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El timo de la «misión humanitaria»

Fuentes: Público.es

La guerra es la suma de todas las tragedias que un ser humano puede sufrir: ver morir a los seres queridos, torturas, violaciones, hambre… Quizá por esta asociación, muchos gobiernos cambiaron el nombre de Ministerio de Guerra por el de la Defensa, sin frenar su maquinaria bélica. Tras las protestas contra las «guerras preventivas», se […]

La guerra es la suma de todas las tragedias que un ser humano puede sufrir: ver morir a los seres queridos, torturas, violaciones, hambre… Quizá por esta asociación, muchos gobiernos cambiaron el nombre de Ministerio de Guerra por el de la Defensa, sin frenar su maquinaria bélica. Tras las protestas contra las «guerras preventivas», se empeñaron en realizar operaciones de maquillaje a las fuerzas armadas -asociadas a la represión, a los golpes de Estado, a la ultraderecha y el terror- y añadieron el término «humanitario» al despliegue de tanques y misiles, y de paso destinaron nuevas partidas de presupuesto a las guerras bajo el cómputo de «gasto humanitario». ¡Como si jugar con el lenguaje cambiara la naturaleza de las misiones bélicas, y los líderes de EE.UU., con 45 millones de indigentes en casa, se desvivieran por los desharrapados afganos! Las invasiones solidarias son un derecho exclusivo de las potencias. ¡Que se atreva Benín a mandar sus tanques a Nueva Orleans para ayudar a las víctimas del Katrina!

La agresión humanitaria de la OTAN a Kosovo en 1999 tenía el objetivo de controlar el tránsito de los hidrocarburos procedente de Azerbaiyán, sorteando el gasoducto ruso. Misión que culminó con la declaración de independencia de Kosovo por EEUU y la instalación de la mega base de Camp Bondsteel. Para ello, compasivamente, mataron a miles de personas, lanzaron toneladas de desechos atómicos, destruyeron cientos de centros de salud, puentes, escuelas y fábricas.

La misión humanitaria de Afganistán ha costado la vida de casi un millón de civiles. Mientras estudiaban cómo extraer los recursos de Asia central, lanzaban bombas de racimo y misiles cargados de uranio empobrecido. Los ocho millones de afganos que hoy pueden morir de hambre no reciben más que bombas a diario.

En 2004, los humanitarios del Pentágono encontraron en el tsunami la oportunidad de oro para enviar contingentes a la zona de influencia china, reactivar la base Utapao en Tailandia, firmar acuerdos militares con Filipinas, Singapur y Sri Lanka y hacerse con el control de Aceh, trasladando su portaavión nuclear Lincoln a este enclave -un inmenso yacimiento de gas que conecta el océano Índico con el mar del sur de China-.

La misión de paz en Iraq, sin comentarios.

«No podemos responder a todas las crisis humanitarias que se producen en el mundo», lamentaba Bill Clinton. «¡Menos mal!», contestó Eduardo Galeano.

 Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/25/el-timo-de-la-mision-humanitaria/