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Cronopiando

El suelo

Fuentes: Rebelión

  A veces, el suelo es un buen lugar para quedarse. Cuando te acorrala el desánimo y no encuentras las fuerzas que te permitan afrontar la batalla diaria, cuando el desaliento te gana la partida y no encuentras el modo de enfrentarte a todas las malditas adversas circunstancias, a ese común trasiego de absurdos y […]

 

A veces, el suelo es un buen lugar para quedarse. Cuando te acorrala el desánimo y no encuentras las fuerzas que te permitan afrontar la batalla diaria, cuando el desaliento te gana la partida y no encuentras el modo de enfrentarte a todas las malditas adversas circunstancias, a ese común trasiego de absurdos y nostalgias que te muerden la nuca y te doblan la espalda, el suelo es un buen lugar para quedarse.

No faltará quien diga que es un espacio indigno, impropio de un ser humano y que uno está obligado a superarse, a imponerse al desfallecimiento para, de nuevo, volver a incorporarse, pero todo en el fondo es cuestión de perspectiva y arriba también puede ser abajo.

El suelo tiene sus ventajas y nadie que en el suelo se acomode corre el riesgo de que lo acosen y lo tumben, que a ningún adversario va a importarle quien ya rindió las armas y renunció a intentarlo.

Y hasta me atrevería a asegurar que el suelo es un mejor destino que la gloria si el precio que ésta exige por honrarnos nos envilece manos y palabras.

Simplemente, hay que quedarse quieto, guardar la compostura, sereno y relajado, observando como mudo testigo la porfía de quienes todavía se resisten a hacerte compañía, de quienes aún ignoran que han de venirse al suelo.

El suelo tiene, incluso, la virtud de reconfortarnos las espaldas y acercarnos al cielo si el naufragio nos lleva boca arriba, o de consolarnos la derrota en un fraterno y natural abrazo boca abajo.

Y si un mal día llegara el suelo a congestionarse de derrotas volviéndose tan concurrido que ni siquiera en el suelo uno pudiera estar tranquilo, lejos de proclamas entusiastas y animosos intentos, siempre quedará el recurso de escarbar con las uñas de las manos un agujero mayor donde postrarse