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El tiempo se agota

Fuentes: TopoExpress

¿Está decidida la intervención militar contra Venezuela? Recordaba José Negrón Valera, en las páginas de Sputnik, esa metáfora comunicativa: «el mañana ya fue ayer». Nos acercamos al 190 aniversario del intento de asesinato de Simón Bolívar el 25 de septiembre de 1828. La historia parece repetirse. Nuevamente la presidencia venezolana se ve hostigada por su […]

¿Está decidida la intervención militar contra Venezuela?

Recordaba José Negrón Valera, en las páginas de Sputnik, esa metáfora comunicativa: «el mañana ya fue ayer». Nos acercamos al 190 aniversario del intento de asesinato de Simón Bolívar el 25 de septiembre de 1828. La historia parece repetirse. Nuevamente la presidencia venezolana se ve hostigada por su gran vecino del norte y el tiempo se agota. Desde la victoria electoral de Hugo Chávez en 1999, Caracas se ha convertido en un icono en contra del «Imperio». Para Venezuela, la guerra que libra es una batalla por la independencia de la nación frente al intervencionismo exterior; desde el punto de vista del imperio, una guerra contra los bárbaros.

EEUU ha utilizado gran parte de las armas que tenía para destruir Venezuela como Estado y devolverlo a la Edad Oscura: las sanciones económicas que asfixian la economía nacional, el intervencionismo político más descarado, las llamadas al Golpe de Estado, la compra de voluntades políticas de una oposición incapaz de proponer una alternativa creíble de país que no sea su supeditación al vecino del Norte y la venta de las riquezas nacionales, la manipulación mediática, los intentos para provocar una reacción de las fuerzas armadas, la Revolución de los colores en 2017, ahora el intento de magnicidio. Nada parece funcionar. Los gobiernos de Chávez y Maduro han resistido la presión durante estos años. Solo queda una baza por jugar: la intervención militar. El documento «Golpe maestro» (firmado por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de EEUU y filtrado en el mes de mayo) marca y define los objetivos: los políticos, los mediáticos y los militares.

La pregunta que recorre las editoriales de la prensa norteamericana, desde hace tiempo, es casi unánime: (el afamado New York Times marca la tendencia) «cómo deshacerse del Sr. Maduro antes de que complete la destrucción de su país». Los articulistas proponen distintas fórmulas para conseguir la derrota del presidente Maduro. La apuesta de estos formadores de opinión es el golpe militar o la guerra. The Economist afirma: «el futuro de [Maduro] será decidido por las fuerzas armadas, no directamente por el pueblo. Si retiran el apoyo de su asediado régimen, el cambio llegará pronto. Si no, el hambre y la represión continuarán». The Washington Post, en las notas de opinión de Jackson Diehl, exige la intervención militar con carácter «humanitario». Los medios anteriormente mencionados y otros muchos, incluidos los españoles (El País, El Periódico, La Vanguardia) tienen una característica común: forman parte de las estructuras mediáticas de las grandes corporaciones financieras internacionales que pretenden destruir, desde hace años, el cambio político en Venezuela. Estos medios hace tiempo que promueven una campaña sistemática de descrédito contra la revolución bolivariana. Chávez y Maduro fueron y son caricaturizados como «dictadores». Es uno de los núcleos centrales de preparación para la intervención «humanitaria» en Venezuela. La campaña ha sido de tal intensidad y duración que ha conseguido que las fuerzas progresistas europeas vean la aproximación al gobierno bolivariano como una rémora política y electoral.

Desde el campo político estadounidense las declaraciones se suceden, tanto de personajes de segunda fila como de los grandes dirigentes. Es un ataque combinado, organizado y planificado concienzudamente. José Cárdenas, que tuvo un cargo relevante en la agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional (USAID) durante la administración Bush, no se recata lo más mínimo: «Es tiempo para un golpe de Estado en Venezuela», afirmando que es la «única vía lógica de cambio»,descartando asimismo el «diálogo o la diplomacia». En el mismo texto se propone que la administración Trump cree un grupo de trabajo dedicado específicamente «…a las comunicaciones estratégicas interinstitucionales sobre Venezuela», es decir: crear el consenso internacional adecuado para imponer la acción militar si fuera necesaria. Para conseguirlo es imprescindible la creación alrededor de Venezuela de un cordón sanitario de países contrarios a su política. Los diferentes gobiernos regionales actúan de comparsas. Por ejemplo, la OEA. Desde 2014, EEUU ha emprendido 32 intentos de agresión contra Caracas utilizando este organismo que, por otra parte, no ha querido condenar el intento de magnicidio contra Maduro. A este respecto Rex Tillerson, en el momento secretario de Estado, dijo sin ambages: «Continuaremos utilizando a la OEA como un vehículo para promover la presión sobre el régimen de Venezuela». Esta cobertura política indirecta es la que permitiría a Estados Unidos actuar en un segundo plano, aunque sus tropas estén detrás de la acción de los militares colombianos que serán utilizados como carne de cañón. Nike Pence, vicepresidente de EEUU, se negó a reconocer la legitimidad de Maduro tras vencer en las elecciones presidenciales, cuando los observadores internacionales, incluidos los norteamericanos, habían validado la elección.

Venezuela sufre un bloqueo no declarado oficialmente que es económico, político y mediático. El objetivo es el mismo: ilegitimar al gobierno de Maduro frente a su población e intentar privar al país de la posibilidad de apelar a las instituciones internacionales. El aislamiento político, ya lo vimos en el caso libio o sirio, es una de las condiciones básicas para la intervención. Lleva aparejado el control de los «medios» de difusión y la estigmatización del gobierno «objetivo». Se consigue de esta manera un clima internacional plausible, capaz de aceptar y justificar una necesaria «Intervención humanitaria». Hace pocos días veíamos a la embajadora norteamericana en la ONU Nikki Haley, la misma que ha justificado las atrocidades de Al-Qaida en Siria o el bombardeo de autobuses escolares en el Yemen, fotografiarse en la frontera colombiana/venezolana. Sus llamamientos al derrocamiento de Maduro y la necesidad de una «intervención humanitaria» rayan la obscenidad. En este sentido toma relevancia el hecho que 230 millones de dólares de partidas presupuestarias reservadas para la intervención en Siria han sido desviados hacia otros fines, entre ellos la financiación de los «Cascos Blancos» (terroristas travestidos en ONGs) asentados en la ciudad de Cúcuta, fronteriza con Venezuela. Su presencia se hizo efectiva el 26 de junio, un día después de la ronda de visitas del Vicepresidente estadounidense por América Latina.

La intervención sostenida de Estados Unidos en su «patio trasero» viene de antiguo. Una de las fechas más significativas es el 12 de julio 2008, cuando vuelve a reactivarse la IV Flota. Un grupo naval de intervención «especial», puesto que no tiene navíos asignados, pero puede utilizar cualquier barco de los Estados Unidos desplegado en la zona. Hugo Chávez vio que era el inicio de una fase nueva en la intervención de los Estados Unidos en Latinoamérica.

El proceso tiene también otros momentos políticos. Se inicia con el cambio de criterio de Ollanta Humala Tasso en Perú, que de antiguo «pro-chavista» pasa a convertirse en peón de Estados Unidos, acabando en la cárcel acusado de graves delitos de corrupción (Roma no paga traidores), hasta los golpes de Estado en Brasil, en Nicaragua o las crisis políticas en Argentina o Ecuador. El objetivo político de la antigua administración Obama y el actual del presidente Trump es el mismo: crear una serie de gobiernos fieles a los dictados de EEUU que permitan o justifiquen la intervención militar si fuera necesario.

La historia de Venezuela es también una historia de golpes y asonadas militares. El atentado de estos últimos días (presentado en la prensa internacional como un auto-atentado) ha señalado la desesperación de una oposición incapaz de derrocar a Maduro y que ya solo confía en una acción externa de carácter militar.

La posibilidad de una intervención no es una fabulación periodística: a su favor se han manifestado importantísimas figuras políticas norteamericanas. El senador republicano Marco Rubio, delegado extraoficial para asuntos de Cuba y Venezuela, ha dicho: «El mundo apoyaría a las Fuerzas Armadas en Venezuela si decidieran proteger a su pueblo y restaurar la democracia sacando al dictador»; el senador republicano olvidó decir que gran parte de la crisis venezolana es fruto de las durísimas sanciones impuestas por Washington que impiden, por ejemplo, la compra de medicamentos básicos. Dificultar la vida cotidiana es un método que ya vimos aplicar en Irak y Siria. Su objetivo es provocar un alzamiento contra el gobierno y debilitar la resistencia popular.

Rex Tillerson propuso que fueran los militares venezolanos los que intervinieran para promover un cambio democrático. Mike Pompeo (exdirector de la CIA) se expresaba en el mismo sentido.

Todas estas declaraciones se concretaron a finales de 2017 en la ley de Asistencia Humanitaria y Defensa de la Gobernabilidad Democrática de Venezuelaaprobada por el Congreso y Senado de los EEUU que pide al Pentágono su intervención en Venezuela. Associate Press ha filtrado una de las reuniones de Trump con su gabinete, en julio de 2017, donde habría planteado la intervención militar en Venezuela. «¿Por qué EEUU no puede simplemente invadir ese país tan problemático?»,parece ser que dijo el mandatario.

Los llamamientos a la intervención vienen también desde la vecina Colombia. El ahora senador Álvaro Uribe Vélez (ex presidente del país) reconoció en una declaración filtrada a los medios que en público pedía una transición democrática en Venezuela, pero en privado apostaba por una intervención militar directa de Estados Unidos. Evidentemente, la oposición a Maduro quiere la intervención militar, puesto que todo lo que ha hecho y propuesto ha sido en vano. Antonio Ledezma, que fue recibido como representante de la auténtica Venezuela en la Moncloa, promueve ahora la acción militar con «fines humanitarios» por todo el mundo.«Invoco, en nombre del martirizado pueblo de Venezuela, el principio de la intervención humanitaria previsto en convenciones y resoluciones internacionales«, dijo Ledezma, que será recibido próximamente por el golpista presidente brasileño Michel Temer. En este mismo sentido se manifestó el ex ministro venezolano Ricardo Hausman, quien fue mucho más allá al pedir un nuevo día D para intervenir militarmente en Venezuela: «esta fuerza liberaría a Venezuela de la misma forma en que canadienses, australianos, británicos y estadounidenses liberaron a Europa en 1944-1945…»

Es una cantinela repetida. Es el mismo pretexto utilizado por la OTAN para intervenir Yugoslavia en 1999. La posterior condena de la ONU a la intervención, dado que era contraria a la carta de las Naciones Unidas, no tuvo ninguna repercusión porque la desintegración de Yugoslavia ya se había producido.

El nuevo presidente colombiano puede ser el encargado de iniciar la confrontación con Venezuela. El 9 de agosto reunía a su Consejo de Seguridad en la frontera entre Colombia y Venezuela, en el mismo momento que la embajadora norteamericana pedía a la comunidad internacional «aislar» a maduro para acabar con la «crisis humanitaria en la frontera». Era una puesta en escena para la televisión con el mismo imaginario que en 2011, cuando el embajador estadounidense en Damasco participaba de las manifestaciones de los opositores a Al-Assad en los primeros momentos de la guerra en Siria.

El presidente de Trump pretende que el 2018 sea considerado por la Casa Blanca como el «año de las Américas», es decir, el año donde podrá acabar con los gobiernos progresistas del continente. En este sentido el actual secretario de defensa de Estados Unidos, James Mattis, inició el 12 agosto una gira a través de Brasil, Argentina, Chile y Colombia, con la misión de afianzar lazos de cooperación militar. En otras palabras: preparando la intervención.

La puesta en marcha del nuevo orden monetario en Venezuela es un elemento central para intentar resolver la aguda crisis económica que padecen. Estados Unidos no puede permitirlo. En torno a esa fecha están previstas grandes maniobras navales comandadas por la marina colombiana; sus objetivos son desarrollar «operaciones de paz» y de «apoyo humanitario a la población». Maniobras que contemplan la intervención de navíos con el desembarco de infantería y de transportes, de pontones para la construcción de puertos prefabricados. El presidente boliviano, Evo Morales, denunciaba el 19 de mayo que esos ejercicios organizados por el comando Sur de Estados Unidos tenían previsto dar el golpe de gracia al gobierno del Presidente Maduro. La periodista argentina Estella Calloni, por su parte, denunció al mundo el riesgo que corre Venezuela cuando filtró un documento secreto del comando Sur de Estados Unidos donde se desarrollaba el plan titulado «Golpe Maestro: un plan para derrocar la dictadura en Venezuela» firmado, como ya hemos dicho, por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, que consideraba que «ha llegado el momento» de intervenir militarmente en el país sudamericano. En paralelo Roger Noriega, ex representante permanente de Estados Unidos ante la OEA entre 2001 y 2003, escribió en el New York Times que se habían acabado las «las soluciones para Venezuela», planteando como único camino el derrocamiento de Nicolás Maduro.

En este contexto las maniobras militares que se preparan (del 30 agosto al 12 de septiembre) serían quizás una fachada para imponer un auténtico bloqueo marítimo a Venezuela, como ocurrió en 1902 contra el entonces gobierno de Cipriano Castro. La lógica del bloqueo es «impedir todas las importaciones», especialmente comida, medicinas y bienes esenciales, y evitar que Venezuela pueda comercializar petróleo. En ese documento militar de Estados Unidos se da cuenta de la debilidad de la oposición venezolana, ya que «no tiene la suficiente fuerza» para garantizar la gobernabilidad del país. El almirante norteamericano tiene la solución: «enviar fuerzas militares de la ONU para la imposición de la paz». En paralelo, Evo Morales denunciaba que varios «barcos hospital» llegarían a puertos colombianos. Es la excusa para militarizar la zona, dado que esos barcos pueden transportar helicópteros artillados.

Las formas de intervención pueden ser múltiples. A priori, es bastante improbable la participación directa de soldados de Estados Unidos en el conflicto. La reacción popular en América Latina sería considerable. El escenario más probable (en realidad son tres, intercambiables y complementarios entre ellos) es utilizar la difícil situación energética y económica de alguno de los estados o provincias fronterizas con Colombia o Brasil para crear alarma social. Atentar contra las infraestructuras críticas (puentes) que permiten los pasos fronterizos y desde donde se distribuyen a todo el territorio venezolano bienes y alimentos esenciales sería un objetivo primordial. O (y éste es uno de los métodos más usados en este tipo de conflictos) crear un «falso positivo», que implique un ataque al Ejército colombiano y la respuesta de este. El 18 agosto periodistas de guerra de Sputnik daban cuenta de los combates en la frontera colombiana contra un grupo de 300 contrabandistas armados que intentaban contrabandear gasolina en una zona frecuentada por paramilitares. El enfrentamiento con los grupos de operaciones especiales del ejército venezolano causó 7 muertos, 25 heridos y un número indeterminado de prisioneros.

A pesar de los tambores de guerra y el clima de conspiración internacional contra Caracas, hay algunas noticias positivas. La preparación de las Fuerzas Armadas ha ido mejorando. Sus capacidades militares son importantes y, hoy en día, una acción militar contra Venezuela no saldría gratis. Además, Maduro ha programado unas importantes maniobras militares con sus aliados rusos y chinos) el 13 septiembre. Tanto Rusia como China tienen importantes intereses económicos y geoestratégicos en Venezuela; más aún, las sucesivas sanciones contra Moscú y Pekín fomentan el interés de estos países en apoyar a Maduro contra el presidente norteamericano. El final está muy lejos de ser escrito.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/venezuela-el-tiempo-se-agota/

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