Recojo un comentario tuyo: ¿qué sistema es ese que es irreformable? ¿En qué sentido lo es?
En este caso, como creo que la cuestión a la que te refieres está implícita en la anterior, voy a remitirme, y perdón por la autocita, a un fragmento del texto al que nos estamos refiriendo que creo contesta a tu pregunta: » La gran novedad respecto a épocas anteriores de la historia del capitalismo es la amputación de la posibilidad de intervención, al menos en la sala de máquinas del sistema, por parte de los poderes públicos, teóricos representantes de la soberanía popular. Sobran los ejemplos ilustrativos de cómo las palancas «técnicas» a través de las que el estado burgués podía atenuar el embate del capital (destacadamente, la política fiscal redistributiva de tipo keynesiano financiada a través del banco central público) han sido cercenadas por la ofensiva neoliberal. La conclusión lógica de cara a las vías de acción político-social de las clases populares es contundente: si el sistema es irreformable por la vía legal-institucional, la insistencia en esta vía por parte de las llamadas fuerzas del cambio y los movimientos sociales reformistas sólo puede producir desánimo y frustración, ante la imposibilidad de realizar transformaciones de calado respetando las reglas del juego. El viejo reformismo, mil veces fracasado, con su utópica ilusión de alcanzar un capitalismo con rostro humano, para paliar con microavances el desastre en ciernes, no sería pues más que un freno a las auténticas aspiraciones emancipatorias.
Como decía nuestro admirado Fernández Buey, en un artículo que aparece en el magnífico libro que mencionaste al principio de esta charla: «Lo característico del capitalismo actual es la degradación de la política, su trivialización, su conversión en politiquería que beneficia a una minoría y que tiende a hacer apolíticos a los demás». Quizás, por tanto, como reza el título del libro de John Hollaway que comenta Fernández Buey, haya que pensar en cambiar el mundo sin tomar el poder y sin hacerse vanas ilusiones en cuanto al uso de las romas herramientas de la democracia formal. Pero eso es harina de otro costal y nos llevaría por otros derroteros, más propositivos, en los que obviamente no vamos a entrar.
¿Quieres añadir algo más?
Simplemente agradecerte enormemente la oportunidad que me has dado de explicar mis planteamientos sobre cuestiones tan neurálgicas como poco conocidas y pedir disculpas nuevamente por la impudicia de hablar quizás en exceso de mi propia experiencia. Espero que haya servido al menos para resaltar algunos rasgos, tan relevantes como desconocidos, de la cruda realidad que vivimos. Porque, como digo en el texto, y ahora sí, te prometo que ya no abuso más de tu paciencia y concluyo: » Quizás no haya ámbito de la realidad social donde sea mayor el desconocimiento existente sobre los procesos que inciden en la vida de la gente que en todo lo relacionado con las finanzas modernas. Podríamos decir que hay una relación inversamente proporcional entre la relevancia de los formidables efectos que producen sobre la vida cotidiana de las personas y el conocimiento que se tiene del funcionamiento de esos mecanismos: no entendemos las fuerzas que mueven el mundo en el que vivimos».
Mil gracias por tus palabras, tu tiempo y tus excelente reflexiones… y por la llamada que haces a nuestro compromiso.
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Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Alfredo Apilánez sobre cuentas corrientes y decisiones ciudadanas. «La banca global extrae los flujos de liquidez del trabajo a través de la deuda y los ‘mercados’ optimizan el flujo multiplicándolo ad eternum» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252729
Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2018.
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